27.7.20

Reconciliarnos



En las sesiones de coaching compruebo con frecuencia que las historias que la mente nos cuenta van cargándonos con un peso que no nos deja avanzar, ni llegar al fondo de nosotros mismos. Nos quedamos en el relato que hacemos de nuestras vidas: “no he sido buena hija, hermana, madre, amiga, esposa, profesional, cristiana….” Oímos internamente una voz insidiosa que nos recuerda todo lo que no hemos hecho o lo que hemos hecho “mal” (según el censor interno que nos habita, claro) lo que nos lleva a dibujar una imagen distorsionada de nuestra persona. Cuando nos identificamos con esta falsa imagen creyendo que es verdadera (y eso suele ser automático) estamos perdidos, porque nos alejamos de nuestro ser auténtico. Por eso conviene tomarse unos minutos al final del día para reconocer lo que sí hemos hecho, lo que hemos hecho “bien”, pues como lo damos por sentado, no solemos registrarlo. Al no tomar nota de ello, no permites que pase a completar la imagen que tienes de ti y vas por el mundo encogido, avergonzado, sintiéndote pequeño o insuficiente, inadecuado.

Si tu cerebro por defecto (o porque así lo han educado) registra solo tus fallos para subsanarlos o mejorarlos, acabas teniendo una imagen muy pobre de ti mismo, que además, es falsa. Y que hace que te castigues por sentirte culpable. El autocastigo puede adoptar las formas más variadas: maltratarte no atendiendo a tus necesidades, rechazar a las personas que te muestran cariño, hacer lo que no deseas hacer por incapacidad de decir no, ignorarte anteponiendo siempre a los demás, desmerecer tu actos o tu persona cuando recibes halagos…

Para romper con este círculo vicioso, vale la pena tomar una decisión consciente: reconciliarte contigo mismo, soltar el peso del corazón y abrazar la belleza de tu ser esencial.

Se nos va la energía entre culpas y castigos. Cuando te juzgas en base a las historias que te cuentas (la memoria es muy selectiva) no te das la oportunidad de extraer todo el aprendizaje que cada experiencia te ha aportado. Las historias emergen para ser perdonadas. Juzgamos porque no conectamos con la compasión. ¿Qué es la compasión? Mirar con absoluto y silencioso respeto mi camino y el del otro. Todo forma parte de la experiencia y del aprendizaje del amor. En lugar de juzgar, se trata de discernir el origen de tus actos (y de los ajenos) y seguir adelante sin culpas comprendiendo por qué se ha llegado a una determinada situación.

Enfadados con nosotros mismos y con otras almas que nos han hecho daño actuamos desde el juicio y la crítica. En ese momento, son nuestras heridas las que toman el mando y actúan. Si entregamos nuestro poder a nuestras heridas, perdemos la inocencia, olvidamos nuestra bondad esencial y abrimos la puerta a la hipocresía. La clave está en tener el valor suficiente como para permitir que el corazón nos muestre el camino, porque en la medida en que te identificas con la tristeza, la culpa o el enfado, cedes el poder a tu ego. Tú eres mucho más que tu tristeza, tu culpa o tu enfado. La compasión contigo mismo y con el otro te permite ver lo que estaba velado por el juicio y el egoísmo.

Lo que llamamos “errores” o “fracasos” son tan importantes como los aciertos para llegar a saber quiénes somos. Son etapas por las que tenemos que pasar para llegar a donde nuestro yo profundo quiere llegar. Si no las validamos, nunca nos aceptaremos. Del mismo modo, los errores de los que nos rodean son necesarios para su crecimiento, desarrollo y descubrimiento. ¿Cómo voy a validar a mis padres, a mis hermanos, mis amigos, mis hijos, mis colegas, si yo misma no he aprendido a validarme? ¿Cómo voy a perdonar si no me he perdonado?

Si estoy en permanente enfado con mis errores e imperfecciones ¿cómo no voy a enfadarme con los errores e imperfecciones ajenos? Cuando me trato con comprensión y tolerancia, me resulta fácil hacerlo también con los demás.

Por eso, lo más práctico es empezar por uno mismo. Esta pregunta es ineludible:

                ¿Hay algo que no me he perdonado?



¿Qué es lo que no estoy viendo? ¿Qué es lo que me impide perdonar, reconciliar esa parte de mi ser o de mi vida?



Marita Osés

Julio 2020