Lo que hace especial al día de Sant Jordi, entre otras cosas, es que nos da un motivo bonito para ser generosos. Es un día para regalar. Un espacio que invita a compartir la alegría de dar, además de un homenaje a aquello que más nos nutre:
la belleza y la palabra. La belleza de la rosa no tiene otro propósito que estar presente y regalarnos su color, su perfume, su textura, su forma armónica.
De manera tan sobria nos transmite el poder de simplemente ser. Sé lo que eres allá donde estés. No quieras ser otra cosa, no lo pretendas, no finjas. Sus pétalos dispuestos en espiral, su tallo, sus espinas son suficientes y tienen sentido siendo tal como son. Año tras año llego a casa, después de callejear ojeando decenas de libros, coloco la rosa sedienta en un jarrón con agua y la miro largamente, con su tallo erguido y los pétalos abriéndose hacia el cielo, y cada año me dice lo mismo:
“Es todo mucho más simple de lo que te parece. Limítate a ser, sin pretender nada más.”
La rosa no hace nada. Despliega sus colores, su forma, su aroma…ni siquiera espera gustar a todo el mundo.
“Gústate tú y te desplegarás con más convicción, cuida aquello que eres y sentirás la satisfacción de responder a lo que estás destinada a ser. “
Me lo repite porque cada año me olvido y vuelvo a complicarme la vida queriendo hacer tantas cosas y olvidándome de simplemente SER.
La rosa siempre me ha parecido una flor aristocrática, tan aterciopelada ella, tan perfecta. Pero el día de Sant Jordi se convierte en una flor popular, al alcance de todos. Con más o menos adornos, de uno u otro color, de tallo grueso o fino, más largo o más corto, ese día las rosas son asequibles a todo el mundo. Se compran de una en una, pensando en las personas a las que irán destinadas y llevan un mensaje implícito:
📚 “Me importas”. 🌹
Todos necesitamos oír eso de labios de otra persona. He pensado en ti. Te tengo presente. Y con esta rosa te lo expreso, te lo confirmo, te lo hago saber, o si ya lo sabes, me ratifico. No tiene por qué ser el amor de tu vida, puede ser tu compañero de trabajo o de estudio, tu abuela, tu amiga, tu madre, tu prima , tu empleada o el vecino o vecina que te cae la mar de bien. Se dice que Sant Jordi es el San Valentín de Catalunya, pero no estoy de acuerdo. El día de Sant Jordi, además de a los enamorados, se regala rosas a personas cuya presencia en nuestras vidas agradecemos.
Sería mucho más fácil preguntar qué título le haría ilusión e ir sobre seguro, pero ¡qué gratificante es arriesgarse a elegir sin consultarle y acertar! Regalar un libro que te ha gustado es abrir tu corazón a aquella persona a quien se lo regalas, pues en esa elección estás tú, y en aquella historia hay probablemente una parte de ti que queda expuesta y que le entregas, exponiéndote a su opinión. Recibir un libro que le ha gustado a otra persona me invita a bucear en él en busca de ella, descubrir aquellos elementos que me hablan de su ser, de lo que conozco y lo que desconozco, y el libro se convierte en un amigo que nos ha presentado y que nos vincula por lo que cuenta y por cómo nos afecta.
Nace una complicidad nueva entre dos personas, cada vez que se regalan un libro elegido con el corazón.
El espíritu que se respira por las calles en el Día del Libro es de generosidad, entrega, amor, gratuidad. Porque sí, porque el día te invita a ello. Hay un ambiente festivo en las calles, aunque la jornada sea laboral. La rutina de la semana deviene fiesta. Y todo ¿por qué? Porque alguien encontró un motivo, para que el día fuese especial.
Sería…, pero eso me da pie para el próximo post.
¡Feliz día de Sant Jordi!
Marita Osés, 17 abril 2024
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