4.7.24

¿Dónde quedó tu deseo?

“El cuidado que dispensamos (las mujeres) hace que nos olvidemos de nuestras necesidades y deseos, entre otras cosas, porque no tentemos tiempo….¡que perder!”, dice con su sentido del humor característico Sylvia de Béjar. Y continúa: “Lo que seguro que queda para lo último es lo sexual.”.


En efecto, nuestro rol de cuidadoras hace que nos des-cuidemos. Dice Gabor Maté que el 80% de la enfermedades autoinmunes las padecen las mujeres. Se preocupan tanto por los demás que se olvidan de ellas, se sienten responsables –cuando no culpables- de las emociones de otros. Han sido programadas para ocultar su enfado y para ser conciliadoras, para  poner armonía en la familia o allá donde vayan. Aprenden  a absorber el estrés de sus hijos, maridos, amistades, familiares. ¿A dónde va a parar todo este estrés? Lo somatizamos. Soma significa cuerpo en griego. Nuestro cuerpo lo acusa. El cuerpo carga con él.
¿Cómo detecta el deseo sexual un cuerpo estresado?
Tan conectadas estamos las mujeres con las necesidades, deseos y emociones ajenos que desconectamos de los nuestros y llegamos a sentir que no los tenemos, hasta el punto de no saber elegir. “Lo que tú quieras”, respondemos antes de mirar hacia nuestro interior. Nos enseñan a ponernos tanto en el lugar de los demás que elegimos para ellos, alejándonos cada vez más de nosotras, hasta no saber ni quien soy ni qué quiero.
¿Es biológico, es cultural? ¿Cuál es el origen? Sin duda la cultura patriarcal nos ha atribuido roles que valoraban a la mujer que se auto inmolaba por el bien de otros. Su capacidad de sacrificio era la vara de medir su valía. “Mi madre dio la vida por nosotros” “Mi madre se dejó la piel, estoy en deuda eterna con ella” “Mi madre renunció a sus sueños para que sus hijos pudiéramos acceder a los nuestros”. El icono de la madre perfecta era la abnegación. Ojalá que ninguna mujer joven conozca ya el significado de esta palabra, si eso significa que la han eliminado de su vocabulario y de su vida. He encontrado una definición de mujer abnegada que respalda lo que se ha ensalzado durante muchos años:
“Aquella que sabe soportar con resignación las adversidades de la vida, es decir, la que no protesta, la que nunca se rebela ni exige, la que se olvida de sí misma en favor de los intereses de otros, en resumen, la que se aniquila”. 

Lo que más me sorprendió es que la persona que mencionaba esta cita en IG le daba gracias a su madre por haber sido así. 

Quererse y respetarse no está reñido con amar profundamente a los demás, sino todo lo contrario.
Esta es la buena noticia y el inicio de la reformulación del rol de la mujer: No es necesario auto inmolarse para empatizar con otros.
Amar a los tuyos, empatizar con ellos  es compatible con amarse a una misma. Solo hay un requisito. Empezar por ti.
De lo contrario los otros acaban ocupando todo el espacio y el tiempo. Nuestra generosidad –o nuestro miedo a no ser imprescindibles y que nos abandonen- nos hace entregarnos hasta vaciarnos, amar a todos menos a nosotras. Nos ocupamos de los hijos, de la pareja, de los padres, de los abuelos, de las amistades, de la vecina y cuando nos llega el turno estamos tan exhaustas que no nos queda energía para atender nuestra salud y mucho menos nuestro ocio y nuestro descanso. ¿Deseo? Solo deseo descansar, dormir, desconectar. ¿Desconectar de qué? De ese “pluriempleo” que nos consume hasta hacernos desaparecer.
Llegados a este punto, la cuestión no es solo donde queda el deseo sexual, sino donde quedan todos los demás deseos, los que nos definen y nos conectan con quienes somos y cómo somos. Desconectadas de ellos nos disolvemos hasta no saber quiénes somos.
Por eso, cuando hay falta de deseo sexual, conviene averiguar qué otros deseos hemos enterrado bajo capas y capas de obligaciones, compromisos, roles. Y despertar poco a poco a lo sensorial, a lo que nos relaja, a lo que nos resulta agradable y reservarle tiempo. Para reconocernos como personas vivas, sensibles al placer y al amor, activas no solo en relación a nuestros deberes sino también a nuestros derechos. Tu derecho al placer es inalienable. Y el placer compartido alimenta el vínculo, la complicidad, la confianza de que juntos somos capaces de abordar cualquier situación.
                      🤚Para y escúchate.🧏

 

Si identificas todos los factores bajo los que fue quedando sepultado tu deseo, y lo aceptas sin juzgarte,  es muy probable que descubras que todavía sigue vivo. Te deseo un feliz hallazgo. 



Marita Osés
26 junio 2024


1 comentario :

  1. Siempre tan acertada.. Me gusta muchísimo lo que dices y cómo lo expresas. Gracias ;-)

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