28.11.23

¿Aconsejas o proyectas tus miedos?

Todos sabemos lo valioso que es poder contar con alguien de confianza a la hora de tomar decisiones, querer despejar nuestras dudas y comentar nuestras experiencias. 


En muchos momentos, la opinión o la perspectiva que nos da una persona que nos quiere es de gran ayuda, pues por no estar en mi situación, puede ser más objetiva y tomar distancia. Y por el hecho de quererme puedo estar segura de que velará por mis intereses. No quiero cuestionar en este post el valor de un buen consejo. Pero sí detenerme en una situación que se repite con frecuencia, sin que nos demos cuenta. Y es la siguiente:

Cuando alguien nos expone una situación personal en la que percibimos un riesgo, podemos perder la objetividad y aconsejarle condicionados por nuestras propias experiencias…o por la falta de experiencia en ese tema, lo cual incrementa todavía más nuestros temores. 

Uno de estos casos se da a menudo en los grupos de amigas. Una de ellas cuenta lo que está viviendo y recibe tantos comentarios basados en el miedo que, en lugar de hacer acopio de coraje y de confianza, que es lo que necesita,  acaba encogida y confusa. Hay muy buena voluntad en todas las aportaciones, pero están cargadas de las historias de cada una y de las defensas que pueden haber levantado a consecuencia de sus vivencias negativas.

Lo ideal sería que la que recibe los consejos fuera capaz de discernir “desde dónde” se los están dando.

¿Responden verdaderamente a su situación concreta, o están manifestando los temores de las personas que se los ofrecen? En este último caso, no aplican a su caso concreto, que está determinado por otros factores. Por eso, es muy útil tener en cuenta los condicionamientos de cada persona para “purificar” sus opiniones y ver si siguen siéndome válidas, cuando limpio sus elementos personales. Y por otra parte, una vez escuchadas las voces ajenas, escuchar dentro de una misma y buscar mi verdad. 

La verdad de cada un@ está en nuestro interior, y si queremos dar con ella necesitamos tomarnos tiempo para adentrarnos y escucharla y confiar en que nos está indicando el camino correcto. ¿Por qué habríamos de fiarnos? Porque no hay nadie, ni tu más íntima y fiel amiga, ni tu propia madre, que te conozca como tú.

Dar más crédito a lo que dicen los demás que a lo que yo siento profundamente es una falta de respeto por mí misma y nos lleva a transitar caminos no deseados y a abandonar otros que nos estaban esperando.


Otro caso frecuente de creer que estamos aconsejando cuando en realidad estamos proyectando nuestros miedos se da entre padres e hijos. El hij@ plantea un proyecto vital o comparte una decisión y los progenitores reaccionan desde su instinto de protección unas veces, o desde su convicción de que ellos saben más lo que le conviene a su hij@, porque tienen más años. Y los comentarios surgen de esa reacción defensiva o protectora y no de una consideración serena y abierta de lo que el hijo está planteando. En esos momentos, de nuevo es útil pararse un momento a pensar qué parte de nuestra biografía nos está impidiendo ser objetivos, qué parte de nuestro ser está frenando al ser de nuestr@ hij@ porque tuvimos una experiencia negativa o porque otros la tuvieron y tememos que le suceda lo mismo. Es imprescindible no precipitarse, parar y poner contención a ese miedo para ser capaces de escuchar con objetividad y , a continuación, conectar con la confianza en los recursos personales de su hij@ y en lo que hasta ese momento le hemos aportado para que se maneje en la vida. Interferir en sus decisiones desde el miedo es una forma lamentable de minar su confianza. Estos momentos son oportunidades óptimas para revisar nuestros bloqueos y nuestras creencias limitantes.

🤔¿Cómo he llegado a estas conclusiones que ahora me están enfrentando a mi hij@?

🔎¿Puedo revisarlas a la luz de su forma distinta de ver las cosas?

👁¿Soy capaz de seguir convencida de mis creencias o planteamientos, pero respetar que mi hijo es un ser diferente a mí y por lo tanto alcanzará el éxito o la plenitud por vías distintas a las que yo he elegido? 

En estas situaciones y otras similares, es bueno plantearse qué es lo que realmente necesita la persona a la que pretendo aconsejar.

Y normalmente, lo que toda persona necesita es confianza. No solo en que es capaz de hacer lo que se propone, sino también en que si no lo logra, vamos a seguir estando a su lado y vamos a comprender que probablemente tenía que pasar por ese error o ese fracaso para aprender lo que fuera que tuviese que aprender. Puedo decirle lo que pienso al respecto sin estar de acuerdo con él o ella, y a la vez manifestarle que estoy a su lado pase lo que pase, y que no voy a “castigarle” con un “te lo advertí”, por no seguir mi consejo. 

Por último, por evidente que parezca, vale la pena recordar que un consejo no es un mandato. Tengo todo el derecho a  no seguir un consejo que me dan. Y no significa que no agradezca el esfuerzo que ha hecho otra persona por aportar lo que podía, ni que no le respete o valore. Significa simplemente que no se ajusta a lo que yo necesito en ese momento para tomar mi decisión o actuar de una determinada manera. Si lo que necesito es un empujón y los comentarios que recibo me retienen, es evidente que no lo tomaré.

Cuando nos ofendemos porque no nos han hecho caso, es que nos hemos identificado tanto con nuestra opinión que al rechazarla nos sentimos rechazados nosotros. Pero esto ya es tema para otro post. De momento, aprovechemos la ocasión de dar o recibir consejos para revisar nuestros miedos….y hagamos lo posible por disiparlos.


Marita Osés

24 noviembre 2023


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9.11.23

Puntos diminutos, poder infinito

 




Hoy he leído una frase que ha quedado parpadeando dentro de mí:
Aprende a recibir con gracia todo lo que se te dé y a utilizarlo con sabiduría para la expansión y mejora de todo el conjunto.


 


Me ha resonado esta intencionalidad que en muy pocas palabras aborda lo que podría ser perfectamente el para qué de nuestra existencia. Vendría a ser lo que los japoneses denominan ikigai,  el  propósito o lo que da sentido a la vida. Hay muchas personas en búsqueda de este ikigai, y esta frase ofrece una pista valiosa: Haga lo que haga con aquello que se me ha dado, que sea para la expansión y mejora de todo el conjunto, no solo para mi beneficio individual. Nos demos cuenta o no, nos guste o no, estamos interconectados. Si  lo tuviésemos en cuenta antes de emprender cualquier acción, otro gallo nos cantara.

 Para poder plantearme qué uso doy a mis talentos,  necesito primero  tomar conciencia de cuáles son, qué herramientas y recursos he recibido para desenvolverme en este plano terrenal. Es decir, conocerme. Y en segundo lugar, es preciso que me sienta parte de este conjunto y amarlo, de lo contrario me dará igual su expansión y mejora. Cuando  amo, deseo de manera natural el  bien de lo que amo. Por eso, es imprescindible creer que estamos interconectados y que cualquier cosa que hagamos tiene un impacto a nuestro alrededor, tanto en el entorno más próximo como en el más lejano. Si el agua caliente disponible en una casa es limitada y yo me estoy mucho rato en la ducha, alguien tendrá que ducharse con agua fría, aunque no fuera esa mi intención. Si nos hemos distribuido las tareas para hacer un pastel y a mí me tocaba mezclar los ingredientes y meterlo en el horno, y no lo hago, aquellos que fueron a comprar los ingredientes también se quedarán sin pastel.
 
  Lo mismo ocurre con nuestros pensamientos. Igual que inciden en mí y me generan unos sentimientos determinados, también tienen consecuencias en los demás. Y si no, piensa en cómo te afecta que alguien te dirija una mirada iracunda o de desprecio o bien, cómo te sientes cuando alguien te mira con cariño y admiración. Esa energía que se crea entre vosotros, aunque no medien palabras, te llega y tiene repercusión en ti. Si me olvido de la conexión que tengo con el resto del mundo, seguramente tomaré decisiones equivocadas, no solo para el planeta sino también para mí, que formo parte de él. 

¿Qué pasaría si por las mañanas, cada uno de nosotros tomara conciencia de que es un punto diminuto en el universo, pero que está estrechamente entrelazado con otros muchos  puntos y que cualquier movimiento que haga uno de ellos repercute en todos los demás? Con toda seguridad decidiríamos nuestros actos en base a criterios más solidarios y nuestra vida discurriría por cauces  más armoniosos con el  conjunto. 

Todos hemos de  experimentar alguna vez la grandeza y la pequeñez del punto diminuto que somos. Nos damos cuenta de nuestra insignificancia cuando nos proponemos un objetivo o simplemente sentimos un deseo y no logramos que se cumpla, a pesar de haber hecho todo lo que estaba en nuestra mano. Y entonces tomamos conciencia de la cantidad de factores que no dependen de nosotros  y nos sentimos en manos de fuerzas mayores que nosotros mismos: la pareja que cumple con todos los requisitos físicos para quedarse embarazados y no hay manera, el que hace todo lo posible para superar una enfermedad y no lo consigue, el que ahorra toda la vida para hacer un plan determinado a partir de una cierta edad y un problema de salud o un imprevisto económico se lo impide. Todos conocemos ejemplos de deseos truncados a pesar de habernos esforzado en satisfacerlos. En estos momentos, nos damos cuenta de lo poquita cosa que somos, a partir de esa sensación de impotencia. Por el contrario, cuando logramos satisfacer un deseo o cumplir un objetivo, sobre todo si nos ha costado mucho, nos sentimos grandes, poderosos. Y, con frecuencia, el orgullo por nuestros logros nos hace olvidar que ha habido factores que han jugado a nuestro favor y que han facilitado que llegáramos a la meta propuesta.  Es decir, que ha habido un entramado de personas y circunstancias que han favorecido la situación deseada. Cuando sí somos conscientes de todo ello, además de orgullosos, nos sentimos agradecidos. 

La gratitud es uno de los sentimientos que más positivamente nos vinculan a los demás y a lo que nos rodea. Dejar que la gratitud rija nuestra vida es una manera de tomar conciencia de que no somos seres aislados, sino parte de un todo en el que influimos y que nos influye. Nos ayuda a sentir que formamos parte de un conjunto mucho mayor del que tomamos nuestra fuerza y que se alía indefectiblemente  a nuestro favor. Y aquí volvemos al inicio de esta reflexión. ¿Qué significa a nuestro favor? A favor de nuestro crecimiento, de nuestro aprendizaje, de nuestra sabiduría, o lo que es lo mismo, de nuestra expansión y mejora. Y al decir “nuestra” manifestamos que beneficia no solo a mí sino a todo el conjunto.

Si creo en la bondad del universo (llámale, Dios, o  energía vital, o lo que sea que creas que lo sostiene y lo mantiene en movimiento), es decir, estoy convencida de que se confabula a mi favor, lo más probable es que encuentre una manera más fácil de alinearme con él. Si no, me pelearé continuamente para salirme con la mía.  Me temo que “salirme la mía” responde más a lo que mi ego desea que a lo que  mi ser esencial, unido a la Totalidad, anhela. El ego es una estructura defensiva que por sentirse separado de los demás, y amenazado por todo, vive en la desconfianza y en el espíritu competitivo: yo contra el resto. Por el contrario, nuestro ser profundo se siente parte de un Todo , de una orquesta en la que todos  los instrumentos son importantes y se influyen mutuamente y ninguno en solitario es capaz de lograr la sinfonía que entre todos generan. Y tienen un único objetivo: la música que crean entre todos.

Del mismo modo que las guerras estallan en un punto geográfico determinado, y además de afectar directamente a ese punto tienen consecuencias más allá de sus fronteras, nuestras guerras internas afectan a nuestro alrededor y nuestro trabajo interior por pacificarnos redunda en beneficio de las personas que nos rodean. Somos muchos los que nos sentimos impotentes ante los conflictos armados que tiñen de rojo nuestro planeta por imposibilidad de incidir directamente en la paz que deseamos.  Tomar conciencia de lo que soy y tengo y ponerlo al servicio  del conjunto en el entorno más inmediato, puede tener un efecto dominó que nuestro mundo está pidiendo a gritos.



SOMOS PUNTOS DIMINUTOS, PERO TENEMOS UN PODER INFINITO POR EL HECHO DE ESTAR ENTRELAZADOS.



Marita Osés
30 octubre 2023
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