21.11.19

La soledad no es otra cosa que desconexión



Un amigo me comenta algo que escribí sobre la importancia de “No hacer lo que no quieres” diciendo que el hecho de respetarse a uno mismo por encima de lo que pueda complacer o no a los demás te lleva a la soledad. Tal vez, sí. Puede que no.

Es decir, habrá quien no acepte que yo haga lo que quiero, como y cuando quiero si no coincide con sus deseos, como y cuando lo desea y, por ese motivo, se alejará de mí. Son personas que acostumbran a relacionarse únicamente con gente que piensa igual que ellas y que viven como una ofensa una disparidad de criterios. Se identifican tanto con su propia forma de ver la vida que cualquiera que actúe de manera diferente las solivianta. No se dan cuenta de que, actuando así, son ellas las que no están respetando la opción del otro y su libertad de actuar. Por lo general, consideran egoísta a aquel que es asertivo, respeta sus propios deseos y necesidades y se ocupa de satisfacerlos, pues ellas suelen esperar que sean los demás quienes satisfagan las suyas. Borrarán de su lista de amistades a quienes no piensen o actúen de acuerdo con ellas. Pero eso no necesariamente condena a nadie a la soledad, sino que simplemente, ayuda a hacer una criba de los seres con los que puede mantener una relación libre y e igualitaria.

Sea como fuere, lo cierto es que cuando aprendes a estar contigo, nunca te sientes solo. Es como si estuvieras siempre al lado de una persona de confianza. Además, cuando te conectas profundamente contigo mismo, también lo haces con todo el mundo, porque dentro de cada uno se halla lo que tenemos en común con todos los demás. Eso espanta cualquier tipo de soledad que pueda acechar. La soledad es, a fin de cuentas, desconexión con uno mismo. Como no lo sabemos, intentamos paliarla buscando compañía, en lugar de conexión. No es lo mismo. Es en esa búsqueda de compañía cuando podemos caer en la trampa de vivir complaciendo y olvidarnos de cubrir nuestras necesidades. Sin darnos cuenta, nos perdemos en el otro y lo manipulamos en un intento de que nos solucione un problema que es exclusivamente nuestro.

Cuando dedicas tiempo y espacio para saber lo que quieres y necesitas y te ocupas de dártelo, acabas siendo un gran amigo tuyo. ¿Qué es la amistad sino un progresivo conocimiento del otro, un descubrimiento de su ser, y del propio en contacto con el suyo, y el placer de verlo feliz, siendo tal como es? La amistad es conexión profunda con lo que otro es y alegría de poder contribuir a lo que le aporte bienestar y felicidad. Amistad con uno mismo sería exactamente eso: estar tan pendiente de mi bienestar como del de mi mejor amigo y alegrarme de ser como soy. La gran noticia es descubrir que no son incompatibles.

Al abordar el tema de la soledad, la pregunta que podríamos hacernos sería, pues, ¿quiero conectar conmigo? ¿O temo lo que pueda encontrar en mi interior? Muchas veces desconectamos de nuestro ser profundo porque tememos encontrar más oscuridad que luz en nuestro interior. Y resulta que es todo lo contrario, en lo hondo de todos nosotros está la luz. Hay que atreverse a bajar hasta ahí con fe para ser capaces de verla.

Marita Osés

18 noviembre 2019

6.11.19

Un duelo nunca viene solo



La primera vez que escuché una historia personal llena de duelos, me impactó mucho. La segunda, pensé que era una coincidencia. La tercera empecé a darle vueltas. A partir de entonces, la repetición del mismo patrón me convenció de que un duelo de calado en la vida de una persona hace aflorar otras pérdidas que en su día no fueron atendidas y se fueron archivando el algún lugar que se satura cuando el dolor de la situación presente fuerza tanto las paredes del corazón que éste se rinde. La pérdida más reciente es la que da pie a que todas las anteriores sean procesadas por fin como merecen. No siempre son muertes. Pueden ser separaciones, deterioro de las relaciones, fracasos, pérdidas del puesto de trabajo, enfermedades…

La persona te habla de una muerte que le acaba de truncar la vida y empiezan a salir a borbotones otras pérdidas que ha vivido con anterioridad y de las que, con frecuencia, no pudo extraer ningún aprendizaje porque en aquel momento tuvo que poner toda su energía en sobrevivir. Es lo que le ocurre a Vito; está deshecha por la muerte de un hermano, pero llora más amargamente cuando habla del fallecimiento prematuro de sus padres –hace casi 50 años-que la obligó a hacerse cargo de sus hermanos más pequeños con el apoyo inestimable de éste que ahora también la ha dejado. El desconsuelo es grande cuando toma conciencia por primera vez de que se volcó tanto en sostener a la familia huérfana que no se dio la oportunidad de llorar a su padre y a su madre. Y ahora, casi 50 años después, los llora y los echa de menos como si acabaran de morir. Siente la orfandad de la joven de 17 años que tuvo que hacer de tripas corazón y convertirse en madre de tres hermanos de la noche a la mañana. O Susi, que acaba de perder a su madre, de la que prácticamente no se separó en sus cuarenta y tantos años de vida y que falleció en un momento en que ella se ausentó brevemente. Su sentimiento de culpa es indescriptible. Pero cuando intenta expresarlo, aparece también la muerte de su hermano mayor, la de su padre, la de su primer marido tras la separación, la de un sobrino, la de su bebé justo antes de nacer. Se siente arrastrada por una ola inmensa, hecha de todas las experiencias dolorosas, que la revuelca una y otra vez y la escupe, desconcertada y confusa, en la playa de su cotidianidad. Al sentirse escuchada, se da por fin permiso para expresar su rabia, su dolor, su pena por todos esos agujeros negros de su existencia, que la marcaron hasta hacerla como es hoy y que la invitan a reconocerse y a perdonarse por todos los sentimientos de culpa que la torturaron en cada uno de ellos.

Por increíble que parezca, el desamparo absoluto, el sentimiento de pérdida de sentido que conlleva un duelo, o la concatenación de varios, es un punto de partida poderoso para entrar en contacto con nuestra verdad y, con el tiempo – a menudo, mucho tiempo-, reconciliarnos de una vez por todas con nosotros mismos y con la vida.

Marita Osés

Noviembre 2019