16.5.19

TODO ES PERCEPCIÓN



Lorenzo sigue enrocado en conseguir lo bueno que él quiere –volver con la que pensó que sería su compañera de por vida-, en lugar de abrirse a lo mejor que la vida le ofrece –tomarse un tiempo para sí mismo-. Evidentemente, porque no lo percibe como mejor. Su mente le dice que si logra explicar a su mujer todo lo que ha entendido de los conflictos que han surgido durante los muchos años junto a ella, la convencerá de reanudar la relación interrumpida. Además, se liberará de la culpa que ella le hace sentir cada vez que se enfrentan por tonterías que acaban siendo motivos para plantearse la separación.

Cuando la convivencia se hizo insoportable hace unos meses, ella propuso una separación temporal que les evitase roces y explosiones de rabia a ellos y a los niños. El aceptó a regañadientes, pues no estaba en absoluto convencido de que aquello pudiese ayudarles. No era consciente de hasta qué punto su agresividad verbal y sus faltas de respeto afectaban a su pareja que se sentía cada vez más distante y tenía la sensación de no reconocer a aquel de quien en su día se enamoró. Durante esta interrupción de la convivencia, él está trabajando sus emociones y revisando su historia, lo que le ha llevado a descubrir los “fallos” que cada uno había cometido y a comprender cómo la biografía de cada uno había condicionado su relación. Digamos que ha empezado a comprender por qué ha pasado lo que ha llevado a su mujer a plantearse la ruptura definitiva. Por qué han llegado a aquel infierno, cuando ambos habían soñado con un paraíso. Al tomar conciencia de todo ello, le asalta una urgencia grande por compartir con ella su claridad y empezar a subsanar aquellos errores, y se encuentra con un muro. Eugenia está herida, asustada y a la defensiva y sobre todo, muy cansada de sufrir. No tiene ningunas ganas de revisar el pasado con él, puesto que ya lo ha hecho sola y ha llegado a sus propias conclusiones. Tiene una necesidad perentoria de vivir un presente distinto, un día a día sin su presencia, que ha llegado a sentir como una amenaza y un impedimento para ser ella misma. El ser humano está hecho de emociones, y el planteamiento de su marido le parece muy mental, como si se tratase de arreglar una avería mecánica. Lorenzo tiene que comprender que no se trata solo de subsanar errores de conducta, se trata de sanar heridas profundas por encima de todo. Son heridas personales e intransferibles y cada uno debe ocuparse de las suyas. De lo contrario, solo estarán parcheando la relación.

Hay un error muy común después de una época de sufrimiento seguido de reflexión: creemos que lo que finalmente comprendemos de lo que nos ha pasado en una relación es lo que realmente ha sucedido. En el caso de Lorenzo, esta convicción le hace pensar que cuando exponga a su mujer todo lo que ha comprendido, ella lo verá tan claro como él y todo empezará a encajar. Conviene recordarle que se trata meramente de su PERCEPCIÓN de la relación y de cómo y por qué evolucionó así. Y que nuestras percepciones están determinadas por nuestra historia personal y por nuestra forma de ser. Su pareja tendrá otra versión de lo mismo, porque habrá tenido otra percepción de la realidad, igualmente válida.

La clave para que la pareja salga del bloqueo es no pretender que el otro compre mi versión de los hechos, sino que simplemente le dé crédito con el fin de comprenderme. Se trata de exponer -no imponer- al otro mi percepción con el único y exclusivo fin de darle elementos para que me comprenda. Comprenda mis sentimientos, mis reacciones, mis heridas, conecte con ellas y decida qué hacer a partir de esa conexión. Si no hay conexión, no hay solución. El cambio de conducta surge de esa conexión con el dolor del otro, no de una comprensión mental de lo que ha sucedido.

Así pues, no se trata de tener razón, sino de tener empatía para escuchar las razones de la otra persona y validarlas a fin de ver si con esa nueva comprensión es capaz de volver a apostar por la relación. Habrá que establecer nuevas bases que tengan en cuenta los elementos que han abierto las heridas más graves para intentar eliminarlos o, si eso no es posible, para gestionarlos con el máximo cuidado. Con frecuencia, el conflicto de pareja no abre heridas nuevas, sino que hurga inconscientemente en heridas anteriores al inicio de la relación.

Amar a una persona es validar su percepción por mucho que diste de la mía, no porque comulgue con ella, sino porque al aceptar que es real para ella me sirve para comprenderla y acercarme a su corazón.

Marita Osés

8 mayo 2019