Mostrando entradas con la etiqueta autoayuda. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta autoayuda. Mostrar todas las entradas

27.5.25

COMPRENDER NO BASTA

Cuando, en la primera sesión de coaching, pregunto a las personas qué quieren obtener del proceso, muchas me responden:
Entenderme. También quieren conocerse, pero les interesa todavía más entender lo que ya conocen.



¿Por qué soy así?
¿Por qué hago esto o dejo de hacerlo?
¿Por qué tomé esta decisión?
¿Por qué no soporto tal cosa o a tal persona?

Normalmente, esto que necesitamos entender suelen ser estrategias de adaptación que hemos ido construyendo inconscientemente. Son condicionantes culturales, familiares, sociales. Si observas sin juicio tu historia, puedes entonces comprender que tu rigidez puede venir de tu padre, que heredaste tu perfeccionismo de tu madre o que tu carácter gracioso fue tu forma  de destacar al lado de un hermano brillante o de llamar la atención del adulto que te crió.
Con todas estas estrategias, te fuiste alejando de tu esencia. Para recuperarla, toca deshacerte de las capas con las que te has ido protegiendo o defendiendo. Despojados de esas capas, es probable que nos sintamos un poco asustados y muy vulnerables. Como un bebé recién nacido. Esta fragilidad momentánea, desaparece cuando nos alineamos con nuestra esencia recuperando así nuestro poder personal. 
Esto es así porque nuestra mente, por su naturaleza necesita entender y racionalizar para sentirse segura, necesita comprender el porqué y el cómo antes de aceptar. 
Con todo, entenderlo no basta para pasar a la acción.  Puedo entender lo que me ha llevado hasta mi situación actual, hacer un relato coherente que me de una explicación lógica de mi historia. Pero hasta que no lo viva y lo sienta y lo acepte no podré cambiar en la dirección que deseo. Entender no cambia cómo vivo. ¿Qué significa pasar a la acción? Significa que esas estrategias y conductas que has entendido no sigan gobernando tu vida. Significa deshacer los patrones que desde tu inconsciente te hacían actuar y ser como no eres. No digo “como no quieres”. Digo “como no eres”. Porque te parece que quieres actuar así, pero en realidad es un piloto automático, una inercia que funciona al margen de tu voluntad porque lleva años haciéndolo y no sabe obrar de otra manera.
Significa ponerte una alarma interna para darte cuenta de cuándo se ponen en marcha estos mecanismos automáticos y tener preparada otra forma de responder, más alineada con la persona que eres, que quieres-conscientemente- ser. Significa por ejemplo, empezar a decir no en lugar de ceder al impulso de complacer a las personas. Empezar a poner límites a tu entrega cuando antes tu perfeccionismo te habría llevado a revisar un trabajo una vez más. Significa obligarte a decir lo que sientes, cuando por dentro algo te dice, “cállate y tengamos la fiesta en paz”. Y esta nueva forma de responder va dejando atrás tus viejos patrones y te va transformando  en eso que eres. 
Pero podemos también recorrer el camino en el otro sentido. ACEPTAR de entrada la realidad o la persona que tengo delante. Resistirme  a la necesidad de analizarlo, juzgarlo y de obligarlo a encajar  en mis esquemas mentales, que suelen ser más estrechos que lo que la vida me presenta. 

La vida cuestiona  nuestros esquemas mentales para que nos abramos, para que no nos quedemos encerrados en nuestra forma de ver, en nuestro enfoque particular y nos aventuremos a ver las cosas de diferente manera, lo que nos permitirá vivirlas de otro modo  y probablemente nos invitará a entrar en otras dimensiones hasta ahora desconocidas. Es decir, nos hará crecer.

Piénsalo bien. ¿Eres solo mente? ¿Qué más eres? ¿Tú quieres a tu hijo, a tu padre, a tu amiga con tu mente? ¿De dónde nace este sentimiento de amor?

Hay una parte de nosotros que puede actuar sin ajustarse a la lógica de la mente. El caso es que cuando aceptas desde ese lugar, ya no necesitas comprender.

En realidad, comprendes de otra manera. O mejor dicho desde ese otro lugar. Es nuestro ser interior, profundo, esencial, que funciona desde el amor puro, más allá de la razón. Blaise Pascal dijo que el corazón tiene razones que la razón no entiende. No sé exactamente a qué se refería con corazón, pero yo me refiero algo más amplio: a nuestra esencia, a nuestro fondo más profundo. El corazón, entendido como sede de los afectos, puede tener heridas de infancia, cicatrices de todo tipo. YO me refiero a una  parte nuestra que está a salvo de todo y que funciona desde el amor puro y la compasión  y confía más allá de la razón. Para conectar con él necesito apartarme de la actividad, permanecer en silencio y acceder a mi ser profundo.

Si pudiese vivir toda mi existencia desde ese lugar en el que el yo se disuelve, sé que no tendría que entender para aceptar.

Pero solo lo visito de vez en cuando, y en cuanto salgo de ahí mi mente toma el mando.


¿Por qué es importante aceptar sin entender? Porque
cuando alguien no se siente aceptado, no se siente querido.
 
Y eso le puede pasar a tu hijo, a tu pareja, a tu amiga, a tu compañero de trabajo, a ti misma.
Y si  nuestro ego nos exige entender para aceptar, estamos restringiendo mucho nuestra capacidad de amar.
Si por el contrario,  te atreves a darle el mando a esa otra parte de tu ser, te lanzas a salir de tu cueva conocida en pos de un horizonte mucho más amplio.
Te invito a parar cada día y en silencio, entrar en ese lugar interno no gobernado por la mente, en donde la quietud y la compasión se dan la mano, y reflejan la realidad de una manera tan distinta que no te hará falta “entenderla”.


Marita Osés

20 mayo 2025


6.3.25

Tengo un pitbull dentro

El cliente entra en la consulta y cuando le pregunto qué trae hoy a la sesión, responde: “Tengo un pitbull dentro. ¿Cómo lo ato?” Y relata varias situaciones en los quince días anteriores en las que una persona o situación le sacaron de quicio y, más tarde se sintió mal por no haber podido reaccionar desde la serenidad, o por lo menos, sin violencia verbal.

“El problema del pitbull es cómo te sientes después y cómo haces sentir al otro”
concluye. (Para los que no saben lo que es un pitbull, es una raza de perro con fama de ser muy agresivo, pero cuya agresividad depende del entreno que reciba. De naturaleza son valientes, inteligentes y con una energía inagotable, leales, cariñosos y muy sociables. Pero si lo entrenan para la lucha, será muy agresivo. Esa energía se convertirá en agresividad y tomará la fama de agresivo).

“¿De dónde sale este fuego que no soy capaz de controlar y que deja chamuscado a mi interlocutor, cuando no reducido a cenizas?”, se pregunta esta persona.    El caso es que también él queda muy afectado por haber actuado de esa manera. “¿Cómo es que la rabia se adueña de mi de modo que acabo haciendo y diciendo lo que no quiero hacer ni decir?”

Vamos a ver dónde puede  estar el origen de eso que hace y dice y de lo cual se arrepiente casi de inmediato.
Cuando la reacción es desproporcionada en relación al detonante que te ha llevado a saltar y se repite en el tiempo, es decir, es una reacción recurrente, suele tener que ver con nuestras heridas de infancia.

Son situaciones que nos hacen entrar en contacto con una emoción que en su día experimentamos y etiquetamos como dolorosa o desagradable (negativa, para entendernos) y nuestra mente nos traslada sin que nos demos cuenta a nuestro pasado alejándonos del hecho real que estoy viviendo en este momento.

💬Puede ser un sentimiento de que me ignoraban porque no tenían en cuenta mi opinión, de rabia porque se me trataba de manera diferente que a algún hermano o compañero de clase, de humillación porque se me comparaba con otros y yo nunca daba la talla…lo que sea. En algunos casos, puede que  ya en tu infancia reaccionaras  con violencia a esa sensación incómoda o dolorosa que te invadía y entonces te etiquetaran  de “rabioso”, “tiene muy mal carácter” o si te encerrabas en ti mismo “es un lobo solitario”, “es más raro que un perro verde”.
💬En otros, tal vez no te permitiste expresar esa emoción y la fuiste acumulando hasta tu edad adulta. El adulto ya no está en situación de inferioridad como el niño y se permite ventilar su fuego, soltar al pitbull y dejarle ladrar todo lo que no ladró en su momento.

¿Qué pretendes conseguir con ladrar de esta manera?
  • Mantenerte a salvo.
  • Proteger tu vulnerabilidad.
Pero ¿qué consigues en realidad? Sentirte alterado, fuera de control, tal vez arrepentido, y en algún caso avergonzado y miserable, especialmente si la persona que se ha visto afectada es una persona a la que quieres y sabes que no solo no se merece este trato sino que puedes dañar o incluso romper un vínculo que valoras mucho. La confianza se ve afectada y rompes la sensación de seguridad que toda relación afectiva necesita para mantenerse viva. En adelante, es posible que esta persona esté a la defensiva y no puedas acceder a ella como querrías o como habías hecho en otros momentos. Es un precio muy elevado el que pagas por no controlar a tu pitbull.

Por eso vale la pena pararse y preguntarse:
¿De qué me quiero proteger cuando suelto a mi pitbull? ¿De qué tengo miedo?
Si reviso las distintas ocasiones en las que ha saltado mi pitbull ¿Qué tienen en común?
¿Qué indicadores tengo que me pongan sobre aviso de que el pitbull va a saltar?
El cuerpo es un gran aliado en estas circunstancias. Puede ser una sudoración repentina, o la nuca agarrotada, una bola en la garganta, una presión en el pecho, una aceleración del corazón, un temblor… Conviene estar atentos para no dejar que se nos dispare el automático y cuando aparecen estos indicadores físicos, respirar hondo varias veces y recordarnos qué es lo que queremos de verdad y qué no.

Otra pregunta que nos puede acercar al origen de nuestra reacción agresiva es:

¿Qué es lo que no soporto
Que me contradigan? Que me mientan?
Que me ignoren? Que me tomen el pelo?
Que no me obedezcan? Que no me escuchen?
Que me impongan cosas?
Si identificas aquello que activa tu reacción, te dará una idea de por dónde va tu herida. Todos tenemos una o varias heridas de infancia y conocerlas es un paso imprescindible para entender nuestras reacciones. Por poner un ejemplo, Clara conecta con la sensación de “no pintar nada” cuando su pareja toma decisiones sin consultarle. Puede ser algo tan irrelevante como tomar una calle en lugar de otra durante un paseo a pie. Esta sensación de “no decidir nada” procede de su infancia en la que iba a remolque de sus hermanas, mucho mayores que ella, quienes no solo no la tenían en cuenta para decidir sus planes sino que se aprovechaban de su buena fe y de sus ganas de ser útil. Eso generaba en ella una impotencia que ahora se despierta en situaciones que aparentemente no tienen nada que ver y generan conflictos con su pareja.

¿Qué hacer entonces con el pitbull?
Al pitbull no hay que atarlo, hay que amansarlo. ¿Qué es lo que le hace agresivo? La agresividad. ¿Qué es lo que le hace manso? La mansedumbre, la ternura, la amabilidad.
El primer paso para apaciguarlo es dejar de identificarnos con él y de tenerle miedo. Agradecerle que nos haya querido proteger pero despedirlo porque ya no lo necesitamos. Y hablarle con amabilidad. No es más que una estrategia defensiva que nuestra mente construyó para protegernos del dolor en un momento en que nos sentíamos indefensos frente a las personas y situaciones que nos lo provocaban. Ahora tenemos más recursos que en nuestra infancia y probablemente nos hayamos fortalecido o en el mejor de los casos, hemos empezado a sanar las heridas que nos hacían ser tan reactivos. Si ya no necesitamos el pitbull, la siguiente pregunta es ¿De qué otra manera puedo conseguir lo que deseo sin enseñar los dientes, ladrar o lanzarme a la yugular de mi interlocutor? Si el pitbull viene azuzado por el miedo a sufrir y lo contrario del miedo es la confianza, tendría que ver qué necesito para actuar desde la confianza y no desde el miedo.
Las personas que tienen un pitbull dentro necesitan más ratos a solas para hablar con él e imaginar con antelación situaciones en las que prevén que el pitbull va a activarse.

En espacios de tranquilidad, hacerse las preguntas que hemos ido mencionando para sentirse dueñas seguras de su perro en lugar de dejar que el perro se adueñe de ellas.

Tengas o no tengas un pitbull dentro, reservar espacios a solas contigo para ver qué es lo que duele y qué es lo que da vida a tu existencia es una práctica muy recomendable si queremos vivir en paz. Ojalá los encuentres y los disfrutes.

Marita Osés
Abril 2025

Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.
 

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube


30.1.25

CON AMABILIDAD

 
Últimamente, en las sesiones de coaching, me llama mucho la atención la dureza con la que se tratan muchas personas. Reconozco en ellas la intransigencia de mi juventud y me sabe mal que tengan que pasar por ello, porque no sirve para nada.


Dicen que nacemos unificados. Pero aterrizamos en una sociedad, en una familia, en un entorno determinados, que juzgan y clasifican las cosas como buenas o malas, aceptables o inaceptables. Entonces, ese ser que somos oculta como puede las partes que no resultan aceptables y de esa manera se divide.

¿Por qué lo hacemos? Para no perder la conexión y el sentido de pertenencia al grupo de cuya protección depende nuestra supervivencia.

Pongamos por ejemplo un niño que nace en el seno de una familia muy formal, en la que su espontaneidad puede ser considerada mala educación, exceso de impulsividad o incluso agresividad. Es muy probable que esta criatura esconda su espontaneidad para no sentirse excluido del grupo; y eso que han etiquetado como impulsividad o mala educación pasará a formar parte de lo que llamamos nuestra sombra. A base de controlar sus emociones, es posible incluso que llegue a olvidarse de haber sido espontáneo alguna vez. 

Un niño muy sensible que nace en una familia cuyos miembros, por las circunstancias que sea, han tenido que hacer de tripas corazón, imitará esa forma de abordar la realidad ocultando lo que le afecta tras una máscara de seguridad o impasibilidad y acabará creyendo que no tiene sentimientos. “Yo es que soy muy frio, las cosas no me afectan como a mi mujer”, me decía un joven bordeando los cuarenta con una infancia tan baqueteada por las tensiones entre sus padres antes, durante y después del divorcio que se había blindado para poder sobrevivir. Una reacción parecida aunque con otro matiz aparece en una persona cuya una familia valora por encima de todo la armonía y el bienestar, hasta el punto de que si hay conflictos se ignoran o se tapan y si alguien está anímicamente mal tiene que disimularlo porque los demás “no tienen por qué aguantarlo”. “Que cada cual aguante su vela”, era el lema de su padre. Este niño se cerrará a sus emociones negativas (si es que eso existe), colocará una sonrisa en su cara que le garantice el visto bueno de su entorno y sus tristezas, conflictos y sus heridas quedarán dentro de él sin expresarse, pues se arriesgaría a ser rechazado si lo hiciese. Esto no ocurriría por el contrario, en una familia donde sí se permiten las malas caras o el mal genio porque se comprende que el ser humano puede pasar momentos mejores y peores y tiene derecho a expresarlos y no la obligación de disimularlos.
Así, depende del lugar que nos ha visto nacer y crecer, ocultaremos unas reacciones y expresaremos otras hasta el punto de que nos resulte difícil saber quiénes somos.

 Todos tenemos rasgos que pertenecen a nuestra esencia y otros que responden a estrategias de supervivencia en el entorno que nos ha tocado en suerte. Eso hace que el trabajo de conocerse no sea pan comido y requiera tiempo y paciencia. Por lo general, estamos tan ocupados haciendo cosas que no solemos tener o buscar tiempo para no hacer nada, es decir, para escucharnos.

Cuando nos escuchamos, descubrimos esa parte de nosotros que hemos ocultado y nos sorprendemos recuperando rasgos de nuestro ser que siempre estuvieron allí, en estado latente. Pero nosotros, identificados con nuestro personaje y nuestras estrategias, no los veíamos.

En el proceso de conocernos, es decir, de montar ese puzle a fin de poder ir por la vida cómodos con nosotros mismos, hay momentos difíciles, que llamamos crisis. Suelen aparecer cuando las cosas no suceden como habíamos pensado. Y justo entonces solemos ser muy críticos con nosotros mismos, debido a nuestra sensación de fracaso, decepción, insatisfacción o tristeza. Es precisamente en esos estados de mayor bajón cuando hay que suspender el autoanálisis. Todos caemos en eso:

Cuando peor estamos, más analizamos qué podemos haber hecho para estar así, en lugar de cuidarnos con más cariño y reponer fuerzas.

Es como si te rompes una pierna y antes de escayolarte o de operarte, te pones a analizar cómo te la has roto. No, primero atiéndete, y una vez atendida la fractura, ya analizarás qué ocurrió para que no vuelva a sucederte, si es que depende de ti evitarlo (en ocasiones, no tenemos control sobre lo sucedido).

Nuestra crisis personal se debe tal vez a una pérdida, o a haber experimentado una decepción, a haber cometido un error, o a haber perdido la confianza en que algo suceda. Cualquiera que sea el motivo,

nuestro estado de ánimo :

No necesita dureza sino amabilidad. 

No necesita juicio, sino comprensión.

No necesita condena, sino perdón.

¿Para qué? Para recuperar las fuerzas, volver a levantarse y ponerse en camino. Ya miraremos hacia atrás cuando estemos mínimamente recuperados, en caso de que lo necesitemos. Si estamos emocional (y a veces físicamente) afectados,  el análisis que hagamos será sesgado y las acciones que emprenderemos para subsanar la cuestión estarán lastradas por la negatividad del momento.

Un ser desanimado no necesita dureza para reaccionar. Necesita un respiro, necesita sentirse acompañado, comprendido y que vuelvan a confiar en él.

Tú necesitas confiar en ti mismo cuando te has fallado y eso no lo vas a conseguir castigándote o hablándote con desprecio.

Es más, no hace falta estar deprimido para que nos tratemos con amabilidad. También vale para el día a día. La vida ya nos sacude lo suficiente como para que encima nos tratemos con exigencia, en lugar de con consideración y afecto.

De la misma manera que ahora nos parecen inaceptables los castigos corporales que eran práctica común en las escuelas y familias de épocas anteriores y que se han demostrado contraproducentes y más generadoras de miedo y rencor que de aprendizajes, así también el maltrato psicológico que nos autoinfligimos no es lo más adecuado,  tanto si lo que queremos es conocernos como levantar el ánimo y  restaurar la confianza en nosotros mismos.

Repito la idea porque ignorarla tiene consecuencias:

Si estás en un momento crítico, no es tiempo de autoanalizarte, sino de cuidarte.

Y si no estás en una etapa especialmente difícil ¿por qué no empezar a hablarte con amabilidad para que cuando venga la adversidad, ya hayas incorporado una forma de tratarte que proteja tu seguridad, tu confianza, tu bienestar, y por lo tanto tu crecimiento?


Sería un bonito propósito para este 2025 que todavía se está estrenando: dejar de machacarme y empezar a atenderme teniendo en cuenta mis necesidades. Con cariño y dedicación. Porque saber quién soy es una tarea lo suficientemente ardua, como para lastrarla además de severidad  e intransigencia.

Marita Osés

Enero 2025



Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.
 

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube


23.5.24

Un día especial

 



¿Cómo sería nuestra vida si encontrásemos cada mañana un motivo para que ESE día fuese único?



En realidad, no hay ni uno solo igual, porque todo evoluciona, yo no soy la misma hoy pues lo que experimenté ayer me ha afectado y lo de mi alrededor también ha sufrido el paso inexorable del tiempo, aunque tenga la sensación de que nada ha cambiado. Todo cambia. Constantemente. Si fuéramos conscientes de esto, nos daríamos cuenta de que nada se repite.  Lo que sucede es que caemos en rutinas.  
A nivel institucional para recordarnos la importancia de algunos temas que nos afectan a diario, se han fijado oficialmente fechas en las que se destaca su relevancia: el día internacional de la Tierra, de los refugiados, de la madre, de la paz, del cáncer infantil…distintos aspectos de la existencia humana que conviene cuidar de manera especial.  De hecho, fue el Día del Libro, que se vive de forma tan singular en Catalunya,  cuando me pregunté ¿Qué tal si cada mañana nos levantásemos con la intención de descubrir lo que tiene de especial? O mejor aún, decidir: 
Este día va a ser distinto.

¿Qué es lo que hace que una jornada sea distinta a las otras?  

Que suceda algo que no esperaba, que rompe la monotonía y me hace salir de la inercia de lo cotidiano. Sin embargo, cuántas veces suceden cosas nuevas y no nos enteramos porque estamos metidos en nuestra burbuja, en nuestra rutina, en nuestros pensamientos.  Una tarde hice la prueba: voy a pasearme por mi ciudad como si estuviera en una ciudad desconocida, con espíritu de turista. Y no falló: descubrí edificios, rincones, esquinas, tiendas por las que había pasado  más de una vez y en los que no me había fijado nunca. 

En nuestra vida puede sucedernos lo mismo: nos pasan desapercibidas cosas, situaciones y personas que habrían dado un matiz diferente a nuestra percepción de aquel día.  Esta es una palabra clave: percepción. 
¿Cómo percibo? 
¿Qué percibo a lo largo de mis 24 horas? 

Por eso he tomado la determinación de estar atenta, estar convencida de que me saldrán al paso elementos que van a enriquecer mi jornada y, por supuesto, quiero pillarlos al vuelo y sacarles partido. No quiero perdérmelos. No siempre van a venir de afuera. También puedo decidir ser yo el elemento que marque la diferencia en la jornada de alguien: regalar una sonrisa, un gracias, un acto amable que no esperaba y con ello tocar el corazón de esta persona, aunque no la conozca. 

Cuando algo nos toca el corazón, todo queda iluminado con otra luz y nos hace mirar de manera distinta. Y cuando nuestra mirada cambia, el día también se transforma. 

Resumiendo: Las sorpresas, los sucesos inesperados no están bajo mi control, pero sí depende de mí percatarme de ellos.  Y eso requiere de dos factores que sí están en mi mano: la decisión y la actitud.

La decisión: hoy va a ser un día especial porque así lo elijo, porque yo quiero. 

La actitud: voy a estar atenta. De lo contrario, habrá infinidad de detalles que me voy a perder. Puedo perderme el arco iris, la luna llena o menguante o creciente, la sonrisa de un ser querido, o lo que quería decirme en su mensaje o en su llamada por no haber estado atenta.

Según cómo percibas tu realidad, lo que decidas al respecto y dónde pongas tu atención, te contarás una historia u otra muy diferente cuando llegue la noche.

Recuerda  estos tres elementos -percepción, decisión, atención- y combínalos de tal manera que puedas regalarte un día especial cuando tú quieras.

Marita Osés, 13 mayo 2024✍️

Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.
 

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube

21.3.24

Decirte NO para poder liberarte




Uno de los ejercicios que con mayor frecuencia recomiendo a algunas personas que empiezan un proceso de coaching es decir un NO diario a alguien, que signifique en la práctica un SI para ellas.



Suelen ser personas muy disponibles, que dicen sí antes de pensar si realmente pueden o deben comprometerse a hacer aquello que se les pide y que a menudo renuncian a cubrir necesidades propias o a hacer los planes que tenían programados, para satisfacer las peticiones de terceras personas.

En definitiva, personas que no saben decir no. Cuando aprenden a priorizarse y a tener en cuenta sus necesidades (al menos tanto como tienen en cuenta las ajenas) su vida se vuelve mucho menos estresante porque encuentran un equilibro entre dar y recibir, que pasa por decir SI a aquello que desean. En estos casos, el NO marca un límite imprescindible para preservar el  espacio o el tiempo que necesitan para su desarrollo. Si te viene muy bien hacer yoga a tal hora, di que no a tu amiga cuando te pida que la acompañes a hacer una gestión.  Si un NO a secas te parece demasiado contundente, puedes decir le AHORA NO, pero SÍ en otro momento que se ajuste más a tu agenda o que no te suponga renunciar a  lo tuyo para satisfacer a esta otra persona. Se trata de compatibilizar tus necesidades con las de los demás en lugar de renunciar a ellas para que los demás estén contentos. Entre otras cosas, porque la mayor parte de las veces, esta renuncia no habría sido necesaria.
 
El post de hoy va de otro tipo de NO. Es un NO dirigido a un@ mism@, o, por lo menos a esa parte de nosotr@s mism@s que no está alineada con nuestro bien. 

Lo resume bien Yung Pueblo en su libro CLARITY&CONNECTION p.187 que traduzco libremente:

“Una de las habilidades más difíciles de dominar es decirte no a ti mismo para poder elevarte y desplegarte hasta convertirte en un ser más grande: No a las distracciones  o a la falta de coherencia, no a los patrones y formas de hacer que te devuelven al pasado, no a hacer únicamente lo que te resulta fácil, no a la duda y al miedo.”
Entramos en una paradoja: ¿Es posible que poniéndonos un límite, podamos desplegarnos más plenamente, potenciar nuestra mejor versión? Rotundamente sí. Y propongo que lo comprobéis personalmente, afirmando por adelantado que no es tarea fácil. Pensad:

En este momento de mi vida, ¿En qué momentos o aspectos de mi vida tendría que tener preparado un NO claro y contundente que me  cerrase un camino tal vez apetecible, pero  perjudicial para mí, y por eso mismo, me abriese la posibilidad de desplegarme hacia la persona que deseo ser?

Cada uno sabrá a qué tiene que decirSE no.

Voy a poner ejemplos de lo que nos sugiere Yung Pueblo en el párrafo citado:

  • DIGO NO a las distracciones (me distraigo con el móvil, con las vidas de otras personas, con las obligaciones autoimpuestas, y por ende inventadas), no a la falta de coherencia (no encontrar tiempo para las actividades que me hacen bien)
  • DIGO NO a los patrones de  conducta o formas de hacer o de ser que me remiten al pasado (autoinmolarme, no decir lo que pienso, deseo o siento, hacerme responsable de las emociones ajenas, buscar culpables, dejar que mi mente decida cómo tiene que ser la realidad en lugar de respetar la dinámica de cada momento y averiguar qué hay detrás de cada situación aparente)
  • DIGO NO a sólo hacer lo que es fácil, lo que no me cuesta esfuerzo o únicamente lo que me fluye. No a meditar 5’ en lugar de 30’ si sé que 30’ es lo mínimo para que mi ser funcione medianamente bien. No hablo de forzarse, sino de esforzarse. Forzarse implica violencia. Esforzarse implica poner intención, atención y energía aunque no me apetezca de entrada, porque sé que me conviene, que me hace bien. 
  • DIGO NO a la duda y al miedo (miedo a equivocarte, a arriesgarte, miedo a caer en la rutina aburrida de las parejas que no se renuevan, miedo a “acostumbrarte” a lo que tengo dejando de valorarlo y de ver la novedad que entraña la vida cada día, miedo a jubilarte y no hacer todo lo que habías pensado hacer, miedo a amar tanto que te lleve a sufrir, miedo a tu vulnerabilidad.Decir no a la duda es desterrar la costumbre de empezar frases con “Y si….”.

¿Por qué nos pasa esto? Porque nuestro cerebro esta cableado para la comodidad, y  nuestra alma para el crecimiento. Y ambos están en un tira y afloja permanente. Dependerá de nosotros el encontrar el equilibrio que nos lleve a ser la persona que deseamos ser. A nuestro cerebro le gusta el placer y detesta el dolor. Nuestra alma transmuta el dolor en aprendizaje. El sistema de recompensa grabado en nuestro cerebro está programado para repetir las experiencias placenteras (comer, tener sexo, socializar…) que activan la descarga de dopamina. Esta nos da una agradable sensación de bienestar, calma y relajación. Y está claro que siempre queremos más. Con el tiempo, nuestro cerebro aprende a asociar ciertas conductas con este chute de dopamina. Esta búsqueda de comodidad impulsada por la recompensa tenía mucho sentido en los seres humanos de los primeros tiempos porque los llevó a buscar refugio, compañía y a llenar sus estómagos, lo que incrementaba sus probabilidades de sobrevivir. Pero para nosotros, seres humanos del siglo XXI, este sistema puede llevarnos a realizar actividades muy poco saludables como son los atracones de series o de comidas, las relaciones tóxicas, las adicciones. En la prehistoria, evitar la incomodidad protegió a los primeros humanos de amenazas u peligros. Evitarlos era esencial para su supervivencia. Pero, en la civilización actual, este instinto que sigue grabado en nuestra biología puede llevarnos a postergar interminablemente  actividades muy beneficiosas para nosotros y a generar hábitos muy poco saludables.

Así pues, decirte no cuando detectes que es esta tendencia antigua lo que esta detrás de la conducta que vas a iniciar, significa decir sí a tu crecimiento personal, al despliegue de todo tu potencial , que va más allá de la inmediatez del chute de dopamina y te da una satisfacción personal que se prolonga en el tiempo y te hace sentir orgulos@ de ser quien eres.

Por eso, la propuesta del podcast de hoy es que te plantees la siguiente pregunta:

¿Hay algo a lo que quiero decir NO en mi vida, porque me encaminará a ser más quien quiero ser?

Pronunciar ese NO con cariño, con comprensión, con confianza te ayudará a ser coherente y a convertir ese límite en trampolín. Y descubrirás que lejos de limitarte, ese NO te libera.

Marita Osés

15 marzo 2024



Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.
 

📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)

Puedes seguirme y contactar conmigo en mis RRSS: InstagramFacebook o LinkedIn  🔗 y en mi canal de YouTube