8.6.23

¿Te eres infiel? (I)




Esta semana, en la consulta, una mujer joven que está iniciando una relación sentimental anhelada desde hace tiempo, confiesa que antes de decir algo o hacer una propuesta a su compañero, mentalmente anticipa cual podrá ser la reacción y modula –y a veces, retira- lo que pensaba decir o proponer de acuerdo con ese “sondeo mental”.


Haciendo esto, anula su espontaneidad (por miedo a que no sea del agrado de su chico) y de paso le ofrece una imagen falsa de sí misma, sin duda mucho más pobre de lo que es en realidad. Diría sin temor a equivocarme que su ser espontáneo es infinitamente más atractivo que la joven complaciente y cauta que ella muestra por miedo a estropear la relación, pero hasta que ella no se convenza del enorme valor que tiene ser ella misma, no logrará ser una mujer libre en su relación con él.

Estar pensando siempre en si lo que voy a decir o hacer va a ser del gusto o no de mi pareja es ofrecerle el control de mi persona sin darme cuenta. Y este “sin darme cuenta” es lo más peligroso del caso. Si me acostumbro a  vivir conectada únicamente con lo que desea la persona que tengo delante por miedo a perderla, me desconecto de mí misma.

El miedo es lo contrario al amor porque el amor es confianza.

Confianza en que tengo derecho a ser  amada tal como soy. Mi mente (y creencias heredadas) pueden decirme que amar es la permanente adaptación a los gustos y necesidades del ser amado pasando por encima de los míos hasta olvidarme de mí. En realidad, este fue probablemente tu aprendizaje a temprana edad. ¿Cuándo dejaste de ser tú? ¿Cuándo te amoldaste tanto a las exigencias o a las expectativas de tus adultos que perdiste tu autenticidad? ¿Cuándo aprendiste que siendo auténtica no serías amada, aceptada, aprobada? Podrías ser que ahora estuvieses repitiendo este patrón, sin que sea ya necesario.  

 

Una no se da cuenta y se va disolviendo, olvidándose de quien es, y va encarnando un personaje al gusto de su pareja a fin de no poner en riesgo la relación
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Al disolverme, estoy dejando de darle información de quién soy y cómo soy. Si me disuelvo no me ve. Si no me ve, se relaciona con la imagen que proyecto, no con la persona que realmente soy. Cuando alguien que nos interesa no nos ve (también ocurre cuando una no se ve a sí misma) acabamos sintiéndonos invisibles, sin saber quiénes somos.  


¿Por qué es importante escuchar nuestras necesidades y deseos? Porque nos definen y renunciar a ellos es renunciar a nuestra esencia, ocultarla. 

A las mujeres nos cuesta más tener bien definidas nuestras necesidades o deseos, acostumbradas como estamos desde pequeñas a supeditarlos a las necesidades y deseos ajenos. Es lo que aprendimos de nuestras madres y ellas de nuestras abuelas y así hacia atrás durante generaciones.

Supeditar siempre tus decisiones a las reacciones que prevés que va a tener tu compañero de camino comporta una renuncia a tu soberanía personal. 

La tarea del amor no es renunciar a ellos, sino reconocerlos y encontrar la manera creativa de compatibilizar los de ambos. Así, las dos personas se enriquecen con aquel aspecto del otro que respetan.

Que una persona tenga un interés determinado, debería ser motivo suficiente para que su pareja lo respete sin minimizarlo o ridiculizarlo por el hecho de no compartirlo.

Es cierto que si los intereses son irreconciliables porque se basan en escalas de valores muy distintas es muy probable que la convivencia no llegue a cuajar. Resulta difícil compartir un proyecto de vida cuando no hay sintonía en aquello que nos sostiene y nos da sentido, es decir, los valores que nos mueven. En estos casos, puede suceder que uno de los miembros de la pareja abrace valores del otro que no había descubierto antes pero que, al verlos reflejados en su pareja,  llegan a convencerle y  encajar en sus esquemas. Ello abre vías para mejorar la convivencia. Si los valores son incompatibles, es saludable separarse sin necesidad de que haya enfrentamiento en lo personal, sino desde la comprensión de que hay valores irreconciliables, por muy buenos ratos que se hayan pasado juntos. Una cosa es pasar buenos ratos que te llevan a pensar que podrías emprender un proyecto de vida con esta persona, y otra muy diferente coincidir en valores que serán decisivos en los momentos de dificultad. “Es que cuando estamos bien,  estamos muy bien”, es la respuesta cuando pregunto ¿qué es lo que te hace seguir al lado de esta persona, a pesar de haber experimentado tantos desencuentros? Sí, cuesta desapegarse de esos buenos ratos,  pero la vida es más que esos ratos en los que no hay responsabilidades, decisiones que tomar, dolor o adversidades que afrontar, proyectos que construir. Es importante compartir un ocio placentero con tu pareja, pero para esto también están los amigos, o simplemente personas con las que compartes aficiones. El vínculo de pareja juega en otra liga, se juega cuando no vienen tan bien dadas.

¿Qué pasa en los malos momentos?

¿En las situaciones difíciles?

¿Qué actitudes predominan?

¿Qué valores nos sostienen o no?

¿Hay equilibrio en las soluciones a las que llegamos?

¿Cede siempre la misma persona o somos capaces de llegar a acuerdos en los que los dos ganamos?


Para atravesar esos momentos, poder ser fiel a un@ mism@ sin que ello atente contra el vínculo es fundamental para que la pareja no solo sobreviva sino alcance su pleno sentido.

Si constatas que dejas de ser tú, para que la relación sobreviva, piénsatelo. Esa falta de respeto por tu ser genuino puede acabar convirtiéndose en resentimiento y envenenar la relación, a veces a edad muy avanzada. Estás a tiempo de ponerle remedio.


Marita Osés

28 mayo 2023

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