Cuando digo amor me refiero no solo al sentimiento de alegría y gratitud por el mero hecho de que el ser amado exista, sino también a todo lo que un@ es y hace a partir de ello: respetar, animar, potenciar, agradecer, reconocer, aceptar, soltar…
El amor es ACTIVO aunque puedas hacer todas estas cosas sentad@ en una silla, porque es una actividad interna: mueve tu corazón, cambia tu actitud, rompe tus esquemas, flexibiliza tu rigidez, abre tu mente, despliega tu potencial y el del ser amado. Para llegar a esta conclusión, he tenido que depurar mucho el concepto de amor que mi experiencia infantil y juvenil me habían legado y que las creencias de mi entorno habían alimentado.
En nuestra infancia aprendemos por mimetismo, absorbemos los patrones de conducta de los adultos y los hacemos nuestros sin saberlo. De adulto, te das cuenta: tengo la negatividad de mi abuela, la rigidez de mi padre, la vitalidad de mi madre….y entonces tenemos la oportunidad de potenciar lo que nos gusta de todo aquello que recibimos y soltar no lo que nos pertenece y no es acorde con nuestra identidad.
La pregunta ¿Con quién aprendiste a amar? nos permite cuestionar nuestro estilo de amar, descartar aquellos aspectos que quedaron grabados en nuestro disco duro, pero no están alineados con nosotros y potenciar aquellos que sí deseamos conscientemente.
A amar se aprende. No somos fuente de amor. Alguien tiene que amarnos primero para que se active en nosotros el potencial de amor.
Todos llevamos la semilla, pero si alguien no la riega, no se despliega. El niño que no ha sido amado no podrá amar. El niño que ha sido mal amado, amará mal porque replicará consigo mismo y con los demás lo que han hecho con él. Pero el adulto puede elegir: Una vez sometes a examen con quién aprendiste a amar y por lo tanto cómo es la calidad de tu amor o el concepto de amor que heredaste, puedes decidir si seguir amando así o hacerlo de otra manera. A lo largo de tu existencia vas viendo otras personas, otras familias, otros estilos de amor que tal vez te gustan más o están más de acuerdo con tu forma de ser y de ver la vida. No es fácil la tarea de salir de la inercia adquirida a lo largo de años, pero vale mucho la pena.
Muchos procesos de coaching🔗 consisten precisamente en identificar formas de amar que brotan de nosotros, pero que no nos hacen felices, y transformarlas en aquellas que están mucho más alineadas con nuestra identidad. Por ejemplo, si has tenido una madre para la cual amar era sufrir, y no quieres perpetuar esta idea de amor, deberás dialogar con esa parte de ti que se ha habituado a ese estilo de amor y no dejar que se te “cuele” en tu forma genuina de manifestar el amor.
Descubre con quién aprendiste a amar y entenderás cómo amas. Comprenderás formas de hacer tuyas que pueden desconcertarte e incluso no gustarte. Cuando entiendas de donde vienen, podrás decidir qué quieres conservar y qué quieres desaprender y darte el gustazo de AMAR A TU MANERA. Incorpora todos los elementos que te den satisfacción y plenitud y desecha aquellos que te hagan sentir tensión o incomodidad. Agradécelos todos, porque te han ayudado a construirte y te han sostenido en otros momentos, y sigue adelante poniendo en tu mochila solo lo que te pertenece,🔗 no lo que vino de otras mochilas y a ti no te sirve.
No podemos esperar que todo el mundo satisfaga nuestras expectativas, pues cada uno ama con sus limitaciones. Lo triste es que amemos en base a las limitaciones de 🔗aquellos de quienes aprendimos. Bastante tenemos con las nuestras.
Quien te enseña a amar influye en la calidad de tu amor, pero no la determina. Eso lo decides tú. Si los adultos fuésemos conscientes de ser los primeros maestros de nuestros hijos, nietos, sobrinos… en el arte de amar, nos prepararíamos con más conciencia para la magnífica tarea. El amor se aprende, y como en cualquier otro arte, el aprendizaje no tiene fin. Hay que elegir bien al maestro.
Marita Osés
8 Junio 2022
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