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6.3.25

Tengo un pitbull dentro

El cliente entra en la consulta y cuando le pregunto qué trae hoy a la sesión, responde: “Tengo un pitbull dentro. ¿Cómo lo ato?” Y relata varias situaciones en los quince días anteriores en las que una persona o situación le sacaron de quicio y, más tarde se sintió mal por no haber podido reaccionar desde la serenidad, o por lo menos, sin violencia verbal.

“El problema del pitbull es cómo te sientes después y cómo haces sentir al otro”
concluye. (Para los que no saben lo que es un pitbull, es una raza de perro con fama de ser muy agresivo, pero cuya agresividad depende del entreno que reciba. De naturaleza son valientes, inteligentes y con una energía inagotable, leales, cariñosos y muy sociables. Pero si lo entrenan para la lucha, será muy agresivo. Esa energía se convertirá en agresividad y tomará la fama de agresivo).

“¿De dónde sale este fuego que no soy capaz de controlar y que deja chamuscado a mi interlocutor, cuando no reducido a cenizas?”, se pregunta esta persona.    El caso es que también él queda muy afectado por haber actuado de esa manera. “¿Cómo es que la rabia se adueña de mi de modo que acabo haciendo y diciendo lo que no quiero hacer ni decir?”

Vamos a ver dónde puede  estar el origen de eso que hace y dice y de lo cual se arrepiente casi de inmediato.
Cuando la reacción es desproporcionada en relación al detonante que te ha llevado a saltar y se repite en el tiempo, es decir, es una reacción recurrente, suele tener que ver con nuestras heridas de infancia.

Son situaciones que nos hacen entrar en contacto con una emoción que en su día experimentamos y etiquetamos como dolorosa o desagradable (negativa, para entendernos) y nuestra mente nos traslada sin que nos demos cuenta a nuestro pasado alejándonos del hecho real que estoy viviendo en este momento.

💬Puede ser un sentimiento de que me ignoraban porque no tenían en cuenta mi opinión, de rabia porque se me trataba de manera diferente que a algún hermano o compañero de clase, de humillación porque se me comparaba con otros y yo nunca daba la talla…lo que sea. En algunos casos, puede que  ya en tu infancia reaccionaras  con violencia a esa sensación incómoda o dolorosa que te invadía y entonces te etiquetaran  de “rabioso”, “tiene muy mal carácter” o si te encerrabas en ti mismo “es un lobo solitario”, “es más raro que un perro verde”.
💬En otros, tal vez no te permitiste expresar esa emoción y la fuiste acumulando hasta tu edad adulta. El adulto ya no está en situación de inferioridad como el niño y se permite ventilar su fuego, soltar al pitbull y dejarle ladrar todo lo que no ladró en su momento.

¿Qué pretendes conseguir con ladrar de esta manera?
  • Mantenerte a salvo.
  • Proteger tu vulnerabilidad.
Pero ¿qué consigues en realidad? Sentirte alterado, fuera de control, tal vez arrepentido, y en algún caso avergonzado y miserable, especialmente si la persona que se ha visto afectada es una persona a la que quieres y sabes que no solo no se merece este trato sino que puedes dañar o incluso romper un vínculo que valoras mucho. La confianza se ve afectada y rompes la sensación de seguridad que toda relación afectiva necesita para mantenerse viva. En adelante, es posible que esta persona esté a la defensiva y no puedas acceder a ella como querrías o como habías hecho en otros momentos. Es un precio muy elevado el que pagas por no controlar a tu pitbull.

Por eso vale la pena pararse y preguntarse:
¿De qué me quiero proteger cuando suelto a mi pitbull? ¿De qué tengo miedo?
Si reviso las distintas ocasiones en las que ha saltado mi pitbull ¿Qué tienen en común?
¿Qué indicadores tengo que me pongan sobre aviso de que el pitbull va a saltar?
El cuerpo es un gran aliado en estas circunstancias. Puede ser una sudoración repentina, o la nuca agarrotada, una bola en la garganta, una presión en el pecho, una aceleración del corazón, un temblor… Conviene estar atentos para no dejar que se nos dispare el automático y cuando aparecen estos indicadores físicos, respirar hondo varias veces y recordarnos qué es lo que queremos de verdad y qué no.

Otra pregunta que nos puede acercar al origen de nuestra reacción agresiva es:

¿Qué es lo que no soporto
Que me contradigan? Que me mientan?
Que me ignoren? Que me tomen el pelo?
Que no me obedezcan? Que no me escuchen?
Que me impongan cosas?
Si identificas aquello que activa tu reacción, te dará una idea de por dónde va tu herida. Todos tenemos una o varias heridas de infancia y conocerlas es un paso imprescindible para entender nuestras reacciones. Por poner un ejemplo, Clara conecta con la sensación de “no pintar nada” cuando su pareja toma decisiones sin consultarle. Puede ser algo tan irrelevante como tomar una calle en lugar de otra durante un paseo a pie. Esta sensación de “no decidir nada” procede de su infancia en la que iba a remolque de sus hermanas, mucho mayores que ella, quienes no solo no la tenían en cuenta para decidir sus planes sino que se aprovechaban de su buena fe y de sus ganas de ser útil. Eso generaba en ella una impotencia que ahora se despierta en situaciones que aparentemente no tienen nada que ver y generan conflictos con su pareja.

¿Qué hacer entonces con el pitbull?
Al pitbull no hay que atarlo, hay que amansarlo. ¿Qué es lo que le hace agresivo? La agresividad. ¿Qué es lo que le hace manso? La mansedumbre, la ternura, la amabilidad.
El primer paso para apaciguarlo es dejar de identificarnos con él y de tenerle miedo. Agradecerle que nos haya querido proteger pero despedirlo porque ya no lo necesitamos. Y hablarle con amabilidad. No es más que una estrategia defensiva que nuestra mente construyó para protegernos del dolor en un momento en que nos sentíamos indefensos frente a las personas y situaciones que nos lo provocaban. Ahora tenemos más recursos que en nuestra infancia y probablemente nos hayamos fortalecido o en el mejor de los casos, hemos empezado a sanar las heridas que nos hacían ser tan reactivos. Si ya no necesitamos el pitbull, la siguiente pregunta es ¿De qué otra manera puedo conseguir lo que deseo sin enseñar los dientes, ladrar o lanzarme a la yugular de mi interlocutor? Si el pitbull viene azuzado por el miedo a sufrir y lo contrario del miedo es la confianza, tendría que ver qué necesito para actuar desde la confianza y no desde el miedo.
Las personas que tienen un pitbull dentro necesitan más ratos a solas para hablar con él e imaginar con antelación situaciones en las que prevén que el pitbull va a activarse.

En espacios de tranquilidad, hacerse las preguntas que hemos ido mencionando para sentirse dueñas seguras de su perro en lugar de dejar que el perro se adueñe de ellas.

Tengas o no tengas un pitbull dentro, reservar espacios a solas contigo para ver qué es lo que duele y qué es lo que da vida a tu existencia es una práctica muy recomendable si queremos vivir en paz. Ojalá los encuentres y los disfrutes.

Marita Osés
Abril 2025

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20.12.23

¡Es que somos muy diferentes!

Foto de lienzo deTara Turner
En casi todas las relaciones, las diferencias suelen traer problemas. Todos hemos oído alguna vez la queja: “¡Es que no es normal!” “¿Cómo puede ser así esta persona?” “¡Yo jamás diría/haría algo semejante!” “Me cuesta aceptar que reaccione de esta manera porque yo no lo veo como ella.” “Es que yo no soy así, no puedo concebirlo.” “No me parece normal”.

¿Qué  es lo “normal”?
¿Aquello a lo que yo estoy acostumbrada, lo que está en mi zona de confort?
¿Solo es normal lo que cabe  en mis esquemas mentales?

En realidad, cuando decimos que algo no es normal, nos referimos a que para nosotros no es lo habitual, no es nuestra opción.

¿Qué significa “normal” para ti?
¿Es normal lo que piensa y dice la mayoría de la gente?
¿Lo que te han dicho a ti desde tu infancia?

Es bien sabido que lo que en un entorno determinado se acepta, es ignorado o condenado en otros. Si tenemos claro que la visión que tengamos de un paisaje dependerá del lugar desde donde lo contemplemos,¿por qué nos cuesta tanto entender que la actitud que tenga cada persona ante la vida dependa del entorno en el que ha sido criado?

Lo explica bien Yung Pueblo, en su libro, “clarity&connection”:
✴️las personas son increíblemente parecidas y diferentes al mismo tiempo.  Todos tenemos la misma estructura básica de mente y emociones, pero el condicionamiento mental de cada uno es distinto, porque no existen dos personas que hayan vivido exactamente lo mismo. Las vicisitudes vitales de cada uno, las reacciones que hemos tenido, lo que hemos entendido y lo que hemos malentendido, todo lo que hemos llegado a creer, el laberinto de patrones que repercuten en nuestra conducta, los  grandes o pequeños traumas…podíamos continuar eternamente y concluir que cada persona tiene su propio mundo interior y una historia emocional única. (…)No nos damos cuenta de lo rápido que vamos acumulando patrones a lo largo de nuestras vidas, especialmente en los momentos intensos emocionalmente hablando. Después de años de repetir las mismas conductas, se necesita tiempo para cambiar y adoptar nuevas respuestas frente a la vida. Muchas veces son nuestras relaciones las que nos dan pie a hacerlo.✴️

Casi siempre, las diferencias están en esos patrones acumulados, no en nuestras personas.

Porque las personas, en esencia, somos lo mismo: potencial de amor. Cuando una diferencia nos separe, si nos concentramos  en comprender el patrón de conducta sin identificarlo con la persona, comprobaremos que su esencia queda a salvo, no está implicada.
Las relaciones nos ofrecen la oportunidad de cambiar y adoptar nuevas respuestas, cuando nos enfrentan a la diferencia. Nos ponen frente a personas que piensan, reaccionan o tienen iniciativas que tú nunca tendrías y, por eso,  la primera reacción suele ser de rechazo:

¿Qué demonios hace?
¿Quién se ha pensado que es?
¿De qué va?
¿Por qué lo hace?

Aunque también, afortunadamente, a veces la diferencia nos despierta admiración: Nos preguntamos de dónde saca la fuerza para hacer eso que nosotros no haríamos o qué tipo de mente tiene para ser capaz de enfocarlo de esa manera.

Cuando alguien tiene una postura distinta a la nuestra ¿qué pasaría si en lugar de defender nuestro punto de vista –solo porque es el nuestro- sintiésemos curiosidad por entender la suya? Tanto la una como la otra son fruto de nuestras experiencias y de las conclusiones a las que hemos llegado con los recursos personales de cada uno y con las creencias y principios que nos ha transmitido el entorno en el que hemos crecido. ¿Cómo sería abordar la diferencia con curiosidad y sin juicio? La curiosidad y la ausencia de juicio generan en mí una apertura  a la diferencia que me capacita para su comprensión y me permite crecer con ella aunque no la incorpore a mi forma de pensar.

“No concibo que una persona que te quiere te esté señalando todo el día lo que puedes mejorar”, me dice una mujer de 31 años, que es muy respetuosa y no se mete con nadie. En su casa, confiaban plenamente en ella y le permitían decidir, sin que sus padres interfiriesen ni le dieran sermones por lo que hiciera o dejase de hacer. En cambio, la crianza de su pareja fue muy normativa, a él lo marcaron constantemente. El repite en su relación de pareja  lo que vivió en su infancia, y ella se lo toma como algo personal, como una falta de amor hacia ella. Si  exploran juntos la situación dolorosa que genera esa diferencia, podrán llegar a un acuerdo en cómo quieren gestionarla cuando aparezca, comprendiendo que nace del distinto condicionamiento de cada uno de ellos, no de sus sentimientos.

“¿Tú crees que es normal que cuando caminamos vaya dos pasos por delante de mí y ni me pregunte si toma una calle u otra para ir a donde nos dirigimos? ¡Da por sentado que lo voy a seguir! ¡Yo tal vez elegiría otra ruta para llegar a ese destino!”- me dice otra mujer respecto de su pareja.  Cuando reaccionamos  con rechazo a la diferencia, solemos quedar atrapados en el enfado y decidir que eso que no entendemos no lo vamos a tolerar y punto. Explorar la diferencia con curiosidad sería constatar que ambos tienen necesidades distintas. En este caso, él tiene la necesidad (o tal vez simplemente la costumbre inconsciente ) de liderar, y ella tiene la necesidad de compartir el paseo y de acordar conjuntamente el recorrido, en lugar de someterse a los deseos de él. Pero otra persona tal vez no se sentiría ignorada por el hecho de que su novio no le consultase si prefería ir por otra calle, o incluso le resultaría cómodo que su pareja decidiera por ella. De lo que se trata es de que ambos tomen conciencia de qué es lo que hace que su postura sea inamovible (si es que lo es)  o qué pueden modificar cada uno para adaptarse y que la relación fluya más, sin renunciar a ser ellos mismos. Y en ese paso, es útil reconocer cuándo nuestro ego se está poniendo tozudo y cuando es nuestra esencia la que se reivindica.

Que tú seas diferente ¿te incapacita para entender a la otra persona?

En realidad es el rechazo frontal de la diferencia lo que te dificulta comprenderla. ¿Qué necesitarías para poder comprender? Aceptarla de entrada. Que comprendas un aspecto de esta persona que no compartes no significa que te conviertas en ella. Necesitamos recordar, como decíamos antes,  que cada persona es fruto de unas circunstancias y de una biografía y que no hay dos personas iguales. Y si la exploras en lugar de juzgarla, esa diferencia te ayuda a conocerte más, y a liberarte de aspectos que has incorporado inconscientemente a lo largo de tu historia y que ahora son más estorbo que una ayuda en tus relaciones interpersonales
.
Para que la diferencia deje de ser una fuente de conflicto y se convierta en fuente de crecimiento y sume en una relación en lugar de restar, lo único que tenemos que hacer es explorarla con curiosidad y apertura, sin dar por sentado que nuestra postura es la correcta, pues no hay posturas correctas o incorrectas.


Nuestra postura es el resultado de habernos adaptado a las circunstancias que nos ha tocado vivir y la de la otra persona a las suyas.

No dejemos que las diferencias nos separen. Abordémoslas de tal manera que sumen en nuestra relación y enriquezcan nuestra visión.


Marita Osés
16 diciembre 2023


9.11.23

Puntos diminutos, poder infinito

 




Hoy he leído una frase que ha quedado parpadeando dentro de mí:
Aprende a recibir con gracia todo lo que se te dé y a utilizarlo con sabiduría para la expansión y mejora de todo el conjunto.


 


Me ha resonado esta intencionalidad que en muy pocas palabras aborda lo que podría ser perfectamente el para qué de nuestra existencia. Vendría a ser lo que los japoneses denominan ikigai,  el  propósito o lo que da sentido a la vida. Hay muchas personas en búsqueda de este ikigai, y esta frase ofrece una pista valiosa: Haga lo que haga con aquello que se me ha dado, que sea para la expansión y mejora de todo el conjunto, no solo para mi beneficio individual. Nos demos cuenta o no, nos guste o no, estamos interconectados. Si  lo tuviésemos en cuenta antes de emprender cualquier acción, otro gallo nos cantara.

 Para poder plantearme qué uso doy a mis talentos,  necesito primero  tomar conciencia de cuáles son, qué herramientas y recursos he recibido para desenvolverme en este plano terrenal. Es decir, conocerme. Y en segundo lugar, es preciso que me sienta parte de este conjunto y amarlo, de lo contrario me dará igual su expansión y mejora. Cuando  amo, deseo de manera natural el  bien de lo que amo. Por eso, es imprescindible creer que estamos interconectados y que cualquier cosa que hagamos tiene un impacto a nuestro alrededor, tanto en el entorno más próximo como en el más lejano. Si el agua caliente disponible en una casa es limitada y yo me estoy mucho rato en la ducha, alguien tendrá que ducharse con agua fría, aunque no fuera esa mi intención. Si nos hemos distribuido las tareas para hacer un pastel y a mí me tocaba mezclar los ingredientes y meterlo en el horno, y no lo hago, aquellos que fueron a comprar los ingredientes también se quedarán sin pastel.
 
  Lo mismo ocurre con nuestros pensamientos. Igual que inciden en mí y me generan unos sentimientos determinados, también tienen consecuencias en los demás. Y si no, piensa en cómo te afecta que alguien te dirija una mirada iracunda o de desprecio o bien, cómo te sientes cuando alguien te mira con cariño y admiración. Esa energía que se crea entre vosotros, aunque no medien palabras, te llega y tiene repercusión en ti. Si me olvido de la conexión que tengo con el resto del mundo, seguramente tomaré decisiones equivocadas, no solo para el planeta sino también para mí, que formo parte de él. 

¿Qué pasaría si por las mañanas, cada uno de nosotros tomara conciencia de que es un punto diminuto en el universo, pero que está estrechamente entrelazado con otros muchos  puntos y que cualquier movimiento que haga uno de ellos repercute en todos los demás? Con toda seguridad decidiríamos nuestros actos en base a criterios más solidarios y nuestra vida discurriría por cauces  más armoniosos con el  conjunto. 

Todos hemos de  experimentar alguna vez la grandeza y la pequeñez del punto diminuto que somos. Nos damos cuenta de nuestra insignificancia cuando nos proponemos un objetivo o simplemente sentimos un deseo y no logramos que se cumpla, a pesar de haber hecho todo lo que estaba en nuestra mano. Y entonces tomamos conciencia de la cantidad de factores que no dependen de nosotros  y nos sentimos en manos de fuerzas mayores que nosotros mismos: la pareja que cumple con todos los requisitos físicos para quedarse embarazados y no hay manera, el que hace todo lo posible para superar una enfermedad y no lo consigue, el que ahorra toda la vida para hacer un plan determinado a partir de una cierta edad y un problema de salud o un imprevisto económico se lo impide. Todos conocemos ejemplos de deseos truncados a pesar de habernos esforzado en satisfacerlos. En estos momentos, nos damos cuenta de lo poquita cosa que somos, a partir de esa sensación de impotencia. Por el contrario, cuando logramos satisfacer un deseo o cumplir un objetivo, sobre todo si nos ha costado mucho, nos sentimos grandes, poderosos. Y, con frecuencia, el orgullo por nuestros logros nos hace olvidar que ha habido factores que han jugado a nuestro favor y que han facilitado que llegáramos a la meta propuesta.  Es decir, que ha habido un entramado de personas y circunstancias que han favorecido la situación deseada. Cuando sí somos conscientes de todo ello, además de orgullosos, nos sentimos agradecidos. 

La gratitud es uno de los sentimientos que más positivamente nos vinculan a los demás y a lo que nos rodea. Dejar que la gratitud rija nuestra vida es una manera de tomar conciencia de que no somos seres aislados, sino parte de un todo en el que influimos y que nos influye. Nos ayuda a sentir que formamos parte de un conjunto mucho mayor del que tomamos nuestra fuerza y que se alía indefectiblemente  a nuestro favor. Y aquí volvemos al inicio de esta reflexión. ¿Qué significa a nuestro favor? A favor de nuestro crecimiento, de nuestro aprendizaje, de nuestra sabiduría, o lo que es lo mismo, de nuestra expansión y mejora. Y al decir “nuestra” manifestamos que beneficia no solo a mí sino a todo el conjunto.

Si creo en la bondad del universo (llámale, Dios, o  energía vital, o lo que sea que creas que lo sostiene y lo mantiene en movimiento), es decir, estoy convencida de que se confabula a mi favor, lo más probable es que encuentre una manera más fácil de alinearme con él. Si no, me pelearé continuamente para salirme con la mía.  Me temo que “salirme la mía” responde más a lo que mi ego desea que a lo que  mi ser esencial, unido a la Totalidad, anhela. El ego es una estructura defensiva que por sentirse separado de los demás, y amenazado por todo, vive en la desconfianza y en el espíritu competitivo: yo contra el resto. Por el contrario, nuestro ser profundo se siente parte de un Todo , de una orquesta en la que todos  los instrumentos son importantes y se influyen mutuamente y ninguno en solitario es capaz de lograr la sinfonía que entre todos generan. Y tienen un único objetivo: la música que crean entre todos.

Del mismo modo que las guerras estallan en un punto geográfico determinado, y además de afectar directamente a ese punto tienen consecuencias más allá de sus fronteras, nuestras guerras internas afectan a nuestro alrededor y nuestro trabajo interior por pacificarnos redunda en beneficio de las personas que nos rodean. Somos muchos los que nos sentimos impotentes ante los conflictos armados que tiñen de rojo nuestro planeta por imposibilidad de incidir directamente en la paz que deseamos.  Tomar conciencia de lo que soy y tengo y ponerlo al servicio  del conjunto en el entorno más inmediato, puede tener un efecto dominó que nuestro mundo está pidiendo a gritos.



SOMOS PUNTOS DIMINUTOS, PERO TENEMOS UN PODER INFINITO POR EL HECHO DE ESTAR ENTRELAZADOS.



Marita Osés
30 octubre 2023
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27.4.23

Mi participación en "Historias de Kora" Radio Cornellá

 


🎙El pasado 24 de Abril , M.Jesús González @lavozdekora, en su programa: "Histori@s de Kora" de Radio Cornellá 104.6FM, me entrevistó sobre cómo llegué al Coaching y cómo da sentido a mi vida.

20.3.23

¿Qué es lo que tu mente no te deja ver? o ¿Qué historias te cuentas?



Me he debatido entre estos dos títulos para este texto, sin lograr decidirme, porque aunque no lo parezca, vienen a decir lo mismo.
La mente nos cuenta historias que no nos dejan ver la realidad, pero como no somos conscientes de esa voz, creemos que esas historias que nacen en nuestra cabeza SON nuestra realidad.

Aunque me ha costado mucho aceptarlo, me he rendido a la  evidencia de que el dolor nos ayuda a ver cosas que éramos incapaces de ver antes de sentirlo:

🌹la pérdida de una persona querida me hace valorar cualidades de ella que antes no le había reconocido;
🌻después de perder un trabajo, caigo en la cuenta de lo mucho que había aprendido como profesional e incluso como persona o tal vez descubro que estaba estancada sin desarrollar talentos que fuera de allí han brotado de manera natural;
🌸una enfermedad o un accidente me permite valorar la libertad de movimientos o la maravilla de poder hacer algunos planes que ahora me están vetados.
El dolor nos conduce a descubrir aspectos que antes no apreciábamos de tan acostumbrados que estábamos a ellos

Este tipo de dolor, una vez aceptado, acaba siendo fecundo, productivo, útil.
Sin embargo, hay un sufrimiento que no procede de lo que la vida nos trae en un momento determinado, sino de lo que pensamos acerca de ella y este suele enredarnos en unos bucles mentales completamente inútiles porque nos llevan a callejones sin salida.

Lo que pienso acerca de lo que estoy viviendo me aleja de mi vivencia real porque crea literalmente otra realidad, es decir,  construye un relato en el que me instalo y que me impide ver lo que de verdad está sucediendo. Ese pensamiento se levanta como una barrera que me ciega o como una pantalla que distorsiona lo que tengo delante. No solo lo que tengo delante, sino también a mí misma: lo que pienso de mí (que está muy condicionado por la imagen que me han devuelto otras personas) distorsiona lo que soy realmente. Veamos un par de ejemplos de pensamientos que no nos dejan ver nuestra realidad.

⚡️Rogelio y Sandra están atravesando una crisis de pareja después de varios años de convivencia y dos hijos. Sandra está cansada de adaptarse a las exigencias profesionales de su marido y dolida por la forma ofensiva que él tiene de decirle las cosas que hace que ella se sienta distante y se cierre en sí misma. Piensa que lo único que le interesa a él es tener la razón y ejercer su poder , sin lo cual se siente pequeño, incluso invisible. Por su parte, Rogelio piensa que ella le rechaza físicamente para vengarse, cuando lo cierto es que ella siente rechazo porque se siente  herida y ello apaga su deseo de intimidad con un hombre que no valora su opinión y la hace sentir menospreciada. Él está convencido de que su mujer ya no lo quiere, porque si lo quisiese,  no lo “castigaría” sin sexo. Ambos necesitan reconocimiento por parte del otro, pero el dolor que sienten por el trato que reciben  y la interpretación errónea que hacen de sus respectivas reacciones no les deja:

🔎 tener conciencia de esa necesidad afectiva y expresarla
💓 abrirse y abordarla.

La realidad es que ambos se quieren y han sabido construir una familia y un estilo de vida alineado con sus valores básicos, pero lo que piensan les impide ver esa realidad, para mi evidente.

⚡️Lourdes es una mujer atractiva, brillante, deportista, que ha conseguido los retos profesionales que se ha propuesto, con una red de amistades que la aprecian, lleva el tipo de vida que ha elegido llevar…pero no tiene pareja. Este último detalle le hace pensar que hay algo en ella que no está bien. Y ese pensamiento, instalado en su mente y repetido como un mantra, le hace sentirse desgraciada con la vida que lleva, que sería un sueño para muchas mujeres (de hecho lo es para ella misma cuando no se deja abrumar por ese pensamiento). Convierte en realidad la creencia  “A mi edad, sin pareja no se puede ser feliz” o bien  “Si a esta edad no tengo pareja, no podré vivir lo que yo creo que se necesita para ser feliz”. Siendo fiel  a este pensamiento, en lugar de ser fiel a la situación real de su vida en la cual aprende, disfruta, crece, ama, se demuestra lo que vale…. no vive en plenitud su envidiable presente porque las historias que se cuenta no se lo permiten.

¿Qué es lo que tu mente no te deja ver?
 
De ti misma, de tu situación concreta, de los demás, de tu pasado…

A veces mi mente no me deja ver mi propio brillo. Otras, mi sombra. A veces envidio a otra persona porque soy incapaz de ver en mi lo que admiro en ella. Otras, proyecto lo que no quiero ver de mí y veo en una persona  por ejemplo, agresividad cuando soy incapaz de reconocer la que yo escondo.

¿Qué historias te está contando tu mente que te impiden ver lo que ERES, lo que tu vida ES?

¿Qué ocurriría si pudieses apartar las historias que te cuenta tu mente, ese bucle de pensamientos que inventan ficciones y te alejan de lo que EN REALIDAD está pasando en tu vida?

Cada vez que la mente te cuenta una historia y te la crees, te trasladas a esa ficción y te alejas de tu presente, con lo que te incapacitas para comprenderlo y actuar en consecuencia.
 
Vives desalinead@ de quien eres y desconectad@ de lo que te ocurre. Por el contrario, cada vez que limpias tu mente de estas historias, recuperas tu lucidez, ves tus luces y tus sombras y puedes decidir qué hacer con ellas. Regresas a tu vida real en lugar de trasladarte a vivir en el relato que te cuentas. Estas historias suelen ser justificaciones de  nuestro ego  para actuar como actuamos, respondiendo a patrones antiguos que se resisten a cambiar.
En esta Cuaresma propongo abstenernos de pensamientos y ayunar de ficciones y tener el coraje de observar nuestra realidad sin juicio, con una mirada lo más limpia posible.
Porque para comprender la realidad hay que ver más allá de estas historias que nos cuenta nuestra mente. Mejor dicho, más aquí. Más cerca del corazón.
 
Marita Osés 13 marzo 2023


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3.3.23

Señalar con el dedo

 


Llevo varios casos actualmente en los que la persona que acude a la consulta tiene en su punto de mira a otra persona a la que le encuentra muchas pegas.
Tienen la sensación de que su vida sería mucho mejor, si la otra persona cambiase.

Son situaciones muy distintas unas de otras: algunas quieren cambiar a su pareja, otras a una amiga, otras a su hijo o incluso a su jefe. Y en todos estos casos la persona se siente mejor que aquella a la que está criticando por su actitud o por sus actos.

La forma más fácil de sentirte mejor que otra persona es señalar sus defectos.

En muchas ocasiones, esa necesidad de sentirse mejor que otro oculta un sentimiento de poca valía. Es curioso que cuando durante la sesión de coaching he planteado esta posibilidad, varias de estas personas no son conscientes de no valorarse. El sentimiento de poca valía es desagradable, y lo que no nos gusta tendemos a aniquilarlo a anestesiarlo. Alguna de ellas afirma tener la autoestima francamente alta, aunque por otro lado suelen quejarse de falta de reconocimiento, ya sea por parte de la pareja, del hijo o del jefe, o de quien sea.

¿A qué responde entonces esa estrategia que desacredita al otro poniendo la atención en sus fallos?

Es una estrategia tan antigua que ya aparece en la Biblia: Ver la paja en el ojo ajeno, cuando tienes una viga en el tuyo.

En los niños, como son muy trasparentes, lo vemos muy claro. Un crío rompe un objeto en su casa. Y ¿qué hace para desviar la atención del adulto que lo está cuidando? Señalar en otra dirección: Le dice que su hermanito ha pintado la pared o no se ha lavado los dientes o cualquier otra transgresión que empequeñezca el acto que él ha cometido o desvíe la atención del adulto. Al hacerlo, alivia un poco el sentimiento de culpa.  Los adultos –la gran mayoría- tenemos una voz muy crítica en nuestro interior, especializada en detectar nuestros fallos, errores u omisiones, sobre todo si somos muy exigentes o perfeccionistas. Los vamos registrando en algún lugar y generando en nosotros un permanente y desagradable sentimiento de culpa y de poca valía.

Una manera de no sentirlo es mirar al exterior y concentrar nuestra atención en las culpas ajenas. A nivel consciente estas personas afirman saber lo mucho que valen porque han logrado esto y lo otro. Pero inconscientemente y de una manera muy sutil están enganchadas a la culpa o a un sentimiento de inferioridad porque su crítico interno les recuerda sistemáticamente lo que no han conseguido (una buena conexión con su pareja, una relación de confianza con su hijo, una sensación de equipo con su jefe…).

Cuando una persona acude a la consulta con una lista de actitudes o hechos que le parecen negativas acerca de otra persona y convencida de que es la otra persona la que necesita ayuda, intento reorientar la atención hacia sí misma con preguntas tipo ¿qué es lo que hace que esto  sea un problema para ti? O ¿qué sentimientos te provoca la actitud de esta persona? Se quedan desconcertadas un momento… hasta que se dan cuenta de que tal vez también ellas tienen que hacer un trabajo personal del que no eran conscientes.

Cuando tengo a alguien en el punto de mira,  porque hace algo que me molesta, me perturba o me duele esa incomodidad me está dando una pista para tomar conciencia de una herida que yo puedo tener, que me hace más sensible a esa realidad. Las actitudes o acciones de la otra persona pueden ser completamente reprobables. Pero también es cierto que si no tuviera esa herida, mi reacción no sería la misma. Probablemente sea fruto de violencias invisibles ejercidas contra mí durante mi infancia. No tengo ninguna culpa de tener ahí esa herida o esa sensibilidad especial, pero sí soy responsable de decidir qué hago con ella. Desviar la atención hacia la persona que me hace tomar consciencia de ella es una forma de esquivar esa responsabilidad para conmigo.

Todos tenemos aspectos que transformar y los momentos de incomodidad o de dolor en una relación son oportunidades para hacerlo. Por muy claro que a tu mente le parezca que es  la otra persona la tiene que cambiar para ser más feliz, es muchísimo más práctico empezar por uno mismo, porque, a fin de cuentas, todos nos hacemos de espejo unos a otro. En efecto, todos tenemos temas personales que abordar, pero tu área de influencia directa eres tú y trabajando en ti puedes impactar en esa situación con mucho más eficacia, que queriendo resolver los problemas que le corresponde a otr@ solucionar.

Ante una realidad  en la que mi mente me dice, esta persona tiene un problema, si me paro y me pregunto honestamente: ¿qué es lo que hace que esto sea un problema para mí? , penetro directamente en mi interior y abro una vía de solución que no busca culpables y me lleva a un mayor conocimiento de mi misma y de mis recursos.




Fíjate en tu mano:
cuando señalas a alguien con el dedo índice, tres de tus dedos están señalando hacia ti.




Si te ocupas  de lo que señalan estos dedos, verás que pierde mucha intensidad la razón por la que señalabas a alguien.


Marita Osés

28 febrero 2023





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