⚧️He hablado con varios hombres preocupados por la falta de deseo sexual…de su pareja. Ninguno de ellos se cuestiona –por lo menos de momento- la continuidad de la relación.
Se quieren, tienen un proyecto común con las discrepancias propias de cualquier convivencia, han construido una familia de la que están satisfechos, pero el sexo ha desaparecido, en ocasiones durante meses, o años. En etapas anteriores de su historia sí tuvieron una vida sexual más o menos regular. Pero llegó un día en que la mujer dejó de tener ganas. O se atrevió a decirlo.🗣
Factores que inhiben el deseo sexual hay muchos, desde enfermedades como la depresión o el cáncer y sus correspondientes tratamientos, hasta la historia personal de cada uno en el terreno físico-afectivo, a lo largo de la cual pueden haberse producido heridas y traumas ocultos que se despiertan años más tarde. Pero en escenarios en los que no ha entrado la enfermedad, hay otras razones frecuentes por las que se apaga la libido. El estrés y el cansancio, la llegada de los hijos, la insatisfacción con el propio cuerpo, el hecho de que durante años el sexo no fuera satisfactorio sin que la persona que así lo experimenta lo haya puesto sobre la mesa. En la película🎦 Buena suerte, Leo Grande, Ema Thompson interpreta a una maestra jubilada que, años después de haber enviudado, confiesa que a lo largo de todo su matrimonio nunca experimentó un orgasmo y reivindica el derecho al placer. Me pregunto por qué no se le ocurrió hacerlo en vida de su esposo. Por último, otro de los motivos que aducen las mujeres para no tener ganas es la falta de conexión emocional con sus parejas.
Empecemos por el cansancio. Llevamos vidas bastante aceleradas y sí, estamos agotados. Los horarios laborales son a veces inhumanos y la conciliación familiar difícil. La mujer sigue haciendo doble jornada, en casa y fuera de cas, y eso paga un peaje. Si además hay hijos, estos consumen una parte importante de nuestra energía y el sentido de responsabilidad les da prioridad hasta tal punto que olvidamos la necesidad de reponer fuerzas. Al no encontrar tiempo para el descanso que necesitaríamos, acumulamos desgaste. Hay menos ocasiones para el ocio, para desconectar o para dedicarte a tu compañero de vida. Y menos circunstancias favorables al encuentro sexual espontáneo, si los niños siempre están presentes.
Por lo general, con la llegada de los hijos la mujer vuelca la mayor parte de su afectividad en ellos y mucho menos en la pareja. En el mejor de los casos, el hombre es comprensivo, y espera a que los hijos crezcan. Pero al cabo de los años la mujer está cansada y deseosa de empezar a hacer su propia vida, a veces al margen de su pareja para resarcirse de esa etapa de crianza en la que ha experimentado muchas renuncias y a veces poca colaboración por parte de él.
Otro aspecto, también más frecuente en las mujeres, es la insatisfacción con nuestro propio cuerpo. La percepción que tenemos de nuestro físico, sobre todo si muestra las huellas de los embarazos y partos o simplemente, si no se ajusta a los cánones de belleza que nos impone la sociedad, condiciona nuestro erotismo. Cuando una mujer está sexualmente inapetente, conviene entre otras cosas explorar cómo se siente a este respecto. ¿Te encuentras atractiva o eres muy crítica con tu aspecto? ¿Te avergüenzas de alguna parte de tu cuerpo? Es tu medio para expresarte y si no te sientes segura de él, ni te da confianza te reprimirás a la hora de hacerlo. El cuerpo tiene además grabados a fuego los pequeños y grandes traumas que hemos sufrido en el terreno afectivo desde la infancia, y las ideas respecto de la sexualidad que nos transmitieron entonces, por lo general muy represivas. Este es un campo en el que sanar muchas historias y desechar otras tantas creencias nocivas.
Por último, y este punto es especialmente difícil de comprender por parte del hombre, cuando la mujer pierde el deseo conviene revisar la conexión emocional con su compañero. No suele bastarle la atracción física, sino que necesita una cercanía afectiva. Cuando en la convivencia se producen muchos momentos en los que la mujer experimenta desconexión, lejanía o decepción, se produce una distancia emocional que la aleja, también sexualmente, de su pareja.
La pregunta adecuada por parte del otro miembro de la pareja no sería ¿Qué necesitas para sentir deseo? Sino ¿qué necesitas SENTIR para aparezca el deseo?
No estoy hablando de los prolegómenos físicos: caricias, besos, contacto con otras partes del cuerpo que no sean necesariamente los genitales. Eso vendría después.
Cuando una mujer se siente cercana emocionalmente a su pareja es porque su actitud y sus acciones le generan algún sentimiento: seguridad, cercanía, atracción, sorpresa, ternura, admiración, atención. Cada pareja encontrará su modo de entrar en resonancia: el sentido del humor y la risa, el poder expresarse como son sin sentirse juzgados, una película que les lleva a hablar de temas personales, alguna actividad juntos o en familia. Se trata de percibir una complicidad, un hilo que os conecta más allá de la atracción inmediata y que puede expresarse de las maneras más dispares. En una conversación o en un comentario breve, al tomar conciencia de compartir unos valores o un sentir común respecto de un tema determinado. Es decir, sentirse unidos desde dentro, por algo que va más allá de lo puramente físico o de la química existente entre ambos ¿Qué tiene que ver esto con el sexo? Todas ellas son situaciones en las que la persona se define, se deja ver por su pareja y a la pareja le confirma:
Estoy con quien quiero estar, me entrego a quien quiero entregarme.
Tiene que ver también con sentirse vista, reconocida y apreciada por el otro, no solo en mi apariencia, sino por lo que soy y por como soy. Contar con esa aceptación sin juicio hace que me relaje y me entregue sin miedo al rechazo.
Por supuesto que el sexo sin conexión es posible, y en ocasiones hasta placentero.
Pero si un día el cuerpo te dice basta, robándote el deseo, mejor averiguar si está expresando algo que tiene que ver con el alma.
Marita Osés
9 junio 2024
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