3.3.23

Señalar con el dedo

 


Llevo varios casos actualmente en los que la persona que acude a la consulta tiene en su punto de mira a otra persona a la que le encuentra muchas pegas.
Tienen la sensación de que su vida sería mucho mejor, si la otra persona cambiase.

Son situaciones muy distintas unas de otras: algunas quieren cambiar a su pareja, otras a una amiga, otras a su hijo o incluso a su jefe. Y en todos estos casos la persona se siente mejor que aquella a la que está criticando por su actitud o por sus actos.

La forma más fácil de sentirte mejor que otra persona es señalar sus defectos.

En muchas ocasiones, esa necesidad de sentirse mejor que otro oculta un sentimiento de poca valía. Es curioso que cuando durante la sesión de coaching he planteado esta posibilidad, varias de estas personas no son conscientes de no valorarse. El sentimiento de poca valía es desagradable, y lo que no nos gusta tendemos a aniquilarlo a anestesiarlo. Alguna de ellas afirma tener la autoestima francamente alta, aunque por otro lado suelen quejarse de falta de reconocimiento, ya sea por parte de la pareja, del hijo o del jefe, o de quien sea.

¿A qué responde entonces esa estrategia que desacredita al otro poniendo la atención en sus fallos?

Es una estrategia tan antigua que ya aparece en la Biblia: Ver la paja en el ojo ajeno, cuando tienes una viga en el tuyo.

En los niños, como son muy trasparentes, lo vemos muy claro. Un crío rompe un objeto en su casa. Y ¿qué hace para desviar la atención del adulto que lo está cuidando? Señalar en otra dirección: Le dice que su hermanito ha pintado la pared o no se ha lavado los dientes o cualquier otra transgresión que empequeñezca el acto que él ha cometido o desvíe la atención del adulto. Al hacerlo, alivia un poco el sentimiento de culpa.  Los adultos –la gran mayoría- tenemos una voz muy crítica en nuestro interior, especializada en detectar nuestros fallos, errores u omisiones, sobre todo si somos muy exigentes o perfeccionistas. Los vamos registrando en algún lugar y generando en nosotros un permanente y desagradable sentimiento de culpa y de poca valía.

Una manera de no sentirlo es mirar al exterior y concentrar nuestra atención en las culpas ajenas. A nivel consciente estas personas afirman saber lo mucho que valen porque han logrado esto y lo otro. Pero inconscientemente y de una manera muy sutil están enganchadas a la culpa o a un sentimiento de inferioridad porque su crítico interno les recuerda sistemáticamente lo que no han conseguido (una buena conexión con su pareja, una relación de confianza con su hijo, una sensación de equipo con su jefe…).

Cuando una persona acude a la consulta con una lista de actitudes o hechos que le parecen negativas acerca de otra persona y convencida de que es la otra persona la que necesita ayuda, intento reorientar la atención hacia sí misma con preguntas tipo ¿qué es lo que hace que esto  sea un problema para ti? O ¿qué sentimientos te provoca la actitud de esta persona? Se quedan desconcertadas un momento… hasta que se dan cuenta de que tal vez también ellas tienen que hacer un trabajo personal del que no eran conscientes.

Cuando tengo a alguien en el punto de mira,  porque hace algo que me molesta, me perturba o me duele esa incomodidad me está dando una pista para tomar conciencia de una herida que yo puedo tener, que me hace más sensible a esa realidad. Las actitudes o acciones de la otra persona pueden ser completamente reprobables. Pero también es cierto que si no tuviera esa herida, mi reacción no sería la misma. Probablemente sea fruto de violencias invisibles ejercidas contra mí durante mi infancia. No tengo ninguna culpa de tener ahí esa herida o esa sensibilidad especial, pero sí soy responsable de decidir qué hago con ella. Desviar la atención hacia la persona que me hace tomar consciencia de ella es una forma de esquivar esa responsabilidad para conmigo.

Todos tenemos aspectos que transformar y los momentos de incomodidad o de dolor en una relación son oportunidades para hacerlo. Por muy claro que a tu mente le parezca que es  la otra persona la tiene que cambiar para ser más feliz, es muchísimo más práctico empezar por uno mismo, porque, a fin de cuentas, todos nos hacemos de espejo unos a otro. En efecto, todos tenemos temas personales que abordar, pero tu área de influencia directa eres tú y trabajando en ti puedes impactar en esa situación con mucho más eficacia, que queriendo resolver los problemas que le corresponde a otr@ solucionar.

Ante una realidad  en la que mi mente me dice, esta persona tiene un problema, si me paro y me pregunto honestamente: ¿qué es lo que hace que esto sea un problema para mí? , penetro directamente en mi interior y abro una vía de solución que no busca culpables y me lleva a un mayor conocimiento de mi misma y de mis recursos.




Fíjate en tu mano:
cuando señalas a alguien con el dedo índice, tres de tus dedos están señalando hacia ti.




Si te ocupas  de lo que señalan estos dedos, verás que pierde mucha intensidad la razón por la que señalabas a alguien.


Marita Osés

28 febrero 2023





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