30.3.22

La conexión imprescindible


“Necesito desconectar”
. Cuando oímos esta frase, sabemos sin lugar a dudas que la persona que la pronuncia ha llegado a un punto de saturación. Algo la empuja a alejarse de aquello que le está provocando agobio.
Puede ser la exigencia extrema de su vida laboral, un conflicto con algún ser querido, una situación económica que parece irresoluble, una enfermedad inesperada… en todas ellas está presente un elemento de estrés: hay una presión excesiva sobre nuestros recursos personales que hace que acabemos desfondados.
El denominador común es el desgaste físico, emocional y psicológico que conllevan. En este sentido, la depresión nerviosa es una estrategia que provoca una desconexión antes de que la realidad nos aplaste del todo, a fin de sobrevivir a ella.
Tenemos claro que una máquina necesita estar conectada a su fuente de energía para funcionar. Puede estar en perfecto estado, pero si no la enchufas no sirve para nada. El ser humano es igual.
¿Conoces tus fuentes de energía? 
¿Cómo haces para recuperar fuerzas y arrancar de nuevo o mantenerte en marcha?
Una manera de desconectar es acceder a la parte lúdica de la vida, divertirnos. Además de alejarte o distraerte de la situación de estrés, ¿recarga verdaderamente tus pilas? Me contaba un joven de 31 años que vivía unos fines de semana tan pasados de vueltas que necesitaba el lunes para recuperarse y ser capaz de volver al trabajo.  Está claro, que su estrategia de desconexión no le aporta la energía que necesita. Se trata de una pura evasión, un escape, que lo dispersa y lo vacía todavía más. 
Creo firmemente en las bondades del entretenimiento y la diversión, pero no estaría de más preguntarnos:¿Inviertes tu tiempo libre en llenarte o en vaciarte? No es una pregunta cualquiera, porque para contestarla en la práctica tienes que conocerte, saber qué es lo que te llena, lo que te da vida.
¿Pasarte horas delante de la pantalla te regenera o te dispersa? ¿Beber alcohol hasta aturdirte te da claridad o te confunde todavía más?
Cuando necesitas que tu mente se enganche  durante horas a las redes sociales, ¿de qué estás huyendo? ¿De tu propia vida? ¿No te satisface y por eso habitas virtualmente durante horas en las vidas de otros?
Mirar hacia afuera para desconectar y conectar con vidas que no me pertenecen y realidades virtuales me sacan de mi mism@ y me des-centran, puede ser útil en dosis moderadas, pero cuando el uso de las redes se hace compulsivo, es el momento de replantearnos qué nos está pasando.
La alternativa es mirar hacia adentro y conectar con una parte de nosotr@s que ignoramos. Solemos tener miedo a encontrarnos con nuestros fantasmas, nuestras sombras, nuestras miserias. En efecto, allí están. Pero también está nuestra luz, nuestra esencia más pura, y si vivimos de espaldas a ella es normal que sintamos un vacío imposible de llenar con los sucedáneos que encontramos en el exterior. Conectar con esta fuente interna nos llena de  coraje. Encontrar ese lago en calma, más allá de nuestras sombras, es como llegar a un puerto seguro en el que siempre puedes atracar, sea cual sea la tormenta que estés viviendo. Por eso, haz la prueba. Suelta todos los planes un fin de semana y quédate a solas. Escucha música, camina, baila, escribe, pinta, lee, corre, respira…no hagas nada más que contemplar durante una hora. Toma conciencia de ti mism@ y verás que es la mejor forma de conectar con lo que te da vida. Cierto, si el estrés de tu vida es muy intenso es posible que necesites ayuda para relajarte o para logar arrancar tu atención de tus problemas o superar las inercias del entretenimiento fácil. Pero darte esta pausa con cierta regularidad evitará que sea la vida quien te pare cuando tú no lo desees.

Existe dentro de ti un lugar especialmente diseñado para recargarte. Esa es la conexión imprescindible. No te la pierdas

Marita Osés
30 marzo 2022
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24.3.22

Resurgir una y otra vez

 


Acaba de estallar la primavera y nos recuerda que, en contra de las apariencias, hay mucha vida: en el interior de los troncos que parecían secos y abren su corteza para que nazcan sus brotes tiernos, dentro de la tierra que parecía muerta y de la que asoman briznas de hierba verde, en los bosques que parecían vacíos y empiezan a poblarse de criaturas…

Los ciclos de la naturaleza están ahí para que cada un@ tome de ellos las lecciones que necesita aprender.

Desearíamos que nuestra vida fuera una camino ancho, recto, claro desde el principio, en el que fuéramos integrando cada día más cosas hasta completarlo. Y resulta que el camino se estrecha a veces hasta que nos asfixia y otras se amplía tanto que no sabemos por dónde tirar. Un día nos sentimos afortunados de lo que tenemos y al siguiente experimentamos una pérdida devastadora. Hay épocas en las que nuestra existencia se parece más a una montaña rusa que a un bonito viaje. Nos encontramos con un montón de imprevistos, sorpresas, avances, retrocesos, a menudo sin entender qué sentido tiene todo ello. 

Pienso en la semilla enterrada en la oscuridad de la tierra. Me imagino que ignora todo lo que le va a pasar, pero “sabe” que tiene que dirigir su energía en dos direcciones: hacia arriba y hacia abajo. Buscar la luz de la que tomará su energía para crecer y ahondar sus raíces para sostenerse. En nuestros momentos de oscuridad, podríamos seguir su ejemplo. Parecen momentos estériles, pero todo depende de hacia dónde canalicemos nuestras energías. En el silencio descubro cuál es la luz que necesito, dónde quiero arraigar y cómo para mantenerme en pie y poder mirar de frente a mi propia vida. Qué lecturas, relaciones, músicas voy a elegir para alimentarme y en qué entornos quiero arraigar porque son los que más van a favorecer que en mí germine mi verdadero ser. Podemos equivocarnos más de una vez. No importa, nuestra semilla ha venido al mundo con una misión determinada y es obstinada. Lo intentará una y otra vez, hasta que encuentre el terreno y las circunstancias ideales para empezar a transformarse en lo que es. ¿No te ha ocurrido nunca que no te has dado cuenta de que tenías una cualidad determinada hasta que no te has visto en una situación que te ha permitido descubrirla o en unas circunstancias que te han forzado a ponerla en práctica?

Para que la primavera resurja con fuerza, necesita el despojamiento del otoño y el silencio del invierno.

Para que encontremos nuestra fuerza interior, necesitamos soltar el lastre que obstaculiza nuestro avance y un silencio que nos permita descubrirnos desde dentro. Apagar todas las pantallas, cerrar los ojos y  los oídos. Entrar en ese lago en calma que hay en el fondo de todos nosotros y abrevarnos en ese “vacío” que en realidad es pura Vida.  Luego, podremos abrir nuestros ojos y nuestros oídos de una manera completamente nueva. Podremos ver y escuchar la realidad sin las interferencias que la distorsionan.


Podremos resurgir una y otra vez y reanudar el camino con la misma confianza de la planta que se abre a la vida cuando le toca el rayo de sol.



Marita Osés

21 marzo 2022


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15.3.22

Esperanza

                                                                       



A un olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido
(…)
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.



¡Por fin llueve! Me nace una alegría inmensa muy adentro. Me siento como el césped que veo desde la ventana, como las briznas verdes que luego serán espiga, como los frutales que se habían lanzado a florecer… obedeciendo dóciles a su ciclo vital con ya muy pocas reservas, todos ellos ávidos de agua, apunto de rendirse a la sequía… pero confiando siempre en la generosidad del cielo. Hoy las nubes  se abren dadivosas y suaves. No han descargado de golpe sino que van entregándose poco a poco en una lluvia fina y constante que irá empapando capas y capas de tierra seca, engrosando ríos y pantanos y alegrando sus orillas.

Debería llover ternura sobre nosotros, para despertar nuestros corazones resecos por la decepción y la perplejidad, anestesiados por el confort, endurecidos por nuestra resistencia a aceptar la realidad tal como es. Llover ternura sobre nosotros hasta quedar tan empapados que la rigidez se convirtiese en flexibilidad, la resistencia en aceptación, el desconcierto en conciencia.
¿Qué te conecta con la ternura?
¿Los niños, los ancianos, los cachorros, la música, las flores…?

Si te miras a los ojos largamente en el espejo y no te dejas distraer por lo primero que ves en la superficie, podrás conectar con la ternura. La que todos llevamos dentro al nacer y va quedando enterrada bajo capas de dolor que no hemos sido capaces de cristalizar en sabiduría. 

Llueve, y esta agua bendita abrirá paso a una primavera llena de colores. Deseando estoy ver asomar las prímulas, las violetas y las anémonas salpicando los prados y las laderas de los caminos. El espino albar, la retama, los endrinos y los primeros brotes de las piñas y las bellotas. Tanto signo de esperanza en medio de tanta guerra. Me emocionó enterarme ayer que un amigo decidiese alejarse temporalmente de su vida solucionada y de sus comodidades y arrastrase a otro amigo a cargar la furgoneta con todo lo que necesitan los que huyen de la guerra. Llegarán hasta Polonia, descargarán la solidaridad que han recogido entre los suyos y traerán a algunas personas ucranianas a las que han asignado una familia de acogida en Cataluña.

Me paro a sentir la alegría de las plantas, los árboles, los pastos, la tierra tantos días agrietada. Siento la caricia del agua como la sienten ellos y la gratitud que me brotará sin duda en forma de bondad. Toda la bondad que expresa la naturaleza ¿no será básicamente gratitud? Por ser, por existir, por tener cada uno una misión que le da razón de ser, por sentirse una unidad dentro de la diversidad.
 
Hoy llueve y no se me ha ocurrido pensar que el cielo llora por todo lo que está ocurriendo en el planeta Tierra. Hoy llueve y a pesar de todo el dolor que nos estruja las entrañas, celebro la vida y honro a las personas que sostienen este mundo con sus pequeños gestos de amor.

Marita Osés 14 marzo 2022

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2.3.22

HazTE el amor y no la guerra

Cuando he logrado ir más allá de la sensación de impotencia ante el conflicto de Rusia con Ucrania, he concluido que mi única manera de no contribuir a la guerra es frenar cualquier batalla que se esté librando dentro de mí y abortar todo tipo de violencia en mi vida. Utilizar la suavidad en el trato, la comprensión, la paciencia, la tolerancia conmigo en primer lugar, para llevarlo ya practicado cuando me relacione con los demás.

“Como es adentro es afuera” dice la sabiduría perenne. Si la situación del mundo refleja el estado de nuestro interior, tenemos mucho que cambiar dentro de nuestros corazones.
¿Qué batallas estás librando contigo?
¿Por qué no te dejas en paz?
Nos parece evidente que no se puede invadir un país por las buenas, pero ¿qué parte de ti está siendo invadida por tu intolerancia, exigencia, rigidez? Eres capaz de compadecer a una población que se ve obligada a huir y refugiarse, pero ¿eres consciente de cuántas facetas de tu ser se esconden de la  crítica propia y ajena por miedo a ser destruidas?

Es imposible transformar algo si antes no lo aceptamos tal como es.  El ataque solo puede generar defensa, y la actitud defensiva frente a ti mism@ hace que te atrincheres en aquello que, probablemente,  te vendría bien transformar. La aceptación serena de la realidad es lo que permite replantearla introduciendo algún elemento nuevo con la intención de eliminar o paliar el sufrimiento que nos ha provocado el planteamiento anterior.

Que en el siglo XXI sigamos dirimiendo nuestras diferencias a garrotazos, como si fuéramos seres de la prehistoria, es un sinsentido que apunta a la necesidad urgente de una toma de conciencia que nos resitúe frente a la realidad y nos ayude a evolucionar como especie humana. Asimismo, que cada uno de nosotros siga siendo su peor juez o verdugo me recuerda que estamos necesitados de mucho amor. Sin él,  no podremos liberarnos de los patrones autodestructivos que luego se manifiestan en nuestra relación con los demás y a escala macropolítica en las relaciones internacionales. Es, pues, imprescindible, conectar con nuestra capacidad de amar, nutrirla, cuidarla y entregarla, pues es la mejor manera de que se multiplique.
¿Qué puedes hacer con tus propias guerras?
¿Cómo puedes ir eliminando la violencia de tu relación contigo y con los que te rodean?

¿Qué quieres hacer con la guerra que tienes abierta con tu cuerpo, con tu carácter, con tus errores pasados o presentes, con tus defectos?¿Puedes tomarte una tregua e intentar solucionar tus conflictos ya no diplomáticamente, sino amorosamente?

Si no lo hacemos a pequeña escala, ¿Cómo vamos a conseguirlo a escala mundial?

Marita Osés
2 marzo 2022