18.7.24

¿Qué te cuentas de ti?


Uno de los deportes favoritos de nuestra mente es elaborar historias, o como decimos vulgarmente, montarse películas. ¿Somos la narrativa que hacemos de nosotros mismos o simplemente nos creemos que ese relato es nuestra realidad? 




A veces, hay mucha más verdad en lo que no contamos que en el relato que nos hemos hecho de nuestra persona. 

ERES MUCHO MÁS  
DE LO QUE TE CUENTAS DE TI. 
 
Eso es lo que hace el coaching: ayudar a las personas a desvelarse a sí mismas, más allá de lo que creen -o de lo que les han hecho creer- que son. Es un trabajo fascinante. No solo porque el potencial de cada persona es infinito y de una belleza que pone la piel de gallina, sino porque al mismo tiempo, ellas me desvelan a mí. Sus historias me hacen ver aspectos de mi que había ignorado u olvidado y me dan claves para reinterpretarme. Hay un momento que me colma especialmente y es cuando la persona se reconcilia consigo misma y con su pasado, con todo su ser, y comprende que todo lo que no había entendido tiene un sentido, aunque haya cosas que sigan resistiéndose a su razón. Cuando se dan cuenta de que no se trata de comprender racionalmente, sino de abrazar toda su biografía con el corazón. SIN JUICIO. 

Es un momento sagrado. Y muchas veces se da cuando logran conectar con esa criatura que fuimos y que sigue viva dentro de nosotros, a veces con las heridas abiertas, esperándonos, porque solo una misma puede sanarlas. Nadie más. Con amor y compasión. Otras veces el niño o la niña que fuimos atesora recuerdos felices que vienen al rescate cuando las cosas se ponen feas. Son depósitos de felicidad que renuevan las ganas de estar vivos, al darnos cuenta de que eso fue verdad y puede volver a serlo.

Una de las cosas más bellas de entrar en la vida adulta es poder hacernos cargo de esta parte nuestra que necesita apoyo incondicional: nuestra vulnerabilidad. Poder decirle: “Estoy aquí, nunca más te sentirás desamparada”. Nunca más voy a desatenderte: 

✴️Eres mi responsabilidad y la asumo con gusto, porque te quiero, no por obligación. 
✴️Estoy deseando cuidarte como no había hecho hasta ahora y vamos a ser inseparables.
✴️Quiero que así sea. “No me alejaré de ti nunca más.” 

Cuando llegas a este momento, no vuelves a sentir soledad. Estás acompañada siempre, junto a la persona que más te conoce del todo el mundo. Que lo sabe todo de ti y no lo juzga, porque conoce también el trayecto que tenías que recorrer para llegar hasta aquí y lo acepta con gratitud, a pesar de que muchos días fue duro, mucho más duro de lo que creías merecer. Pero esto no va de merecimiento, sino de confiar en que la vida sabe mejor lo que te dará plenitud y te lo ofrece sin descanso, aunque le hagas ascos, hasta que por fin lo aceptas, con gusto o porque no te queda otra.

Preside nuestro comedor un cuadro que me pintaron cuando tenía 5 años, que marido se negó a vender cuando desmontamos la casa de mis padres. He acabado tomándole cariño. No es que me sienta especialmente identificada con ese retrato.  Pero sí adivino, en el fondo de su mirada, la imagen de la niña que fui. Con una bondad infinita y  una pureza de sentimientos casi insultante. No tenía malicia alguna  y en cambio, sí una sensibilidad exquisita que le hizo sufrir y gozar un montón. A partes iguales, para ser justa. Hay un punto de tristeza en los ojos de esa niña, probablemente porque le resultaba difícil encajar en su entorno y eso le hacía sentirse sola con frecuencia. Ella misma se asustaba de su capacidad de amar, de su compasión por personas, animales y plantas y de su necesidad de ver felices a los seres que la rodeaban. Se asombraba también de su facilidad para adivinar lo que necesitaban para serlo.  Con su madre entró en cortocircuito: Para que ella fuera feliz, la niña tenía que dejar de ser como era y amoldarse a lo que su mamá deseaba . Por supuesto, eso fue lo que la niña interpretó. La historia que la niña se contó. Lo hizo durante bastantes años, a costa de un profundo sufrimiento. Una depresión juvenil le dio las señales de aviso y un gran mensaje: "tu ser es innegociable, ni a tu madre ni a nadie puedes venderte a cambio de amor."

Tienes el derecho y el deber de serte fiel.

Y se negó a complacerla por el resto de su vida. 
Pero el patrón de conducta seguía vivo dentro de la niña  y tras las primeras experiencias amorosas, volvió a caer en la trampa de adaptarse a lo que su pareja quería por miedo al abandono y al rechazo. Volvió a perderse, a hacerse pequeña y a renunciar a su criterio, acrisolado a lo largo de años de vida consciente. Con la llegada de los hijos, a pesar de rozar la extenuación al final del día durante largas temporadas, empezó a recuperar su poder personal sin siquiera darse cuenta. En salud, cuidados y gestión emocional estaba claro que ella dominaba en casa y ahí empezó a crecer otra vez. Sus hijos la hicieron grande de nuevo. Aunque a ella le costó tiempo reconocerlo. Estaba demasiado preocupada por no cometer errores y ya no le quedaba atención para reconocer sus aciertos. La señal de alarma que esta vez le regaló su cuerpo sabio fue un cáncer de mama. Su otro gran maestro.
Aunque reconoce  los fallos cometidos y le siguen doliendo, ahora sabe que realizó un buen trabajo, porque lo hizo lo mejor que pudo. Se perdona por todo lo que no supo hacer mejor y agradece lo mucho que aprendió del dolor que eso le produjo. Se da cuenta de que sus limitaciones y condicionantes se anclan en su infancia y tal vez aún más allá, y las disculpa. Y sigue caminando con la vista puesta en el ahora, que es el único lugar o el único tiempo en el que puede seguir desplegándose.

Hoy siento una profunda gratitud por el camino recorrido. Y la elevo al cielo para que llegue a todas las personas cuyas vidas se han cruzado con la mía porque sé que estoy hecha de todas ellas, que hay una parte mía -unas veces menuda y otras, enorme- que les pertenece. Cada vez que he tenido delante a alguien que ha suscitado mi entrega, ese ser me ha construido o me ha motivado a construirme, a SER lo que soy, lo mismo que eres tú que me lees: potencial infinito de amor. Ojalá lo descubras y lo disfrutes.

Marita Osés
10 julio 2024

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4.7.24

¿Dónde quedó tu deseo?

“El cuidado que dispensamos (las mujeres) hace que nos olvidemos de nuestras necesidades y deseos, entre otras cosas, porque no tentemos tiempo….¡que perder!”, dice con su sentido del humor característico Sylvia de Béjar. Y continúa: “Lo que seguro que queda para lo último es lo sexual.”.


En efecto, nuestro rol de cuidadoras hace que nos des-cuidemos. Dice Gabor Maté que el 80% de la enfermedades autoinmunes las padecen las mujeres. Se preocupan tanto por los demás que se olvidan de ellas, se sienten responsables –cuando no culpables- de las emociones de otros. Han sido programadas para ocultar su enfado y para ser conciliadoras, para  poner armonía en la familia o allá donde vayan. Aprenden  a absorber el estrés de sus hijos, maridos, amistades, familiares. ¿A dónde va a parar todo este estrés? Lo somatizamos. Soma significa cuerpo en griego. Nuestro cuerpo lo acusa. El cuerpo carga con él.
¿Cómo detecta el deseo sexual un cuerpo estresado?
Tan conectadas estamos las mujeres con las necesidades, deseos y emociones ajenos que desconectamos de los nuestros y llegamos a sentir que no los tenemos, hasta el punto de no saber elegir. “Lo que tú quieras”, respondemos antes de mirar hacia nuestro interior. Nos enseñan a ponernos tanto en el lugar de los demás que elegimos para ellos, alejándonos cada vez más de nosotras, hasta no saber ni quien soy ni qué quiero.
¿Es biológico, es cultural? ¿Cuál es el origen? Sin duda la cultura patriarcal nos ha atribuido roles que valoraban a la mujer que se auto inmolaba por el bien de otros. Su capacidad de sacrificio era la vara de medir su valía. “Mi madre dio la vida por nosotros” “Mi madre se dejó la piel, estoy en deuda eterna con ella” “Mi madre renunció a sus sueños para que sus hijos pudiéramos acceder a los nuestros”. El icono de la madre perfecta era la abnegación. Ojalá que ninguna mujer joven conozca ya el significado de esta palabra, si eso significa que la han eliminado de su vocabulario y de su vida. He encontrado una definición de mujer abnegada que respalda lo que se ha ensalzado durante muchos años:
“Aquella que sabe soportar con resignación las adversidades de la vida, es decir, la que no protesta, la que nunca se rebela ni exige, la que se olvida de sí misma en favor de los intereses de otros, en resumen, la que se aniquila”. 

Lo que más me sorprendió es que la persona que mencionaba esta cita en IG le daba gracias a su madre por haber sido así. 

Quererse y respetarse no está reñido con amar profundamente a los demás, sino todo lo contrario.
Esta es la buena noticia y el inicio de la reformulación del rol de la mujer: No es necesario auto inmolarse para empatizar con otros.
Amar a los tuyos, empatizar con ellos  es compatible con amarse a una misma. Solo hay un requisito. Empezar por ti.
De lo contrario los otros acaban ocupando todo el espacio y el tiempo. Nuestra generosidad –o nuestro miedo a no ser imprescindibles y que nos abandonen- nos hace entregarnos hasta vaciarnos, amar a todos menos a nosotras. Nos ocupamos de los hijos, de la pareja, de los padres, de los abuelos, de las amistades, de la vecina y cuando nos llega el turno estamos tan exhaustas que no nos queda energía para atender nuestra salud y mucho menos nuestro ocio y nuestro descanso. ¿Deseo? Solo deseo descansar, dormir, desconectar. ¿Desconectar de qué? De ese “pluriempleo” que nos consume hasta hacernos desaparecer.
Llegados a este punto, la cuestión no es solo donde queda el deseo sexual, sino donde quedan todos los demás deseos, los que nos definen y nos conectan con quienes somos y cómo somos. Desconectadas de ellos nos disolvemos hasta no saber quiénes somos.
Por eso, cuando hay falta de deseo sexual, conviene averiguar qué otros deseos hemos enterrado bajo capas y capas de obligaciones, compromisos, roles. Y despertar poco a poco a lo sensorial, a lo que nos relaja, a lo que nos resulta agradable y reservarle tiempo. Para reconocernos como personas vivas, sensibles al placer y al amor, activas no solo en relación a nuestros deberes sino también a nuestros derechos. Tu derecho al placer es inalienable. Y el placer compartido alimenta el vínculo, la complicidad, la confianza de que juntos somos capaces de abordar cualquier situación.
                      🤚Para y escúchate.🧏

 

Si identificas todos los factores bajo los que fue quedando sepultado tu deseo, y lo aceptas sin juzgarte,  es muy probable que descubras que todavía sigue vivo. Te deseo un feliz hallazgo. 



Marita Osés
26 junio 2024


14.6.24

“No tengo ganas”

⚧️He hablado con varios hombres preocupados por la falta de deseo sexual…de su pareja. Ninguno de ellos se cuestiona –por lo menos de momento- la continuidad de la relación.


Se quieren, tienen un proyecto común con las discrepancias propias de cualquier convivencia, han construido una familia de la que están satisfechos, pero el sexo ha desaparecido, en ocasiones durante meses, o años. En etapas anteriores de su historia sí tuvieron una vida sexual más o menos regular. Pero llegó un día en que la mujer dejó de tener ganas. O se atrevió a decirlo.🗣

Factores que inhiben el deseo sexual hay muchos, desde enfermedades como la depresión o el cáncer y sus correspondientes tratamientos, hasta la historia personal de cada uno en el  terreno físico-afectivo, a lo largo de la cual pueden haberse producido heridas y traumas ocultos que se despiertan años más tarde. Pero en escenarios en los que no ha entrado la enfermedad, hay otras razones frecuentes por las que se apaga la libido. El estrés y el cansancio, la llegada de los hijos, la insatisfacción con el propio cuerpo, el hecho de que durante años el sexo no fuera satisfactorio sin que la persona que así lo experimenta lo haya puesto sobre la mesa. En la película🎦 Buena suerte, Leo Grande, Ema Thompson interpreta a una maestra jubilada que, años después de haber enviudado, confiesa que a lo largo de todo su matrimonio nunca experimentó un orgasmo y reivindica el derecho al placer. Me pregunto por qué no se le ocurrió hacerlo en vida de su esposo. Por último, otro de los motivos que aducen las mujeres para no tener ganas es la falta de conexión emocional con sus parejas.

Empecemos por el cansancio. Llevamos vidas bastante aceleradas y sí, estamos agotados. Los horarios laborales son a veces inhumanos y la conciliación familiar difícil. La mujer sigue haciendo doble jornada, en casa y fuera de cas, y eso paga un peaje. Si además hay hijos, estos consumen una parte importante de nuestra energía y el sentido de responsabilidad les da prioridad  hasta tal punto que olvidamos  la necesidad de reponer fuerzas. Al no encontrar tiempo para el descanso que necesitaríamos, acumulamos desgaste. Hay menos ocasiones para el ocio, para desconectar o para dedicarte a tu compañero de vida. Y menos circunstancias favorables al encuentro sexual espontáneo, si los niños siempre están presentes.
Por lo general, con la llegada de los hijos la mujer vuelca la mayor parte de su afectividad en ellos y mucho menos en la pareja. En el mejor de los casos, el hombre es comprensivo, y espera a que los hijos crezcan. Pero al cabo de los años la mujer está cansada y deseosa de empezar a hacer su propia vida,  a veces al margen de su pareja para resarcirse de esa etapa de crianza en la que ha experimentado muchas renuncias y a veces poca colaboración por parte de él.

Otro aspecto, también más frecuente en las mujeres, es la insatisfacción con nuestro propio cuerpo. La percepción que tenemos de nuestro físico, sobre todo si muestra las huellas de los embarazos y partos o simplemente, si no se ajusta a los cánones de belleza que nos impone la sociedad, condiciona nuestro erotismo. Cuando una mujer está sexualmente inapetente, conviene entre otras cosas explorar cómo se siente a este respecto. ¿Te encuentras atractiva o eres muy crítica con tu aspecto? ¿Te avergüenzas de alguna parte de tu cuerpo? Es tu medio para expresarte y si no te sientes segura de él, ni te da confianza te reprimirás a la hora de hacerlo. El cuerpo tiene además grabados a fuego los pequeños y grandes traumas que hemos sufrido en el terreno afectivo desde la infancia, y las ideas respecto de la sexualidad que nos transmitieron entonces, por lo general muy represivas. Este es un campo en el que sanar muchas historias y desechar otras tantas creencias nocivas.

Por último, y este punto es especialmente difícil de comprender por parte del hombre, cuando la mujer pierde el deseo conviene revisar la conexión emocional con su compañero. No suele bastarle la atracción física, sino que necesita una cercanía afectiva. Cuando en la convivencia se producen muchos momentos en los que la mujer experimenta desconexión, lejanía o decepción, se produce una distancia emocional que la aleja, también sexualmente, de su pareja.
La pregunta adecuada por parte del otro miembro de la pareja no sería ¿Qué necesitas para sentir deseo? Sino ¿qué necesitas SENTIR para aparezca el deseo? 

No estoy hablando de los prolegómenos físicos: caricias, besos, contacto con otras partes del cuerpo que no sean necesariamente los genitales. Eso vendría después.

Cuando una mujer se siente cercana emocionalmente a su pareja es porque su actitud y sus acciones le generan algún sentimiento: seguridad, cercanía, atracción, sorpresa, ternura, admiración, atención. Cada pareja encontrará su modo de entrar en resonancia: el sentido del humor y la risa, el poder expresarse como son sin sentirse juzgados, una película que les lleva a hablar de temas personales, alguna actividad juntos o en familia. Se trata de percibir una complicidad, un hilo que os conecta más allá de la atracción inmediata y que puede expresarse de las maneras más dispares. En una conversación o en un comentario breve, al tomar conciencia de compartir unos valores o un sentir común respecto de un tema determinado. Es decir, sentirse unidos desde dentro, por algo que va más allá de lo puramente físico o de la química existente entre ambos ¿Qué tiene que ver esto con el sexo? Todas ellas son situaciones en las que la persona se define, se deja ver por su pareja y a la pareja le confirma:
Estoy con quien quiero estar, me entrego a quien quiero entregarme. 

Tiene que ver también con sentirse vista, reconocida y apreciada por el otro, no solo en mi apariencia, sino por lo que soy y por como soy. Contar con esa aceptación sin juicio hace que me relaje y me entregue sin miedo al rechazo.

Por supuesto que el sexo sin conexión es posible, y en ocasiones hasta placentero.



 

Pero si un día el cuerpo te dice basta, robándote el deseo, mejor averiguar si está expresando algo que tiene que ver con el alma.


Marita Osés
9 junio 2024

23.5.24

Un día especial

 



¿Cómo sería nuestra vida si encontrásemos cada mañana un motivo para que ESE día fuese único?



En realidad, no hay ni uno solo igual, porque todo evoluciona, yo no soy la misma hoy pues lo que experimenté ayer me ha afectado y lo de mi alrededor también ha sufrido el paso inexorable del tiempo, aunque tenga la sensación de que nada ha cambiado. Todo cambia. Constantemente. Si fuéramos conscientes de esto, nos daríamos cuenta de que nada se repite.  Lo que sucede es que caemos en rutinas.  
A nivel institucional para recordarnos la importancia de algunos temas que nos afectan a diario, se han fijado oficialmente fechas en las que se destaca su relevancia: el día internacional de la Tierra, de los refugiados, de la madre, de la paz, del cáncer infantil…distintos aspectos de la existencia humana que conviene cuidar de manera especial.  De hecho, fue el Día del Libro, que se vive de forma tan singular en Catalunya,  cuando me pregunté ¿Qué tal si cada mañana nos levantásemos con la intención de descubrir lo que tiene de especial? O mejor aún, decidir: 
Este día va a ser distinto.

¿Qué es lo que hace que una jornada sea distinta a las otras?  

Que suceda algo que no esperaba, que rompe la monotonía y me hace salir de la inercia de lo cotidiano. Sin embargo, cuántas veces suceden cosas nuevas y no nos enteramos porque estamos metidos en nuestra burbuja, en nuestra rutina, en nuestros pensamientos.  Una tarde hice la prueba: voy a pasearme por mi ciudad como si estuviera en una ciudad desconocida, con espíritu de turista. Y no falló: descubrí edificios, rincones, esquinas, tiendas por las que había pasado  más de una vez y en los que no me había fijado nunca. 

En nuestra vida puede sucedernos lo mismo: nos pasan desapercibidas cosas, situaciones y personas que habrían dado un matiz diferente a nuestra percepción de aquel día.  Esta es una palabra clave: percepción. 
¿Cómo percibo? 
¿Qué percibo a lo largo de mis 24 horas? 

Por eso he tomado la determinación de estar atenta, estar convencida de que me saldrán al paso elementos que van a enriquecer mi jornada y, por supuesto, quiero pillarlos al vuelo y sacarles partido. No quiero perdérmelos. No siempre van a venir de afuera. También puedo decidir ser yo el elemento que marque la diferencia en la jornada de alguien: regalar una sonrisa, un gracias, un acto amable que no esperaba y con ello tocar el corazón de esta persona, aunque no la conozca. 

Cuando algo nos toca el corazón, todo queda iluminado con otra luz y nos hace mirar de manera distinta. Y cuando nuestra mirada cambia, el día también se transforma. 

Resumiendo: Las sorpresas, los sucesos inesperados no están bajo mi control, pero sí depende de mí percatarme de ellos.  Y eso requiere de dos factores que sí están en mi mano: la decisión y la actitud.

La decisión: hoy va a ser un día especial porque así lo elijo, porque yo quiero. 

La actitud: voy a estar atenta. De lo contrario, habrá infinidad de detalles que me voy a perder. Puedo perderme el arco iris, la luna llena o menguante o creciente, la sonrisa de un ser querido, o lo que quería decirme en su mensaje o en su llamada por no haber estado atenta.

Según cómo percibas tu realidad, lo que decidas al respecto y dónde pongas tu atención, te contarás una historia u otra muy diferente cuando llegue la noche.

Recuerda  estos tres elementos -percepción, decisión, atención- y combínalos de tal manera que puedas regalarte un día especial cuando tú quieras.

Marita Osés, 13 mayo 2024✍️

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6.5.24

SER MADRE

Dice el Diccionario de la Real Academia que madre es la mujer que ha concebido o parido uno o más hijos. Basta el acto biológico de concebir o parir para convertirse en madre. En verdad tiene mérito el arte de  gestar vida en nuestro interior durante 9 meses, con todas las transformaciones que experimentamos en nuestro cuerpo. Y luego dar a luz, separándonos con dolor del ser que hemos creado. Pero eso es lo más fácil. La tarea descomunal viene después. Por eso, añadiría a la definición:
madre es aquel ser capaz no solo de dar vida a otro ser sino de amarlo, es decir, cuidar de esa vida, nutriéndola, protegiéndola y enseñándole a valerse por sí mismo, potenciando todos sus recursos.

Si algo he constatado en todos los años que llevo ejerciendo de coach es el enorme impacto que tenemos las madres sobre nuestros hijos, tanto en positivo como en negativo. Lógicamente, la gente que acude a la consulta suele tener alguna herida derivada de esta relación forjada en su infancia que sólo descubren cuando se manifiesta en su edad adulta. La casuística es muy variada: está la madre hiperprotectora que inocula a sus hijos todos los miedos que no ha sabido superar, la que  les escondió la identidad de su verdadero padre o que utilizó a sus hijos para ocultar una relación clandestina, la madre tan solícita que se adelantó a hacer todo lo que sus hijos ya eran capaces de hacer despojándolos de su confianza en si mismos, la que estaba tan preocupada por su apariencia personal que incubó hijas acomplejadas o anoréxicas, la madre tan exigente que aniquiló la autoestima de sus hijas, madres tan sumisas que no han sabido poner límites a sus parejas y han callado cuando los niños eran demasiado pequeños como para poder defenderse. También ha habido madres tan entregadas que no han tenido vida propia y cuando las hijas son adultas les han hecho pagar esa entrega, responsabilizándolas de su felicidad. En realidad, son  mujeres tan lastimadas que han proyectado en sus hijos sus heridas. Todas tienen su propia historia, han sido, a su vez,  hijas marcadas por sus progenitores.  Y podríamos remontarnos aquí en el tiempo, viendo que se ha ido repitiendo un círculo vicioso de patrones poco o nada maternales.
El día de la madre es una ocasión para ver cómo lo convertimos en círculo virtuoso.

Por supuesto, han existido y existen madres amorosas y madres-coraje que se han dedicado a la crianza de sus hijos con amor, superando los más duros obstáculos, y madres que han logrado y logran amar sin juzgar, ni imponer, respetando la identidad de sus hijos permitiendo que crezcan sin interferir. Benditas sean todas ellas.

Pero para iniciar ese círculo virtuoso del que hablo, quisiera hacer hincapié en la importancia de sanar –o como mínimo de reconocer,- las heridas que arrastras como hija para ser una madre capaz de estar presente y amar a tus hijos sin que tu pasado los lastime.

Antes de embarcarnos en la maternidad, igual que nos preocupamos por tener un hogar acogedor y unos recursos materiales para poder ofrecer al bebé un entorno cálido y seguro para su crianza es imprescindible ocuparnos también de preparar nuestro hogar interno.

Ver cómo está nuestra capacidad de dar y recibir. ¿Estamos condicionadas todavía por lo que vivimos en nuestra infancia? ¿Qué relación tenemos con nuestros padres, estén o no vivos? Se trata de revisarnos sin juicio, con comprensión y sobre todo con ganas de transformar en aprendizajes lo que en su día tal vez fue doloroso. La intención es evitar infligir a nuestros hijos el mismo daño que sufrimos. Seguramente, los adultos no fueron conscientes de las consecuencias que su conducta podía tener en nuestra vidas. Por eso es importante revisar este aspecto de nuestra biografía. Porque si no lo elaboramos, lo repetimos o actuamos condicionadas por aquello que ignoramos. ¿Quién no se ha sorprendido diciendo o haciendo aquello que más le molestaba que su madre le dijera o hiciese durante su infancia? Nuestro cerebro tiende a repetir los patrones que han quedado grabados en él. Pero también es capaz de transformar esas conductas y crear nuevos circuitos neuronales que nos ayuden a actuar de forma diferente.

Para tratar con amor a nuestros hijos, necesitamos antes mirarnos con amor, sobre todo, si no lo recibimos en nuestra infancia.

Entrar dentro de una misma, ver qué necesitó la niña que fuiste y tratarte hoy como te hubiese gustado que tu madre hubiese hecho. Esa es la madurez para mí. Hacerte de madre como hubieses necesitado. Mirarte, hablarte, cuidarte, comprenderte de manera que puedas sentirte segura, valiosa, comprendida, suficiente, aceptada, amada. Entonces podrás hacerlo con tus hijos, sin cortapisas. No importa que sean ya mayores, lo que hagas ahora contigo cambiará tu relación con ellos para bien.

Así que en el día de la madre, mi deseo a las que ya lo son y a las que están pensando en serlo es el siguiente: prepárate interiormente, mira qué experiencias de hija te han marcado, porque marcarán a tu prole si no eres consciente y las proyectarás. 
Y si no lo crees, ¿por qué no probarlo? ¿Qué habría podido pasar si tu madre lo hubiese hecho? ¿Cómo habría sido vuestra relación si ella hubiese comprendido la transcendencia que había tenido su relación con tu abuela?
Por eso, aunque oficialmente celebremos a las madres, deseo feliz día a las hijas que se atreven a revisar su relación con ella.

Marita Osés

5 de mayo 2024


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22.4.24

Sant Jordi 2024 (II Un día para regalar)

Lo que hace especial al día de Sant Jordi, entre otras cosas, es que nos da un motivo bonito para ser generosos
. Es un día para regalar. Un espacio que invita a compartir la alegría de dar, además de un homenaje a aquello que más nos nutre:


la belleza y la palabra. La belleza de la rosa no tiene otro propósito que estar presente y regalarnos su color, su perfume, su textura, su forma armónica.

De manera tan sobria nos transmite el poder de simplemente ser. Sé lo que eres allá donde estés. No quieras ser otra cosa, no lo pretendas, no finjas. Sus pétalos    dispuestos en espiral, su tallo, sus espinas son suficientes y tienen sentido siendo tal como son. Año tras año llego a casa, después de callejear ojeando decenas de libros, coloco la rosa sedienta en un jarrón con agua y la miro largamente, con su tallo erguido y los pétalos abriéndose hacia el cielo, y cada año me dice lo mismo:

“Es todo mucho más simple de lo que te parece. Limítate a ser, sin pretender nada más.”

La rosa no hace nada. Despliega sus colores, su forma, su aroma…ni siquiera espera gustar a todo el mundo.

“Gústate tú y te desplegarás con más convicción, cuida aquello que eres y sentirás la satisfacción de responder a lo que estás destinada a ser. “

Me lo repite porque cada año me olvido y vuelvo a complicarme la vida queriendo hacer tantas cosas y olvidándome de simplemente SER.


La rosa siempre me ha parecido una flor aristocrática, tan aterciopelada ella, tan perfecta. Pero el día de Sant Jordi se convierte en una flor popular, al alcance de todos. Con más o menos adornos, de uno u otro color, de tallo grueso o fino, más largo o más corto, ese día las rosas son asequibles a todo el mundo. Se compran de una en una, pensando en las personas a las que irán destinadas y llevan un mensaje implícito:

📚 “Me importas”. 🌹

Todos necesitamos oír eso de labios de otra persona. He pensado en ti. Te tengo presente. Y con esta rosa te lo expreso, te lo confirmo, te lo hago saber, o si ya lo sabes, me ratifico. No tiene por qué ser el amor de tu vida, puede ser tu compañero de trabajo o de estudio, tu abuela, tu amiga, tu madre, tu prima , tu empleada o el vecino o vecina que te cae la mar de bien. Se dice que Sant Jordi es el San Valentín de Catalunya, pero no estoy de acuerdo. El día de Sant Jordi, además de a los enamorados, se regala rosas a personas cuya presencia en nuestras vidas agradecemos.


🌹Si elegir la rosa entre tantas formas y colores es complicado, no digamos ya elegir el libro. Tenemos que conocer los gustos lectores del destinatario y eso hace también que pensemos en él, lo tengamos presente y nos devanemos los sesos si lo que queremos es sorprenderlo. 📚

Sería mucho más fácil preguntar qué título le haría ilusión e ir sobre seguro, pero ¡qué gratificante es arriesgarse a elegir sin consultarle y acertar!  Regalar un libro que te ha gustado es abrir tu corazón a aquella persona a quien se lo regalas, pues en esa elección estás tú, y en aquella historia hay probablemente una parte de ti que queda expuesta y que le entregas, exponiéndote a su opinión. Recibir un libro que le ha gustado a otra persona me invita a bucear en él en busca de ella, descubrir aquellos elementos que me hablan de su ser, de lo que conozco y lo que desconozco, y el libro se convierte en un amigo que nos ha presentado y que nos vincula por lo que cuenta y por cómo nos afecta.

Nace una complicidad nueva entre dos personas, cada vez que se regalan un libro elegido con el corazón.

El espíritu que se respira por las calles en el Día del Libro es de generosidad, entrega, amor, gratuidad. Porque sí, porque el día te invita a ello. Hay un ambiente festivo en las calles, aunque la jornada sea laboral. La rutina de la semana deviene fiesta. Y todo ¿por qué? Porque alguien encontró un motivo, para que el día fuese especial.

¿Cómo sería nuestra vida si cada día encontrásemos un motivo para que ESE día fuese único?

Sería…, pero eso me da pie para el próximo post. 
¡Feliz día de Sant Jordi!


Marita Osés, 17 abril 2024

16.4.24

Sant Jordi 2024 (I)

Me encantó un video de Saramago en el que comentaba con su parsimonia habitual que a las personas que llevan una vida sedentaria (los escritores como él, por ejemplo) les recomiendan siempre hacer actividad física. Pero que a los deportistas y personas físicamente muy activas, nadie les aconsejaba leer.

Se oye continuamente el consejo: “Tendrías que hacer más ejercicio”, pero no he oído nunca sugerir a un adulto: “Te vendría bien dedicar más tiempo a la lectura." Nuestro físico es importante, claro que sí. El cuerpo es la estructura material que nos sostiene. Pero la salud no es solo física, ¿Qué pasa con nuestra salud mental?
¿Cómo alimentamos, cuidamos, estimulamos, fortalecemos, relajamos esta herramienta, a la vez misterio y prodigio, que es la mente?

Si pienso en qué medida los libros han contribuido a mi salud mental, les doy una puntuación de diez sobre diez. En los momentos en los que no me veía, me han hecho de espejo. De repente, un detalle de la historia que me estaban contando, resonaba fuerte dentro de mí y me encendía una luz que alumbraba de manera distinta mi situación personal. También me han cuestionado y me han descubierto horizontes insospechados, ayudándome a tomar conciencia de lo estrecho que era mi marco de referencia. Así, han roto muchos corsés en los que había sido criada y que me ahogaban y me han abierto el camino hacia una libertad enriquecedora, que me hizo tomar consciencia de mi poder personal. Y ¿cómo no? Gracias a  los libros mi sensibilidad  ha vibrado de mil maneras y he acabado riendo o llorando con imágenes cuya belleza me parecía indescriptible y con sensaciones y emociones tan intensas y reales como la vida misma.

Que un ser humano pueda plasmar con palabras lo que me parece inefable me sigue pareciendo un milagro cada vez que tengo un texto en mis manos.

La creatividad humana no tiene límites y me produce un asombro y un disfrute también difíciles de expresar.
En alguna ocasión, la identificación con el personaje literario ha sido tal, que me parecía mentira que alguien que no fuera yo pudiera hacer una descripción tan certera. Esa es otra de las grandes bondades de los libros: nos igualan, nos hacen ver que vamos todos en el mismo barco, que nos mueven y nos duelen ideales y pasiones similares. Cada personaje es único, pero tiene algo en común con nosotros: su humanidad nos hermana y, si soy honesta conmigo misma, puedo encontrarme tan cerca de un personaje malvado como del ser más bondadoso de la tierra. Somos hermanos, nos une un mismo origen y destino.

Han acompañado mis soledades, dándome respuestas tranquilizadoras cuando lo he necesitado o motivadoras cuando precisaba un empujón. Y me han lanzado preguntas que han desvelado realidades o aspectos de mi ser que desconocía.
La poesía me ha elevado muchas veces, dándome un respiro de la dura realidad. Y otras me ha enfrentado a ella, poniendo mis pies en la tierra sin dejar lugar a la huida. Me ha hecho llegar a donde tenía que llegar por un camino muy corto, de manera unas veces sutil, otras, brutal. Y me ha permitido entender con el corazón, cosas que la razón no entiende.

Se acerca el Día del Libro. ¿Cuál voy a regalar? ¿Cuál voy a regalar-ME? Paséate por las librerías antes las aglomeraciones del día 23. Deja que los títulos te hablen. Échale un vistazo a la biografía del autor o autora o al resumen de su obra. Si hay algo en tu interior que aletea cuando llegas a una frase o a una palabra, no le des más vueltas, apuesta por ese texto, porque tiene algo que decirte. Y te zambullirá en un mundo distinto, que te dará una perspectiva nueva sobre el tuyo.

Marita Osés , 10 abril 2024

Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

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