27.12.22

¿Una Navidad más?

 



Empezábamos la pasada semana con la propuesta de añadir tu nombre a la lista de personas a las que vas a hacer un regalo y pensar qué podrías regalarte que no te cueste dinero, pero que te haga mucho bien, es decir, que responda a un deseo tuyo o a una necesidad.


¿Quieres más descanso? Pues el regalo puede ser soltar algún compromiso, delegar alguna responsabilidad y dedicarte ese tiempo para hacer algo que te relaje o mejor aún para no hacer nada.

¿Añoras más contacto personal? Reserva tiempo para pasar un rato con un amig@, tu pareja, tu hij@….con cualquier relación cercana de la que te gustaría disfrutar más.


¿Necesitas encontrarte contigo? Pues ve a pasear sol@ una mañana entera, o apúntate a una meditación (hay cientos de meditaciones gratuitas en Internet) y después escribe lo que te ha inspirado y date cuenta qué dice de ti lo que has escrito. O levántate por la mañana durante una semana y mirando al espejo pregúntale a tu reflejo ¿Qué puedo hacer por ti? Y luego hazlo.

Cuando pensamos en un regalo para alguien, tenemos en cuenta sus gustos, sus deseos, sus necesidades, sus rasgos personales. Y cuando aciertas, es un verdadero placer ver en su rostro alegría y gratitud.

¿Qué ocurrirá si haces esto mismo contigo?

Generarás en ti alegría y gratitud. ¿Quién te conoce mejor que tú? Eres la persona que más probabilidades tiene de acertar el regalo perfecto porque sabes cosas de ti que no sabe nadie. Finalizar el año con alegría y gratitud es una forma maravillosa de iniciar una nueva etapa.

Esta época navideña nos invita a parar  y tomar un respiro antes de estrenar el año siguiente. Tiene lugar en el solsticio de invierno, el momento en el que el sol es más débil y  el día es más corto, porque hay menos horas de luz. ¿Será por eso que encendemos tantas luces y velas? ¿Para no andar acobardados en medio de la oscuridad? Todas esas luces externas puede que despierten en nosotros sentimientos de seguridad, calor, fiesta. Pero,

¿Por qué no encender una luz dentro de ti?


✴️Una luz de confianza que disipe el desánimo.

✴️Una luz de esperanza que disperse la incertidumbre

✴️Una luz de verdad que disuelva las mentiras.

✴️Una luz de autenticidad que derribe las apariencias.


¿Cómo enciendes la luz de la confianza dentro de ti?

Confiando obstinadamente y contra todo pronóstico. Arriesgándote convencida de que, sea cual sea el resultado de tus esfuerzos, tú vas a ser diferente por el mero hecho de haberte atrevido. Para confiar, no hay que centrarse en el resultado sino en el proceso que pones en marcha cuando confías, en todas las energías que mueves cuando crees que algo es posible y que transforman tu realidad, pero  sobre todo te transforman a ti.

¿Cómo enciendes la luz de la esperanza dentro de ti?

Conectando con el niño / la niña que llevas dentro y rescatando sus sueños y tomando de ellos el impulso necesario para transitar tu realidad actual y trascenderla.

¿Cómo enciendes la luz de la verdad dentro de ti?

Siendo sincer@ contigo y aceptando con humildad y gratitud lo que eres y lo que no eres.

¿Cómo enciendes la luz de la autenticidad dentro de ti?

Haciendo oídos sordos a tu crítico interno que te acobarda, te humilla y proyecta una imagen distorsionada de ti y no te permite ser tú. Reconociendo que esa voz interna no es la tuya y buscando con fe tu propia voz. Y dándote cuenta que toda la energía que inviertes en aparentar se la robas a tu esencia, cuando es tu esencia la que te da paz, bienestar y vitalidad. 

La Navidad cristiana celebra el nacimiento de un ser que revolucionó el pensamiento de su época e inauguró una nueva manera de ser persona. Trató como iguales a mujeres, niños y enfermos, que en aquella sociedad eran considerados de tercera categoría. No juzgó a nadie, ni a sus peores enemigos. Se atrevió a cuestionar el poder político y religioso y todo ello sin un ápice de violencia. Con su vida nos enseñó que el ser humano es capaz de amar más allá de lo que le parece posible y nos aseguró que cualquiera de nosotr@s estaba capacitad@ para hacer lo mismo. No poseyó nada, pero todo su proceso personal le llevó a liberarse de su ego y ser dueño de sí mismo. Descubrió que el amor era el motor más potente y se dedicó en cuerpo y alma a experimentarlo, hasta identificarse plenamente con él. Exploró todo el potencial del ser humano y nos dijo: Hacedlo también vosotros, no os perdáis esta experiencia.

Esta Navidad tienes una vez más la oportunidad de abrir la puerta a aspectos de ti que no has dejado florecer por miedo, ignorancia , pereza o por las razones que sea.

¿Va a ser una Navidad más, igual a las anteriores?

No,  porque tú no eres la misma persona y puedes hacer que sea una experiencia distinta. Regálate la posibilidad de descubrir algo de ti que ignorabas o que no te habías atrevido a explorar y, a continuación, disfrútalo. Ábrete una puerta.

De esta manera, esta Navidad no será una más para ti. 

Marita Osés

21 diciembre 2022






14.12.22

Otro concepto del perdón

En el último post del blog nos detuvimos a analizar que atascarnos en el enfado podía ser una estrategia, consciente o no, por la que lográbamos algunos “beneficios”, pero cerrábamos la puerta al perdón.
Otro obstáculo para el perdón son las creencias que tenemos acerca de lo que significa perdonar.

La terapeuta Robin Casarjian en su libro Perdonar, una decisión valiente que nos traerá la paz interior, expone con claridad su perspectiva en este sentido, con la cual coincido, y que es la siguiente. 
Perdonar no implica aceptar/perdonar la conducta negativa, ofensiva, hiriente o delictiva. Ni siquiera excluye tomar medidas para cambiar la situación y proteger tus derechos.  Perdonas a la persona, no a la conducta. La persona es más que la conducta. Tú eres más que tu conducta y eres más que tu herida. Cuanto más te identificas con la herida más cuesta el perdón.

Perdonar no es pretender que todo está bien, si no lo sientes así. Una cosa es estar dispuesto a perdonar de corazón, y otra muy distinta negar o reprimir nuestro dolor o nuestra rabia. Con frecuencia el enfado se considera inaceptable y en nuestra infancia algunos aprendimos a sustituir un sentimiento genuino con otros sentimientos o conductas más aceptables que no nos acarreasen castigo o abandono.
Piensa en tu niñez, en algún momento en que expresaste tu rabia, frustración, enfado. ¿Fueron comprensivos los adultos que te rodeaban? ¿Te escucharon? ¿O te echaron de la sala o de la clase, te riñeron, te ridiculizaron, te ignoraron, te gritaron? ¿Qué mensajes directos o indirectos recibiste cuando sentías rabia? Tal vez te dijeran: “No contestes”, “las niñas no gritan”, “ten más respeto”, “te van a oír los vecinos”, “no seas impertinente” comentarios que invalidaban tu enfado.
Puede que aprendieses a ser un “buen chico” o una” buena niña” actuando de una manera adecuada en momentos  en que te sentías incomprendid@ y resentid@. Y ahora, como adult@, puedes seguir reprimiendo tu ira porque estar enfadad@ no es compatible con la imagen de buena persona, buen padre, buena madre, buena amiga, buen profesional….

No podemos ofrecer un perdón verdadero si negamos o ignoramos nuestra rabia.

Perdonar no es asumir una posición de superioridad o farisaica. “Le perdono porque me da pena”, “porque no da para más”, “porque no se merece ni que lo mire”. Perdonar es de igual a igual. De ser humano a ser humano.

Perdonar no significa que tengas que cambiar tu conducta a raíz de ello. Puedes perdonar a un amigo que te ignora, pero no tienes por qué empezar a llamarlo para reanudar la relación. Por el contrario, proteger tus derechos y tu integridad emocional puede implicar poner distancia entre esta persona y tú. Puedes perdonar a tu madre porque es muy crítica o muy invasiva, pero eso no te obliga a hacerle confidencias. Puedes perdonar a tu pareja que ha gastado irresponsablemente un dinero, pero eso no te obliga a dejar en sus manos vuestras finanzas. Pero ese perdón hará que tus sentimientos hacia ellos cambien.  

El perdón es una decisión, y se otorga en un instante. La confianza requiere un proceso de recuperación.

Perdonar no implica siquiera que te comuniques con la persona. Es un tema contigo mismo, es un cambio interno. Es un cambio de PERCEPCIÓN, OTRA OFORMA DE MIRAR A LAS PERSONAS Y A LAS CIRCUNSTANCIAS QUE ME HAN HECHO DAÑO.

LA RAZÓN para perdonar más obvia no es restablecer la relación con la persona, sino librarte de los efectos debilitantes que producen la rabia y el resentimiento cuando se instalan en ti de manera crónica, librarte del peso que supone el tener un tema pendiente que lastra tus avances en la vida y en tus relaciones.

Entonces, ¿qué es el perdón?  

El siguiente concepto de perdón puede motivarnos más a practicarlo. Es tanto una decisión como una actitud, un proceso y una forma de vivir. Es algo que ofrecemos a los demás, pero sobre todo un regalo para nosotros mismos.

EL PERDÓN es la decisión de ver más allá de los límites de la personalidad del otro (de los miedos, neurosis, errores) y ver la esencia pura y no condicionada por su historia personal, que tiene un potencial ilimitado y que siempre merece respeto y amor. El núcleo positivo. 

Para perdonar necesitamos reconocer que si una persona actúa como un “imbécil” o de manera desconsiderada o cruel, su conducta revela la existencia de algún tipo de miedo u opresión. Detrás de su conducta  y de sus actitudes hay un grito que está pidiendo respeto, reconocimiento y amor. Lleva bastante tiempo verlo de esta manera, porque nos han enseñado a juzgar al otro (y a nosotros) y pensar que está equivocado o que es imbécil en lugar de pensar que está angustiado y atemorizado.


El perdón es una actitud que acepta que la persona que tengo delante es más de lo que percibo a primera vista o a consecuencia de una conducta que juzgo como reprobable. Acepto que mi  percepción es una elección y que si cambio mi percepción, mis reacciones emocionales también cambian. En lugar de una amiga furiosa atacándome, veo una mujer frustrada y asustada que busca aceptación. En la mayoría de los casos, el niño/ la niña heridos son los responsables de nuestras  conductas desconsideradas, o inmaduras. Este niño o niña herido viven dentro de nosotros y se manifiesta en nuestra necesidad básica de amor, comprensión y protección que tal vez nos negaron de pequeños.

El perdón te permite ver a la niñ@ herid@, sus condicionantes del pasado y  la petición de ayuda que se halla detrás de sus conductas erróneas.

El perdón es un proceso que exige cambiar tu percepción una y otra vez. Nuestra tendencia es al juicio y a proyectar en el presente las percepciones que tuvimos en el pasado. También tendemos a quedarnos con las apariencias. Cuando decidimos obstinadamente cambiar nuestra percepción y adoptamos una mirada más profunda y más integral, reconocemos que nuestra verdad y la del otro son más grandes de lo que parecen. Si logro verme así, es imposible que no vea así también a los demás. El patrón es mío. Cada vez que lo hago debilito el monopolio de mi ego sobre mi forma de percibir la vida, y SUELTO, DEJO IR, DEJO DE RETENER EL PASADO. Produce una sensación de apertura de corazón, de ligereza, expansión, confianza, libertad.
El perdón es una forma de vivir por la que pasamos de ser víctimas impotentes de nuestras circunstancias a cocreadores poderosos y amorosos de nuestra realidad. Es el compromiso de experimentar cada momento, como si fuera nuevo porque no le incorporo los matices del pasado. Se trata de borrar las percepciones que enturbian nuestra capacidad de amar. Cuando se habla de perdón, pensamos en situaciones concretas, en incidentes. Aunque en estos casos el perdón es fundamental, si queremos realmente avanzar, ser libres, sanar nuestras heridos el perdón es una forma general de relacionarse con la vida cambiando la secuencia juicio-condena-castigo por la de observación-comprensión-aceptación. El perdón nos enseña que podemos estar en profundo desacuerdo con alguien sin tener que retirarle nuestro amor. ¿Qué sentido tiene “castigarle” retirándole nuestro amor, solo porque piensa distinto que yo? Esta actitud nos lleva más allá de nuestros miedos y nuestros mecanismos de supervivencia que condicionan nuestra percepción y nos ofrece una mirada más amplia gracias a la que podemos experimentar libertad y elegir y dejar atrás nuestras luchas internas. Nos conduce a la paz. Y nos guía hasta nuestra verdadera fortaleza.
La idea de considerar todo tipo de ofensa (falta de consideración, irritabilidad, hostilidad, las conductas intolerables u ofensivas) como una llamada de atención, de reconocimiento y respeto, una petición de ayuda y de amor, en lugar de vivirlo como una agresión personal, puede resultar una actitud  muy radical muy alejada de cómo nos han enseñado a percibir y a responder a las ofensas. Es una idea que se basa, a su vez, en el tipo de persona humana en la que creemos. Según el concepto que tengas del ser humano, este enfoque del perdón te parecerá viable o no.

Perdonar implica arriesgarse, confiar y amar. 

Las creencias que tenemos sobre nosotros mismos (sobre la naturaleza humana) inciden y en último término determinan nuestra capacidad y nuestra voluntad de arriesgarnos, confiar, amar y, por lo tanto, perdonar. El concepto de la naturaleza humana que hace posible comprender por qué el perdón es una opción sabia y eficaz incluye la dimensión espiritual de la experiencia humana. Presupone que los seres humanos poseemos un potencial que va más allá de los límites del ego.
 
Esta concepción presupone que en el centro del ser humano existe una esencia hecha de

-Conciencia (en palabras de Enrique Martínez Lozano “eso que se da cuenta”). La habilidad de ver claramente sin defensas ni distorsiones. Es la visión o percepción que podemos lograr, por ejemplo, mediante la meditación.
-Libre albedrio. La libertad de elegir cómo respondemos a las situaciones concretas de nuestro día a día. La libertad de no re-accionar (es decir, actuar en base a como nos condiciona lo exterior), sino de actuar en base a nuestro interior. Cuando lo exterior determina mis acciones me siento un ser limitado e impotente, a menudo víctima de lo que me sucede; cuando  por el contrario me identifico con mi Ser esencial o nuclear, conecto con la fuente de mi poder personal, descubro un potencial ilimitado, del que, entre otras cosas,  puede surgir el perdón del que hoy hemos hablado. Ken Wilber lo resumió así:

La persona puede ser plenamente humana, si se libera del destino de ser meramente humana.
 
Desde esa concepción, somos capaces de mirar la realidad de otra manera, tratando de ver en las personas lo que no es evidente, pero sabemos que está ahí. Si estamos convencidos de que dentro de cada ser humano hay un ser pacífico, amoroso y sabio, podremos ir más allá de los actos que no manifiesten esta naturaleza, sino que son un resultado de sus heridas. Y el perdón no implica que no seamos culpables de determinados actos, sino que estos no manifiestan la totalidad de lo que somos, sino una parte de lo que no somos.
Goethe escribió:

“Si tratas a una persona como aparenta ser, la haces peor de lo que es. Pero si la tratas como si ya fuese lo que potencialmente podría ser, la haces como debería ser" (o como realmente y en el fondo ES).

El perdón te da a ti mismo, y a los demás, la posibilidad de ver todo tu potencial, en lugar de estancarte en los actos que no reflejan lo que eres profundamente. Te invito a experimentarlo.

Marita 12 diciembre 2022


Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

 

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube


29.11.22

¿Por qué nos aferramos al enfado?

Después de preparar una sesión en torno al tema del perdón, he sido más consciente de que el enfado es una emoción, pero también una herramienta para conseguir ciertos objetivos.


Cada uno tendrá sus propias experiencias sobre las razones que tiene para personar o no o para que le cueste hacerlo.

Me ha parecido que la terapeuta Robin Casarjian expone con sabiduría esta cuestión  y me baso en su libro Perdonar, una decisión valiente que nos traerá la paz interior para ofreceros hoy este resumen. Ella señala dos razones principales que dificultan el perdón:

  1. El hecho de no perdonar me aporta unos “beneficios” determinados,  quedarme enrocada en mi enfado en la ira en las ganas de venganza me confiere “ventajas”.
  2. Cuando tenemos ideas equivocadas sobre lo que es el perdón, y sobre todo, sobre lo que conlleva en la práctica, algo dentro de nosotros se resiste. Eso lo trataremos en otro podcast.

Hoy nos centraremos en el primer apartado, veremos qué razones podemos tener para instalarnos en el enfado.

💪Nos da sensación de poder. El hacer sentir culpable al otro nos puede hacer sentir superiores y darnos sensación de control, de estar al mando de la situación. Eso es muy goloso.

⚡️La ira nos da energía para hacer cosas que no haríamos sin ella. Cuando estamos enfadados es como si tuviésemos una gasolina, sobre todo las personas que no se permiten a sí mismas enfadarse, porque les enseñaron que no era correcto o porque no se ajusta a la imagen que quieren proyectar de sí. Estar enfadad@ te ayuda a hacer cosas que no te atreverías a hacer o a decir cosas que de otro modo no te atreverías a decir. 

🤐Evitamos la comunicación. Ponemos una barrera con la que castigamos a la persona  que nos ha ofendido, nos ha hecho daño. Esa persona que quizás querría hablar, justificarse, dar alguna explicación, escuchar cómo te sientes. El silencio de mi enfado la castiga.

🔐Puede hacernos sentir más seguros, más protegidos. Detrás de mi enfado no tengo nada que perder ni que ofrecer, me blindo y no tengo que hacer ningún esfuerzo más ni para acercarme, ni para alejarme de esa situación.

El enfado te hace creer que estás en lo cierto, que tienes razón. Eso es lo que cree tu ego. Y eso nos da seguridad, aunque sea ficticia.

🤕Al estar enfadados evitamos sentimientos que fluyen por debajo del enfado y de la rabia o la frustración (o lo que sea que experimentemos a raíz del daño que nos hayan causado). A veces es más fácil estar enfadado que triste o que tener miedo.

Creo que una de las razones por las que es tan difícil perdonar es porque nos obliga a aceptar la verdad de cómo nos sentimos realmente.

Es decir, es más fácil estar enfadado porque me han dejado que reconocer que tengo un miedo tremendo a la soledad. O que tengo una herida de abandono. El enfado es la primera capa, lo que hace más ruido, lo que se hace sentir con más fuerza, pero si consigues ir más adentro es probable que la, el enfado sea un sentimiento superficial, no en el sentido de trivial, sino que hay muchos más debajo de él, es el que está en lo que podemos sentir conscientemente. Si nos quedamos ahí, podemos perdernos lo que nuestro inconsciente guarda más celosamente y que es nuestra verdad. Son sentimientos más profundos, menos ruidosos. Pero que nos llevan a nuestro ser verdadero, más allá de nuestra personalidad.

⚠️El enfado es una reacción que se produce cuando nos sentimos amenazados de alguna manera. Podemos expresarlo abiertamente o puede quedarse oculto o enquistado, y en este caso acabará expresándose como resentimiento crónico. El resentimiento se prolonga mucho más allá de la situación que provocó el enfado. Si entras en el bucle de sentir una y otra vez el pasado, de manera obsesiva, te estás robando el presente y te niegas la posibilidad de salir de ese dolor, con consecuencias graves para tu salud mental y física.

Si nos acostumbramos a negar o a reprimir nuestros verdaderos sentimientos, empezar a reconocerlos puede resultar muy doloroso, pero a la vez muy liberador para comprendernos.


Al otro lado del dolor, es decir, si nos decidimos a atravesarlo y no a distraerlo o disimularlo, encontramos la paz.



💔Nos aferramos a la rabia porque no queremos soltar una relación. Puede que me hayan dejado, pero mientras siga detestando a esta persona o me sienta furiosa con ella, no suelto la relación que es lo que me habría gustado, que no se rompiese. La mantengo en virtud de algo muy negativo, pero la mantengo.

✌️Es muy cómoda la posición de víctima. Todos podemos haber sido víctimas de una injusticia, de una herida,  pero si lo conviertes en tu identidad, pierdes tu propia identidad empoderada. Conviene preguntarse: ¿quiero ser víctima toda la vida o protagonista de mi vida?  Cuando te mantienes en la posición de víctima,  estás consciente o inconscientemente cosechando otro de los “beneficios” del enfado que es no responsabilizarte de lo que está ocurriendo en tu vida o de cómo te sientes. Si tienes alguien a quien culpar de tu infelicidad y ves el problema como algo externo a ti te sitúas en la impotencia. No puedo hacer nada. Y ahí vuelves a perder tu poder. Si no somos conscientes de ello, estos beneficios pueden sabotear un deseo auténtico de perdonar. Una parte de ti querría hacerlo,  pero todos estos factores se interponen y no lo haces.

Si reconoces que aplicas alguna de estas estrategias, te invito a no juzgarte, sino a comprenderte, a tratarte con cariño.  Observa simplemente que tu mente ha elegido estas estrategias para sobrevivir a lo que le ha tocado enfrentarse y se compasiv@ contigo. Porque hay otras maneras de conseguir lo que todos anhelamos que es básicamente estar en paz.  Es imposible ir por la vida sin experimentar heridas ni presenciar injusticias. Por eso es imprescindible el perdón. Dice Franz Jalics, un jesuita húngaro especialista en meditación contemplativa y que tuvo mucho que perdonar, que enrocarse en el no perdón es como construir un dique, que se levanta entre yo y los otros, entre yo y la vida. Así se detiene el flujo de amor. Cuando no perdonamos entramos en una paradoja. Quiero amor, todos lo necesitamos, pero le pongo una barrera. Si me quedo en la ofensa, en el enfado, mi ego justificado por el dolor toma el mando de mi vida y decide por mí. Por el contrario el perdón permite que me abra de nuevo al amor, me ayuda a recuperar mi poder que había cedido a la rabia. 

📣En el próximo podcast abordaremos cómo la idea que tiene cada persona de lo que significa perdonar puede ser uno de los mayores obstáculos para que lo practiques. Y en un tercer podcast expondré una perspectiva sobre el perdón que considera que el que ofrece el perdón es el más beneficiado de todos y que implica un concepto de ser humano diferente, al cual me adhiero. Y su principal función es librarnos de los efectos nefastos que tienen la rabia y el resentimiento que consumen muchísima energía. 

Marita Osés

23 noviembre 2022



Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

 

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube

 



23.11.22

Entrevistada por Esther Codina en Instagram

 Por si te lo perdiste, aquí puedes ver todo lo que compartimos en esta charla con Esther Codina


¡Gracias infinitas Esther por tu invitación!

¡Gracias a todos los que nos acompañasteis #EnDirecto!




11.11.22

PODCAST EL ESPEJO. Episodio 8 (nov.2022) Deja de juzgarte, para dejar de castigarte

DEJA DE JUZGARTE, PARA DEJAR DE CASTIGARTE

En muchas sesiones de coaching, las personas describen conductas con las cuales consiguen lo contrario de lo que desean:




⚠️comen desaforadamente cuando lo que quieren es adelgazar,

💥sabotean una relación que les interesa, no formulan sus deseos sabiendo que son perfectamente lícitos,

⚠️dejan de satisfacer necesidades completamente razonables porque se colocan siempre en el último lugar de la lista,

💥se exigen esfuerzos físicos hasta el punto de lesionarse o mentales hasta el punto de llegar al agotamiento y la depresión…

Cuando les pregunto a qué les lleva esa conducta, qué ganan haciendo eso, me responden un poco desconcertadas: NADA. Pero si rascamos un poco más, en ocasiones esas conductas compensan o alivian un sentimiento de culpa. Cuando exploramos de dónde podrían surgir, la persona toma conciencia de que podría estar castigándose.

Carl Jung decía: Mientras no hagas consciente lo inconsciente, este último dirigirá tu vida y tú le llamarás destino.

El primer paso es pues darse cuenta de con qué conductas me estoy castigando. En algunos casos son tan habituales que ya no somos conscientes del daño que nos hacen. El castigo tiene -me encantaría decir tenía, para poder creer que lo hemos erradicado de nuestras estrategias educativas, pero no es así- la finalidad de penalizar una conducta con el propósito de generar otra que se considera correcta. Pero si ni siquiera eres consciente de que te estás castigando, tampoco generarás una conducta más deseable sino todo lo contrario.

¿A quién se castiga? A quien se declara culpable. Y antes de declararle culpable ¿qué ocurre? SE LE JUZGA. EL JUICIO es pues el origen de todo.


SIN JUICIO NO HAY CONDENA. SIN CONDENA NO HAY CASTIGO.

Cuando vemos una película, parece que cuando el malo recibe su merecido nos quedamos más tranquilos. Eso también sucede con nosotros. Hay ciertas conductas que nos castigan y parece que hagan las paces con una parte de nosotros. Pero vamos a ver: ¿qué es lo que nos hace sentir culpables? ¿por qué me siento malo o mala? ¿Qué juicio y qué condena he sentenciado para mí, aunque no haya sido consciente de ello? Para averiguarlo, es bueno revisar tu historia y ver si hay algún hecho cercano o lejano que todavía no te has perdonado. No tiene por qué ser un hecho gravísimo objetivamente, sino que basta con que el niño, la niña o el /la adolescente o joven que fuiste lo percibiese como tal y le hiciese sentir avergonzado, humillado, en ocasiones, sin haber mediado culpa alguna, como sería por ejemplo el caso de los abusos. Habrá otras historias en las que sí serás responsable de algo que te duele. Pero en todo caso es bueno recordar esta máxima: Sé compasiva con tus versiones anteriores, porque no sabían lo que sabes ahora. Sanar nuestro pasado de culpas es una tarea que todos deberíamos emprender, si no queremos que esas historias pasadas lastren nuestras relaciones del presente hipotecando nuestro futuro.

Además de lo que cada uno pueda tener pendiente en su historia personal, hay una serie de exigencias o parámetros que están en el aire y que nos hacen sentir culpables si no las cumplimos: tienes que estar delgada, ser feliz, tener una carrera, conseguir un empleo, formar una familia, ser el mejor en tu campo, gustar al todo el mundo. Cada entorno concreto ,cada familia tiene exigencias diferentes para que una persona se sienta cómoda en él, con derecho a pertenecer a ese grupo. Si no nos ajustamos a esos parámetros nos sentimos culpables y no es simplemente una presión externa, es la autopresión que ejercemos sobre nosotros la que nos hace castigarnos.

¿Tiene sentido dar tanto poder a unas exigencias que se han formulado teniendo en cuenta los intereses de muchas personas ajenas a mí e ignorando mis propios intereses y mi identidad concreta?

Otras veces no es la sociedad o la familia quien nos impone unos requisitos, sino nosotros mismos los que no aceptamos un aspecto de nuestra persona, puesto que lo consideramos negativo o defectuoso y lo rechazamos: puede ser un rasgo físico o de carácter, puede ser mi falta de paciencia o de organización, o mi mal genio, o la forma de mis piernas o la carnosidad o la finura de mis labios….Como decido que eso no está bien -JUICIO-, me castigo. 

¿Recordáis vuestros sentimientos cuando os castigaban? Rabia, resentimiento, vergüenza, incomprensión, frustración, injusticia. Y alguna vez alivio, si sentíamos que lo merecíamos. Eso mismo nos provocamos cuando nos castigamos. Aunque, solemos disfrazarlos, esos sentimientos se quedan ahí y salen en el momento más inoportuno y con la persona que menos lo merece.

El autocastigo solo agrega dolor al dolor y nos desempodera. Si un error cometido o un rasgo no aceptado nos hace daño ¿qué sentido tiene añadir más dolor? Nos roba todavía más energía para abordar la situación.

Hemos visto que para que haya un castigo, antes ha de haber un juicio. Pues es muy sencillo: Para evitar el castigo, vamos a evitar el juicio. ¿Cómo puedes evitar el juicio? ¿Cómo establecerte en el no-juicio? Eso requiere un “reset” mental importante, porque desde nuestra infancia nos han juzgado, nos han evaluado y cuando no nos hemos ajustado a unas normas nos han castigado. Se trata de autoobservarse, limitándonos a constatar lo que vemos sin sacar conclusiones. Observar sin juzgar es preguntarse: ¿Qué me está diciendo esto de mi mism@? Esto que pienso, esto que siento, esto que he hecho ¿qué me dice de mí? Y, si no me gusta, en lugar de condenarlo añadir:  yo soy más que eso. A continuación, ampliar el foco y ver a mi persona en su totalidad, valorando todo lo que es positivo en ella y que está siendo oculto o minimizado por lo negativo. No se trata de dar la espalda a aquello por lo que supuestamente nos castigamos, sino de no identificarnos con ello y de contextualizarlo en nuestra historia personal hasta que encaje como una pieza más del puzle, que no tiene por qué ser ocultada. Vamos a convivir con nosotros mismos hasta el día que nos muramos.

¿Vamos a tener cuestiones pendientes hasta el último día? O podemos revertir el patrón de juicio - condena - castigo para convertirlo en observación - comprensión - aceptación. Esa es la manera de integrar amorosamente todos los aspectos que me constituyen para poder llevarme bien conmigo misma.


Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

 

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube


¿Prefieres escuchar en lugar de leer?
Aquí puedes escuchar todos
los episodios de "El Espejo" 👉👉👉