Mostrando entradas con la etiqueta felicidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta felicidad. Mostrar todas las entradas

25.7.25

Prioridad clara, decisión fácil

Algunas personas acuden al coaching queriendo entender por qué les cuesta tanto tomar decisiones. Buscan herramientas para no dar tantas vueltas a las cosas o a las situaciones y para atreverse a tomar un camino determinado, sin perder tanto tiempo evaluando las consecuencias.


Uno de los obstáculos con los que se encuentran es que analizan en exceso la situación, la miran desde todas las perspectivas posibles y valoran tantos escenarios que se quedan sin energías ni claridad para decidir. Deberían recordar que análisis rima con parálisis. El  análisis se hace desde la cabeza y la energía para dar pasos en la vida viene de otro lugar, como veremos después, viene de desear profundamente algo. Cuando damos vueltas y más vueltas con los pros y los contras, y las implicaciones de tomar una decisión u otra acabamos mareados y entramos en bucle.

Si la persona es además perfeccionista, querrá tomar la mejor decisión, y eso le hará descartar alguna alternativa perfectamente válida que le ayudaría a salir del atolladero, aunque tal vez no fuera la solución óptima. Al final, no hay decisiones perfectas, sino decisiones que nos ayudan a avanzar, que es lo que importa.
Todo resulta mucho más fácil cuando hay una prioridad clara.
Cuando estás embarazada, o superando una enfermedad grave, o cuando quieres aprobar una oposición o una carrera de la que depende tu sustento, cuando necesitas superar un obstáculo con el que no contabas para llevar a cabo tu sueño, es mucho más fácil tomar decisiones. De hecho, no hay que tomarlas en sentido literal, sino que las acciones surgen de manera natural en coherencia con esa prioridad que hay ahora en tu vida. Por eso es importante formular las prioridades.  Cuando hay una prioridad, todo lo demás está sujeto a ella, no hay duda. No hay vacaciones que valgan, ni costumbres arraigadas que no puedan modificarse, ni plazos que no puedan moverse porque existe un motivo claro, una razón de peso que actúa como brújula de todo lo demás. Un reto deportivo, por ejemplo, hace que tus horas de descanso y de entrenamiento sean sagradas, tu alimentación muy cuidada, tu vida social más reducida. 
Muchas cosas que antes te parecían importantes o incluso imprescindibles, se caen. En otras circunstancias, ni te plantearías renunciar a ellas o te costaría muchísimo hacerlo, pero cuando has decidido que aquello es tu prioridad, cualquier argumento  se disuelve hasta desaparecer. Y es porque ha aparecido algo que da sentido a todo y por lo tanto, no tienes que tomar la decisión de renunciar por ejemplo a algo que antes formaba parte de tu cotidianidad, sino que  hay una acción que se desprende de manera natural de una decisión anterior, que es tu prioridad. 

Por eso, sería bueno preguntarnos: En este momento de mi vida, ¿cuál es mi prioridad? ¿Hay en mi realidad actual algo lo suficientemente importante como para vertebrar mi día a día sin tener que tomar decisiones a cada paso pues solo se trataría de ser coherente con esa primera decisión?
Igual ya la sabes pero no te la has tomado en serio, no eres plenamente consciente de ella y por eso no actúas de acuerdo con ella. 
 
¿Qué te importa de verdad ahora mismo? ¿Tu salud, tu relación con tal persona, tu físico, tu carrera, tu familia? 
Tomar conciencia de lo que te importa ayuda a que tus acciones estén alineadas con tus decisiones.
Te ahorra además muchas quejas, porque te da claridad respecto de lo que quieres de verdad. A veces nos lamentamos por tener que hacer cosas que no nos apetecen, sin darnos cuenta o sin querer reconocer que eso es necesario para conseguir lo que queremos. La queja no sirve para nada más que para instalarnos en la pasividad. Las prioridades son lo que quiero de verdad y es el deseo profundo el que nos impulsa a la acción, no la mente que te dice lo que debes hacer. Lo que quieres hacer no es lo mismo que lo que te apetece. Si lo que quieres es ganar esta competición o quedar en buen puesto en la maratón de mañana, está claro lo que harás o no simplemente siendo coherente con ese deseo.  Si lo que quieres es tener un bebe sano ya sabes qué cosas pueden perjudicarte y has de evitar.  Las quieres evitar. Si lo que quieres es una relación armoniosa con tu pareja, y para ello necesitas poner una situación dolorosa sobre la mesa, eso es lo que quieres, por poco que te apetezca.

Por eso, cuando no estés segura de qué decisión tomar, mira primero qué prioridades hay en tu vida en este momento y comprueba si lo que sea que decidas está respetando o no esa prioridad. Si eres coherente con tus prioridades, verás que las decisiones se desprenden de manera natural de ellas.

Marita Osés
Julio 2025


Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn

6.5.24

SER MADRE

Dice el Diccionario de la Real Academia que madre es la mujer que ha concebido o parido uno o más hijos. Basta el acto biológico de concebir o parir para convertirse en madre. En verdad tiene mérito el arte de  gestar vida en nuestro interior durante 9 meses, con todas las transformaciones que experimentamos en nuestro cuerpo. Y luego dar a luz, separándonos con dolor del ser que hemos creado. Pero eso es lo más fácil. La tarea descomunal viene después. Por eso, añadiría a la definición:
madre es aquel ser capaz no solo de dar vida a otro ser sino de amarlo, es decir, cuidar de esa vida, nutriéndola, protegiéndola y enseñándole a valerse por sí mismo, potenciando todos sus recursos.

Si algo he constatado en todos los años que llevo ejerciendo de coach es el enorme impacto que tenemos las madres sobre nuestros hijos, tanto en positivo como en negativo. Lógicamente, la gente que acude a la consulta suele tener alguna herida derivada de esta relación forjada en su infancia que sólo descubren cuando se manifiesta en su edad adulta. La casuística es muy variada: está la madre hiperprotectora que inocula a sus hijos todos los miedos que no ha sabido superar, la que  les escondió la identidad de su verdadero padre o que utilizó a sus hijos para ocultar una relación clandestina, la madre tan solícita que se adelantó a hacer todo lo que sus hijos ya eran capaces de hacer despojándolos de su confianza en si mismos, la que estaba tan preocupada por su apariencia personal que incubó hijas acomplejadas o anoréxicas, la madre tan exigente que aniquiló la autoestima de sus hijas, madres tan sumisas que no han sabido poner límites a sus parejas y han callado cuando los niños eran demasiado pequeños como para poder defenderse. También ha habido madres tan entregadas que no han tenido vida propia y cuando las hijas son adultas les han hecho pagar esa entrega, responsabilizándolas de su felicidad. En realidad, son  mujeres tan lastimadas que han proyectado en sus hijos sus heridas. Todas tienen su propia historia, han sido, a su vez,  hijas marcadas por sus progenitores.  Y podríamos remontarnos aquí en el tiempo, viendo que se ha ido repitiendo un círculo vicioso de patrones poco o nada maternales.
El día de la madre es una ocasión para ver cómo lo convertimos en círculo virtuoso.

Por supuesto, han existido y existen madres amorosas y madres-coraje que se han dedicado a la crianza de sus hijos con amor, superando los más duros obstáculos, y madres que han logrado y logran amar sin juzgar, ni imponer, respetando la identidad de sus hijos permitiendo que crezcan sin interferir. Benditas sean todas ellas.

Pero para iniciar ese círculo virtuoso del que hablo, quisiera hacer hincapié en la importancia de sanar –o como mínimo de reconocer,- las heridas que arrastras como hija para ser una madre capaz de estar presente y amar a tus hijos sin que tu pasado los lastime.

Antes de embarcarnos en la maternidad, igual que nos preocupamos por tener un hogar acogedor y unos recursos materiales para poder ofrecer al bebé un entorno cálido y seguro para su crianza es imprescindible ocuparnos también de preparar nuestro hogar interno.

Ver cómo está nuestra capacidad de dar y recibir. ¿Estamos condicionadas todavía por lo que vivimos en nuestra infancia? ¿Qué relación tenemos con nuestros padres, estén o no vivos? Se trata de revisarnos sin juicio, con comprensión y sobre todo con ganas de transformar en aprendizajes lo que en su día tal vez fue doloroso. La intención es evitar infligir a nuestros hijos el mismo daño que sufrimos. Seguramente, los adultos no fueron conscientes de las consecuencias que su conducta podía tener en nuestra vidas. Por eso es importante revisar este aspecto de nuestra biografía. Porque si no lo elaboramos, lo repetimos o actuamos condicionadas por aquello que ignoramos. ¿Quién no se ha sorprendido diciendo o haciendo aquello que más le molestaba que su madre le dijera o hiciese durante su infancia? Nuestro cerebro tiende a repetir los patrones que han quedado grabados en él. Pero también es capaz de transformar esas conductas y crear nuevos circuitos neuronales que nos ayuden a actuar de forma diferente.

Para tratar con amor a nuestros hijos, necesitamos antes mirarnos con amor, sobre todo, si no lo recibimos en nuestra infancia.

Entrar dentro de una misma, ver qué necesitó la niña que fuiste y tratarte hoy como te hubiese gustado que tu madre hubiese hecho. Esa es la madurez para mí. Hacerte de madre como hubieses necesitado. Mirarte, hablarte, cuidarte, comprenderte de manera que puedas sentirte segura, valiosa, comprendida, suficiente, aceptada, amada. Entonces podrás hacerlo con tus hijos, sin cortapisas. No importa que sean ya mayores, lo que hagas ahora contigo cambiará tu relación con ellos para bien.

Así que en el día de la madre, mi deseo a las que ya lo son y a las que están pensando en serlo es el siguiente: prepárate interiormente, mira qué experiencias de hija te han marcado, porque marcarán a tu prole si no eres consciente y las proyectarás. 
Y si no lo crees, ¿por qué no probarlo? ¿Qué habría podido pasar si tu madre lo hubiese hecho? ¿Cómo habría sido vuestra relación si ella hubiese comprendido la transcendencia que había tenido su relación con tu abuela?
Por eso, aunque oficialmente celebremos a las madres, deseo feliz día a las hijas que se atreven a revisar su relación con ella.

Marita Osés

5 de mayo 2024


Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.
 

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube

29.4.23

Namasté


✍️
 Hace poco pedí a unas cuantas personas que han pasado por mi consulta si podían enviarme unas líneas con lo que destacarían de mi estilo de coaching.


Conocer el impacto que tenemos en las personas es una manera de conocernos, descubrir elementos que ignoramos y vislumbrar el propósito de nuestra vida. 

🔎Por un lado he constatado que las personas encuentran lo que buscan: la que necesita “caña”, me encontrará “cañera”, la que necesita compasión me encontrará compasiva. La que necesita sentido del humor también lo encontrará en mí, que no soy especialmente divertida. Pero es cierto que con determinadas personas se me activa el sentido del humor. Ellas son las que lo llevan dentro de forma genuina, lo activan en mí de manera inconsciente de modo que lo que yo les doy no es más que un retorno de lo que ellas YA SON. Yo solo soy un espejo. 

💞Por otro lado, compruebo lo saludable que resulta recibir reconocimientos: que otra persona nos diga todo lo bueno, aquello de nosotros que le hace bien y le ayuda a ser mejor. Aún no he acabado de escribir la frase anterior y una vocecita me dice: “Lo bueno y lo malo. Lo malo también. “ Y soy tajante con ella: NO. Solo lo bueno.
Hay momentos en los que lo que lo que necesitamos ver de nosotros es lo positivo. Lo negativo, solemos verlo sin ayuda.

Tenemos mucha más facilidad para registrar nuestros errores y omisiones que nuestros aciertos y nuestras buenas acciones. Tod@s llevamos un registro negativo completamente actualizado. Es un archivo de material que nos avergüenza y nos hace sentir culpa por no ser mejores. En algunos casos, por no ser perfectos. Si solo tenemos esa materia prima para construir nuestra imagen, no es de extrañar que la idea que tengamos de nosotr@s sea muy pobre. ¿Con qué cara vamos a ir por el mundo si pensamos que somos un desastre? Cabizbaj@s y encogid@s, claro. Y por mucha verdad que haya en ese registro negativo, NO ES TODA LA VERDAD. 

Hay en nuestro día a día muchos momentos en los que hacemos bien las cosas, pero es tan “normal” que no lo registramos. Cuidamos, escuchamos, apoyamos, acompañamos, hacemos reír, trabajamos, cumplimos… Vuelve a surgir la vocecita: “Cómo no vas a cuidar a tu hijo si es tu hijo, cómo no vas apoyar a tu pareja, si es tu pareja, como no vas a ayudar a tu amigo, si es tu amigo. Solo has cumplido con tu deber.” Con esta apostilla, le quitas todo el valor a tus actos. Pero este comentario destructor no tiene ninguna consistencia, porque si bien esos actos pueden calificarse de normales o lógicos en la relación en la que han sucedido, PODRIAS NO HABERLOS HECHO. Podías no haber cuidado a tu hijo, podías no haber apoyado a tu pareja,  podías no haber ayudado a tu amiga o no haber realizado aquel trabajo. 
Reconocer conscientemente aquello que has hecho, sin restarle valor, es imprescindible para que tengas una idea justa de ti.
De lo contrario, tienes una imagen distorsionada que te provoca inseguridad y hace que no te atrevas a hacer determinadas cosas, porque la conclusión a la que has llegado a base de llevar un registro de tus fallos es que no eres bueno en nada, que no vales.


Por eso me gusta tanto el saludo hindú, NAMASTÉ, que traducido del sánscrito viene a decir:
Saludo a la divinidad que hay en ti. Mi alma saluda a tu alma más allá de tu apariencia. Me inclino ante ti.
Que cada uno lo interprete como más le guste.


Lo que me conmueve de este saludo es que, de entrada, da por supuesto que en cada persona hay un tesoro, algo maravilloso ante lo cual vale la pena inclinarse y mostrar respeto y reconocimiento.

¡Lo da por supuesto!

En una sociedad que alimenta el miedo al otro, que subraya que el hombre es un lobo para el hombre en lugar de recordar que sin el otro no somos nada, un saludo que reconoce la bondad y la luz del que tenemos delante es una manera de apostar decididamente por la confianza en el ser humano. Solo confiando podemos avanzar con paso firme. Sin confiar, caminamos en un estado de alerta máxima, que no sólo nos agota, sino que alimenta nuestra animalidad aniquilando nuestra humanidad. No estoy diciendo que neguemos nuestra parte mamífera, (bien pensado, lo animales nos dan lecciones de humanidad) sino que no nos reduzcamos a ella, porque entonces renunciamos a aquella dimensión que nos hace ser quienes somos y nos da plenitud.


Hoy os animo a hacer visible lo invisible, a reconocer a alguien alguna cualidad, empezando cada un@ consigo mism@.  Ayudarnos unos a otros a vernos y a valorarnos. Optar -de manera obstinada si es necesario- por encontrar lo bueno del otro y subrayarlo es la mejor manera de alimentarlo y desarrollarlo, porque aquello en lo que centramos nuestra atención crece y se multiplica.
Si alguna vez te has sentido orgullos@ de ti, registra ese momento y esa cualidad. El día que falles por algo, acude a ese recuerdo y dite a ti mism@: “Yo soy más que este error que acabo de cometer.” Porque lo que suele ocurrir es que nos fustigamos por un día en que hemos sido crueles y no nos acordamos de un montón de días en que hemos sido compasivos; no nos perdonamos una ocasión en la que hemos perdido la paciencia, y nos olvidamos de todos los días que fuimos pacientes; nos despreciamos por un día en que nos rendimos  y sin embargo no nos reconocemos los muchos en días que estuvimos perseverando. No estoy hablando de ser excesivamente indulgentes. Estoy hablando de ser justos con nosotr@s y con los demás.

Y ante vosotr@s, que me escucháis o me leéis, cierro los ojos, junto las palmas, inclino mi cabeza y abriendo mi corazón pronuncio con inmenso respeto:                                 NAMASTÉ.

Marita Osés

27 Abril 2023

27.12.22

¿Una Navidad más?

 



Empezábamos la pasada semana con la propuesta de añadir tu nombre a la lista de personas a las que vas a hacer un regalo y pensar qué podrías regalarte que no te cueste dinero, pero que te haga mucho bien, es decir, que responda a un deseo tuyo o a una necesidad.


¿Quieres más descanso? Pues el regalo puede ser soltar algún compromiso, delegar alguna responsabilidad y dedicarte ese tiempo para hacer algo que te relaje o mejor aún para no hacer nada.

¿Añoras más contacto personal? Reserva tiempo para pasar un rato con un amig@, tu pareja, tu hij@….con cualquier relación cercana de la que te gustaría disfrutar más.


¿Necesitas encontrarte contigo? Pues ve a pasear sol@ una mañana entera, o apúntate a una meditación (hay cientos de meditaciones gratuitas en Internet) y después escribe lo que te ha inspirado y date cuenta qué dice de ti lo que has escrito. O levántate por la mañana durante una semana y mirando al espejo pregúntale a tu reflejo ¿Qué puedo hacer por ti? Y luego hazlo.

Cuando pensamos en un regalo para alguien, tenemos en cuenta sus gustos, sus deseos, sus necesidades, sus rasgos personales. Y cuando aciertas, es un verdadero placer ver en su rostro alegría y gratitud.

¿Qué ocurrirá si haces esto mismo contigo?

Generarás en ti alegría y gratitud. ¿Quién te conoce mejor que tú? Eres la persona que más probabilidades tiene de acertar el regalo perfecto porque sabes cosas de ti que no sabe nadie. Finalizar el año con alegría y gratitud es una forma maravillosa de iniciar una nueva etapa.

Esta época navideña nos invita a parar  y tomar un respiro antes de estrenar el año siguiente. Tiene lugar en el solsticio de invierno, el momento en el que el sol es más débil y  el día es más corto, porque hay menos horas de luz. ¿Será por eso que encendemos tantas luces y velas? ¿Para no andar acobardados en medio de la oscuridad? Todas esas luces externas puede que despierten en nosotros sentimientos de seguridad, calor, fiesta. Pero,

¿Por qué no encender una luz dentro de ti?


✴️Una luz de confianza que disipe el desánimo.

✴️Una luz de esperanza que disperse la incertidumbre

✴️Una luz de verdad que disuelva las mentiras.

✴️Una luz de autenticidad que derribe las apariencias.


¿Cómo enciendes la luz de la confianza dentro de ti?

Confiando obstinadamente y contra todo pronóstico. Arriesgándote convencida de que, sea cual sea el resultado de tus esfuerzos, tú vas a ser diferente por el mero hecho de haberte atrevido. Para confiar, no hay que centrarse en el resultado sino en el proceso que pones en marcha cuando confías, en todas las energías que mueves cuando crees que algo es posible y que transforman tu realidad, pero  sobre todo te transforman a ti.

¿Cómo enciendes la luz de la esperanza dentro de ti?

Conectando con el niño / la niña que llevas dentro y rescatando sus sueños y tomando de ellos el impulso necesario para transitar tu realidad actual y trascenderla.

¿Cómo enciendes la luz de la verdad dentro de ti?

Siendo sincer@ contigo y aceptando con humildad y gratitud lo que eres y lo que no eres.

¿Cómo enciendes la luz de la autenticidad dentro de ti?

Haciendo oídos sordos a tu crítico interno que te acobarda, te humilla y proyecta una imagen distorsionada de ti y no te permite ser tú. Reconociendo que esa voz interna no es la tuya y buscando con fe tu propia voz. Y dándote cuenta que toda la energía que inviertes en aparentar se la robas a tu esencia, cuando es tu esencia la que te da paz, bienestar y vitalidad. 

La Navidad cristiana celebra el nacimiento de un ser que revolucionó el pensamiento de su época e inauguró una nueva manera de ser persona. Trató como iguales a mujeres, niños y enfermos, que en aquella sociedad eran considerados de tercera categoría. No juzgó a nadie, ni a sus peores enemigos. Se atrevió a cuestionar el poder político y religioso y todo ello sin un ápice de violencia. Con su vida nos enseñó que el ser humano es capaz de amar más allá de lo que le parece posible y nos aseguró que cualquiera de nosotr@s estaba capacitad@ para hacer lo mismo. No poseyó nada, pero todo su proceso personal le llevó a liberarse de su ego y ser dueño de sí mismo. Descubrió que el amor era el motor más potente y se dedicó en cuerpo y alma a experimentarlo, hasta identificarse plenamente con él. Exploró todo el potencial del ser humano y nos dijo: Hacedlo también vosotros, no os perdáis esta experiencia.

Esta Navidad tienes una vez más la oportunidad de abrir la puerta a aspectos de ti que no has dejado florecer por miedo, ignorancia , pereza o por las razones que sea.

¿Va a ser una Navidad más, igual a las anteriores?

No,  porque tú no eres la misma persona y puedes hacer que sea una experiencia distinta. Regálate la posibilidad de descubrir algo de ti que ignorabas o que no te habías atrevido a explorar y, a continuación, disfrútalo. Ábrete una puerta.

De esta manera, esta Navidad no será una más para ti. 

Marita Osés

21 diciembre 2022






13.7.22

A solas…contigo


Cuando te quedas sol@ en casa un viernes por la noche, ¿cuál es la primera emoción que experimentas? ¿Angustia, frustración, tristeza, miedo… o bien liberación, alivio, gratitud, alegría…? Naturalmente, dependerá de tu situación concreta en ese momento.


Las personas que desean pareja y no la tienen detestan esa soledad porque las hace más conscientes de su carencia. Para alguien que está en duelo por la muerte de un ser querido, la soledad le confronta también directamente con una realidad que le está costando aceptar y le hace sentirla de manera más dolorosa todavía. Para un padre o madre de familia puede representar un gran alivio y una oportunidad de descanso o bien producirles una sensación de vacío que les hace caer en la cuenta de lo mucho que dependen de su pareja o de sus hijos para sentirse bien. La presencia de otros puede estar llenando huecos que le corresponde a cada uno llenar. Los utilizamos inconscientemente como sucedáneos de algo que solo nosotros podemos darnos: nuestra propia presencia.

Por eso la pregunta no es ¿Te gusta estar sol@? sino ¿Te gusta estar contigo? Pues si estás contigo, si eres una compañía agradable para ti, NUNCA estás sol@. La sociedad que nos invita sin cesar a conectarnos a las pantallas nos está alejando de entrar en sintonía con nosotros mismos, distraídos como estamos viendo todo lo que brilla fuera de nosotros. Para conectar contigo, necesitas descubrir a este ser profundo que late dentro de ti  del que surgen todos tus anhelos y tus intuiciones. Y luego, prestarle atención, lo que significa dedicarle tiempo.

¿Disfrutas de tu compañía?

¿Qué te dices?

¿Cómo te hablas?

¿O tal vez hace años que te ignoras?


Cuando estas con alguien conocido que no te mira y no te dirige la palabra, ¿cómo te sientes? Probablemente ignorado, incluso excluido. Averigua si no estás haciendo eso mismo contigo. Podría ser esta la razón por la que no te gusta la soledad. Porque al no sentir que estás con alguien -tú mismo- que merece tu atención, lo que muestras es desinterés hacia tu propia persona.

¡Qué diferencia si en lugar de hacerte sentir que no existes, la persona que tienes a tu lado te pregunta cómo estás, qué necesitas, qué te apetece y se pone a tu disposición! Estar a solas contigo es eso: darte tiempo para preguntarte cómo te sientes, averiguar qué necesitas y hacer lo posible por cubrir esa necesidad o ese anhelo. Entonces, la soledad se convierte en un ponerse a la escucha y al servicio de uno mismo y genera gratitud y bienestar, y una sensación de protección que nos llena y nos serena. 

Si te asusta la soledad, pregúntate cómo te haces compañía y decide qué cosas puedes hacer contigo que no has hecho hasta ahora. Requiere un aprendizaje, pero vale mucho la pena.


Marita Osés

13 julio 2022



Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

 

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube

 


23.6.22

"Luego" puede no llegar nunca


Vivimos en una ficción: creemos que esto va a durar para siempre. Pero no me refiero solo a nuestra existencia, sino a cada momento. Cada instante es un espacio en blanco y de nosotros depende llenarlo o no. Aprovecharlo o dejarlo pasar.
Cada vez que tengo una idea y me digo “ya la concretaré” la almaceno en un lugar en el que empieza a morir. Cada vez que siento el impulso de hacer un gesto y me digo “no es el momento” dejo de expresar una realidad y por lo tanto de alimentarla. Cada vez que deseo de decir algo y pienso “ya se lo diré” y me callo, dejo de transmitir lo que mi alma anhela comunicar, y tal vez lo que otra persona necesita oír. Ese momento no volverá. 

¿Y si no hay un luego?

Se hizo esta pregunta una persona en un grupo de duelo. Había perdido a su marido y de un día para otro ya no hubo luego para ella. Reconoció infinidad de momentos que podrían haber estado más llenos. Vivir plenamente el presente es no desperdiciar la energía de cada instante, es intuir con antelación de qué te vas a arrepentir si no lo haces YA. Ese beso que no has dado antes de irte de casa, ese mensaje que no has escrito cuando pensaste en esa persona… infinidad de pequeñas cosa que omitimos por ignorancia, inconciencia o pereza. No me refiero a cumplir obligaciones, sino a hacer caso al corazón. Porque ese beso que das antes de irte, ese mensaje que escribes cuando así lo sientes, eso que haces porque no te das tiempo a ti misma de pensarlo dos veces da sentido a todo lo demás. Vas construyendo una vida plena, cuando das a cada momento su dosis de inspiración, de acción de amor. 

Luego es cualquier momento menos ahora. Pertenece al futuro. Dejar para luego es condenar el ahora al vacío.

A veces estamos tan ocupados “cumpliendo” con nuestro deber que no nos queda tiempo para amar. Nos queremos pero no hacemos gestos de cariño, no nos decimos palabras de afecto, no nos quedan fuerzas para demostrar nuestro amor en la práctica. Lo sentimos, pero estamos cansados de tanto cumplir con las responsabilidades y con las expectativas de los demás.  Y posponemos la expresión de ese cariño a la espera de estar más “frescos”, más enérgicos, de mejor humor. Olvidamos que eso que no hacemos probablemente nos regeneraría por dentro, tanto al que da como al que recibe porque esa es la única gasolina que necesitamos.

Estamos tan desbordados por nuestros deberes que olvidamos el derecho a amar y a ser amados. Nos imponemos tantas obligaciones para conseguir nuestras metas que aparcamos sin darnos cuenta el motor de nuestras vidas.

¿Te tomas tiempo para sentir, expresar agradecer, disfrutar?

¿O saltas de obligación en obligación? 🔗¿Estas criando a tus hijos desde la responsabilidad o desde el amor?

Cuando decimos “ya lo haré en otro momento” es porque no consideramos que eso que posponemos sea importante. Que pueda esperar no significa que no sea imprescindible. No esperes a que sea la muerte la que te enseñe a priorizar.

Marita Osés

22 junio 2022


Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis redes sociales: InstagramFacebook o LinkedIn  o escuchar mi nuevo podcast 🎙️ 🙏


15.6.22

Una cosa es empatizar con alguien y otra responsabilizarse de sus emociones

Elisa solo se va a montar a caballo si sabe con certeza que su novio tiene un plan ese día. Si no, ni se lo plantea, a pesar de que es una de sus aficiones favoritas y le sienta muy bien.

Le pregunto por qué y ni siquiera es porque prefiera estar con él, sino porque, si lo hace, teme que él piense que no es una prioridad para ella.

En sentido inverso no ocurre lo mismo. Él hace sus planes y se los comenta, sin que se le pase por la cabeza que ella va a sentirse poco importante para él por el hecho de que se vaya a jugar a fútbol.

El temor de Elisa la hace responsabilizarse de lo que su novio pueda sentir. Mejor dicho, de lo que “ella imagina” que sentirá él, y es esa creencia lo que determina su acción. Su brújula para hacer una cosa u otra está fuera de ella, no dentro. 

Cada vez que me responsabilizo de las emociones de la persona que tengo a mi lado sea pareja, amiga, familiar (o incluso un desconocido… “qué va a pensar esa persona si me ve haciendo esto”) y me comporto en función de ellas, en lugar de actuar conforme a lo que siento y quiero de verdad me alejo de mí y, si lo hago continuamente…me pierdo.  Y dejo de dar elementos a las personas que se relacionan conmigo para que me conozcan, puesto que me defino teniéndolas en cuenta a ellas, no a mí. Es posible que acaben teniendo una idea equivocada de quien soy. Y aun peor, puede que yo misma acabe no sabiendo lo que realmente quiero, a fuerza de renunciar a empatizar conmigo. Al mismo tiempo, cuando me responsabilizo de las emociones ajenas, me parece que tengo que hacer algo con ellas, como si yo fuera su dueña, y lo único que puedo hacer es aceptar que son como son y que el único que puede y debe hacer algo con ellas es la persona en cuyo interior se originan. Cuando más me cargue yo con ellas, menos se responsabilizará la persona que las experimenta.

El colmo del hábito de responsabilizarse de las emociones ajenas es creer que soy responsable de la felicidad de alguien.

Significa atribuirse un protagonismo desproporcionado en la vida del otro e ignorar una serie de elementos internos que tienen un peso decisivo en su sentimiento de felicidad o infelicidad. Aunque se trate de tu pareja, no solo es injusto cargarte con esta responsabilidad, es poco realista. Porque antes de encontrarse contigo esta persona ya ha construido una estructura interna y unas creencias que filtran su forma de percibir la vida y es precisamente esa percepción de la realidad lo que nos hace felices o infelices. Entre responsabilizarse y culparse hay una línea muy fina. 

Que la actuación o las palabras de alguien desencadenen una reacción en mí, no significa que esa persona sea responsable de mi reacción. En todo caso es el detonante, pero la responsable de mis actos soy yo. Yo elijo entre un abanico de posibilidades, aunque no me dé cuenta. Puedo haber actuado condicionada por mi inconsciente o por mis patrones adquiridos, pero eso no me da derecho a culpar al otro. Cada vez que culpo al otro, pierdo una oportunidad de conocer qué patrones he ido construyendo dentro de mí que no me dejan ser libre y me hacen reaccionar en lugar de responder.

Abandonar la creencia de que soy responsable de lo que siente el otro (o que el otro es responsable de lo que yo siento) no es fácil porque implica renunciar al protagonismo que creemos (y necesitamos) tener en la vida de las personas y, a sensu contrario, renunciar también a culpar a nadie de nuestras reacciones. Implica reconocer que no somos ni tan importantes ni tan decisivos, y aceptar que ellos tampoco lo son. El máximo responsable es cada uno y si no lo asumimos nos pasaremos la vida buscando afuera culpables de algo que tiene su principio y su fin en nuestro interior. Cuando sintamos la tentación de responsabilizarnos de la reacción del otro o de responsabilizar al otro de la nuestra, vale la pena respirar hondo para darnos tiempo de frenar ese impulso y poner distancia momentáneamente entre ambos. En un acto de honestidad con un@ mism@, detenerse a preguntarnos:

“¿Tiene esto que ver conmigo o con la otra persona?”

Es más fácil pensar “me ha puesto nervios@”, que “como venía nerviosa@, he saltado a lo que me ha parecido una provocación”.  No es lo mismo: “me apunto a este plan porque si no, se enfadarán” que “no voy porque estoy cansada”. En el primer caso me hago responsable de su enfado. En el segundo, si se enfadan es cosa suya, no mía. Tiene que ver con cómo perciben o interpretan mi ausencia, no con lo que siento hacia estas personas. Empatizar con ellas será comprender que puedan hacer una interpretación errónea de mi acción. Responsabilizarme sería sentirme culpable de su enfado. Una cosa es que me sepa mal, otra que me cargue con la culpa por esa reacción.

Si aprendemos a discernir lo que nos pertenece y lo que no, constataremos que hay patrones que se repiten, y ello nos ayudará a descubrir cuál es nuestra herida básica y cuáles las de otros. Para ello es necesario empatizar en primer lugar con nosotros. Si empezamos por ahí, seremos capaces de empatizar con los demás sin perdemos en ellos. 


Marita Osés

14 junio 2022


Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis redes sociales, InstagramFacebook o LinkedIn  o escuchar mi nuevo podcast 🎙️ 🙏