20.12.23

¡Es que somos muy diferentes!

Foto de lienzo deTara Turner
En casi todas las relaciones, las diferencias suelen traer problemas. Todos hemos oído alguna vez la queja: “¡Es que no es normal!” “¿Cómo puede ser así esta persona?” “¡Yo jamás diría/haría algo semejante!” “Me cuesta aceptar que reaccione de esta manera porque yo no lo veo como ella.” “Es que yo no soy así, no puedo concebirlo.” “No me parece normal”.

¿Qué  es lo “normal”?
¿Aquello a lo que yo estoy acostumbrada, lo que está en mi zona de confort?
¿Solo es normal lo que cabe  en mis esquemas mentales?

En realidad, cuando decimos que algo no es normal, nos referimos a que para nosotros no es lo habitual, no es nuestra opción.

¿Qué significa “normal” para ti?
¿Es normal lo que piensa y dice la mayoría de la gente?
¿Lo que te han dicho a ti desde tu infancia?

Es bien sabido que lo que en un entorno determinado se acepta, es ignorado o condenado en otros. Si tenemos claro que la visión que tengamos de un paisaje dependerá del lugar desde donde lo contemplemos,¿por qué nos cuesta tanto entender que la actitud que tenga cada persona ante la vida dependa del entorno en el que ha sido criado?

Lo explica bien Yung Pueblo, en su libro, “clarity&connection”:
✴️las personas son increíblemente parecidas y diferentes al mismo tiempo.  Todos tenemos la misma estructura básica de mente y emociones, pero el condicionamiento mental de cada uno es distinto, porque no existen dos personas que hayan vivido exactamente lo mismo. Las vicisitudes vitales de cada uno, las reacciones que hemos tenido, lo que hemos entendido y lo que hemos malentendido, todo lo que hemos llegado a creer, el laberinto de patrones que repercuten en nuestra conducta, los  grandes o pequeños traumas…podíamos continuar eternamente y concluir que cada persona tiene su propio mundo interior y una historia emocional única. (…)No nos damos cuenta de lo rápido que vamos acumulando patrones a lo largo de nuestras vidas, especialmente en los momentos intensos emocionalmente hablando. Después de años de repetir las mismas conductas, se necesita tiempo para cambiar y adoptar nuevas respuestas frente a la vida. Muchas veces son nuestras relaciones las que nos dan pie a hacerlo.✴️

Casi siempre, las diferencias están en esos patrones acumulados, no en nuestras personas.

Porque las personas, en esencia, somos lo mismo: potencial de amor. Cuando una diferencia nos separe, si nos concentramos  en comprender el patrón de conducta sin identificarlo con la persona, comprobaremos que su esencia queda a salvo, no está implicada.
Las relaciones nos ofrecen la oportunidad de cambiar y adoptar nuevas respuestas, cuando nos enfrentan a la diferencia. Nos ponen frente a personas que piensan, reaccionan o tienen iniciativas que tú nunca tendrías y, por eso,  la primera reacción suele ser de rechazo:

¿Qué demonios hace?
¿Quién se ha pensado que es?
¿De qué va?
¿Por qué lo hace?

Aunque también, afortunadamente, a veces la diferencia nos despierta admiración: Nos preguntamos de dónde saca la fuerza para hacer eso que nosotros no haríamos o qué tipo de mente tiene para ser capaz de enfocarlo de esa manera.

Cuando alguien tiene una postura distinta a la nuestra ¿qué pasaría si en lugar de defender nuestro punto de vista –solo porque es el nuestro- sintiésemos curiosidad por entender la suya? Tanto la una como la otra son fruto de nuestras experiencias y de las conclusiones a las que hemos llegado con los recursos personales de cada uno y con las creencias y principios que nos ha transmitido el entorno en el que hemos crecido. ¿Cómo sería abordar la diferencia con curiosidad y sin juicio? La curiosidad y la ausencia de juicio generan en mí una apertura  a la diferencia que me capacita para su comprensión y me permite crecer con ella aunque no la incorpore a mi forma de pensar.

“No concibo que una persona que te quiere te esté señalando todo el día lo que puedes mejorar”, me dice una mujer de 31 años, que es muy respetuosa y no se mete con nadie. En su casa, confiaban plenamente en ella y le permitían decidir, sin que sus padres interfiriesen ni le dieran sermones por lo que hiciera o dejase de hacer. En cambio, la crianza de su pareja fue muy normativa, a él lo marcaron constantemente. El repite en su relación de pareja  lo que vivió en su infancia, y ella se lo toma como algo personal, como una falta de amor hacia ella. Si  exploran juntos la situación dolorosa que genera esa diferencia, podrán llegar a un acuerdo en cómo quieren gestionarla cuando aparezca, comprendiendo que nace del distinto condicionamiento de cada uno de ellos, no de sus sentimientos.

“¿Tú crees que es normal que cuando caminamos vaya dos pasos por delante de mí y ni me pregunte si toma una calle u otra para ir a donde nos dirigimos? ¡Da por sentado que lo voy a seguir! ¡Yo tal vez elegiría otra ruta para llegar a ese destino!”- me dice otra mujer respecto de su pareja.  Cuando reaccionamos  con rechazo a la diferencia, solemos quedar atrapados en el enfado y decidir que eso que no entendemos no lo vamos a tolerar y punto. Explorar la diferencia con curiosidad sería constatar que ambos tienen necesidades distintas. En este caso, él tiene la necesidad (o tal vez simplemente la costumbre inconsciente ) de liderar, y ella tiene la necesidad de compartir el paseo y de acordar conjuntamente el recorrido, en lugar de someterse a los deseos de él. Pero otra persona tal vez no se sentiría ignorada por el hecho de que su novio no le consultase si prefería ir por otra calle, o incluso le resultaría cómodo que su pareja decidiera por ella. De lo que se trata es de que ambos tomen conciencia de qué es lo que hace que su postura sea inamovible (si es que lo es)  o qué pueden modificar cada uno para adaptarse y que la relación fluya más, sin renunciar a ser ellos mismos. Y en ese paso, es útil reconocer cuándo nuestro ego se está poniendo tozudo y cuando es nuestra esencia la que se reivindica.

Que tú seas diferente ¿te incapacita para entender a la otra persona?

En realidad es el rechazo frontal de la diferencia lo que te dificulta comprenderla. ¿Qué necesitarías para poder comprender? Aceptarla de entrada. Que comprendas un aspecto de esta persona que no compartes no significa que te conviertas en ella. Necesitamos recordar, como decíamos antes,  que cada persona es fruto de unas circunstancias y de una biografía y que no hay dos personas iguales. Y si la exploras en lugar de juzgarla, esa diferencia te ayuda a conocerte más, y a liberarte de aspectos que has incorporado inconscientemente a lo largo de tu historia y que ahora son más estorbo que una ayuda en tus relaciones interpersonales
.
Para que la diferencia deje de ser una fuente de conflicto y se convierta en fuente de crecimiento y sume en una relación en lugar de restar, lo único que tenemos que hacer es explorarla con curiosidad y apertura, sin dar por sentado que nuestra postura es la correcta, pues no hay posturas correctas o incorrectas.


Nuestra postura es el resultado de habernos adaptado a las circunstancias que nos ha tocado vivir y la de la otra persona a las suyas.

No dejemos que las diferencias nos separen. Abordémoslas de tal manera que sumen en nuestra relación y enriquezcan nuestra visión.


Marita Osés
16 diciembre 2023


28.11.23

¿Aconsejas o proyectas tus miedos?

Todos sabemos lo valioso que es poder contar con alguien de confianza a la hora de tomar decisiones, querer despejar nuestras dudas y comentar nuestras experiencias. 


En muchos momentos, la opinión o la perspectiva que nos da una persona que nos quiere es de gran ayuda, pues por no estar en mi situación, puede ser más objetiva y tomar distancia. Y por el hecho de quererme puedo estar segura de que velará por mis intereses. No quiero cuestionar en este post el valor de un buen consejo. Pero sí detenerme en una situación que se repite con frecuencia, sin que nos demos cuenta. Y es la siguiente:

Cuando alguien nos expone una situación personal en la que percibimos un riesgo, podemos perder la objetividad y aconsejarle condicionados por nuestras propias experiencias…o por la falta de experiencia en ese tema, lo cual incrementa todavía más nuestros temores. 

Uno de estos casos se da a menudo en los grupos de amigas. Una de ellas cuenta lo que está viviendo y recibe tantos comentarios basados en el miedo que, en lugar de hacer acopio de coraje y de confianza, que es lo que necesita,  acaba encogida y confusa. Hay muy buena voluntad en todas las aportaciones, pero están cargadas de las historias de cada una y de las defensas que pueden haber levantado a consecuencia de sus vivencias negativas.

Lo ideal sería que la que recibe los consejos fuera capaz de discernir “desde dónde” se los están dando.

¿Responden verdaderamente a su situación concreta, o están manifestando los temores de las personas que se los ofrecen? En este último caso, no aplican a su caso concreto, que está determinado por otros factores. Por eso, es muy útil tener en cuenta los condicionamientos de cada persona para “purificar” sus opiniones y ver si siguen siéndome válidas, cuando limpio sus elementos personales. Y por otra parte, una vez escuchadas las voces ajenas, escuchar dentro de una misma y buscar mi verdad. 

La verdad de cada un@ está en nuestro interior, y si queremos dar con ella necesitamos tomarnos tiempo para adentrarnos y escucharla y confiar en que nos está indicando el camino correcto. ¿Por qué habríamos de fiarnos? Porque no hay nadie, ni tu más íntima y fiel amiga, ni tu propia madre, que te conozca como tú.

Dar más crédito a lo que dicen los demás que a lo que yo siento profundamente es una falta de respeto por mí misma y nos lleva a transitar caminos no deseados y a abandonar otros que nos estaban esperando.


Otro caso frecuente de creer que estamos aconsejando cuando en realidad estamos proyectando nuestros miedos se da entre padres e hijos. El hij@ plantea un proyecto vital o comparte una decisión y los progenitores reaccionan desde su instinto de protección unas veces, o desde su convicción de que ellos saben más lo que le conviene a su hij@, porque tienen más años. Y los comentarios surgen de esa reacción defensiva o protectora y no de una consideración serena y abierta de lo que el hijo está planteando. En esos momentos, de nuevo es útil pararse un momento a pensar qué parte de nuestra biografía nos está impidiendo ser objetivos, qué parte de nuestro ser está frenando al ser de nuestr@ hij@ porque tuvimos una experiencia negativa o porque otros la tuvieron y tememos que le suceda lo mismo. Es imprescindible no precipitarse, parar y poner contención a ese miedo para ser capaces de escuchar con objetividad y , a continuación, conectar con la confianza en los recursos personales de su hij@ y en lo que hasta ese momento le hemos aportado para que se maneje en la vida. Interferir en sus decisiones desde el miedo es una forma lamentable de minar su confianza. Estos momentos son oportunidades óptimas para revisar nuestros bloqueos y nuestras creencias limitantes.

🤔¿Cómo he llegado a estas conclusiones que ahora me están enfrentando a mi hij@?

🔎¿Puedo revisarlas a la luz de su forma distinta de ver las cosas?

👁¿Soy capaz de seguir convencida de mis creencias o planteamientos, pero respetar que mi hijo es un ser diferente a mí y por lo tanto alcanzará el éxito o la plenitud por vías distintas a las que yo he elegido? 

En estas situaciones y otras similares, es bueno plantearse qué es lo que realmente necesita la persona a la que pretendo aconsejar.

Y normalmente, lo que toda persona necesita es confianza. No solo en que es capaz de hacer lo que se propone, sino también en que si no lo logra, vamos a seguir estando a su lado y vamos a comprender que probablemente tenía que pasar por ese error o ese fracaso para aprender lo que fuera que tuviese que aprender. Puedo decirle lo que pienso al respecto sin estar de acuerdo con él o ella, y a la vez manifestarle que estoy a su lado pase lo que pase, y que no voy a “castigarle” con un “te lo advertí”, por no seguir mi consejo. 

Por último, por evidente que parezca, vale la pena recordar que un consejo no es un mandato. Tengo todo el derecho a  no seguir un consejo que me dan. Y no significa que no agradezca el esfuerzo que ha hecho otra persona por aportar lo que podía, ni que no le respete o valore. Significa simplemente que no se ajusta a lo que yo necesito en ese momento para tomar mi decisión o actuar de una determinada manera. Si lo que necesito es un empujón y los comentarios que recibo me retienen, es evidente que no lo tomaré.

Cuando nos ofendemos porque no nos han hecho caso, es que nos hemos identificado tanto con nuestra opinión que al rechazarla nos sentimos rechazados nosotros. Pero esto ya es tema para otro post. De momento, aprovechemos la ocasión de dar o recibir consejos para revisar nuestros miedos….y hagamos lo posible por disiparlos.


Marita Osés

24 noviembre 2023


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9.11.23

Puntos diminutos, poder infinito

 




Hoy he leído una frase que ha quedado parpadeando dentro de mí:
Aprende a recibir con gracia todo lo que se te dé y a utilizarlo con sabiduría para la expansión y mejora de todo el conjunto.


 


Me ha resonado esta intencionalidad que en muy pocas palabras aborda lo que podría ser perfectamente el para qué de nuestra existencia. Vendría a ser lo que los japoneses denominan ikigai,  el  propósito o lo que da sentido a la vida. Hay muchas personas en búsqueda de este ikigai, y esta frase ofrece una pista valiosa: Haga lo que haga con aquello que se me ha dado, que sea para la expansión y mejora de todo el conjunto, no solo para mi beneficio individual. Nos demos cuenta o no, nos guste o no, estamos interconectados. Si  lo tuviésemos en cuenta antes de emprender cualquier acción, otro gallo nos cantara.

 Para poder plantearme qué uso doy a mis talentos,  necesito primero  tomar conciencia de cuáles son, qué herramientas y recursos he recibido para desenvolverme en este plano terrenal. Es decir, conocerme. Y en segundo lugar, es preciso que me sienta parte de este conjunto y amarlo, de lo contrario me dará igual su expansión y mejora. Cuando  amo, deseo de manera natural el  bien de lo que amo. Por eso, es imprescindible creer que estamos interconectados y que cualquier cosa que hagamos tiene un impacto a nuestro alrededor, tanto en el entorno más próximo como en el más lejano. Si el agua caliente disponible en una casa es limitada y yo me estoy mucho rato en la ducha, alguien tendrá que ducharse con agua fría, aunque no fuera esa mi intención. Si nos hemos distribuido las tareas para hacer un pastel y a mí me tocaba mezclar los ingredientes y meterlo en el horno, y no lo hago, aquellos que fueron a comprar los ingredientes también se quedarán sin pastel.
 
  Lo mismo ocurre con nuestros pensamientos. Igual que inciden en mí y me generan unos sentimientos determinados, también tienen consecuencias en los demás. Y si no, piensa en cómo te afecta que alguien te dirija una mirada iracunda o de desprecio o bien, cómo te sientes cuando alguien te mira con cariño y admiración. Esa energía que se crea entre vosotros, aunque no medien palabras, te llega y tiene repercusión en ti. Si me olvido de la conexión que tengo con el resto del mundo, seguramente tomaré decisiones equivocadas, no solo para el planeta sino también para mí, que formo parte de él. 

¿Qué pasaría si por las mañanas, cada uno de nosotros tomara conciencia de que es un punto diminuto en el universo, pero que está estrechamente entrelazado con otros muchos  puntos y que cualquier movimiento que haga uno de ellos repercute en todos los demás? Con toda seguridad decidiríamos nuestros actos en base a criterios más solidarios y nuestra vida discurriría por cauces  más armoniosos con el  conjunto. 

Todos hemos de  experimentar alguna vez la grandeza y la pequeñez del punto diminuto que somos. Nos damos cuenta de nuestra insignificancia cuando nos proponemos un objetivo o simplemente sentimos un deseo y no logramos que se cumpla, a pesar de haber hecho todo lo que estaba en nuestra mano. Y entonces tomamos conciencia de la cantidad de factores que no dependen de nosotros  y nos sentimos en manos de fuerzas mayores que nosotros mismos: la pareja que cumple con todos los requisitos físicos para quedarse embarazados y no hay manera, el que hace todo lo posible para superar una enfermedad y no lo consigue, el que ahorra toda la vida para hacer un plan determinado a partir de una cierta edad y un problema de salud o un imprevisto económico se lo impide. Todos conocemos ejemplos de deseos truncados a pesar de habernos esforzado en satisfacerlos. En estos momentos, nos damos cuenta de lo poquita cosa que somos, a partir de esa sensación de impotencia. Por el contrario, cuando logramos satisfacer un deseo o cumplir un objetivo, sobre todo si nos ha costado mucho, nos sentimos grandes, poderosos. Y, con frecuencia, el orgullo por nuestros logros nos hace olvidar que ha habido factores que han jugado a nuestro favor y que han facilitado que llegáramos a la meta propuesta.  Es decir, que ha habido un entramado de personas y circunstancias que han favorecido la situación deseada. Cuando sí somos conscientes de todo ello, además de orgullosos, nos sentimos agradecidos. 

La gratitud es uno de los sentimientos que más positivamente nos vinculan a los demás y a lo que nos rodea. Dejar que la gratitud rija nuestra vida es una manera de tomar conciencia de que no somos seres aislados, sino parte de un todo en el que influimos y que nos influye. Nos ayuda a sentir que formamos parte de un conjunto mucho mayor del que tomamos nuestra fuerza y que se alía indefectiblemente  a nuestro favor. Y aquí volvemos al inicio de esta reflexión. ¿Qué significa a nuestro favor? A favor de nuestro crecimiento, de nuestro aprendizaje, de nuestra sabiduría, o lo que es lo mismo, de nuestra expansión y mejora. Y al decir “nuestra” manifestamos que beneficia no solo a mí sino a todo el conjunto.

Si creo en la bondad del universo (llámale, Dios, o  energía vital, o lo que sea que creas que lo sostiene y lo mantiene en movimiento), es decir, estoy convencida de que se confabula a mi favor, lo más probable es que encuentre una manera más fácil de alinearme con él. Si no, me pelearé continuamente para salirme con la mía.  Me temo que “salirme la mía” responde más a lo que mi ego desea que a lo que  mi ser esencial, unido a la Totalidad, anhela. El ego es una estructura defensiva que por sentirse separado de los demás, y amenazado por todo, vive en la desconfianza y en el espíritu competitivo: yo contra el resto. Por el contrario, nuestro ser profundo se siente parte de un Todo , de una orquesta en la que todos  los instrumentos son importantes y se influyen mutuamente y ninguno en solitario es capaz de lograr la sinfonía que entre todos generan. Y tienen un único objetivo: la música que crean entre todos.

Del mismo modo que las guerras estallan en un punto geográfico determinado, y además de afectar directamente a ese punto tienen consecuencias más allá de sus fronteras, nuestras guerras internas afectan a nuestro alrededor y nuestro trabajo interior por pacificarnos redunda en beneficio de las personas que nos rodean. Somos muchos los que nos sentimos impotentes ante los conflictos armados que tiñen de rojo nuestro planeta por imposibilidad de incidir directamente en la paz que deseamos.  Tomar conciencia de lo que soy y tengo y ponerlo al servicio  del conjunto en el entorno más inmediato, puede tener un efecto dominó que nuestro mundo está pidiendo a gritos.



SOMOS PUNTOS DIMINUTOS, PERO TENEMOS UN PODER INFINITO POR EL HECHO DE ESTAR ENTRELAZADOS.



Marita Osés
30 octubre 2023
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10.10.23

La intimidad, un espacio necesario

Cuando se habla de relaciones íntimas, pensamos en relaciones de pareja o incluso en relaciones con sexo. Sin embargo, la intimidad tiene un espectro mucho más amplio. Entre la madre y su bebé existe intimidad, por ejemplo.

¿Por qué llamamos amig@ íntim@, a aquel con el que no tienes secretos? ¿Cómo le llamarías a lo que hay en tu relación con cualquier persona con la que has podido ser quien eres y explicarle cualquier cosa sin sentir vergüenza?
El diccionario etimológico, dice que intimidad, viene del latín  intus, que significa interior.  Y se define por “aquello que la persona reserva para sí o para un grupo muy reducido” o “aquello que se preserva del escrutinio público”. 

¿Existe la intimidad con nosotros mismos? ¿Generas intimidad cuando miras hacia dentro de ti? ¿Cómo te relacionas con lo que percibes en tu interior: emociones, pensamientos, sentimientos? ¿Los respetas, los acoges, los juzgas, los condenas, los rechazas? De cómo te relaciones contigo, dependerá cómo te relaciones con esa parte interior de otra persona.
De la intimidad que seas capaz de cultivar en ti, dependerá la que podrás establecer o compartir con tu pareja, tus amigos,  tus hermanos. En realidad, con cualquier persona que cumpla las condiciones que tú necesitas para darle acceso a tu interior. 

¿Qué sería cultivar tu intimidad?
Escucharte, conocerte, reconocerte, aceptarte.
“Una persona no puede sentirse cómoda si no se da ella misma el visto bueno, “ dijo Mark Twain.

Mirar adentro y no pelearte con nada de lo que encuentras, porque si está ahí es porque forma parte de tu biografía y tiene un sentido. Si eres respetuos@ contigo, te será más fácil serlo con las personas. Si eres deshonest@ contigo y te engañas, engañarás aunque no sea esa tu voluntad ni seas consciente de hacerlo. Simplemente repetirás el patrón que utilizas contigo. A menudo sucede que hasta que no vemos cómo tratamos a nuestra pareja (cómo reaccionamos a sus emociones) , no somos conscientes de que ese es el mismo trato que nos deparamos a nosotros mismos. 

Podríamos decir pues que la intimidad es un espacio interno, que puede ser compartido. O no. Es el hecho de compartirlo el que le da una cualidad especial a la persona con la que lo compartes. Y eso determina el tipo de relación que tienes con ella.

En una relación, la intimidad implica dar  acceso a lo que siento y pienso, compartir una parte de mi jardín que tal vez no está abierta para nadie más. Cuando lo hago,  la otra  persona se siente especial y tiene la sensación de que el vínculo es seguro y valioso. Si soy una persona muy reservada, puede resultarme más difícil abrirme, aunque mi interés o mi amor por la otra persona sea genuino.
Esto puede provocar en ella una sensación de soledad o de falta de interés por ella, de no formar parte totalmente de mi vida, aun en los casos en los que compartamos muchas actividades.  Si soy una persona muy abierta, puede pasarme todo lo contrario: puesto que comparto casi todo con todos, la pareja (o el amigo o quien sea) puede tener la sensación de que no hay un lugar especial para ella.  Por eso, hay que recordar que no siempre la falta de intimidad entre dos personas significa desamor. Muchas veces implica una incapacidad de uno o de ambos que conviene ser reconocida y trabajada por los dos para que no se malinterprete como falta de interés. Porque esta interpretación errónea suele generar mucho sufrimiento y mucha confusión. 
Trabajar la intimidad, empieza entrando en uno mismo, como decíamos al principio de este post-podcast. Pero además se beneficia enormemente de otras condiciones. ¿Cuáles son?
La intimidad está peleada con la actividad, necesita inacción.
Por mucha conexión que se establezca entre dos personas cuando comparten una afición o una actividad con la que ambos disfrutan, esa conexión no equivale a intimidad, aunque sea un requisito previo. La intimidad necesita tiempo, ausencia de acción, presencia, es decir, disponibilidad total. En ese momento, solo existes tú y esta persona, todo lo demás desaparece, nada ni nadie más interfiere. El ser del uno frente al ser del otro. No es de extrañar que en esta sociedad hiperactiva y que valora a las personas por las apariencias o por sus resultados, la intimidad tenga poca cabida y por eso aparece con frecuencia como motivo de conflicto en las relaciones interpersonales, sobre todo por su ausencia. Se quejan muchas personas de falta de intimidad.  La disponibilidad significa no tener la atención secuestrada por las pantallas, por lo que todos los aparatos electrónicos de nuestro día a día pueden estar amenazando algo tan importante como nuestras relaciones interpersonales. En términos generales, las mujeres tienen más facilidad para intimar y por eso lo necesitan más, porque el principio femenino tiende naturalmente  al interior. Y los hombres la necesitan menos porque el principio masculino está más orientado  hacia el exterior.

¿Qué nos aporta la intimidad con la otra persona?

📎Comparto lo que soy (no lo que tengo) independientemente de cómo estoy (triste, alegre, entusiasmada o desmotivada). Me permito estar como estoy. 

📎Me siento vista por la otra persona. Siento el lugar que ocupo en su vida y le transmito el lugar que ocupa ella en la mía. Hay claridad respecto a eso.

📎Tomo conciencia de aquello que nos une más allá de nuestras diferencias.

📎Siento gratitud por el reconocimiento mutuo y por haber apostado por esta persona y que ella haya apostado por mí.

📎Comprendo su ser (y el mío) por encima de nuestros egos, yendo más allá de los juicios y las reacciones que pueden haberse manifestado en el día a día, que suelen estar más condicionados por nuestros patrones inconscientes.

📎Sin perder mi individualidad, me siento parte de algo más grande que la suma de cada uno de nosotros  (no hablo exclusivamente de la pareja, sino también de una amistad o de una relación entre hermanos).

La intimidad ofrece un espacio en el que desaparecen los condicionantes externos porque estamos en otro terreno de juego, entramos en un jardín completamente interior desde el cual la perspectiva es diferente. Ni siquiera es necesario llegar a acuerdos en momentos de intimidad. Pero esos momentos te confirman que llegarás a ellos cuando lo necesites, porque hay una base sólida y una voluntad de unión y de continuidad por las que ambos estáis dispuestos a luchar o a ceder cuando proceda.

Cuando existe intimidad entre dos personas pueden mirarse a los ojos sin sentir incomodidad. Sienten la tranquilidad de ser acogidas y aceptadas por la otra, tal como son y tal como están. Vale la pena –y os invito a- hacer esta prueba, y si no te sientes cómod@, pregúntate qué barrera inconsciente estás levantando para que la otra persona no acceda a ti.
💞Averigua si tienes miedo a que conozca alguna parte tuya que todavía no has aceptado y por lo tanto te hace sentir insegur@ compartirlo.
💞Atrévete a mirarte de otra manera, o déjate mirar por alguien que te quiere de verdad, y dale crédito a la imagen que te devuelve, porque esa mirada te enseñará la aceptación de ti mism@ que necesitas.

¿Para qué es necesaria la intimidad?
Para crecer con la certeza de ser aceptad@. Ojalá que tod@s podáis experimentarlo.

Barcelona, 5 octubre 2023

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29.8.23

La pareja que no has elegido

Vivimos en un mundo que padece una epidemia de soledad. La búsqueda de pareja se ha convertido en algo obsesivo, de ahí la cantidad de aplicaciones y herramientas que se ponen a nuestro alcance. Todavía muchas personas sienten que si no tienen pareja, su vida es defectuosa.
A estas alturas, defino la soledad no como la falta de compañía, sino como la incapacidad de estar a solas conmigo misma. A solas y a gusto, añadiría.  Todas las relaciones –no solo de pareja- se forjan a base de un contacto frecuente. O puntual, pero profundo. O  ambas cosas a la vez. Lo mismo ocurre con la relación que tenemos cada uno consigo mismo. Necesitamos contacto frecuente y profundo.
Todas las relaciones que establecemos a lo largo de nuestras vidas dependen de una relación fundamental: la que tiene cada persona consigo misma.
Esta determina cómo te miras o te evitas, cómo te hablas, qué te dices, cómo confías o desconfías de ti, cómo te juzgas, te condenas y te castigas o por el contrario cómo te observas sin juicio, te comprendes y te aceptas. Cómo te tienes en cuenta o cómo te ignoras, cómo te atiendes o cómo te descuidas. ¿Tienes tiempo para ti o nunca te llega el turno?
El patrón de relación contigo condiciona cómo te relacionas con los que te rodean.
El ser humano depende de la mirada del otro para verse. Durante nuestra infancia, es muy importante cómo nos ven los adultos y lo que dicen de nosotr@s. Luego, nuestros herman@s, amig@s, parejas, compañer@s de trabajo o de ocio. Cuando los adultos de tu infancia (padres, profesores, cuidadores) te devuelven una buena imagen de ti, te sientes más segur@, y tienes muchas más probabilidades de tener una buena autoestima. Pero también hay que aprender a mirarse con los propios ojos propios, a mirar hacia dentro.
La práctica del mindfulness y de la meditación ayuda a establecer una relación contigo, o a modificarla.
¿Te imaginas lo que sería que desde pequeñ@ te enseñasen a descubrir dentro de ti alguien con quien siempre puedes contar, que jamás se aparta de tu lado? Alguien que está lleno de luz, en forma de intuición, sabiduría y bondad.
Seríamos personas mucho más libres y más seguras, porque encontraríamos dentro de nosotros nuestra identidad, en lugar de estar pendientes de lo que piensan los demás para saber quiénes somos.
¿Te imaginas empezar a conocer desde la infancia las diferentes voces que tienes en tu mente e ir aprendiendo a discernir quien ERES y quien NO ERES?
Muchas personas piensan que meditar es poner la mente en blanco, algo prácticamente imposible. Es cierto que la mente que no puede dejar de pensar, gracias al mindfulness se serena (unas veces más, otras menos; unas veces casi de inmediato, otras después de mucho perseverar). Pero lo que sí ocurre es que te vas alejando del ruido interno que genera el parloteo de la mente y en ese silencio te encuentras contigo. Mejor dicho, con partes de ti que desconocías. Una parte de luz y una de sombra. Ese descubrimiento a veces desconcierta, porque todos nos hemos hecho una idea de lo que somos a partir de lo que nos han dicho. 


En las sesiones de coaching me encuentro con personas extraordinarias que no son capaces de ver su propia luz. Y creo que es porque aunque la manifestemos no la registramos, la pasamos por alto o la damos por sentada.


Nos preocupa más registrar nuestras reacciones negativas, errores, defectos para luchar contra ellos, disimularlos o en todo caso, para no perder nuestro lugar en el grupo. Mi parte luminosa, mi núcleo sano,  aquello que traje el día de mi nacimiento y que he ignorado porque nadie me enseñó a conectar con ello, sigue ahí inexplorado.  La espiritualidad no es más que  eso: ir hacia adentro y descubrir que la luz está en nosotros. Tal vez tuviste un atisbo en un momento de profunda conexión con la naturaleza, con el arte, con la música o al enamorarte de una persona y querer darle lo mejor de ti. Pero posiblemente no registraras esa parte de ti como algo que YA ERES, sino como algo que te estaba sucediendo.

La espiritualidad tiene que ver con esa parte sagrada, luminosa, buena que forma parte de nuestra esencia, de lo que TODOS somos.

Si no sabemos que existe ¿cómo vamos a cuidarla? Si olvidamos esa parte, solemos exigir a nuestra pareja que compense ese vacío que sentimos. Por el contrario, si cuidamos esa parte, no enfocamos nuestra relación con los demás desde el vacío, sino desde la plenitud que sientes cuando tomas consciencia de que hay un ser dentro de ti con el que puedes contar siempre.


Tú eres la única persona que va a estar contigo todos los segundos de tu vida, desde tu primera bocanada de oxígeno cuando sales del seno materno hasta tu último aliento antes de morir.

Tú vas a ser tu pareja lo quieras o no. Tú eres la pareja que no has elegido.

La pareja que no elegimos nos acompaña desde siempre y para siempre. Y sin embargo, con frecuencia vivimos ignorándola, de espaldas a ella, ajen@s a este ser que habita en nuestro interior. Si no aprendemos su lenguaje, lo interpretaremos mal. Necesita de un cariño, un acompañamiento, una aceptación, una validación que solo nosotros podemos darle. Como muchas veces no la escuchamos, buscamos en parejas externas todas estas cosas y cuando no nos las dan, concluimos: “Me he equivocado de persona”. En consecuencia, continuamos esa búsqueda. En cierto modo, sí que nos hemos equivocado de persona, porque la persona que estás buscando eres tú, y cada vez que te sustituyes por otro, te “equivocas”.  No estoy negando la relación de pareja, sino que reivindico una relación de pareja con tu ser interno que es insustituible y a la vez, completamente compatible con una relación sentimental con otra persona. No solo compatible, sino saludable e imprescindible para que cada uno ocupe su lugar en la relación sentimental.

Me pregunto: cuando la búsqueda de pareja se vuelve algo obsesivo ¿no será señal de que tenemos desatendida nuestra pareja interior? Aquella persona que camina a tu lado,  te conoce mejor que nadie, y está ahí para darte fuerzas cuando flaqueas, consuelo cuando estás triste y confianza cuando lo necesitas. Si desatendemos la relación con esa parte interna, buscamos  la fuerza, el  consuelo, la confianza en otros, sin pasar antes por nosotr@s mism@s.



¿No estaremos remplazando la pareja que no elegimos, con la pareja que deseamos?

¿A qué estas esperando para elegirte?


Marita Osés

6 Agosto 2023

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