20.7.22

Eres mejor de lo que crees





¿Te has parado a pensar la cantidad de veces que no te permites expresarte tal como eres por miedo al rechazo? Adoptamos personajes detrás de los cuales está nuestra verdadera identidad.




A fuerza de repetir ciertas conductas calculadas para gustar, las convertimos en hábitos y luego en formas de ser.

  • 🎭Está por ejemplo la persona complaciente, siempre disponible y en actitud de servicio, que tiene en cuenta las necesidades de todos los que le rodean (a menudo en detrimento de las propias) y suele lamentarse luego de que no recibe ni la mitad de lo que da.
  • 🎭Hay otras personas que parecen no tener problemas, siempre contentas, como si nunca les ocurriese nada negativo. Todo el mundo les cuenta sus penas, pues tienen criterio y soluciones para todo. Suelen sentirse solas, y no porque no las quieran, sino porque apenas tienen espacio ni tiempo para ellas y se desatienden.
  • 🎭Existe la persona que se calla para evitar el conflicto y tener la fiesta en paz, pero hierve de furia por dentro hasta que explota en la circunstancia menos oportuna, y luego se siente culpable… o se enferma precisamente por no explotar.
  • 🎭Hay quien va con una actitud arrogante por la vida, como dando lecciones, orgulloso de las cosas que “se ha ganado a pulso”, y suele amenazar con enfadarse si se le contraria. En el fondo es un ser inseguro que saca pecho antes de que alguien pueda pasarle por encima. Tiene terror a sentirse inferior porque conoció esa horrible sensación de pequeño y se apoya en aquello que le hace sentirse superior o más fuerte que su interlocutor, ya sea su experiencia profesional, sus posesiones, cualquiera de sus talentos o su aspecto físico. 
  •  

Podríamos continuar enumerando la lista interminable de disfraces que utilizamos para escondernos. ¿Por qué lo hacemos? Tal vez porque nos avergonzamos de ser como somos.  O porque estamos heridos y necesitamos protegernos. En realidad, porque no nos valoramos tal como somos.


¿De dónde viene esta falta de valoración que nos lleva a inventarnos un alter ego?

¿Por qué permitimos esa usurpación de nuestra verdadera identidad?


Probablemente sea fruto de la tendencia natural de nuestra mente a fijarse en lo negativo. Durante años, a veces toda la vida, vamos registrando nuestros errores y omisiones (en lugar de nuestros aciertos y nuestras buenas conductas) construimos nuestra imagen solo a partir de estos registros negativos, teniendo así una idea distorsionada de nosotros que nos hace querer “ser diferentes”. Creamos un personaje, buscando la aprobación, la aceptación o incluso deseando seducir a los demás y resulta que esta creación artificial no le llega ni a la suela del zapato a nuestro ser auténtico. 

La gravedad del caso radica en que podemos identificarnos tanto con nuestra creación que nos olvidamos de quienes somos en verdad. La ansiedad, tan común en nuestros días, puede ser un aviso de que no estamos siendo fieles a nuestra esencia.

Sería pues una pena que ese falso personaje hiciera sombra a nuestro ser genuino hasta borrarlo del mapa. Los talentos que nos han sido dados están ahí para que les saquemos partido y los disfrutemos, y por eso nos beneficiemos de ellos. Si solo te acuerdas de lo negativo, acabarás pensando que no los tienes.

Un ejercicio muy saludable que todos podemos hacer durante las vacaciones es revisar nuestra jornada al final del día y apuntar todo lo que hemos hecho bien, y reconocérnoslo. No vale quitarle valor diciendo “es lo que tenía que hacer, no tiene ningún mérito”, porque aunque así sea, podrías no haberlo hecho o haberlo hecho peor. Reconoce en qué momentos concretos has sido generos@, creativ@, cariños@, paciente, amable, resolutiv@, divertid@, valiente, original. Busca ejemplos reales con los que puedas equilibrar la imagen distorsionada que tu mente construye cuando escuchas solamente a tu crítico interno, para el cual nunca eres suficiente. Te sorprenderás al descubrir la pura verdad: que eres mucho mejor de lo que jamás habrías pensado.

Marita Osés,

20 julio 2022

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13.7.22

A solas…contigo


Cuando te quedas sol@ en casa un viernes por la noche, ¿cuál es la primera emoción que experimentas? ¿Angustia, frustración, tristeza, miedo… o bien liberación, alivio, gratitud, alegría…? Naturalmente, dependerá de tu situación concreta en ese momento.


Las personas que desean pareja y no la tienen detestan esa soledad porque las hace más conscientes de su carencia. Para alguien que está en duelo por la muerte de un ser querido, la soledad le confronta también directamente con una realidad que le está costando aceptar y le hace sentirla de manera más dolorosa todavía. Para un padre o madre de familia puede representar un gran alivio y una oportunidad de descanso o bien producirles una sensación de vacío que les hace caer en la cuenta de lo mucho que dependen de su pareja o de sus hijos para sentirse bien. La presencia de otros puede estar llenando huecos que le corresponde a cada uno llenar. Los utilizamos inconscientemente como sucedáneos de algo que solo nosotros podemos darnos: nuestra propia presencia.

Por eso la pregunta no es ¿Te gusta estar sol@? sino ¿Te gusta estar contigo? Pues si estás contigo, si eres una compañía agradable para ti, NUNCA estás sol@. La sociedad que nos invita sin cesar a conectarnos a las pantallas nos está alejando de entrar en sintonía con nosotros mismos, distraídos como estamos viendo todo lo que brilla fuera de nosotros. Para conectar contigo, necesitas descubrir a este ser profundo que late dentro de ti  del que surgen todos tus anhelos y tus intuiciones. Y luego, prestarle atención, lo que significa dedicarle tiempo.

¿Disfrutas de tu compañía?

¿Qué te dices?

¿Cómo te hablas?

¿O tal vez hace años que te ignoras?


Cuando estas con alguien conocido que no te mira y no te dirige la palabra, ¿cómo te sientes? Probablemente ignorado, incluso excluido. Averigua si no estás haciendo eso mismo contigo. Podría ser esta la razón por la que no te gusta la soledad. Porque al no sentir que estás con alguien -tú mismo- que merece tu atención, lo que muestras es desinterés hacia tu propia persona.

¡Qué diferencia si en lugar de hacerte sentir que no existes, la persona que tienes a tu lado te pregunta cómo estás, qué necesitas, qué te apetece y se pone a tu disposición! Estar a solas contigo es eso: darte tiempo para preguntarte cómo te sientes, averiguar qué necesitas y hacer lo posible por cubrir esa necesidad o ese anhelo. Entonces, la soledad se convierte en un ponerse a la escucha y al servicio de uno mismo y genera gratitud y bienestar, y una sensación de protección que nos llena y nos serena. 

Si te asusta la soledad, pregúntate cómo te haces compañía y decide qué cosas puedes hacer contigo que no has hecho hasta ahora. Requiere un aprendizaje, pero vale mucho la pena.


Marita Osés

13 julio 2022



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6.7.22

Ser como otro, ser más que otro… o simplemente ser tú




De pequeños queremos ser como papá o mamá que nos parecen tan grandes y tan listos, o como aquel tío o primo o aquella persona que nos parece admirable porque destaca en el ámbito que sea: deportes, cine, música, literatura…


Suele ser alguien en comparación con el cual nos sentimos poca cosa o mediocres. Pienso en Mowgli, el protagonista de El libro de la selva, que de niño no tuvo a ningún ser humano con el que compararse y se midió en referencia a sí mismo. Aprendió lo básico de los animales que le rodeaban y luego se escuchó, se puso a prueba, se equivocó, probó otras opciones y aprendió a conocerse y a ser el que era. No tuvo a nadie de su especie que le sirviese de ejemplo. Gracias a eso, Se fijó en sí mismo, en sus posibilidades y las exploró, sin angustiarse con comparaciones.

Es natural que de niños aprendamos de nuestros mayores las acciones genéricas como caminar, hablar, lavarnos, vestirnos, cuidarnos. No obstante, hay otros aspectos que son únicos de cada uno, y solo cada cual puede desarrollar. Otras personas pueden ayudarte a descubrir tus talentos, hacerte consciente de ellos, o incluso haber desarrollado cualidades parecidas a las tuyas, pero tú eres el único que puedes llegar a conocer tus límites y a construir tu estilo propio. A veces, estamos tan deslumbrados con los talentos o logros ajenos que no somos capaces de apreciar los nuestros, y nos ponemos a competir sin darnos cuenta de que no hace falta “ser mejor que” o “ser el mejor” para ser uno mismo. Basta concentrase en sacar lo mejor de ti, independientemente de lo que hagan las personas que te rodean.

Me pregunto qué puede haber detrás de este afán por ser “el mejor” o “mejor que”.

¿Una necesidad de destacar, de que
me vean porque yo mism@ no me veo?
¿Una escasa valoración de lo que ya soy?


Cuando no valoramos lo que tenemos, deseamos lo del vecino. Cuando no apreciamos lo que somos, deseamos ser como el vecino. Y a menudo no es que no lo tengamos, es que no sabemos verlo. No estoy abogando por el conformismo o la pasividad, sino por una mirada diferente hacia nosotros, que aprecie lo que hay y se inspire en ello para seguir avanzando. Reconocer lo que hay, valorar mis progresos y, sobre todo, DISFRUTARLOS, en lugar de darlos por descontado, es lo algo muy motivador para seguir avanzando. Ese disfrute es precisamente el motor de mi crecimiento. Cuando existe este impulso, no necesito compararme y salir mejor parada de la comparación para sentirme contenta de ser quien soy.

Competir nos separa del otro, porque lo convierte en rival. Colaborar nos une. Contribuir al crecimiento de otra persona no va en detrimento del mío propio, sino todo lo contrario. Y aceptar la colaboración de otra persona en mi crecimiento constituye una gratificante fuente de gratitud. La gratitud es un poderoso cemento que mantiene unidas a las personas sin sensación de estar en deuda. 

Por eso, cada mañana sé tu máximo colaborador@ en la tarea de ser tú mism@, sin necesidad de competir con nadie más.

Marita Osés

6 julio 2022


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