27.10.21

¿Para quién tienes tiempo?


De manera muy oportuna, un amigo me ha recordado que
dar tiempo es dar amor. La vida es  una oportunidad más o menos larga de dar y recibir amor. A menudo estamos tan ansiosos por recibirlo que nos olvidamos de nuestra capacidad de darlo.


Y en otras ocasiones, no sabemos cómo hacerlo. Amar es tan sencillo como ofrecer tu tiempo a otra persona. 
No es imprescindible –y a veces no es posible- que la acaricies, la beses, la abraces para que se sienta querida. Basta con que le des tu tiempo.

Si tomas conciencia de para quién tienes tiempo, te darás cuenta de a quién amas.

Cuando estás tan atrapado por tus propias necesidades u obligaciones que no tienes tiempo para otras personas, es muy probable que tengan la sensación de no ser amadas, aunque tu sientas y afirmes con convicción que les amas. “Obras son amores y no buenas razones”, reza el refranero popular. El amor no es solo un sentimiento de ternura, o una pulsión hacia alguien, o una emoción cuando piensas en esa persona. El amor es dinámico y lleva a la acción concreta. 
Para tener tiempo para alguien, hay que reservárselo y estar disponible. Disponibilidad significa estar ahí para que la otra persona haga lo que quiera con tu tiempo, no marcar tú lo que ha de hacer o arreglártelas para acabar haciendo lo que tú querías. Disponibilidad es también gratuidad. Te doy este tiempo porque me llena dártelo, no para pedirte algo a cambio. Disponibilidad es presencia: estar ahí por entero, de pies a cabeza, recibiendo al otro, acogiéndolo, observando, escuchando y dejando que brote lo que hay dentro de ambos, sin retener nada.  Darle la papilla a mi hijo mientras leo el periódico no es darle mi tiempo. Escuchar cómo le ha ido el día a mi pareja mientras contesto al móvil no es darle mi tiempo. 

Muchas personas que quieren aumentar su autoestima se preguntan cómo se hace eso de amarse a sí mismas. Hazte esa sencilla pregunta
¿Reservo tiempo para mí?

Revisa tu día y mira cuánto tiempo has dedicado a cubrir tus necesidades, a tu bienestar, a tu placer, a hacer cosas que te gustan y te hacen sentir bien. Amarte es tener tiempo, presencia, disponibilidad para ti. Si al cabo del día, no has tenido ni un minuto para ti, te has ignorado, has vivido de espaldas a ti, el mensaje que te has enviado es “no mereces mi tiempo”, “no lo vales”, aunque no hayas sido consciente de hacerlo. Y al cabo de muchos días de enviarte este mensaje subliminal, te sentirás una persona  muy poco valiosa. Por el contrario, reservar tiempo para ti es decirte que te quieres y ese mensaje repetido hará que te sientas valorada y cuidada y evitará que exijas a tus relaciones el reconocimiento y la valoración que tú misma no te das.

Para las personas que nunca tienen tiempo, la misma pregunta, pero cambiando solo una palabra, les ayudará a entender por qué no tienen tiempo para unas cosas y sí para a otras y, por lo tanto, a averiguar cuáles son sus valores reales (no teóricos). La pregunta es ¿Para QUÉ tienes tiempo? Aquellas actividades a las que dedicas gran parte de tu tiempo, reflejan lo que valoras. Más que las actividades, la motivación que hay detrás de ellas (salud, aspecto personal, dinero, placer, reconocimiento….). 

¿Para QUIÉN tienes tiempo?
¿Para QUÉ tienes tiempo?

Ambas preguntas son buenas brújulas para decidir por dónde quieres que vaya tu vida. Feliz trayecto.

Marita Osés, 27 octubre 2021

📧mos@mentor.es
📲+34 661 631 972

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis redes sociales, InstagramFacebook o LinkedIn
Despacho en Calle Provenza 214 8º 2ª de Barcelona Presenciales Martes, jueves y viernes

Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

20.10.21

Reconocer tus pérdidas, recuperar tu poder personal


A veces, en una sesión de coaching, mientras exploramos algún patrón de comportamiento que está distorsionando el presente de la persona, descubrimos algún elemento o aspecto de su pasado que no había
formado parte del relato que había hecho de su vida.

De repente, este elemento adquiere un significado y una relevancia especiales. En muchos casos, se trata de una pérdida. Algunas no podemos olvidarlas de tan dolorosas que son, pero otras, las enterramos sin darnos cuenta, precisamente para dejar de sentir el dolor que de otro modo nos provocarían.
No somos conscientes de hasta qué punto ciertos sucesos de nuestro pasado han marcado nuestro carácter, nuestras decisiones, nuestra actitud vital. Reconocerlo es el primer paso para comprender el impacto que están teniendo en nuestra vida y recuperar nuestro poder personal.

No tienen por qué ser pérdidas objetivamente dramáticas, sino ser percibidas como tales por la persona que las sufrió. A un niño sensible a quien su padre no solo le negó el deseo de recoger a un gatito abandonado sino que le obligó a ahogarlo, ese hecho puede cargarle de culpa de por vida, o de terror hacia la crueldad de su padre o de los hombres en general, o en positivo, hacerle apostar de manera decisiva por una actitud no violenta. Por otro lado hay sucesos que hieren nuestro núcleo más profundo: la muerte de un ser querido, el divorcio de los padres, la separación de un amigo íntimo por razones de traslado, un despido, una enfermedad grave y repentina…. Todos ellos conllevan pérdidas inesperadas e importantes que se incorporan a nuestro ADN emocional.

Estamos hechos tanto de presencias como de ausencias.

Los que están en nuestro día a día nos influyen, los que no están también, aunque ni siquiera llegáramos a conocerlos. Y si no, que se lo pregunten a quien no ha conocido a su padre o a su madre, o a quien nació después de que muriese un hermanito, o a quien oyó día tras día hablar de un abuelo eminente cuya sombra le ha perseguido toda su vida.
Esas ausencias condicionarán en gran medida las actitudes, decisiones y acciones de los que las sufran, sean conscientes o no de ellas. La experiencia de un amigo que no estuvo a tu lado cuando lo necesitaste puede convencerte de que la amistad no es un valor, ese regalo prometido que nunca llegó puede hacerte desconfiar de cualquier promesa, esa pareja que te abandonó después de soñar futuros contigo puede convertirte en un escéptico frente al amor, ese ser querido fallecido en accidente te enseña cruelmente, y de un día para otro, que la vida es efímera y que somos impotentes frente a muchos sucesos que no controlamos. Ante eso, tu reacción puede ser convertirte al hedonismo, o  a ser un planificador compulsivo en un intento de controlar cualquier imprevisto que amenace con hacerte perder la seguridad o la estabilidad, como ocurrió en otro momento de tu vida.

¿Qué utilidad tiene conocer el impacto que han tenido las pérdidas en nuestras vidas?


Darnos cuenta de que muchas veces no estamos actuando en base a la situación presente sino reaccionando a un hecho pasado. Siendo  conscientes del rol que han tenido las pérdidas en nuestro recorrido vital, podremos desactivar el sistema defensivo que se desencadena en nosotros cuando conectamos con un dolor que nos remite al que nos produjo esa pérdida.

Si estamos a la defensiva, no decidimos, decide nuestro sistema defensivo por nosotros. Y nos lleva a situaciones que no deseamos. Si tomamos conciencia de lo que interfiere, podemos decidir qué hacemos con ello y recuperar así nuestro poder personal.

Marita Osés, 20 octubre 2021

Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.


📧mos@mentor.es
📲+34 661 631 972


Puedes seguirme y contactar conmigo en mis redes sociales, Instagram, Facebook o LinkedIn

Despacho en Calle Provenza 214 8º 2ª de Barcelona Presenciales Martes, jueves y viernes



13.10.21

Reivindicar tu esencia después de haberla ignorado durante tiempo

El día en que te das cuenta de que junto a una  persona has dejado de ser como eras  para no incomodarla, molestarla o provocar una situación que pudiese afectar a vuestra relación, es muy posible que la reacción sea enfadarte con ella y, tal vez, alejarse para poder ser tú. 


Te parece que ha sido “por su culpa” que has renunciado a tu esencia. Sin embargo, seas consciente o no de ello, fuiste tú quien decidió ir haciendo concesiones hasta que olvidaste quién eras,  porque valoraste más mantener la relación que ser fiel a ti. Casi todos lo hicimos de niños, para que mamá o papá no se enfadaran, así que todos llevamos dentro ese patrón de conducta y lo repetimos sin darnos cuenta… hasta que la vida nos avisa de que estamos renunciando a nosotros mismos sin que sea necesario. 


El primer síntoma es el deterioro de la relación y por eso pensamos que tiene que ver con ella. En un análisis más profundo de lo que está ocurriendo la persona puede sentir que está harta de sentirse a disgusto, tensa, insatisfecha, incluso herida, sin que la otra persona esté causándole dolor intencionadamente. Si mira adentro, le duele el alma, porque hace tiempo que no la escucha, aunque en infinidad de ocasiones, la sensación que tiene es que es la otra persona quien no le escucha.


¿Cómo hacer para reivindicar nuestra esencia cuando nos damos cuenta que la hemos descuidado, enterrado, olvidado?




Lo primero, contrarrestar la inercia de vivir ignorándote. Empezar a escuchar tus deseos y necesidades y atenderlos. Validarlos significa que te crees con derecho a ser como eres.




Esto puede ser difícil si llevabas mucho tiempo priorizando a la otra persona por delante de ti y puede provocar una sensación de egoísmo que te hará pensar que no vas bien. Por  el contrario, esa sensación es precisamente la señal de que vas por buen camino, porque empiezas a pensar en ti por primera vez.  Ser considerado, atento y cariñoso contigo no es egoísmo, es amor a uno mismo. 


Lo que ocurra con la relación cuando tú entres en este proceso de recordar quién eres y te des el derecho a manifestarte como tal dependerá de lo que decidáis ambos. Lo primero es explicar a la otra persona lo que te está ocurriendo y darle elementos para que te comprenda. Si es incompatible tu evolución personal con la relación, probablemente decidas alejarte. Una ruptura consciente no tiene por qué ser un fracaso si os agradecéis mutuamente lo que os habéis dado el uno al otro y transformáis el dolor en aprendizajes que os serán útiles más adelante.   Si la otra persona respeta tu proceso y las consecuencias que tendrá en vuestra relación, tenéis por delante un camino de crecimiento enorme. Es importante no invalidar el pasado  por haber llegado a este punto de no retorno.

Seguramente tuvo sentido mientras estuvo planteado de esa manera, y fue ese planteamiento el que te permitió darte cuenta de lo que te sucedía. Ambos necesitareis introducir algunos cambios si deseáis mantener viva la relación, y eso puede no ser fácil, pero si os dais la oportunidad de hacerlo, os daréis cuenta de que el horizonte de la misma era mucho más amplio de lo que jamás habíais pensado.


Marita Oses, 13 Octubre 2021

Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.
📧mos@mentor.es
📲+34 661 631 972


Puedes seguirme y contactar conmigo en mis redes sociales, Instagram, Facebook o LinkedIn

Despacho en Calle Provenza 214 8º 2ª de Barcelona
Presenciales Martes, jueves y viernes



6.10.21

¿Estás renunciando a ser tú, para mantener viva una relación?




Nadie se hace solo, por mucho que digamos “esta persona se ha hecho a sí misma”.
El ser  humano se construye en su relación con los demás y consigo.


El Otro puede ser un espejo donde mirarte, que te devuelve una imagen distinta de la que te habías hecho de ti. Puede ser un frontón donde pelotear creencias, ideas, opiniones, sentimientos. Puede ser una lima con la que rebajar tus aristas. En contacto con el otro puedes florecer o marchitarte, expandirte o encogerte, potenciarte o anularte.

Hoy me quiero detener en las personas que se adaptan tanto a las necesidades, gustos y deseos ajenos  que renuncian a los suyos propios por temor a la reacción que podría tener la otra persona. Esa renuncia alimenta una frustración de la que no siempre son conscientes y que aparecerá el día menos pensado. Por miedo a perder a una persona, podemos acabar perdiéndonos a nosotros mismos. No me refiero aquí únicamente a relaciones de pareja, sino también relaciones de amistad, entre hermanos, compañeros  de trabajo o incluso simplemente conocidos.

La primera relación que quisimos mantener a toda costa fue la que nos vinculaba a nuestros padres –o a los adultos a cuyo cargo estuvimos-, pues de ellos dependía nuestra supervivencia. Allí empezamos a hacer concesiones a nuestra esencia para complacerlos. Actuamos para obtener el reconocimiento, el amor, la atención, la aceptación, la conexión con nuestros mayores. Es posible que no fueras tan rígido o tan responsable, tan graciosa o tan sumisa como has acabado siendo, pero como eso te granjeaba el aplauso de mamá o papá, eso fue lo que te esforzaste en ser. Con el tiempo, lo que era un personaje que interpretabas se hizo tan tuyo que olvidaste quien eras de verdad. Todo menos decepcionar a aquel de cuya aprobación dependía tu autoestima.

No nos damos cuenta que ese miedo al rechazo revela una parte de nosotros que no estamos aceptando.



Este patrón de comportamiento quedó grabado dentro de nosotros, como si tuviésemos un mandato impreso en nuestra mente:

“Tengo que gustar.”


A partir de ahí, cualquier cita se convierte en un reto, un intento de ajustarse para complacer al que tienes delante.  Si eres muy comunicativo calculas tus palabras; si eres alegre y quien tienes delante parece muy serio, mides tu risa no sea que le parezcas demasiado emocional; si eres sensible y algún comentario te ofende, te haces el fuerte, no vaya a ser que tu interlocutor, tan maduro, te descarte por infantil; en lugar de vestirte con comodidad y para sentirte a gusto, te vistes para dar la imagen  que al otro le va a encajar…  Cualquier cosa menos decepcionar. Si decepcionas, corres el riesgo  de que te rechacen. Y parece que el rechazo sea lo peor que nos puede pasar.

Por fortuna la esencia insiste en manifestarse. Después de haberte sometido -a veces durante largos años y a veces inconscientemente- a lo que tu hermano, amigo  o tu pareja deseaba de ti, puede llegar un día (y ojalá así sea) en que te sientas incómodo en la relación porque percibes otra parte de ti que has ido asfixiando. Empiezas a recordar quién eres y decides no renunciar más a tu ser verdadero. Permites que tu esencia se exprese libremente por primera vez en esa relación, sin miedo a pagar el precio de perderla. La relación se tambalea, hay desconcierto, sorpresa, enfado,  confusión… toda una mezcla de sentimientos. Ambos necesitáis tiempo para  digerir lo que ha pasado y reubicaros. Es cierto que puede llegar a romperse si la esencia del uno y del otro no encuentran en ella el espacio que necesitan. Pero no tiene por qué ser así. Este será el tema del  para del próximo post.

Marita Osés, 6 octubre 2021

Si tienes algo que compartir sobre esta reflexión, me encantaría leerlo a continuación, en los comentarios.

Y sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentres, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

📧 mos@mentor.es
📲 +34 661 631 972
Sígueme en IG @osesmarita