14.10.19

No hacer lo que no quieres



Le comento a una persona la frase de un libro[i] que se me quedó grabada nada más leerla y me sigue resonando como para que no la olvide. “Lo único que hace falta es no hacer lo que no queremos”. Por la respuesta de mi interlocutor “Ojo, no se la digas en serio a un adolescente”, me doy cuenta de que el enunciado puede llevar a confusión.

Aclaración: No hacer lo que no quieres no es igual a no hacer lo que no te apetece. Y no es una cuestión semántica. Quieres ir al gimnasio tantos días a la semana, pero no te apetece. Quieres perder peso o mejorar tu salud, pero no te apetece cambiar tu dieta. Quieres aprobar el examen, pero no te apetece estudiar. Estos casos son ejemplos de no hacer lo que sí quieres. Me refiero a un escenario muy distinto.

De lo que estamos hablando aquí es de un aspecto concreto de la asertividad que consiste en aprender a decir no. A veces, tendrás que dirigirte a una persona externa para negarte a hacer lo que no quieres hacer. Pero a menudo tendrás que decir no a una parte de ti. Es una especie de voz mental que te quiere convencer de que tienes que complacer a todo el mundo si quieres ser feliz y te cuenta historias de miedo, amenazas veladas con las que consigue manipularte. A modo de ejemplos:

Resulta que tú no quieres enfadarte con tu hijo/pareja/ amiga, pero esta voz te dice: si no te enfadas, no te hará caso. Y tú ya no intentas otras alternativas que están dentro de ti, ignorando tu potencial para gestionar las relaciones de otra manera.

Resulta que no quieres tener sexo con esta persona, pero esta voz te dice: si no lo haces lo perderás. Y a quien te pierdes es a ti misma.

Resulta que no quieres estudiar esta carrera, pero esta voz te dice: si no estudias esto fracasarás, o bien, decepcionarás a tus padres y dejarán de apoyarte.

Esa voz que resuena en tu mente te está diciendo lo que la sociedad, tus padres, tus amigos, tu ego quieren de ti o para ti, y suele ser tan potente que puedes llegar a pensar que eso es lo que tú deseas realmente. Sin embargo, ¿qué sentido tiene ahogar tu esencia para contentar a los demás? ¿Quién ha dicho que hemos venido a este mundo para complacer a aquellos que nos rodean? Para discernir si realmente quieres hacer aquello, sería bueno preguntarte ¿A quién estoy siendo fiel? ¿A mí o a ellos?

La respuesta no es sencilla porque estamos formados por un montón de yoes, algunos en lucha con otros. Pero hay una señal inequívoca: una sensación de paz con uno mismo. Te sientes satisfecho por haber actuado de esa manera, aunque tengas que pagar un alto precio. Experimentas una conformidad interna tan fuerte, que aunque duela no contar con la aprobación de algunas personas, no la necesitarás para saber que estás en el camino correcto. Las personas puede que se sientan defraudadas, pero tú sabes que son ellas las que se han provocado la decepción porque generaron unas expectativas sobre tu persona que tienen que ver más con ellas y sus creencias que contigo. Y lo más importante: tú no te has defraudado. Respetar tus deseos y necesidades es la primera forma de serte fiel. Y genera dentro de ti serenidad, alegría, gratitud, expansión. Por el contrario, cuando te obligas o te obligan a hacer lo que no deseas, te contraes por dentro, y generas tensión, contrariedad, enfado, desequilibrio, resentimiento.

Cuando llevas demasiado tiempo haciendo lo que no quieres, puede ocurrir que te sientas muy afectado cuando alguien te falta al respeto o que interpretes como falta de respeto acciones o reacciones que no lo son. ¿Por qué? Porque todas las veces que hiciste lo que no querías, no te tuviste en cuenta. Es decir, a base de actuar ignorando lo que verdaderamente deseas, acabas perdiéndote el respeto inconscientemente y siendo especialmente sensible en ese campo.

Por eso es tan importante tomarnos el tiempo para saber, de verdad, lo que queremos. O, lo que no queremos. Para ello no hace falta pensar. Basta con escuchar al corazón sin juzgar lo que te dice.


[i] Magokoro , Flavia Company, Catedral 2019

Marita Osés

Septiembre 2019