26.10.22

¿Para qué quiero destacar?


En las
🔗sesiones de Coaching constato una y otra vez, cuánto sufrimiento provoca el sentir que no eres suficiente y el deseo de destacar, unas veces explícito, otras veces oculto o inconfesado que pretende compensar esta sensación de no ser suficiente. Al mismo tiempo, la necesidad de destacar somete a las personas a una presión constante, una autopresión que es el origen de muchos cuadros de ansiedad.
Este "tengo que ser más", "tengo que hacer más", (no me basta con ser plenamente, quién soy yo) es el origen de muchísimos trastornos.
Y la cosa tiene mal apaño, porque si no lo logro "ser más que" me frustro. Pero si lo logro, sigo teniendo que luchar por ser el mejor porque, como estamos en permanente evolución, nunca se es el mejor de manera definitiva, siempre puede surgir a alguien que me haga sombra.
Hay dos casos recientes que me han llevado a elegir este tema para tratarlo ahora, en septiembre, con la esperanza de que iniciemos el curso liberándonos de esta voz absurda e insidiosa que nos incita a ser mejores que otros.
Se trata de no caer en la trampa de medirnos en relación a otros que no tienen nada que ver con nosotros, por genética, por educación, por historia personal y por un montón de circunstancias diferentes a las nuestras.
Se trata de medirnos cada uno en relación a sí mism@.
Imaginemos, por ejemplo, una joven que cada vez que va a una fiesta se viste siempre para ser la más guapa y que sabe que a la vuelta su madre le va a preguntar: ¿Has triunfado? y si siente que había alguien que había atraído más más miradas o más comentarios positivos o admirativos que ella, se siente frustrada. En realidad la educan para gustar. ¡Gustar la que más!
Fijaros lo tremendo que es esto, porque es muy subjetivo. Que seas la que más le guste ¿a quién? ¿a cuántos de la fiesta? Las cuestiones estéticas son súper personales. Este es un caso real y que condiciona mucho a esta joven.
Otro caso: un joven con un padre muy exitoso en todos los campos que le ha exigido siempre, desde muy pequeño, ser "lo más". En lo académico, en los deportes, en todos los campos y, además, le convence de que él, el padre, ha conseguido ser feliz porque ha conseguido ser el mejor. ¡Imaginad que presión para el niño! El niño se lo cree y sigue atado a esa creencia ¡a sus 28 años! También, por supuesto, sufre de ansiedad.
Estos son solamente dos ejemplos, en los que la necesidad de destacar ha sido inculcada por los adultos.
En mi caso, para nada fue inculcada por los adultos. Cuando era pequeña, me imaginaba, por ejemplo, salvando a un niño de ser atropellado, o a un animal de ser maltratado, o realizando algo extraordinario, con lo que fantaseaba y me ganaba la admiración de mis compañeros y de los adultos. Y me pregunto: esas ensoñaciones ¿no reflejaban en realidad una necesidad oculta de destacar? Oculta, en el sentido de que esto no se lo contaba yo a nadie. ¿O eran la señal de que había en mí un potencial sin explotar, pulsando por salir a la superficie? ¿Sería porque mi realidad era tan anodina, tan aburrida que necesitaba imaginar otras más emocionantes?
No lo sé. Pero lo que sí sé es que, con el tiempo, dejé de hacerlo. Y ahora, si en alguna ocasión mi mente juega a eso, lo tomo como un aviso de que estoy desatendiéndome de alguna manera, o dejando de valorar algún aspecto, y que necesito prestarme atención. En realidad, me di cuenta de que cuando necesitaba destacar desesperadamente era porque no era capaz de ver mi propio valor y, seguramente, creía que los demás tampoco lo veían.

Es decir: necesitaba que otros vieran lo que yo misma no veía. Era como si a mi realidad le faltase algo y yo lo compensaba con las ficciones que imaginaba.
Cuando vivimos queriendo destacar sobre otros establecemos, de entrada, una rivalidad ficticia, una comparación que no tiene demasiado sentido, porque por ser únicos somos precisamente incomparables. Y por suerte, nos hizo un gran favor 🔗Daniel Goleman, en este sentido, porque nos descubrió que había muchos tipos de inteligencia y que decir de alguien que es el más inteligente, no significaba nada en la práctica. Porque alguien puede tener una inteligencia numérica espectacular y una verbal fatal, o musical, o emocional o cinética, o lo que sea. Hay montones de inteligencias.
A pesar de Goleman, me doy cuenta que seguimos rigiéndonos por un principio de competitividad y no de colaboración:
🥇El principio de competitividad excluye: solo hay uno, que es el mejor:"o yo o tú" y hay alguien que siempre se queda fuera, o sea, muchos se quedan fuera.
💞En cambio, el principio de colaboración es inclusivo: hay sitio para todos todos tenemos lugar y podemos compartir el mismo espacio, en el que desplegamos cada uno, su ser, con sus habilidades o talentos y, los dos, podemos ser mejores, sin ser el mejor o la mejor.
Por eso, creo que es decisivo elegir cuál va a ser el principio que va a regir tu vida:
  • Vas a querer ser tú mismo y enfocarte ahí
  • Vas a querer ser más que otro, que otra y enfocarte ahí.
Porque sin darnos cuenta, cuando nos comparamos, en realidad estamos uniformándonos artificialmente. No respetamos la diversidad. En cambio, cuando respetamos la diversidad, valoramos lo bueno de cada persona sin necesidad de colocarla,ni más arriba ni más abajo que yo misma, pues es sencillamente diferente.
Así que la reflexión que podríamos hacer sería:
¿Para qué quiero destacar ?
¿creo que es necesario para que me amen?,
¿para que me acepten?, ¿para que me incluyan?
¿Quiero destacar para ocultar aspectos míos que no me gustan, partes de mi persona que no acepto?
¿Quiero deslumbrar para impedir que los demás vean algo de mí, que yo no deseo que vean?
Y aqui volvemos a esa palabra mágica que es la aceptación. El camino de la aceptación total y completa de quién soy y cómo soy es el único que me garantiza la paz. Por el contrario, la comparación continua es lo que incuba en mí una ansiedad permanente, por no ser "tanto como" o "más que" mi vecino. Puesto que estamos viviendo una epidemia de ansiedad, me parece importante que nos detengamos en este tema nos hagamos dos preguntas: 1) cómo quiero yo sentirme realmente y 2) estoy comportándome de forma coherente con ese objetivo: qué quiero ser, cómo quiero ser o cómo quiero sentirme.
Coincido con Mario Alonso Puig cuando afirma que destacar no puede ser un objetivo, sino la consecuencia natural de vivir de acuerdo a quién soy. Él concluye: quien no busca destacar, al final destaca.
Alguien a quien lo que le importa es iluminar, al final, brilla. Así que tenemos que decidir. Decides tú: ¿ quieres deslumbrar o quieres alumbrar? ¿Quieres ser tu plenamente, ser tú en plenitud, o quieres "ser más que"alguien?
Si quieres ser más que alguien te encadenas a esta persona para siempre y pagas el precio de tu libertad, dejas de ser libre.
Es una decisión relativamente fácil de tomar y difícil de ser coherentes con ella, pero vivimos en una época en la que no podemos quedarnos a medias tintas, sobre todo porque los primeros beneficiados, de esta decisión y de ser coherentes con ella, vamos a ser nosotros.
Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.

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