27.12.22

¿Una Navidad más?

 



Empezábamos la pasada semana con la propuesta de añadir tu nombre a la lista de personas a las que vas a hacer un regalo y pensar qué podrías regalarte que no te cueste dinero, pero que te haga mucho bien, es decir, que responda a un deseo tuyo o a una necesidad.


¿Quieres más descanso? Pues el regalo puede ser soltar algún compromiso, delegar alguna responsabilidad y dedicarte ese tiempo para hacer algo que te relaje o mejor aún para no hacer nada.

¿Añoras más contacto personal? Reserva tiempo para pasar un rato con un amig@, tu pareja, tu hij@….con cualquier relación cercana de la que te gustaría disfrutar más.


¿Necesitas encontrarte contigo? Pues ve a pasear sol@ una mañana entera, o apúntate a una meditación (hay cientos de meditaciones gratuitas en Internet) y después escribe lo que te ha inspirado y date cuenta qué dice de ti lo que has escrito. O levántate por la mañana durante una semana y mirando al espejo pregúntale a tu reflejo ¿Qué puedo hacer por ti? Y luego hazlo.

Cuando pensamos en un regalo para alguien, tenemos en cuenta sus gustos, sus deseos, sus necesidades, sus rasgos personales. Y cuando aciertas, es un verdadero placer ver en su rostro alegría y gratitud.

¿Qué ocurrirá si haces esto mismo contigo?

Generarás en ti alegría y gratitud. ¿Quién te conoce mejor que tú? Eres la persona que más probabilidades tiene de acertar el regalo perfecto porque sabes cosas de ti que no sabe nadie. Finalizar el año con alegría y gratitud es una forma maravillosa de iniciar una nueva etapa.

Esta época navideña nos invita a parar  y tomar un respiro antes de estrenar el año siguiente. Tiene lugar en el solsticio de invierno, el momento en el que el sol es más débil y  el día es más corto, porque hay menos horas de luz. ¿Será por eso que encendemos tantas luces y velas? ¿Para no andar acobardados en medio de la oscuridad? Todas esas luces externas puede que despierten en nosotros sentimientos de seguridad, calor, fiesta. Pero,

¿Por qué no encender una luz dentro de ti?


✴️Una luz de confianza que disipe el desánimo.

✴️Una luz de esperanza que disperse la incertidumbre

✴️Una luz de verdad que disuelva las mentiras.

✴️Una luz de autenticidad que derribe las apariencias.


¿Cómo enciendes la luz de la confianza dentro de ti?

Confiando obstinadamente y contra todo pronóstico. Arriesgándote convencida de que, sea cual sea el resultado de tus esfuerzos, tú vas a ser diferente por el mero hecho de haberte atrevido. Para confiar, no hay que centrarse en el resultado sino en el proceso que pones en marcha cuando confías, en todas las energías que mueves cuando crees que algo es posible y que transforman tu realidad, pero  sobre todo te transforman a ti.

¿Cómo enciendes la luz de la esperanza dentro de ti?

Conectando con el niño / la niña que llevas dentro y rescatando sus sueños y tomando de ellos el impulso necesario para transitar tu realidad actual y trascenderla.

¿Cómo enciendes la luz de la verdad dentro de ti?

Siendo sincer@ contigo y aceptando con humildad y gratitud lo que eres y lo que no eres.

¿Cómo enciendes la luz de la autenticidad dentro de ti?

Haciendo oídos sordos a tu crítico interno que te acobarda, te humilla y proyecta una imagen distorsionada de ti y no te permite ser tú. Reconociendo que esa voz interna no es la tuya y buscando con fe tu propia voz. Y dándote cuenta que toda la energía que inviertes en aparentar se la robas a tu esencia, cuando es tu esencia la que te da paz, bienestar y vitalidad. 

La Navidad cristiana celebra el nacimiento de un ser que revolucionó el pensamiento de su época e inauguró una nueva manera de ser persona. Trató como iguales a mujeres, niños y enfermos, que en aquella sociedad eran considerados de tercera categoría. No juzgó a nadie, ni a sus peores enemigos. Se atrevió a cuestionar el poder político y religioso y todo ello sin un ápice de violencia. Con su vida nos enseñó que el ser humano es capaz de amar más allá de lo que le parece posible y nos aseguró que cualquiera de nosotr@s estaba capacitad@ para hacer lo mismo. No poseyó nada, pero todo su proceso personal le llevó a liberarse de su ego y ser dueño de sí mismo. Descubrió que el amor era el motor más potente y se dedicó en cuerpo y alma a experimentarlo, hasta identificarse plenamente con él. Exploró todo el potencial del ser humano y nos dijo: Hacedlo también vosotros, no os perdáis esta experiencia.

Esta Navidad tienes una vez más la oportunidad de abrir la puerta a aspectos de ti que no has dejado florecer por miedo, ignorancia , pereza o por las razones que sea.

¿Va a ser una Navidad más, igual a las anteriores?

No,  porque tú no eres la misma persona y puedes hacer que sea una experiencia distinta. Regálate la posibilidad de descubrir algo de ti que ignorabas o que no te habías atrevido a explorar y, a continuación, disfrútalo. Ábrete una puerta.

De esta manera, esta Navidad no será una más para ti. 

Marita Osés

21 diciembre 2022






14.12.22

Otro concepto del perdón

En el último post del blog nos detuvimos a analizar que atascarnos en el enfado podía ser una estrategia, consciente o no, por la que lográbamos algunos “beneficios”, pero cerrábamos la puerta al perdón.
Otro obstáculo para el perdón son las creencias que tenemos acerca de lo que significa perdonar.

La terapeuta Robin Casarjian en su libro Perdonar, una decisión valiente que nos traerá la paz interior, expone con claridad su perspectiva en este sentido, con la cual coincido, y que es la siguiente. 
Perdonar no implica aceptar/perdonar la conducta negativa, ofensiva, hiriente o delictiva. Ni siquiera excluye tomar medidas para cambiar la situación y proteger tus derechos.  Perdonas a la persona, no a la conducta. La persona es más que la conducta. Tú eres más que tu conducta y eres más que tu herida. Cuanto más te identificas con la herida más cuesta el perdón.

Perdonar no es pretender que todo está bien, si no lo sientes así. Una cosa es estar dispuesto a perdonar de corazón, y otra muy distinta negar o reprimir nuestro dolor o nuestra rabia. Con frecuencia el enfado se considera inaceptable y en nuestra infancia algunos aprendimos a sustituir un sentimiento genuino con otros sentimientos o conductas más aceptables que no nos acarreasen castigo o abandono.
Piensa en tu niñez, en algún momento en que expresaste tu rabia, frustración, enfado. ¿Fueron comprensivos los adultos que te rodeaban? ¿Te escucharon? ¿O te echaron de la sala o de la clase, te riñeron, te ridiculizaron, te ignoraron, te gritaron? ¿Qué mensajes directos o indirectos recibiste cuando sentías rabia? Tal vez te dijeran: “No contestes”, “las niñas no gritan”, “ten más respeto”, “te van a oír los vecinos”, “no seas impertinente” comentarios que invalidaban tu enfado.
Puede que aprendieses a ser un “buen chico” o una” buena niña” actuando de una manera adecuada en momentos  en que te sentías incomprendid@ y resentid@. Y ahora, como adult@, puedes seguir reprimiendo tu ira porque estar enfadad@ no es compatible con la imagen de buena persona, buen padre, buena madre, buena amiga, buen profesional….

No podemos ofrecer un perdón verdadero si negamos o ignoramos nuestra rabia.

Perdonar no es asumir una posición de superioridad o farisaica. “Le perdono porque me da pena”, “porque no da para más”, “porque no se merece ni que lo mire”. Perdonar es de igual a igual. De ser humano a ser humano.

Perdonar no significa que tengas que cambiar tu conducta a raíz de ello. Puedes perdonar a un amigo que te ignora, pero no tienes por qué empezar a llamarlo para reanudar la relación. Por el contrario, proteger tus derechos y tu integridad emocional puede implicar poner distancia entre esta persona y tú. Puedes perdonar a tu madre porque es muy crítica o muy invasiva, pero eso no te obliga a hacerle confidencias. Puedes perdonar a tu pareja que ha gastado irresponsablemente un dinero, pero eso no te obliga a dejar en sus manos vuestras finanzas. Pero ese perdón hará que tus sentimientos hacia ellos cambien.  

El perdón es una decisión, y se otorga en un instante. La confianza requiere un proceso de recuperación.

Perdonar no implica siquiera que te comuniques con la persona. Es un tema contigo mismo, es un cambio interno. Es un cambio de PERCEPCIÓN, OTRA OFORMA DE MIRAR A LAS PERSONAS Y A LAS CIRCUNSTANCIAS QUE ME HAN HECHO DAÑO.

LA RAZÓN para perdonar más obvia no es restablecer la relación con la persona, sino librarte de los efectos debilitantes que producen la rabia y el resentimiento cuando se instalan en ti de manera crónica, librarte del peso que supone el tener un tema pendiente que lastra tus avances en la vida y en tus relaciones.

Entonces, ¿qué es el perdón?  

El siguiente concepto de perdón puede motivarnos más a practicarlo. Es tanto una decisión como una actitud, un proceso y una forma de vivir. Es algo que ofrecemos a los demás, pero sobre todo un regalo para nosotros mismos.

EL PERDÓN es la decisión de ver más allá de los límites de la personalidad del otro (de los miedos, neurosis, errores) y ver la esencia pura y no condicionada por su historia personal, que tiene un potencial ilimitado y que siempre merece respeto y amor. El núcleo positivo. 

Para perdonar necesitamos reconocer que si una persona actúa como un “imbécil” o de manera desconsiderada o cruel, su conducta revela la existencia de algún tipo de miedo u opresión. Detrás de su conducta  y de sus actitudes hay un grito que está pidiendo respeto, reconocimiento y amor. Lleva bastante tiempo verlo de esta manera, porque nos han enseñado a juzgar al otro (y a nosotros) y pensar que está equivocado o que es imbécil en lugar de pensar que está angustiado y atemorizado.


El perdón es una actitud que acepta que la persona que tengo delante es más de lo que percibo a primera vista o a consecuencia de una conducta que juzgo como reprobable. Acepto que mi  percepción es una elección y que si cambio mi percepción, mis reacciones emocionales también cambian. En lugar de una amiga furiosa atacándome, veo una mujer frustrada y asustada que busca aceptación. En la mayoría de los casos, el niño/ la niña heridos son los responsables de nuestras  conductas desconsideradas, o inmaduras. Este niño o niña herido viven dentro de nosotros y se manifiesta en nuestra necesidad básica de amor, comprensión y protección que tal vez nos negaron de pequeños.

El perdón te permite ver a la niñ@ herid@, sus condicionantes del pasado y  la petición de ayuda que se halla detrás de sus conductas erróneas.

El perdón es un proceso que exige cambiar tu percepción una y otra vez. Nuestra tendencia es al juicio y a proyectar en el presente las percepciones que tuvimos en el pasado. También tendemos a quedarnos con las apariencias. Cuando decidimos obstinadamente cambiar nuestra percepción y adoptamos una mirada más profunda y más integral, reconocemos que nuestra verdad y la del otro son más grandes de lo que parecen. Si logro verme así, es imposible que no vea así también a los demás. El patrón es mío. Cada vez que lo hago debilito el monopolio de mi ego sobre mi forma de percibir la vida, y SUELTO, DEJO IR, DEJO DE RETENER EL PASADO. Produce una sensación de apertura de corazón, de ligereza, expansión, confianza, libertad.
El perdón es una forma de vivir por la que pasamos de ser víctimas impotentes de nuestras circunstancias a cocreadores poderosos y amorosos de nuestra realidad. Es el compromiso de experimentar cada momento, como si fuera nuevo porque no le incorporo los matices del pasado. Se trata de borrar las percepciones que enturbian nuestra capacidad de amar. Cuando se habla de perdón, pensamos en situaciones concretas, en incidentes. Aunque en estos casos el perdón es fundamental, si queremos realmente avanzar, ser libres, sanar nuestras heridos el perdón es una forma general de relacionarse con la vida cambiando la secuencia juicio-condena-castigo por la de observación-comprensión-aceptación. El perdón nos enseña que podemos estar en profundo desacuerdo con alguien sin tener que retirarle nuestro amor. ¿Qué sentido tiene “castigarle” retirándole nuestro amor, solo porque piensa distinto que yo? Esta actitud nos lleva más allá de nuestros miedos y nuestros mecanismos de supervivencia que condicionan nuestra percepción y nos ofrece una mirada más amplia gracias a la que podemos experimentar libertad y elegir y dejar atrás nuestras luchas internas. Nos conduce a la paz. Y nos guía hasta nuestra verdadera fortaleza.
La idea de considerar todo tipo de ofensa (falta de consideración, irritabilidad, hostilidad, las conductas intolerables u ofensivas) como una llamada de atención, de reconocimiento y respeto, una petición de ayuda y de amor, en lugar de vivirlo como una agresión personal, puede resultar una actitud  muy radical muy alejada de cómo nos han enseñado a percibir y a responder a las ofensas. Es una idea que se basa, a su vez, en el tipo de persona humana en la que creemos. Según el concepto que tengas del ser humano, este enfoque del perdón te parecerá viable o no.

Perdonar implica arriesgarse, confiar y amar. 

Las creencias que tenemos sobre nosotros mismos (sobre la naturaleza humana) inciden y en último término determinan nuestra capacidad y nuestra voluntad de arriesgarnos, confiar, amar y, por lo tanto, perdonar. El concepto de la naturaleza humana que hace posible comprender por qué el perdón es una opción sabia y eficaz incluye la dimensión espiritual de la experiencia humana. Presupone que los seres humanos poseemos un potencial que va más allá de los límites del ego.
 
Esta concepción presupone que en el centro del ser humano existe una esencia hecha de

-Conciencia (en palabras de Enrique Martínez Lozano “eso que se da cuenta”). La habilidad de ver claramente sin defensas ni distorsiones. Es la visión o percepción que podemos lograr, por ejemplo, mediante la meditación.
-Libre albedrio. La libertad de elegir cómo respondemos a las situaciones concretas de nuestro día a día. La libertad de no re-accionar (es decir, actuar en base a como nos condiciona lo exterior), sino de actuar en base a nuestro interior. Cuando lo exterior determina mis acciones me siento un ser limitado e impotente, a menudo víctima de lo que me sucede; cuando  por el contrario me identifico con mi Ser esencial o nuclear, conecto con la fuente de mi poder personal, descubro un potencial ilimitado, del que, entre otras cosas,  puede surgir el perdón del que hoy hemos hablado. Ken Wilber lo resumió así:

La persona puede ser plenamente humana, si se libera del destino de ser meramente humana.
 
Desde esa concepción, somos capaces de mirar la realidad de otra manera, tratando de ver en las personas lo que no es evidente, pero sabemos que está ahí. Si estamos convencidos de que dentro de cada ser humano hay un ser pacífico, amoroso y sabio, podremos ir más allá de los actos que no manifiesten esta naturaleza, sino que son un resultado de sus heridas. Y el perdón no implica que no seamos culpables de determinados actos, sino que estos no manifiestan la totalidad de lo que somos, sino una parte de lo que no somos.
Goethe escribió:

“Si tratas a una persona como aparenta ser, la haces peor de lo que es. Pero si la tratas como si ya fuese lo que potencialmente podría ser, la haces como debería ser" (o como realmente y en el fondo ES).

El perdón te da a ti mismo, y a los demás, la posibilidad de ver todo tu potencial, en lugar de estancarte en los actos que no reflejan lo que eres profundamente. Te invito a experimentarlo.

Marita 12 diciembre 2022


Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

 

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube