28.7.21

Perdonarte




“Sé amable con tus versiones pasadas porque no sabían lo que sabes ahora”. 




Me atrapa la lucidez de esta frase en Instagram, cuyo autor desconozco, si bien creo es algo más que amabilidad lo que necesitamos para perdonarnos: necesitamos comprensión y compasión.


Dice Caroline Myss que el peor veneno para el espíritu humano es la incapacidad de perdonarse a uno mismo o a otra persona. El perdón no es una opción, sino una necesidad de sanación, añade.

A menudo nos quejamos de que la vida nos trata con dureza, o que las personas que nos rodean son muy exigentes, sin darnos cuenta de que el juez más implacable está dentro de nosotros mismos. Nos tratamos con el mismo rigor que detestábamos que los adultos ejerciesen con nosotros, o por el contrario nos exigimos lo que nunca nos exigieron unos padres excesivamente tolerantes. En cualquier caso, hemos incorporado patrones que nos hacen daño. 

Este rigor contigo mismo puede manifestarse en tu incapacidad de perdonarte. Algo que hiciste o dejaste de hacer, un daño que infligiste queriéndolo o sin querer, un despiste, un tropiezo, un desliz supuestamente imperdonables.

En muchas sesiones de coaching aparecen conductas nocivas y autodestructivas cuyo origen está en un episodio del pasado que no nos hemos perdonado. En realidad, si lo miramos de cerca, nos damos cuenta de que no teníamos recursos para haber actuado de otra manera. Muchas veces, la persona ni se acuerda de que eso sucedió, pues ya lo ha sepultado en su subconsciente.

¿Cuál es el motivo de castigarte por no haberlo hecho mejor?
Y sobre todo, ¿Cuál es el objetivo? ¿A qué te lleva?
A instalar la culpa dentro de ti y que se te cuele en otros aspectos de tu vida que nada tienen que ver con ese episodio.

¿Qué necesito para perdonarme?

Cambiar mi perspectiva, ver lo que me pasó y lo que sucedió desde otro punto de vista. Es preciso que tome en cuenta elementos que hasta ahora había ignorado. Y un elemento importante es este: en el momento del pasado en el que actué, en el nivel de conciencia en el que me hallaba, con mis conocimientos, con mis condicionamientos hice únicamente lo que podía hacer. No se trata de validar cualquier acción,  sino de comprender cómo y por qué se gestó. Esa comprensión elimina el juicio. Si no hay juicio no hay condena. Si no hay condena, no hay necesidad de perdón.

Se trata de comprender que si aquel día (o a lo largo de muchos años) no dijiste aquello, no te paraste a escuchar, seguiste un impulso (que luego se demostró) equivocado, hiciste algo que ahora te parece reprobable es porque no tenías capacidad para obrar de otra manera. La tienes ahora, con la experiencia adquirida y la perspectiva que te da el tiempo transcurrido.

No siempre decidimos con plena conciencia lo que hacemos, sino que muchas veces estamos condicionados por patrones de conducta de los que no somos conscientes. Estamos mucho más programados de lo que reconocemos. La persona que eres ahora podría tal vez actuar de otra manera, pero no aquella que fuiste. Aceptar este hecho tan simple es clave para perdonarnos. Y ese autoperdón es decisivo para tener unas relaciones personales no empañadas por la culpa.

Os deseo que seáis comprensivos con vuestro pasado, para poder vivir vuestro presente con plenitud.

¡Feliz verano!

Marita Osés
28 julio 2021

22.7.21

¿Qué hacer con los pensamientos recurrentes?




Sabemos que la mente es repetitiva, cuando se encalla funciona como un disco rayado: nos martillea una y otra vez con la misma idea o imagen, aunque sea mentira.



Puede ser : “me voy a jubilar”, “qué va a ser de mi”, “mi pareja me ha dejado”, “mi vida sexual es aburrida”, “me voy a suicidar”, “tengo que adelgazar”,  “¿por qué no acabo de encontrar mi camino en la vida?”, “no he hecho nada de provecho”, “tal persona me odia”, “mi hijo se droga”  o variaciones hasta el infinito.

Cuando dejamos que ese pensamiento se instale en nuestra mente acabamos incorporándolo a nuestra vida como si fuera cierto. Y nunca es totalmente cierto, porque es parcial. ES SOLO UNA PERCEPCION. Pero cuando nos secuestra dejamos de ser libres para ver todos los demás aspectos que conlleva.

Me dirán: Si tu pareja te ha dejado, te ha dejado, es un hecho irrefutable. “Me ha dejado” es una formulación de un hecho basada en tu percepción.


¿Qué pasa contigo?

¿Dónde te ha dejado?

¿Dónde estás tú, te haya dejado o no?

¿Qué quieres hacer con ello? ¿A qué te lleva esta situación?


Estas preguntas quedan bloqueadas si te quedas en “Mi pareja me ha dejado”.

Para deshacernos de un pensamiento repetitivo, una estrategia práctica es cuestionarlo:

¿Es eso verdad?

¿Es toda la verdad?

¿Qué más hay ahí que no estoy viendo?


Es muy probable que no vea todo lo que me haría pasar de víctima de la situación (mira lo que me pasa) a protagonista (qué voy a hacer con esto).

Otra pregunta que desencalla es:

¿A qué otras áreas de mi vida está apuntando esta percepción?


Mirar al dedo no tiene ninguna utilidad, hay que mirar en la dirección en la que apunta. Y suele apuntar a un cambio que podemos introducir en nuestra vida.

Una persona no cambia hasta que el dolor de no cambiar es superior al dolor que provoca (o cree que le provocará) el cambio.

Cuando cuestionas de manera implacable ese pensamiento, puedes llegar a una conclusión totalmente contraria a la que te lleva la pura repetición del mismo. “Mi pareja me ha dejado” puede convertirse en “mi pareja se ha ido” y esa segunda percepción no hace tanto hincapié en el abandono (víctima) como en su libertad (y la tuya) de decidir que haces con tu vida (protagonista). “Mi vida sexual es aburrida” puede convertirse en “Tengo miedo a la intimidad”, “no me siento seguro en mi cuerpo” o “me aterra explorar en este terreno”. “¿Por qué no acabo de encontrar mi camino?” puede acabar en “¿Te has fijado ya en el camino recorrido?” “Si valoras donde estás, ¿a dónde te lleva”. Y así también hasta el infinito.

¿Por qué no invertir estas vacaciones en darle la vuelta a los pensamientos repetitivos y sacar de ellos novedad para nuestras vidas? La época estival nos brinda esta y más oportunidades. No las dejemos pasar.


Marita Osés

21 julio 2021


Me encanta leer la reacción a mis reflexiones, y me ayuda un montón, por lo que os ruego que si queréis enviar algún comentario lo hagáis a mi correo mos@mentor.es, o los escribáis en la casilla de comentarios y si necesitas acompañamiento aquí me tienes.


14.7.21

Cuando el exceso de responsabilidad te roba tu libertad


¿Son reales tus compromisos o son obligaciones autoimpuestas?

¿Qué se esconde detrás de la lista interminable de “tengo que”?



¿Vives pendiente de las expectativas que tienen los demás respecto de ti y sientes la necesidad ineludible de satisfacerlas, pasando sistemáticamente por encima de las tuyas? 

¿Te obligas a responder a la imagen que los demás (o tú) se han hecho de ti?

La exigencia desmedida o el exceso de responsabilidad pueden tener diversos orígenes:
  • puede que en tu niñez recibieras pocos halagos y necesitaras más reconocimiento del que te dieron.
  • puede que fueras el hermano/a mayor y te lo inculcaran: has de ser responsable.
  • puede que ser responsable fuera tu forma de captar la atención de los adultos o de obtener su aprobación.
  • puede que algún adulto siempre te exigiera más.
  • puede que no te dieran mucho reconocimiento porque, al fin y al cabo, “hacías lo que había que hacer”.
  • puede que te valorasen o recompensasen por lo que hacías y cómo lo hacías, no por ser quien eras. Creciste pensando en que vales por lo que produces, no por lo que ERES, y acabaste sometiéndote internamente a la presión de lograr siempre lo mejor.

Sea cual fuere el motivo que te llevó a adoptar este patrón de conducta, vale la pena plantearse si sigue siendo un patrón útil o si se está volviendo contra ti.

¿Tienes la sensación de que en cada en cada acción te estás jugando la vida o el afecto de las personas y eso te lleva a exigirte hasta el extremo?

La persona autoexigente obtiene recompensa por el hecho de serlo, consigue que la vean,  aunque solo sea por los beneficios que aporta a otros su autoexigencia, pero eso le conlleva una sobrecarga que puede llegar a hacerse demasiado pesada. Habrás de ver si acabas cayendo en un perfeccionismo, que a la larga provoca insatisfacción, ansiedad y desaparición del gozo.
El perfeccionista, cuando no gana, pierde, si no es el mejor se siente el peor, si no llega al final del viaje olvida todas las experiencias del trayecto, que le han configurado como persona. Incluso puede volverse poco productivo, porque acaba paralizándose: exige tal grado de perfección que, como resulta imposible de plasmar,  ni siquiera lo intenta. Acaba siendo un dependiente emocional, puesto que está más atento al qué dirán y a las necesidades ajenas que a las suyas propias, con lo que acabará olvidándolas. 
¿Qué ocurre con tus deseos cuando vives pendiente de los deseos ajenos?

Acaban desapareciendo en tu ansia de complacer y tú acabas desdibujándose, sin saber quién eres, pues nuestros deseos y necesidades nos definen.

¿Qué podemos hacer?

Entrar en contacto con tus necesidades y deseos, formularlos y reconocerlos. Satisfacerlos.

Aceptar la imperfección. ¿Puedes dejar de ser perfecto/a?  ¿Qué ocurre si fallas? ¿Puedes fallar? ¿Qué TE ocurre?

Rescatar todo lo que has ido borrando de ti en aras a tu ideal de perfección (o el de los adultos que te criaron). Descartar todo lo que has ido inventando para agradar. Es decir, poner atención en lo que es tu verdadera identidad e ir soltando tu imagen. Aceptarte y valorarte por lo que eres en lugar de buscar valoración, aprobación, reconocimiento. VALOR-ARTE, el arte de recuperar tu valía, y tu confianza en ti.
Practicar el decir NO,  abandonando el miedo a decepcionar a los demás y a ti (más bien, a ese dictador que llevas dentro).
Gestionar las pérdidas que comporta el no, es decir, decidir el precio que estás dispuesto a pagar por ser libre de lo que piensen, sientan o hagan los demás (Si no voy, me perderé esto o lo otro…  Si no hago tal cosa,  pensarán que… Si no estoy presente, no me enteraré de….).  El NO nos fortalece, expresa respeto por uno mismo, no rechazo por la otra persona. Es una forma de afirmarme, de proseguir mi vida como quiero, alineada conmigo misma, no como quieren los demás.
El NO, cuando está al servicio de nuestra autonomía emocional, se convierte en la palabra más positiva.

Se trata pues de conquistar nuestra libertad interna. Esta sí que es una responsabilidad personal e intransferible. No dejemos que otras responsabilidades nos roben la libertad.

Marita Osés
14 julio 2021

Me encanta leer la reacción a mis reflexiones, y me ayuda un montón, por lo que os ruego que si queréis enviar algún comentario lo hagáis a mi correo mos@mentor.es, o los escribáis en la casilla de comentarios y si necesitas acompañamiento aquí me tienes.


7.7.21

Atreverte a ser quién eres, sin pedir disculpas ni permiso




¿Qué te impide expresar sinceramente lo que piensas y sientes?

Muchas veces en la consulta surge el tema de la asertividad. Pocas personas tienen claro qué significa, pero todas ellas tienen alguna experiencia de no haber sabido comunicar con sinceridad o firmeza sus deseos, sus necesidades o su opinión.


La Real Academia define “asertividad” como la capacidad de expresar tu opinión de manera firme. Pero ser asertivo va más allá de tener la habilidad de comunicarse. Es un indicador de algo más que tu don de expresarte. Indica si el respeto hacia a los demás, está equilibrado con el respeto hacia ti mismo. De manera indirecta, nos indica cómo está tu autoestima.

Para ser una persona asertiva conviene tomar conciencia de cuáles son tus derechos, creértelos y respetarlos, ser capaz de afirmarlos y defenderlos sin sentirse egoísta o culpable. Significa alegrarse de ser quien eres y sentirse suficiente. Tiene que ver con darte permiso para ser tú, sin pedir disculpas ni permiso a otros. Mostrarte tal como eres sin miedo al rechazo. En efecto, no es fácil. Pero es fundamental para disfrutar de la vida.

La persona asertiva está convencida de que tiene derecho:

  • a ser tratada con respeto y dignidad
  • a pedir, sin sentirse egoísta o culpable
  • a experimentar sus sentimientos o emociones aunque otros no las compartan
  • a cambiar de opinión
  • a ser independiente
  • a equivocarse y a cometer errores
  • a pedir lo que quiera (sabiendo que la otra persona tiene derecho a decir “no”)
  • a ser escuchado y a ser tomado en serio.
  • a que sus necesidades sean tan importantes como las de los demás
  • a tener derechos y defenderlos
  • a decir NO sin sentir culpa
  • a gozar y disfrutar
  • a pedir información y a ser informado, sin por ello sentirse ignorante
  • a descansar, a estar sola
  • a hacer menos de lo que humanamente es capaz de hacer
  • a pedir aclaraciones sin sentirse idiota
  • a expresar gustos e intereses de forma espontánea
  • a aceptar cumplidos sin sentirse incómoda.
Muchas veces, las personas excesivamente responsables son mucho más conscientes de sus obligaciones que de sus derechos y acaban renunciando inconscientemente a ellos o quedándose sin tiempo para satisfacerlos, pues todo su tiempo se consume en cumplir. Suelen ser personas brillantes, con motivos sobrados para sentirse satisfechas de ser como son, y sin embargo, a base de ignorar sus derechos por querer cumplir de manera tan estricta con sus deberes, acaban perdiendo asertividad. Si eres una de ellas, no te pierdas el post de la semana que viene.
Mientras tanto, intenta formular a diario tus deseos y necesidades y haz lo posible por respetarlos como mínimo una vez al día. Es el primer paso para ser una persona asertiva, para que salga tu verdadero ser.

Marita Osés
7 julio 2021

Me encanta leer la reacción a mis reflexiones, y me ayuda un montón, por lo que te ruego que si quieres enviar algún comentario lo hagas a mi correo mos@mentor.es, o los escribas en la casilla de comentarios. Si necesitas acompañamiento individualizado, te ruego que te pongas en contacto conmigo.