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6.3.25

Tengo un pitbull dentro

El cliente entra en la consulta y cuando le pregunto qué trae hoy a la sesión, responde: “Tengo un pitbull dentro. ¿Cómo lo ato?” Y relata varias situaciones en los quince días anteriores en las que una persona o situación le sacaron de quicio y, más tarde se sintió mal por no haber podido reaccionar desde la serenidad, o por lo menos, sin violencia verbal.

“El problema del pitbull es cómo te sientes después y cómo haces sentir al otro”
concluye. (Para los que no saben lo que es un pitbull, es una raza de perro con fama de ser muy agresivo, pero cuya agresividad depende del entreno que reciba. De naturaleza son valientes, inteligentes y con una energía inagotable, leales, cariñosos y muy sociables. Pero si lo entrenan para la lucha, será muy agresivo. Esa energía se convertirá en agresividad y tomará la fama de agresivo).

“¿De dónde sale este fuego que no soy capaz de controlar y que deja chamuscado a mi interlocutor, cuando no reducido a cenizas?”, se pregunta esta persona.    El caso es que también él queda muy afectado por haber actuado de esa manera. “¿Cómo es que la rabia se adueña de mi de modo que acabo haciendo y diciendo lo que no quiero hacer ni decir?”

Vamos a ver dónde puede  estar el origen de eso que hace y dice y de lo cual se arrepiente casi de inmediato.
Cuando la reacción es desproporcionada en relación al detonante que te ha llevado a saltar y se repite en el tiempo, es decir, es una reacción recurrente, suele tener que ver con nuestras heridas de infancia.

Son situaciones que nos hacen entrar en contacto con una emoción que en su día experimentamos y etiquetamos como dolorosa o desagradable (negativa, para entendernos) y nuestra mente nos traslada sin que nos demos cuenta a nuestro pasado alejándonos del hecho real que estoy viviendo en este momento.

💬Puede ser un sentimiento de que me ignoraban porque no tenían en cuenta mi opinión, de rabia porque se me trataba de manera diferente que a algún hermano o compañero de clase, de humillación porque se me comparaba con otros y yo nunca daba la talla…lo que sea. En algunos casos, puede que  ya en tu infancia reaccionaras  con violencia a esa sensación incómoda o dolorosa que te invadía y entonces te etiquetaran  de “rabioso”, “tiene muy mal carácter” o si te encerrabas en ti mismo “es un lobo solitario”, “es más raro que un perro verde”.
💬En otros, tal vez no te permitiste expresar esa emoción y la fuiste acumulando hasta tu edad adulta. El adulto ya no está en situación de inferioridad como el niño y se permite ventilar su fuego, soltar al pitbull y dejarle ladrar todo lo que no ladró en su momento.

¿Qué pretendes conseguir con ladrar de esta manera?
  • Mantenerte a salvo.
  • Proteger tu vulnerabilidad.
Pero ¿qué consigues en realidad? Sentirte alterado, fuera de control, tal vez arrepentido, y en algún caso avergonzado y miserable, especialmente si la persona que se ha visto afectada es una persona a la que quieres y sabes que no solo no se merece este trato sino que puedes dañar o incluso romper un vínculo que valoras mucho. La confianza se ve afectada y rompes la sensación de seguridad que toda relación afectiva necesita para mantenerse viva. En adelante, es posible que esta persona esté a la defensiva y no puedas acceder a ella como querrías o como habías hecho en otros momentos. Es un precio muy elevado el que pagas por no controlar a tu pitbull.

Por eso vale la pena pararse y preguntarse:
¿De qué me quiero proteger cuando suelto a mi pitbull? ¿De qué tengo miedo?
Si reviso las distintas ocasiones en las que ha saltado mi pitbull ¿Qué tienen en común?
¿Qué indicadores tengo que me pongan sobre aviso de que el pitbull va a saltar?
El cuerpo es un gran aliado en estas circunstancias. Puede ser una sudoración repentina, o la nuca agarrotada, una bola en la garganta, una presión en el pecho, una aceleración del corazón, un temblor… Conviene estar atentos para no dejar que se nos dispare el automático y cuando aparecen estos indicadores físicos, respirar hondo varias veces y recordarnos qué es lo que queremos de verdad y qué no.

Otra pregunta que nos puede acercar al origen de nuestra reacción agresiva es:

¿Qué es lo que no soporto
Que me contradigan? Que me mientan?
Que me ignoren? Que me tomen el pelo?
Que no me obedezcan? Que no me escuchen?
Que me impongan cosas?
Si identificas aquello que activa tu reacción, te dará una idea de por dónde va tu herida. Todos tenemos una o varias heridas de infancia y conocerlas es un paso imprescindible para entender nuestras reacciones. Por poner un ejemplo, Clara conecta con la sensación de “no pintar nada” cuando su pareja toma decisiones sin consultarle. Puede ser algo tan irrelevante como tomar una calle en lugar de otra durante un paseo a pie. Esta sensación de “no decidir nada” procede de su infancia en la que iba a remolque de sus hermanas, mucho mayores que ella, quienes no solo no la tenían en cuenta para decidir sus planes sino que se aprovechaban de su buena fe y de sus ganas de ser útil. Eso generaba en ella una impotencia que ahora se despierta en situaciones que aparentemente no tienen nada que ver y generan conflictos con su pareja.

¿Qué hacer entonces con el pitbull?
Al pitbull no hay que atarlo, hay que amansarlo. ¿Qué es lo que le hace agresivo? La agresividad. ¿Qué es lo que le hace manso? La mansedumbre, la ternura, la amabilidad.
El primer paso para apaciguarlo es dejar de identificarnos con él y de tenerle miedo. Agradecerle que nos haya querido proteger pero despedirlo porque ya no lo necesitamos. Y hablarle con amabilidad. No es más que una estrategia defensiva que nuestra mente construyó para protegernos del dolor en un momento en que nos sentíamos indefensos frente a las personas y situaciones que nos lo provocaban. Ahora tenemos más recursos que en nuestra infancia y probablemente nos hayamos fortalecido o en el mejor de los casos, hemos empezado a sanar las heridas que nos hacían ser tan reactivos. Si ya no necesitamos el pitbull, la siguiente pregunta es ¿De qué otra manera puedo conseguir lo que deseo sin enseñar los dientes, ladrar o lanzarme a la yugular de mi interlocutor? Si el pitbull viene azuzado por el miedo a sufrir y lo contrario del miedo es la confianza, tendría que ver qué necesito para actuar desde la confianza y no desde el miedo.
Las personas que tienen un pitbull dentro necesitan más ratos a solas para hablar con él e imaginar con antelación situaciones en las que prevén que el pitbull va a activarse.

En espacios de tranquilidad, hacerse las preguntas que hemos ido mencionando para sentirse dueñas seguras de su perro en lugar de dejar que el perro se adueñe de ellas.

Tengas o no tengas un pitbull dentro, reservar espacios a solas contigo para ver qué es lo que duele y qué es lo que da vida a tu existencia es una práctica muy recomendable si queremos vivir en paz. Ojalá los encuentres y los disfrutes.

Marita Osés
Abril 2025

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4.7.24

¿Dónde quedó tu deseo?

“El cuidado que dispensamos (las mujeres) hace que nos olvidemos de nuestras necesidades y deseos, entre otras cosas, porque no tentemos tiempo….¡que perder!”, dice con su sentido del humor característico Sylvia de Béjar. Y continúa: “Lo que seguro que queda para lo último es lo sexual.”.


En efecto, nuestro rol de cuidadoras hace que nos des-cuidemos. Dice Gabor Maté que el 80% de la enfermedades autoinmunes las padecen las mujeres. Se preocupan tanto por los demás que se olvidan de ellas, se sienten responsables –cuando no culpables- de las emociones de otros. Han sido programadas para ocultar su enfado y para ser conciliadoras, para  poner armonía en la familia o allá donde vayan. Aprenden  a absorber el estrés de sus hijos, maridos, amistades, familiares. ¿A dónde va a parar todo este estrés? Lo somatizamos. Soma significa cuerpo en griego. Nuestro cuerpo lo acusa. El cuerpo carga con él.
¿Cómo detecta el deseo sexual un cuerpo estresado?
Tan conectadas estamos las mujeres con las necesidades, deseos y emociones ajenos que desconectamos de los nuestros y llegamos a sentir que no los tenemos, hasta el punto de no saber elegir. “Lo que tú quieras”, respondemos antes de mirar hacia nuestro interior. Nos enseñan a ponernos tanto en el lugar de los demás que elegimos para ellos, alejándonos cada vez más de nosotras, hasta no saber ni quien soy ni qué quiero.
¿Es biológico, es cultural? ¿Cuál es el origen? Sin duda la cultura patriarcal nos ha atribuido roles que valoraban a la mujer que se auto inmolaba por el bien de otros. Su capacidad de sacrificio era la vara de medir su valía. “Mi madre dio la vida por nosotros” “Mi madre se dejó la piel, estoy en deuda eterna con ella” “Mi madre renunció a sus sueños para que sus hijos pudiéramos acceder a los nuestros”. El icono de la madre perfecta era la abnegación. Ojalá que ninguna mujer joven conozca ya el significado de esta palabra, si eso significa que la han eliminado de su vocabulario y de su vida. He encontrado una definición de mujer abnegada que respalda lo que se ha ensalzado durante muchos años:
“Aquella que sabe soportar con resignación las adversidades de la vida, es decir, la que no protesta, la que nunca se rebela ni exige, la que se olvida de sí misma en favor de los intereses de otros, en resumen, la que se aniquila”. 

Lo que más me sorprendió es que la persona que mencionaba esta cita en IG le daba gracias a su madre por haber sido así. 

Quererse y respetarse no está reñido con amar profundamente a los demás, sino todo lo contrario.
Esta es la buena noticia y el inicio de la reformulación del rol de la mujer: No es necesario auto inmolarse para empatizar con otros.
Amar a los tuyos, empatizar con ellos  es compatible con amarse a una misma. Solo hay un requisito. Empezar por ti.
De lo contrario los otros acaban ocupando todo el espacio y el tiempo. Nuestra generosidad –o nuestro miedo a no ser imprescindibles y que nos abandonen- nos hace entregarnos hasta vaciarnos, amar a todos menos a nosotras. Nos ocupamos de los hijos, de la pareja, de los padres, de los abuelos, de las amistades, de la vecina y cuando nos llega el turno estamos tan exhaustas que no nos queda energía para atender nuestra salud y mucho menos nuestro ocio y nuestro descanso. ¿Deseo? Solo deseo descansar, dormir, desconectar. ¿Desconectar de qué? De ese “pluriempleo” que nos consume hasta hacernos desaparecer.
Llegados a este punto, la cuestión no es solo donde queda el deseo sexual, sino donde quedan todos los demás deseos, los que nos definen y nos conectan con quienes somos y cómo somos. Desconectadas de ellos nos disolvemos hasta no saber quiénes somos.
Por eso, cuando hay falta de deseo sexual, conviene averiguar qué otros deseos hemos enterrado bajo capas y capas de obligaciones, compromisos, roles. Y despertar poco a poco a lo sensorial, a lo que nos relaja, a lo que nos resulta agradable y reservarle tiempo. Para reconocernos como personas vivas, sensibles al placer y al amor, activas no solo en relación a nuestros deberes sino también a nuestros derechos. Tu derecho al placer es inalienable. Y el placer compartido alimenta el vínculo, la complicidad, la confianza de que juntos somos capaces de abordar cualquier situación.
                      🤚Para y escúchate.🧏

 

Si identificas todos los factores bajo los que fue quedando sepultado tu deseo, y lo aceptas sin juzgarte,  es muy probable que descubras que todavía sigue vivo. Te deseo un feliz hallazgo. 



Marita Osés
26 junio 2024


14.6.24

“No tengo ganas”

⚧️He hablado con varios hombres preocupados por la falta de deseo sexual…de su pareja. Ninguno de ellos se cuestiona –por lo menos de momento- la continuidad de la relación.


Se quieren, tienen un proyecto común con las discrepancias propias de cualquier convivencia, han construido una familia de la que están satisfechos, pero el sexo ha desaparecido, en ocasiones durante meses, o años. En etapas anteriores de su historia sí tuvieron una vida sexual más o menos regular. Pero llegó un día en que la mujer dejó de tener ganas. O se atrevió a decirlo.🗣

Factores que inhiben el deseo sexual hay muchos, desde enfermedades como la depresión o el cáncer y sus correspondientes tratamientos, hasta la historia personal de cada uno en el  terreno físico-afectivo, a lo largo de la cual pueden haberse producido heridas y traumas ocultos que se despiertan años más tarde. Pero en escenarios en los que no ha entrado la enfermedad, hay otras razones frecuentes por las que se apaga la libido. El estrés y el cansancio, la llegada de los hijos, la insatisfacción con el propio cuerpo, el hecho de que durante años el sexo no fuera satisfactorio sin que la persona que así lo experimenta lo haya puesto sobre la mesa. En la película🎦 Buena suerte, Leo Grande, Ema Thompson interpreta a una maestra jubilada que, años después de haber enviudado, confiesa que a lo largo de todo su matrimonio nunca experimentó un orgasmo y reivindica el derecho al placer. Me pregunto por qué no se le ocurrió hacerlo en vida de su esposo. Por último, otro de los motivos que aducen las mujeres para no tener ganas es la falta de conexión emocional con sus parejas.

Empecemos por el cansancio. Llevamos vidas bastante aceleradas y sí, estamos agotados. Los horarios laborales son a veces inhumanos y la conciliación familiar difícil. La mujer sigue haciendo doble jornada, en casa y fuera de cas, y eso paga un peaje. Si además hay hijos, estos consumen una parte importante de nuestra energía y el sentido de responsabilidad les da prioridad  hasta tal punto que olvidamos  la necesidad de reponer fuerzas. Al no encontrar tiempo para el descanso que necesitaríamos, acumulamos desgaste. Hay menos ocasiones para el ocio, para desconectar o para dedicarte a tu compañero de vida. Y menos circunstancias favorables al encuentro sexual espontáneo, si los niños siempre están presentes.
Por lo general, con la llegada de los hijos la mujer vuelca la mayor parte de su afectividad en ellos y mucho menos en la pareja. En el mejor de los casos, el hombre es comprensivo, y espera a que los hijos crezcan. Pero al cabo de los años la mujer está cansada y deseosa de empezar a hacer su propia vida,  a veces al margen de su pareja para resarcirse de esa etapa de crianza en la que ha experimentado muchas renuncias y a veces poca colaboración por parte de él.

Otro aspecto, también más frecuente en las mujeres, es la insatisfacción con nuestro propio cuerpo. La percepción que tenemos de nuestro físico, sobre todo si muestra las huellas de los embarazos y partos o simplemente, si no se ajusta a los cánones de belleza que nos impone la sociedad, condiciona nuestro erotismo. Cuando una mujer está sexualmente inapetente, conviene entre otras cosas explorar cómo se siente a este respecto. ¿Te encuentras atractiva o eres muy crítica con tu aspecto? ¿Te avergüenzas de alguna parte de tu cuerpo? Es tu medio para expresarte y si no te sientes segura de él, ni te da confianza te reprimirás a la hora de hacerlo. El cuerpo tiene además grabados a fuego los pequeños y grandes traumas que hemos sufrido en el terreno afectivo desde la infancia, y las ideas respecto de la sexualidad que nos transmitieron entonces, por lo general muy represivas. Este es un campo en el que sanar muchas historias y desechar otras tantas creencias nocivas.

Por último, y este punto es especialmente difícil de comprender por parte del hombre, cuando la mujer pierde el deseo conviene revisar la conexión emocional con su compañero. No suele bastarle la atracción física, sino que necesita una cercanía afectiva. Cuando en la convivencia se producen muchos momentos en los que la mujer experimenta desconexión, lejanía o decepción, se produce una distancia emocional que la aleja, también sexualmente, de su pareja.
La pregunta adecuada por parte del otro miembro de la pareja no sería ¿Qué necesitas para sentir deseo? Sino ¿qué necesitas SENTIR para aparezca el deseo? 

No estoy hablando de los prolegómenos físicos: caricias, besos, contacto con otras partes del cuerpo que no sean necesariamente los genitales. Eso vendría después.

Cuando una mujer se siente cercana emocionalmente a su pareja es porque su actitud y sus acciones le generan algún sentimiento: seguridad, cercanía, atracción, sorpresa, ternura, admiración, atención. Cada pareja encontrará su modo de entrar en resonancia: el sentido del humor y la risa, el poder expresarse como son sin sentirse juzgados, una película que les lleva a hablar de temas personales, alguna actividad juntos o en familia. Se trata de percibir una complicidad, un hilo que os conecta más allá de la atracción inmediata y que puede expresarse de las maneras más dispares. En una conversación o en un comentario breve, al tomar conciencia de compartir unos valores o un sentir común respecto de un tema determinado. Es decir, sentirse unidos desde dentro, por algo que va más allá de lo puramente físico o de la química existente entre ambos ¿Qué tiene que ver esto con el sexo? Todas ellas son situaciones en las que la persona se define, se deja ver por su pareja y a la pareja le confirma:
Estoy con quien quiero estar, me entrego a quien quiero entregarme. 

Tiene que ver también con sentirse vista, reconocida y apreciada por el otro, no solo en mi apariencia, sino por lo que soy y por como soy. Contar con esa aceptación sin juicio hace que me relaje y me entregue sin miedo al rechazo.

Por supuesto que el sexo sin conexión es posible, y en ocasiones hasta placentero.



 

Pero si un día el cuerpo te dice basta, robándote el deseo, mejor averiguar si está expresando algo que tiene que ver con el alma.


Marita Osés
9 junio 2024

14.2.24

San Valentín 2024

 

A muchas mujeres les diría hoy: ÁMATE A TI MISMA como amas al prójimo, dándole la vuelta al enunciado cristiano del amor.

Todas las almas entregadas que corremos por este mundo deberíamos intentarlo y nuestro amor por el prójimo se purificaría.



Existe una motivación inconsciente en esa dedicación tan intensa a los demás, y es la de hacerse imprescindible. ¿Por qué? Porque cuando eres imprescindible es menos probable que te abandonen.

Así que ese amor devoto tiene un interés oculto, casi de supervivencia, aunque la persona que ama así no lo sepa. Eso no le resta valor, pero pagamos por ello un precio muy alto: Por miedo a ser abandonadas, nos desatendemos, perdiéndonos en el otro. Es decir, nos abandonamos. Por eso, en este día de corazones rojos en todos los escaparates, propongo llevar las manos al propio corazón y decirle:
“Estoy aquí, contigo, y no te dejaré nunca más.”

Marita Osés
14 de febrero de 2024

3.3.23

Señalar con el dedo

 


Llevo varios casos actualmente en los que la persona que acude a la consulta tiene en su punto de mira a otra persona a la que le encuentra muchas pegas.
Tienen la sensación de que su vida sería mucho mejor, si la otra persona cambiase.

Son situaciones muy distintas unas de otras: algunas quieren cambiar a su pareja, otras a una amiga, otras a su hijo o incluso a su jefe. Y en todos estos casos la persona se siente mejor que aquella a la que está criticando por su actitud o por sus actos.

La forma más fácil de sentirte mejor que otra persona es señalar sus defectos.

En muchas ocasiones, esa necesidad de sentirse mejor que otro oculta un sentimiento de poca valía. Es curioso que cuando durante la sesión de coaching he planteado esta posibilidad, varias de estas personas no son conscientes de no valorarse. El sentimiento de poca valía es desagradable, y lo que no nos gusta tendemos a aniquilarlo a anestesiarlo. Alguna de ellas afirma tener la autoestima francamente alta, aunque por otro lado suelen quejarse de falta de reconocimiento, ya sea por parte de la pareja, del hijo o del jefe, o de quien sea.

¿A qué responde entonces esa estrategia que desacredita al otro poniendo la atención en sus fallos?

Es una estrategia tan antigua que ya aparece en la Biblia: Ver la paja en el ojo ajeno, cuando tienes una viga en el tuyo.

En los niños, como son muy trasparentes, lo vemos muy claro. Un crío rompe un objeto en su casa. Y ¿qué hace para desviar la atención del adulto que lo está cuidando? Señalar en otra dirección: Le dice que su hermanito ha pintado la pared o no se ha lavado los dientes o cualquier otra transgresión que empequeñezca el acto que él ha cometido o desvíe la atención del adulto. Al hacerlo, alivia un poco el sentimiento de culpa.  Los adultos –la gran mayoría- tenemos una voz muy crítica en nuestro interior, especializada en detectar nuestros fallos, errores u omisiones, sobre todo si somos muy exigentes o perfeccionistas. Los vamos registrando en algún lugar y generando en nosotros un permanente y desagradable sentimiento de culpa y de poca valía.

Una manera de no sentirlo es mirar al exterior y concentrar nuestra atención en las culpas ajenas. A nivel consciente estas personas afirman saber lo mucho que valen porque han logrado esto y lo otro. Pero inconscientemente y de una manera muy sutil están enganchadas a la culpa o a un sentimiento de inferioridad porque su crítico interno les recuerda sistemáticamente lo que no han conseguido (una buena conexión con su pareja, una relación de confianza con su hijo, una sensación de equipo con su jefe…).

Cuando una persona acude a la consulta con una lista de actitudes o hechos que le parecen negativas acerca de otra persona y convencida de que es la otra persona la que necesita ayuda, intento reorientar la atención hacia sí misma con preguntas tipo ¿qué es lo que hace que esto  sea un problema para ti? O ¿qué sentimientos te provoca la actitud de esta persona? Se quedan desconcertadas un momento… hasta que se dan cuenta de que tal vez también ellas tienen que hacer un trabajo personal del que no eran conscientes.

Cuando tengo a alguien en el punto de mira,  porque hace algo que me molesta, me perturba o me duele esa incomodidad me está dando una pista para tomar conciencia de una herida que yo puedo tener, que me hace más sensible a esa realidad. Las actitudes o acciones de la otra persona pueden ser completamente reprobables. Pero también es cierto que si no tuviera esa herida, mi reacción no sería la misma. Probablemente sea fruto de violencias invisibles ejercidas contra mí durante mi infancia. No tengo ninguna culpa de tener ahí esa herida o esa sensibilidad especial, pero sí soy responsable de decidir qué hago con ella. Desviar la atención hacia la persona que me hace tomar consciencia de ella es una forma de esquivar esa responsabilidad para conmigo.

Todos tenemos aspectos que transformar y los momentos de incomodidad o de dolor en una relación son oportunidades para hacerlo. Por muy claro que a tu mente le parezca que es  la otra persona la tiene que cambiar para ser más feliz, es muchísimo más práctico empezar por uno mismo, porque, a fin de cuentas, todos nos hacemos de espejo unos a otro. En efecto, todos tenemos temas personales que abordar, pero tu área de influencia directa eres tú y trabajando en ti puedes impactar en esa situación con mucho más eficacia, que queriendo resolver los problemas que le corresponde a otr@ solucionar.

Ante una realidad  en la que mi mente me dice, esta persona tiene un problema, si me paro y me pregunto honestamente: ¿qué es lo que hace que esto sea un problema para mí? , penetro directamente en mi interior y abro una vía de solución que no busca culpables y me lleva a un mayor conocimiento de mi misma y de mis recursos.




Fíjate en tu mano:
cuando señalas a alguien con el dedo índice, tres de tus dedos están señalando hacia ti.




Si te ocupas  de lo que señalan estos dedos, verás que pierde mucha intensidad la razón por la que señalabas a alguien.


Marita Osés

28 febrero 2023





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29.11.22

¿Por qué nos aferramos al enfado?

Después de preparar una sesión en torno al tema del perdón, he sido más consciente de que el enfado es una emoción, pero también una herramienta para conseguir ciertos objetivos.


Cada uno tendrá sus propias experiencias sobre las razones que tiene para personar o no o para que le cueste hacerlo.

Me ha parecido que la terapeuta Robin Casarjian expone con sabiduría esta cuestión  y me baso en su libro Perdonar, una decisión valiente que nos traerá la paz interior para ofreceros hoy este resumen. Ella señala dos razones principales que dificultan el perdón:

  1. El hecho de no perdonar me aporta unos “beneficios” determinados,  quedarme enrocada en mi enfado en la ira en las ganas de venganza me confiere “ventajas”.
  2. Cuando tenemos ideas equivocadas sobre lo que es el perdón, y sobre todo, sobre lo que conlleva en la práctica, algo dentro de nosotros se resiste. Eso lo trataremos en otro podcast.

Hoy nos centraremos en el primer apartado, veremos qué razones podemos tener para instalarnos en el enfado.

💪Nos da sensación de poder. El hacer sentir culpable al otro nos puede hacer sentir superiores y darnos sensación de control, de estar al mando de la situación. Eso es muy goloso.

⚡️La ira nos da energía para hacer cosas que no haríamos sin ella. Cuando estamos enfadados es como si tuviésemos una gasolina, sobre todo las personas que no se permiten a sí mismas enfadarse, porque les enseñaron que no era correcto o porque no se ajusta a la imagen que quieren proyectar de sí. Estar enfadad@ te ayuda a hacer cosas que no te atreverías a hacer o a decir cosas que de otro modo no te atreverías a decir. 

🤐Evitamos la comunicación. Ponemos una barrera con la que castigamos a la persona  que nos ha ofendido, nos ha hecho daño. Esa persona que quizás querría hablar, justificarse, dar alguna explicación, escuchar cómo te sientes. El silencio de mi enfado la castiga.

🔐Puede hacernos sentir más seguros, más protegidos. Detrás de mi enfado no tengo nada que perder ni que ofrecer, me blindo y no tengo que hacer ningún esfuerzo más ni para acercarme, ni para alejarme de esa situación.

El enfado te hace creer que estás en lo cierto, que tienes razón. Eso es lo que cree tu ego. Y eso nos da seguridad, aunque sea ficticia.

🤕Al estar enfadados evitamos sentimientos que fluyen por debajo del enfado y de la rabia o la frustración (o lo que sea que experimentemos a raíz del daño que nos hayan causado). A veces es más fácil estar enfadado que triste o que tener miedo.

Creo que una de las razones por las que es tan difícil perdonar es porque nos obliga a aceptar la verdad de cómo nos sentimos realmente.

Es decir, es más fácil estar enfadado porque me han dejado que reconocer que tengo un miedo tremendo a la soledad. O que tengo una herida de abandono. El enfado es la primera capa, lo que hace más ruido, lo que se hace sentir con más fuerza, pero si consigues ir más adentro es probable que la, el enfado sea un sentimiento superficial, no en el sentido de trivial, sino que hay muchos más debajo de él, es el que está en lo que podemos sentir conscientemente. Si nos quedamos ahí, podemos perdernos lo que nuestro inconsciente guarda más celosamente y que es nuestra verdad. Son sentimientos más profundos, menos ruidosos. Pero que nos llevan a nuestro ser verdadero, más allá de nuestra personalidad.

⚠️El enfado es una reacción que se produce cuando nos sentimos amenazados de alguna manera. Podemos expresarlo abiertamente o puede quedarse oculto o enquistado, y en este caso acabará expresándose como resentimiento crónico. El resentimiento se prolonga mucho más allá de la situación que provocó el enfado. Si entras en el bucle de sentir una y otra vez el pasado, de manera obsesiva, te estás robando el presente y te niegas la posibilidad de salir de ese dolor, con consecuencias graves para tu salud mental y física.

Si nos acostumbramos a negar o a reprimir nuestros verdaderos sentimientos, empezar a reconocerlos puede resultar muy doloroso, pero a la vez muy liberador para comprendernos.


Al otro lado del dolor, es decir, si nos decidimos a atravesarlo y no a distraerlo o disimularlo, encontramos la paz.



💔Nos aferramos a la rabia porque no queremos soltar una relación. Puede que me hayan dejado, pero mientras siga detestando a esta persona o me sienta furiosa con ella, no suelto la relación que es lo que me habría gustado, que no se rompiese. La mantengo en virtud de algo muy negativo, pero la mantengo.

✌️Es muy cómoda la posición de víctima. Todos podemos haber sido víctimas de una injusticia, de una herida,  pero si lo conviertes en tu identidad, pierdes tu propia identidad empoderada. Conviene preguntarse: ¿quiero ser víctima toda la vida o protagonista de mi vida?  Cuando te mantienes en la posición de víctima,  estás consciente o inconscientemente cosechando otro de los “beneficios” del enfado que es no responsabilizarte de lo que está ocurriendo en tu vida o de cómo te sientes. Si tienes alguien a quien culpar de tu infelicidad y ves el problema como algo externo a ti te sitúas en la impotencia. No puedo hacer nada. Y ahí vuelves a perder tu poder. Si no somos conscientes de ello, estos beneficios pueden sabotear un deseo auténtico de perdonar. Una parte de ti querría hacerlo,  pero todos estos factores se interponen y no lo haces.

Si reconoces que aplicas alguna de estas estrategias, te invito a no juzgarte, sino a comprenderte, a tratarte con cariño.  Observa simplemente que tu mente ha elegido estas estrategias para sobrevivir a lo que le ha tocado enfrentarse y se compasiv@ contigo. Porque hay otras maneras de conseguir lo que todos anhelamos que es básicamente estar en paz.  Es imposible ir por la vida sin experimentar heridas ni presenciar injusticias. Por eso es imprescindible el perdón. Dice Franz Jalics, un jesuita húngaro especialista en meditación contemplativa y que tuvo mucho que perdonar, que enrocarse en el no perdón es como construir un dique, que se levanta entre yo y los otros, entre yo y la vida. Así se detiene el flujo de amor. Cuando no perdonamos entramos en una paradoja. Quiero amor, todos lo necesitamos, pero le pongo una barrera. Si me quedo en la ofensa, en el enfado, mi ego justificado por el dolor toma el mando de mi vida y decide por mí. Por el contrario el perdón permite que me abra de nuevo al amor, me ayuda a recuperar mi poder que había cedido a la rabia. 

📣En el próximo podcast abordaremos cómo la idea que tiene cada persona de lo que significa perdonar puede ser uno de los mayores obstáculos para que lo practiques. Y en un tercer podcast expondré una perspectiva sobre el perdón que considera que el que ofrece el perdón es el más beneficiado de todos y que implica un concepto de ser humano diferente, al cual me adhiero. Y su principal función es librarnos de los efectos nefastos que tienen la rabia y el resentimiento que consumen muchísima energía. 

Marita Osés

23 noviembre 2022



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