29.4.23

Namasté


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 Hace poco pedí a unas cuantas personas que han pasado por mi consulta si podían enviarme unas líneas con lo que destacarían de mi estilo de coaching.


Conocer el impacto que tenemos en las personas es una manera de conocernos, descubrir elementos que ignoramos y vislumbrar el propósito de nuestra vida. 

🔎Por un lado he constatado que las personas encuentran lo que buscan: la que necesita “caña”, me encontrará “cañera”, la que necesita compasión me encontrará compasiva. La que necesita sentido del humor también lo encontrará en mí, que no soy especialmente divertida. Pero es cierto que con determinadas personas se me activa el sentido del humor. Ellas son las que lo llevan dentro de forma genuina, lo activan en mí de manera inconsciente de modo que lo que yo les doy no es más que un retorno de lo que ellas YA SON. Yo solo soy un espejo. 

💞Por otro lado, compruebo lo saludable que resulta recibir reconocimientos: que otra persona nos diga todo lo bueno, aquello de nosotros que le hace bien y le ayuda a ser mejor. Aún no he acabado de escribir la frase anterior y una vocecita me dice: “Lo bueno y lo malo. Lo malo también. “ Y soy tajante con ella: NO. Solo lo bueno.
Hay momentos en los que lo que lo que necesitamos ver de nosotros es lo positivo. Lo negativo, solemos verlo sin ayuda.

Tenemos mucha más facilidad para registrar nuestros errores y omisiones que nuestros aciertos y nuestras buenas acciones. Tod@s llevamos un registro negativo completamente actualizado. Es un archivo de material que nos avergüenza y nos hace sentir culpa por no ser mejores. En algunos casos, por no ser perfectos. Si solo tenemos esa materia prima para construir nuestra imagen, no es de extrañar que la idea que tengamos de nosotr@s sea muy pobre. ¿Con qué cara vamos a ir por el mundo si pensamos que somos un desastre? Cabizbaj@s y encogid@s, claro. Y por mucha verdad que haya en ese registro negativo, NO ES TODA LA VERDAD. 

Hay en nuestro día a día muchos momentos en los que hacemos bien las cosas, pero es tan “normal” que no lo registramos. Cuidamos, escuchamos, apoyamos, acompañamos, hacemos reír, trabajamos, cumplimos… Vuelve a surgir la vocecita: “Cómo no vas a cuidar a tu hijo si es tu hijo, cómo no vas apoyar a tu pareja, si es tu pareja, como no vas a ayudar a tu amigo, si es tu amigo. Solo has cumplido con tu deber.” Con esta apostilla, le quitas todo el valor a tus actos. Pero este comentario destructor no tiene ninguna consistencia, porque si bien esos actos pueden calificarse de normales o lógicos en la relación en la que han sucedido, PODRIAS NO HABERLOS HECHO. Podías no haber cuidado a tu hijo, podías no haber apoyado a tu pareja,  podías no haber ayudado a tu amiga o no haber realizado aquel trabajo. 
Reconocer conscientemente aquello que has hecho, sin restarle valor, es imprescindible para que tengas una idea justa de ti.
De lo contrario, tienes una imagen distorsionada que te provoca inseguridad y hace que no te atrevas a hacer determinadas cosas, porque la conclusión a la que has llegado a base de llevar un registro de tus fallos es que no eres bueno en nada, que no vales.


Por eso me gusta tanto el saludo hindú, NAMASTÉ, que traducido del sánscrito viene a decir:
Saludo a la divinidad que hay en ti. Mi alma saluda a tu alma más allá de tu apariencia. Me inclino ante ti.
Que cada uno lo interprete como más le guste.


Lo que me conmueve de este saludo es que, de entrada, da por supuesto que en cada persona hay un tesoro, algo maravilloso ante lo cual vale la pena inclinarse y mostrar respeto y reconocimiento.

¡Lo da por supuesto!

En una sociedad que alimenta el miedo al otro, que subraya que el hombre es un lobo para el hombre en lugar de recordar que sin el otro no somos nada, un saludo que reconoce la bondad y la luz del que tenemos delante es una manera de apostar decididamente por la confianza en el ser humano. Solo confiando podemos avanzar con paso firme. Sin confiar, caminamos en un estado de alerta máxima, que no sólo nos agota, sino que alimenta nuestra animalidad aniquilando nuestra humanidad. No estoy diciendo que neguemos nuestra parte mamífera, (bien pensado, lo animales nos dan lecciones de humanidad) sino que no nos reduzcamos a ella, porque entonces renunciamos a aquella dimensión que nos hace ser quienes somos y nos da plenitud.


Hoy os animo a hacer visible lo invisible, a reconocer a alguien alguna cualidad, empezando cada un@ consigo mism@.  Ayudarnos unos a otros a vernos y a valorarnos. Optar -de manera obstinada si es necesario- por encontrar lo bueno del otro y subrayarlo es la mejor manera de alimentarlo y desarrollarlo, porque aquello en lo que centramos nuestra atención crece y se multiplica.
Si alguna vez te has sentido orgullos@ de ti, registra ese momento y esa cualidad. El día que falles por algo, acude a ese recuerdo y dite a ti mism@: “Yo soy más que este error que acabo de cometer.” Porque lo que suele ocurrir es que nos fustigamos por un día en que hemos sido crueles y no nos acordamos de un montón de días en que hemos sido compasivos; no nos perdonamos una ocasión en la que hemos perdido la paciencia, y nos olvidamos de todos los días que fuimos pacientes; nos despreciamos por un día en que nos rendimos  y sin embargo no nos reconocemos los muchos en días que estuvimos perseverando. No estoy hablando de ser excesivamente indulgentes. Estoy hablando de ser justos con nosotr@s y con los demás.

Y ante vosotr@s, que me escucháis o me leéis, cierro los ojos, junto las palmas, inclino mi cabeza y abriendo mi corazón pronuncio con inmenso respeto:                                 NAMASTÉ.

Marita Osés

27 Abril 2023

1 comentario :

  1. Qué bueno!! yo te veo dulce, realista, con sentido del humor, independiente mental, comprensiva y compasiva ;-)

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