Colaboraciones

Por si prefieres escuchar en lugar de leer

24.12.25

Navidad 2025


Hace 2025 años, muchos pueblos de Europa y de Oriente estaban bajo el poder del imperio romano, entre ellos, el pueblo judío. Los judíos esperaban un líder que los liberase de la dominación romana, un rey poderoso y guerrero.


Cuando nació Jesús de Nazaret vino con una sola arma: el amor, que se concretó a lo largo de su vida en una profunda compasión por todo ser humano.  Su único poder era ese: una fuerte conexión con su interior en donde se descubrió habitado y profundamente amado por la fuente de todo amor, y por eso le llamó Padre. Lo criaron en la fe judía pero en él pudo más esta experiencia amorosa de Dios que el temor al castigo por no cumplir sus preceptos. Y descubrió que en esta experiencia espiritual radica la grandeza del ser humano. Fiel a lo que sentía, revolucionó las normas sociales en base a su humanidad: en su nueva visión  del mundo, las mujeres y los niños valían tanto como los hombres, los enfermos no eran culpables de su enfermedad, afirmó con rotundidad que ni ellos ni sus padres habían pecado, no juzgaba a los que no seguían los preceptos judíos, sino que comía con ellos para demostrar que las normas están al servicio de las personas y no las personas al servicio de las normas, atendía igual a la suegra de un seguidor suyo, que a un leproso o al hijo o al criado de un centurión romano. No hacía distinción de personas. Lo más fuerte que dijo es que, no es que él fuera hijo de Dios, sino que todos somos hijos de Dios, es decir, hijos del Amor.

Amor es el barro del que todos estamos hechos.

Curiosamente, dicen los evangelios que solo fueron conscientes de su llegada los humildes –los pastores- y los sabios, es decir, los que están más allá de las apariencias. Nació pobre y no fue profeta en su tierra, sino más bien perseguido hasta ser condenado. Los pocos que lo siguieron hicieron que su luz llegara hasta nosotros, pero por el camino pervirtieron su mensaje al hacerse con el poder que era lo que él siempre había rechazado.  De hecho, él se identificó siempre con un cordero indefenso.

Aun así, sigue vivo su mensaje de esperanza. Las luces de la Navidad son una expresión de la luz que este ser trajo al mundo en un momento determinado de la historia.

Cada año necesitamos apostar por la luz y no por la oscuridad, si queremos un mundo aligerado de dolor en lugar de apesadumbrado por él.

No es que la luz elimine el dolor, sino que lo ilumina de tal modo que podemos darle otra lectura. ¿Por qué decimos que vino la luz? Porque Jesús vivió de tal manera que iluminó todo el potencial de ser humano, revelándonos nuestra verdadera identidad, nuestra grandeza, que tanto nos cuesta ver por nosotros mismos. Las tentaciones del desierto son una manera simbólica de explicar su lucha contra su ego hasta que lo venció.  Como ser humano, se desplegó al máximo y dijo “vosotros podéis hacer lo mismo, e incluso cosas mayores”. Por eso lo mataron, porque se fijaron más en lo que consideraron la soberbia de auto proclamarse hijo de Dios ( sin entender de verdad qué significaba eso) que en la otra afirmación: vosotros sois hijos de Dios. Hijos del amor, y por lo tanto naturalmente capacitados para amar.

En Navidad recordamos que seguimos creyendo en el amor como motor del mundo, aunque los titulares de los periódicos sigan proclamando el poder y el dinero como motores del éxito.

La palabra Navidad proviene del latín “nativitas” que significa “nacimiento”.  Es también el solsticio de invierno, el momento del año en el que el sol alcanza su punto más bajo en el firmamento y vuelve a renacer con nueva energía hasta alcanzar el punto más elevado en el mes de Junio. Lo podemos tomar como una oportunidad para tomar fuerzas renovadas y reemprender la marcha a fin de dar vida a eso que en nosotros anhela nacer. ¿Qué hay en ti que desea nacer? Un recién nacido representa inocencia, ausencia de ego, bondad, transparencia, vulnerabilidad, luz. ¿Cuál de estos aspectos te haría más feliz si lo cultivases? 

Qué bueno sería si pudieses tomarte un tiempo para alejarte un momento de las luces, del frenesí de los regalos y las comidas de esta época del año y, en el silencio, escuchar qué te gustaría que renaciera en ti.

Y grabarlo en tu memoria para ir recordándolo a lo largo de 2026. No hacer solo una lista de cosas materiales que quieres comprar, sino elegir qué quieres regalarte tú, que no sea material, que tenga que ver con tu esencia, con lo que te llena y te hace ser más tú, una persona más humana, más genuina. Si te miras desde un yo más grande, desde un observador compasivo ¿qué ves en ti que si ocupase más espacio en tu interior te haría más feliz? ¿Qué es lo que todavía no ha nacido en ti y te haría sentir mejor? O si ya ha nacido, ¿cómo podría crecer mucho más, tanto como necesitas?  ¿La bondad absoluta, sin fisuras, la valentía de aceptarte sin condiciones, el gozo de vivir lo que sea que te toque vivir, la confianza absoluta en la bondad del universo, la pureza de la mirada de un bebé, la luz que irradia por el mero hecho de estar vivo? Identifica eso que en lo profundo de ti quiere SER.  Para averiguarlo, tal vez te ayude escuchar lo que otros ven en ti y hacerte el propósito de creértelo, con la intención firme de practicarlo durante todo el año que viene, hasta la próxima Navidad… y comprobar que es verdad. Que sólo te hacía falta creértelo y confiar. O tal vez lo identificas fijándote en lo que te genera frustración, aquello de lo que te quejas, y buscando justo lo contrario: Si te lamentas del odio que ves a tu alrededor tal vez necesites cultivar en ti más amor, si te molesta la manipulación y el error es porque anhelas la verdad, si no soportas la desesperación es porque necesitas sentir esperanza, si te afectan las personas tristes, tal vez eso te está indicando un anhelo de poner alegría en tu vida. Todo lo que percibimos afuera nos habla de algo que hay en nuestro interior. 

Mi deseo para esta Navidad es que te mires con honestidad y con ternura, adivines qué es lo que más profundamente anhela tu corazón y pongas todos los medios para hacer realidad ese deseo.

Felices Fiestas.🎄
Marita Osés
Diciembre 2025

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A partir del 1 de Enero 2026, dejaré la consulta de Provenza, 214 en Barcelona y haré únicamente coachings -online o presenciales- en mi domicilio de Sant Joan Despí. La razón principal es que deseo dedicar más tiempo a la escritura, cosa que no he podido hacer en estos últimos años. Para ello, ganar las horas que actualmente dedico a los traslados entre mi casa y la oficina será un primer paso. Además, reduciré mi jornada laboral.
Agradezco la confianza que has depositado en mí y espero encontrar la manera de seguir respondiendo a tus necesidades en esta nueva etapa de mi vida profesional.
  🔎Si necesitas información, quieres reprogramar sesiones o simplemente compartir cómo recibes este cambio, puedes escribirme por mensaje privado. Estaré encantada de leerte. Si necesitas información, quieres reprogramar sesiones o simplemente compartir cómo recibes este cambio, puedes escribirme a mos@mentor.es. Estaré encantada de leerte.💗

                      


18.12.25

Amar es un arte y se aprende

¿Has pensado alguna vez que el amor es un aprendizaje                          
Cuando digo amor me refiero no solo al sentimiento de alegría y gratitud por el mero hecho de que el ser amado exista, sino también a todo lo que un@ es y hace a partir de ello: respetar, animar, potenciar, agradecer, reconocer, aceptar, soltar…



El amor es ACTIVO aunque puedas hacer todas estas cosas sentad@ en una silla, porque es una actividad interna: mueve tu corazón, cambia tu actitud, rompe tus esquemas, flexibiliza tu rigidez, abre tu mente, despliega tu potencial y el del ser amado. Para llegar a esta conclusión, he tenido que depurar mucho el concepto de amor que mi experiencia infantil y juvenil me habían legado y que las creencias de mi entorno habían alimentado.

En nuestra infancia aprendemos por mimetismo, absorbemos los patrones de conducta de los adultos y los hacemos nuestros sin saberlo. De adulto, te das cuenta: tengo la negatividad de mi abuela, la rigidez de mi padre, la vitalidad de mi madre….y entonces tenemos la oportunidad de potenciar lo que nos gusta de todo aquello que recibimos y soltar no lo que nos pertenece y no es acorde con nuestra identidad. 

La pregunta ¿Con quién aprendiste a amar? nos permite cuestionar nuestro estilo de amar, descartar aquellos aspectos que quedaron grabados en nuestro disco duro, pero no están alineados con nosotros y potenciar aquellos que sí deseamos conscientemente.


A amar se aprende. 
No somos fuente de amor. Alguien tiene que amarnos primero para que se active en nosotros el potencial de amor.

Todos llevamos la semilla, pero si alguien no la riega, no se despliega. El niño que no ha sido amado no podrá amar. El niño que ha sido mal amado, amará mal porque replicará consigo mismo y con los demás lo que han hecho con él. Pero el adulto puede elegir: Una vez sometes a examen con quién aprendiste a amar y por lo tanto cómo es la calidad de tu amor o el concepto de amor que heredaste, puedes decidir si seguir amando así o hacerlo de otra manera. A lo largo de tu existencia vas viendo otras personas, otras familias, otros estilos de amor que tal vez te gustan más o están más de acuerdo con tu forma de ser y de ver la vida. No es fácil la tarea de salir de la inercia adquirida a lo largo de años, pero vale mucho la pena.

Muchos procesos de coaching🔗 consisten precisamente en identificar formas de amar que brotan de nosotros, pero que no nos hacen felices, y transformarlas en aquellas que están mucho más alineadas con nuestra identidad. Por ejemplo, si has tenido una madre para la cual amar era sufrir, y no quieres perpetuar esta idea de amor, deberás dialogar con esa parte de ti que se ha habituado a ese estilo de amor y no dejar que se te “cuele” en tu forma genuina de manifestar el amor.

Descubre con quién aprendiste a amar y entenderás cómo amas. Comprenderás formas de hacer tuyas que pueden desconcertarte e incluso no gustarte. Cuando entiendas de donde vienen, podrás decidir qué quieres conservar y qué quieres desaprender y darte el gustazo de AMAR A TU MANERA. Incorpora todos los elementos que te den satisfacción y plenitud y desecha aquellos que te hagan sentir tensión o incomodidad. Agradécelos todos, porque te han ayudado a construirte y te han sostenido en otros momentos, y sigue adelante poniendo en tu mochila solo lo que te pertenece,🔗 no lo que vino de otras mochilas y a ti no te sirve. 

No podemos esperar que todo el mundo satisfaga nuestras expectativas, pues cada uno ama con sus limitaciones. Lo triste es que amemos en base a las limitaciones de 🔗aquellos de quienes aprendimos. Bastante tenemos con las nuestras.

Quien te enseña a amar influye en la calidad de tu amor, pero no la determina. Eso lo decides tú. Si los adultos fuésemos conscientes de ser los primeros maestros de nuestros hijos, nietos, sobrinos… en el arte de amar, nos prepararíamos con más conciencia para la magnífica tarea. El amor se aprende, y como en cualquier otro arte, el aprendizaje no tiene fin. Hay que elegir bien al maestro. 

Marita Osés

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A partir del 1 de Enero 2026, dejaré la consulta de Provenza, 214 en Barcelona y haré únicamente coachings -online o presenciales- en mi domicilio de Sant Joan Despí. La razón principal es que deseo dedicar más tiempo a la escritura, cosa que no he podido hacer en estos últimos años. Para ello, ganar las horas que actualmente dedico a los traslados entre mi casa y la oficina será un primer paso. Además, reduciré mi jornada laboral.
Agradezco la confianza que has depositado en mí y espero encontrar la manera de seguir respondiendo a tus necesidades en esta nueva etapa de mi vida profesional.
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24.11.25

CRISIS DE PAREJA II

Cuando se puso en contacto conmigo, la persona me dijo de entrada  que estaba en proceso de divorcio y que deseaba reinventarse.
Al cabo de diez minutos de conversación, me di cuenta de que el divorcio era una solución rápida a una situación tan humanamente insostenible que no quería perpetuarla más. “Me voy corriendo porque duele demasiado. Necesito poner fin a esto.” Sin embargo, a pesar de todo el dolor que me compartía, vi que había aún mucho amor, que no había podido ser expresado por haberse interpuesto muchos obstáculos, casi todos ellos internos.
Creencias, heridas o carencias afectivas anteriores habían estado saboteando su relación de pareja, sin que ninguno de los dos se diera cuenta.
Cuando le pregunté: ¿Qué es lo que ha hecho que aguantases casi veinte años? No me supo contestar. ¿Por qué no levantó la mano la primera, la segunda o la tercera vez que algo no le pareció bien? Es un adulto. Nadie le estaba imponiendo nada. Él fue acatando un modo de vida que llegó a resultarle insoportable porque no estaba alineado con él. Ahora se siente dolido contra su pareja, y eso le impide percibir su enfado consigo mismo.
Mientras hablábamos, comprobé una vez más que perdonar al otro es importante y te da paz, pero todavía lo es más perdonarte a ti por haber permitido lo que sea que haya ocurrido. No es fácil. Es mucho más fácil culpar al otro. Perdonarse a sí mismo no significa exonerar de responsabilidad a la otra persona por lo que haya hecho, ni justificar su comportamiento. Significa, en primer lugar,  explorar qué me llevo a mí a tolerar esos actos o actitudes a veces durante años. Con toda probabilidad, esta indagación me llevará a descubrir patrones de conducta de los que no era consciente. Por poner algún ejemplo de lo que me refiero:
❎una tendencia a adaptarme para no estorbar.
❎conectar más con las necesidades o deseos del otro que con los propios hasta llegar a ignorar los míos y ya no saber ni qué quiero.
❎evitar una conversación para tener la fiesta en paz o, por el contrario, sacar las cosas de quicio para obtener atención.
❎decir SÍ cuando mi corazón está gritando NO, para complacer al otro, por miedo o por falta de respeto por uno mismo.
❎decir lo que el otro quiere oír, o no decir lo que deseas para que no se enfade 
❎callar cuando hablar sería necesario para que se tuviera en cuenta tu opinión, tu deseo, tu propuesta.
Y así, mil formas de sabotear la verdadera conexión, convencidos de que lo hacemos por amor. Suelen ser  patrones aprendidos en nuestra infancia que pueden estar dinamitando las relaciones en nuestra edad adulta.
Todo esto va sucediendo a lo largo del tiempo, muchas veces sin que seamos conscientes de que se está cociendo un conflicto o generando una distancia cada vez mayor.
Absorbidos como estamos en cuestiones logísticas y del día a día, el dolor es lo único que nos hace tomar conciencia de lo que está pasando. Hay que pagar facturas, educar a los hijos, cuidar a los enfermos…. Y lo urgente hace que lo importante se vaya postergando. Cuando la logística más o menos funciona, damos por sentado que la relación está bien y dejamos de alimentarla.
Olvidamos que está constituida por dos personas, cada una con su historia, sus heridas, sus creencias, sus ilusiones y sus frustraciones. Y sus necesidades. Y todo esto que llevamos dentro incide en la pareja y la condiciona.
Si no somos conscientes del impacto de nuestra mochila personal en la relación, nos  encontraremos un día en una situación no deseada sin saber muy bien ni cómo ni por qué hemos llegado a ella. En la mayoría de los casos, no es falta de amor sino de conciencia.
Cuando no hay amor, ni sobretodo voluntad de amar, la reconstrucción no tiene sentido. Pero si existe voluntad de amar y/o  algo más por lo que luchar, hay que empezar por que cada uno sane sus heridas.

Hay tres etapas importantes después de una crisis:
  1. 🔎Reconocer de qué manera ha contribuido cada uno a esa situación es fundamental para reparar o, en su caso, cerrar la relación con honestidad. Aunque sea uno el responsable de la infidelidad, traición, mentira, desatención o alejamiento o de la razón objetiva que haya hecho que se replanteen su compromiso de seguir juntos, y esta persona deba asumir su responsabilidad, la otra tendrá que reconocer qué ha hecho o dejado de hacer para llegar a ese punto. No se trata de repartir culpas, sino de no repetir los mismos errores. Y los errores pueden ser por acción o  por omisión.
  2. 🔎Perdonarte y recibir el perdón del otro. En este momento, no sirve el juicio sino la compasión. Si la tienes contigo mismo, te será más fácil tenerla con tu pareja. Equivocarse es humano. Darte cuenta de que en aquellas circunstancias y  en el nivel de conciencia en el que te hallabas en aquel momento no podías haber actuado diferente, porque ni tenías los recursos, ni eras consciente de lo que de verdad  estaba pasando. Hay que permanecer en el dolor propio y ajeno el tiempo necesario para que nos haga reaccionar y sacar energía de él. Es normal, que queramos huir de él lo más rápidamente posible, digamos que es humano, pero haciendo eso lo malgastamos, no sacamos de él todo lo que nos tiene reservado. No es regodearse en él, no es victimizarse. Es sentirlo profundamente para poder salir de él habiéndolo “aprovechado”. Si salimos corriendo no escuchamos el mensaje que nos trae.
Perdonarse a uno mismo es un baño de humildad, porque implica aceptar tu vulnerabilidad, tu error. Pero es también un acto de amor, porque significa que no te rechazas por ello, sino que incorporas este suceso, como algo que te ha hecho ser quien eres una vez lo has procesado.  Procesarlo es fundamental. Observarlo desde distintos puntos de vista para comprenderlo. No aparcarlo, no ocultarlo, no ignorarlo. Hacer tuyo ese episodio aunque duela y tratarte con amabilidad, precisamente por eso, por lo mucho que te ha hecho sufrir. Tener en cuenta qué condicionantes hubo te hará ser compasivo contigo. La dureza tiende al castigo y el castigo -autocastigo en este caso- nos paraliza y nos llena de miedo y siembra la desconfianza en nosotros. Por el contrario, la comprensión abre la puerta a la reparación y nos hace entrar en la gratitud  y la recuperación de la confianza.
  1. 🔎Decidir  qué patrones de conducta estoy dispuesta a soltar para que no interfieran en mi relación (o en futuras relaciones) y de qué manera quiero y puedo actuar en el futuro para no ser víctima de mis propias carencias o creencias. ¿Cómo puedo hacerlo distinto de ahora en adelante?
Dice theloveexpert en IG que muchas veces no se trata de quedarse o irse de la relación, sino de “estar distinto”, “quedarse de otra manera”, es decir, incorporando los aprendizajes que resultan del dolor.
En cualquier caso, tanto si te quedas, como si acabas marchándote, es fundamental cerrar bien vuestra historia, validar lo que estuvo bien y perdonar lo que hizo daño.

Porque de cómo la cierres y cómo te sientas contigo y con el otro dependerá tu siguiente relación y la que mantengas contigo.
Marita Osés
Noviembre 2025
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A partir del 1 de Enero 2026, dejaré la consulta de Provenza, 214 en Barcelona y haré únicamente coachings -online o presenciales- en mi domicilio de Sant Joan Despí. La razón principal es que deseo dedicar más tiempo a la escritura, cosa que no he podido hacer en estos últimos años. Para ello, ganar las horas que actualmente dedico a los traslados entre mi casa y la oficina será un primer paso. Además, reduciré mi jornada laboral.
Agradezco la confianza que has depositado en mí y espero encontrar la manera de seguir respondiendo a tus necesidades en esta nueva etapa de mi vida profesional.
  🔎Si necesitas información, quieres reprogramar sesiones o simplemente compartir cómo recibes este cambio, puedes escribirme por mensaje privado. Estaré encantada de leerte. Si necesitas información, quieres reprogramar sesiones o simplemente compartir cómo recibes este cambio, puedes escribirme a mos@mentor.es. Estaré encantada de leerte.💗




11.10.25

CRISIS DE PAREJA


En una sesión de coaching de pareja en la que están reconstruyendo la confianza después de que un incidente la dañase, me impactó que el hombre acabara llorando de impotencia al reconocer que no era capaz de satisfacer las expectativas de conexión y de profundidad que su mujer necesitaba. Es un hombre maduro, aparentemente seguro de sí mismo, de quien dirías que tiene una buena autoestima. Suele dominar más la escena, y habla con aplomo, convicción y honestidad.  Se define como hombre de acción, “yo pienso poco y hago mucho; ella piensa dos veces antes de hacer, es mucho más reflexiva. Yo no necesito que las cosas tengan sentido, ella necesita armar más estructura para decidirse a actuar.”

Continua describiendo las diferencias entre ambos y concluye: “Veo su frustración cada vez que no llego. No tengo capacidad. No voy a ser suficiente.”

Había en su llanto frustración, pero también miedo. Frustración porque su mente le hace creer que  él tiene que ser como ella para poder estar a su lado, para poder conectar. Craso error. Él podría abrirse a ella y a esa dimensión de profundidad con curiosidad de hasta dónde puede llegar y con confianza de que de la mano de su pareja puede descubrir en sí aspectos desconocidos. Sin compararse, sin sentirse inferior, solo distinto. En lugar de eso, experimenta miedo a no dar la talla. Y es ese mismo miedo lo que le bloquea para adentrarse en un área que no domina. Al mismo tiempo y paradójicamente, miedo también a su potencial. Miedo a entrar en una dinámica que por sí mismo jamás se habría planteado, miedo a hacer un esfuerzo que lo llevaría a un terreno desconocido. A través de su pareja, la vida le está invitando a hacer una inversión de la que está convencido que no va a sacar ningún beneficio. Él ya está cómodo con su etiqueta de ligero, lúdico, irreflexivo, trivial. Vi cómo le asustaba entrar en su propia profundidad. Su relación de pareja le está brindando algo que, si fuera por él, no habría tenido ningún interés en explorar, tan identificado está con su parte más superficial. No dudo de que si se atreve a dar ese paso y conecta más profundamente con su mujer, le enriquecerá enormemente. Pero se resiste por dos motivos:

➢Está convencido que él no tiene la profundidad que reconoce en su mujer.

Y tiene miedo a perder lo que él cree su esencia, esa ligereza con la que se identifica y con la que se siente a gusto.

Es su forma de ir por la vida y le llena. Su cabeza le lleva a pensar que en la profundidad, en la mayor conciencia,  se sentirá incómodo. Es una jugarreta de la mente, que no quiere salir de su terreno conocido y que le presenta como pérdida lo que puede ser beneficio.

No perdemos nuestra esencia cuando nos abrimos a potenciar aspectos de nuestro ser que hasta ese momento habíamos considerado ajenos.

La parte más lúdica, irreflexiva o trivial de esta persona sigue siendo muy válida, seguirá aportando ligereza, dinamismo y vitalidad a su familia. No es incompatible con la mayor hondura de su pareja. Nuestra existencia tiene muchos aspectos. Es su mente la que en su estructura binaria los hace incompatibles entre sí.

En las relaciones bilaterales no es o “lo tuyo” o “lo mío”. Es “lo tuyo” y “lo mío” sumándose de la mejor manera posible.

Cuando me abro a “lo tuyo” descubro rincones que ignoraba y por eso no los había incorporado a  la idea que tengo de mi persona. Nada más peligroso que la expresión “Yo soy así”, porque te petrifica en una foto fija que te devuelve una imagen obsoleta y por lo tanto falsa de ti mismo. ¿Por qué es obsoleta? Porque estamos en continua evolución. En el aspecto físico es tan evidente que no nos cabe la menor duda de que cambiamos, pero en lo interno, nos cuesta más reconocer que estamos en permanente evolución. Te sientes cómodo con esta foto porque no te exige nada: solo repetirte una y otra vez hasta la saciedad. Eso te da mucha seguridad:  todo está en su sitio, casi nada cambia, controlas, pero no te dejas sorprender por tu propia naturaleza que tantas veces desconoces porque la has reducido a una autoimagen  con la que te has identificado y a la que has sido fiel tanto tiempo que ya no eres capaz de ver nada más.

Sin ánimo generalizar, el hombre, mejor dicho, lo masculino es más rígido y se encasilla más en su concepto de sí mismo, porque su inconsciente interpreta como un signo de debilidad el abrirse a la influencia de lo externo. Si además lo externo es una mujer, las defensas se levantan todavía más altas, sobre todo si tuvieron una madre que los quiso moldear a su manera, sin respetar su esencia. Por el contrario, la mujer –lo femenino- es cíclica, pasa por diversas fases cada mes, lo que la hace más flexible por lo que  tiende a adaptarse tanto a su pareja en aras a la armonía de la relación, que acaba perdiéndose a sí misma.

Muchas crisis matrimoniales se manifiestan así: la mujer se da cuenta de cuánto ha sacrificado, mientras el hombre ha mantenido intacta su individualidad. Y entonces ellas reclaman ese espacio y tiempo  de libertad a los  que ellas mismas, consciente o inconscientemente, habían renunciado. Suelen estar enfadadas con su pareja, pero también consigo mismas, pues han sido víctimas de creencias inoculadas sin que se dieran cuenta. Ambos tienen un trabajo personal que realizar si quieren que su pareja salga de la situación dolorosa en la que se encuentran.

Dice Joe Dispenza en su libro “Deja de ser tú”: “Está en la naturaleza humana evitar cambiar hasta que las cosas se ponen tan feas y nos sentimos tan mal que no podemos seguir como de costumbre. (…) A menudo tiene que darse la peor situación posible para que empecemos a hacer cambios positivos para nuestra salud, relaciones, profesión, familia, futuro. “ Y se pregunta: ¿Por qué esperar a que esto ocurra? Su mensaje es:

Podemos aprender y cambiar en un estado de dolor y sufrimiento o evolucionar en un estado de felicidad e inspiración.

La mayoría hacemos lo primero. Para elegir lo segundo debemos concienciarnos de que el cambio seguramente conllevará una cierta incomodidad, algunos inconvenientes, una alteración en nuestra rutina habitual  y una etapa de desconocimiento. La mayoría de nosotros ya conoce la incómoda sensación de ser novatos en algo. De pequeños pasamos por varias etapas hasta aprender a leer con fluidez.” Y lo mismo si quisimos tocar un instrumento o cualquier otro aprendizaje. Hay que revestirse de humildad, curiosidad y mente de principiante, es decir, armarse alegremente de paciencia.

Las crisis de pareja pueden ser la sacudida que necesitamos para darnos cuenta de que estábamos estancados y que nos conviene resetear no solo nuestra relación, sino algún aspecto de nuestra personalidad que está interfiriendo en la buena marcha de la relación.

De hecho, la pareja es un espejo en el que nos miramos a diario y a menudo el problema es que no nos gusta la imagen que nos devuelve.

Estar dispuestos a cuestionarnos la idea que tenemos de nosotros mismos y del otro es imprescindible para reconocer qué puede estar afectando negativamente a la relación.

Con esto quiero transmitir dos ideas que me parecen importantes:

  • -no asustarse cuando detectamos la crisis. Es imprescindible atreverse a ponerla sobre la mesa. Ignorarla confiando en que ya pasará solo generará resentimiento.
  • -no tener el punto de mira en el otro sino en uno mismo. Es mucho más fácil ver el problema afuera, pero es imprescindible que cada uno mire hacia adentro : qué siento, qué pienso, cómo me afectan ciertas cosas, cómo actúo en determinadas situaciones. Que cada uno hable de sí mismo no de la otra persona. 

Y si no os veis capaces de hacerlo solos, buscad ayuda. Un árbitro que ponga orden, que señale las faltas, que pare el juego cuando sea necesario, pero os permita seguir jugando conscientes de lo que os hace bien y lo que os lastima. 

Las crisis hay que atravesarlas, no queda otra.

Buena travesía a los que estéis en ello.


Marita Osés

Octubre 2025


3.9.25

Reflexiones al final de verano

 

🔖Este verano he tenido el tiempo y el entorno adecuados para leer un libro de 500 páginas que me compré hace meses. Se titula “El mito de la normalidad”, y el autor es Gabor Maté, médico y psiquiatra húngaro afincado en Canadá después de huir de la persecución nazi.


Escribo este post la última semana de agosto rodeada de montañas, con mariposas revoloteando a mi alrededor y bandadas de golondrinas que se posan en el fresno cuya sobra me cobija y luego salen disparadas en todas direcciones como obedeciendo a una llamada misteriosa. A pesar de que el sol es intenso, sopla una brisa fresca que me hace cerrar los ojos agradecida de estar donde estoy,  y de hacer lo que estoy haciendo.

Es el mismo sentimiento que  me brotaba cada vez que reanudaba la lectura del libro: agradecimiento infinito porque nos ofrece una visión muy esperanzadora de lo que el autor  entiende por enfermedad y, en consecuencia, de por dónde puede ir la curación. Y porque lo hace además desde una visión profundamente compasiva. Contempla al ser humano, no como un conjunto de órganos sino como una unidad esencial de mente y cuerpo y concluye que la salud y la enfermedad no son estados arbitrarios de un cuerpo o de una parte de él; son la expresión de cómo vivimos la vida, que , a su vez, no puede entenderse sin tener en cuenta la influencia que ejercen las circunstancias que nos rodean, las relaciones personales, los acontecimientos y las experiencias. Es decir, en nuestro estado físico y mental influye también lo social y lo político. Defiende que tu salud física y mental está íntimamente relacionada con cómo te sientes, con tu percepción de ti mismo y del mundo y con las maneras en las que tu vida satisface o no todas aquellas  necesidades humanas que son innegociables. Cuando una de estas necesidades fundamentales no queda cubierta, se puede generar un trauma que él define como una herida interna, una ruptura o disociación del ser.

Me he tomado un momento para hacerme las preguntas que sugiere: ¿Cómo me siento yo conmigo misma? ¿Cómo me percibo? Y te invito a hacer lo mismo: ¿Qué sentimiento tienes cuando te miras, cuando te escuchas, cuando te percibes? Y tal vez la pregunta anterior sería: ¿Te percibes en algún momento? ¿O estás tan ocupad@ percibiendo, y calibrando a los demás que te olvidas de ti,  a no ser para compararte? ¿Percibes de ti solo aquellos aspectos que quieres cambiar porque no estás content@ con ellos? Puede ser que estés confundiendo una parte con el todo. Que porque hay una parte de ti que te molesta o directamente no te gusta, te rechazas tod@ tú, te censuras y no acabas de darte el aprobado que siempre has necesitado. Eso también influye en tu salud.

Uno de los datos que aporta el libro son los rasgos que comparten ciertas personas que son más propensas a desarrollar enfermedades autoinmunes: Evitan expresar su enfado y frustración, lo que genera estrés interno y siempre están dispuestas a cuidar a los demás olvidando sus propias necesidades, lo cual constituye una nueva fuente de estrés.

Maté aporta muchos ejemplos de cómo abordar los factores emocionales y psicológicos puede ser decisivo para la recuperación.  Casos de  enfermos que mejoraron ostensiblemente cuando abordaron un aspecto psicológico, por lo general un trauma, que nadie había tenido en cuenta con anterioridad. ¿Qué ocurre entonces? El paciente tiene una participación activa en su sanación porque emprende un trabajo de introspección que le ayuda a

1) verse

2) mirarse con comprensión y

3) amarse incondicionalmente.

Esta fue mi experiencia con el cáncer. Cuando me repuse del susto del diagnóstico y  dejé de verlo como un enemigo contra el que luchar o como un golpe inexplicable de mala suerte, me pregunté si podría estar trayéndome algún mensaje “amigo”. Identifiqué en mi los rasgos que acabo de mencionar: hasta aquel momento (y ya tenía 52 años) a la hora de tomar decisiones, cualquier cosa o cualquier persona era más importante que yo, y vivir de acuerdo con esa creencia me hacía feliz ( o eso creía).

El cáncer me ayudó a darme cuenta de que yo soy como mínimo tan importante como cualquier otra persona y que, en determinados momentos,  necesito priorizarme. 

Este giro cambió radicalmente mi relación conmigo misma.  Empecé a tratarme con mucho más cariño y consideración. Tuve la suerte de curarme, pero estoy convencida de que aunque no hubiese superado la enfermedad, ésta me habría ayudado a sanarme. Al verme de otra manera, pude relacionarme conmigo, con los demás y con el mundo de manera distinta. Si me hubiese muerto me habría muerto más feliz por haber tenido la oportunidad de vivirme tal como soy y no condicionada por las creencias que fui elaborando en mi infancia. 

Hay una manera de vivir que genera salud y otras maneras de vivir que generan enfermedad.

Por eso, os transmito la pregunta que Maté nos hace: ¿Vives una vida alineada con tu verdad más profunda –lo que yo llamaría tu esencia- o vives en función de las expectativas de otras personas? ¿Cuánto de lo que has creído  y realizado es realmente tuyo y cuánto ha estado al servicio de la imagen de ti  que creaste para complacer a los adultos de tu infancia?

No puedo concluir este post sin copiaros la dedicatoria del libro que me impactó muchísimo: “A mi queridísima Rae, mi compañera de vida, que me vió antes de que yo fuera capaz de verme a mí mismo, y amó la totalidad de mi ser antes de que yo pudiese siquiera empezar a amarme. Y a nuestros hijos: Daniel, Aaron y Hannah que iluminan nuestro mundo”.

Este es, precisamente, el sentido de estar juntos, ya sea un vínculo de pareja, de amistad o paternofilial : ayudar al otro a ver lo que no ve de sí mismo y aceptarlo en su totalidad y darnos luz los unos a los otros. Esa aceptación es la que permite la transformación que todos necesitamos para alcanzar la plenitud.


La luz del otro es solo un reflejo de la mía propia, que todavía no logro ver.


Feliz final de verano.

Marita Osés, Agosto 2025


25.7.25

Prioridad clara, decisión fácil

Algunas personas acuden al coaching queriendo entender por qué les cuesta tanto tomar decisiones. Buscan herramientas para no dar tantas vueltas a las cosas o a las situaciones y para atreverse a tomar un camino determinado, sin perder tanto tiempo evaluando las consecuencias.


Uno de los obstáculos con los que se encuentran es que analizan en exceso la situación, la miran desde todas las perspectivas posibles y valoran tantos escenarios que se quedan sin energías ni claridad para decidir. Deberían recordar que análisis rima con parálisis. El  análisis se hace desde la cabeza y la energía para dar pasos en la vida viene de otro lugar, como veremos después, viene de desear profundamente algo. Cuando damos vueltas y más vueltas con los pros y los contras, y las implicaciones de tomar una decisión u otra acabamos mareados y entramos en bucle.

Si la persona es además perfeccionista, querrá tomar la mejor decisión, y eso le hará descartar alguna alternativa perfectamente válida que le ayudaría a salir del atolladero, aunque tal vez no fuera la solución óptima. Al final, no hay decisiones perfectas, sino decisiones que nos ayudan a avanzar, que es lo que importa.
Todo resulta mucho más fácil cuando hay una prioridad clara.
Cuando estás embarazada, o superando una enfermedad grave, o cuando quieres aprobar una oposición o una carrera de la que depende tu sustento, cuando necesitas superar un obstáculo con el que no contabas para llevar a cabo tu sueño, es mucho más fácil tomar decisiones. De hecho, no hay que tomarlas en sentido literal, sino que las acciones surgen de manera natural en coherencia con esa prioridad que hay ahora en tu vida. Por eso es importante formular las prioridades.  Cuando hay una prioridad, todo lo demás está sujeto a ella, no hay duda. No hay vacaciones que valgan, ni costumbres arraigadas que no puedan modificarse, ni plazos que no puedan moverse porque existe un motivo claro, una razón de peso que actúa como brújula de todo lo demás. Un reto deportivo, por ejemplo, hace que tus horas de descanso y de entrenamiento sean sagradas, tu alimentación muy cuidada, tu vida social más reducida. 
Muchas cosas que antes te parecían importantes o incluso imprescindibles, se caen. En otras circunstancias, ni te plantearías renunciar a ellas o te costaría muchísimo hacerlo, pero cuando has decidido que aquello es tu prioridad, cualquier argumento  se disuelve hasta desaparecer. Y es porque ha aparecido algo que da sentido a todo y por lo tanto, no tienes que tomar la decisión de renunciar por ejemplo a algo que antes formaba parte de tu cotidianidad, sino que  hay una acción que se desprende de manera natural de una decisión anterior, que es tu prioridad. 

Por eso, sería bueno preguntarnos: En este momento de mi vida, ¿cuál es mi prioridad? ¿Hay en mi realidad actual algo lo suficientemente importante como para vertebrar mi día a día sin tener que tomar decisiones a cada paso pues solo se trataría de ser coherente con esa primera decisión?
Igual ya la sabes pero no te la has tomado en serio, no eres plenamente consciente de ella y por eso no actúas de acuerdo con ella. 
 
¿Qué te importa de verdad ahora mismo? ¿Tu salud, tu relación con tal persona, tu físico, tu carrera, tu familia? 
Tomar conciencia de lo que te importa ayuda a que tus acciones estén alineadas con tus decisiones.
Te ahorra además muchas quejas, porque te da claridad respecto de lo que quieres de verdad. A veces nos lamentamos por tener que hacer cosas que no nos apetecen, sin darnos cuenta o sin querer reconocer que eso es necesario para conseguir lo que queremos. La queja no sirve para nada más que para instalarnos en la pasividad. Las prioridades son lo que quiero de verdad y es el deseo profundo el que nos impulsa a la acción, no la mente que te dice lo que debes hacer. Lo que quieres hacer no es lo mismo que lo que te apetece. Si lo que quieres es ganar esta competición o quedar en buen puesto en la maratón de mañana, está claro lo que harás o no simplemente siendo coherente con ese deseo.  Si lo que quieres es tener un bebe sano ya sabes qué cosas pueden perjudicarte y has de evitar.  Las quieres evitar. Si lo que quieres es una relación armoniosa con tu pareja, y para ello necesitas poner una situación dolorosa sobre la mesa, eso es lo que quieres, por poco que te apetezca.

Por eso, cuando no estés segura de qué decisión tomar, mira primero qué prioridades hay en tu vida en este momento y comprueba si lo que sea que decidas está respetando o no esa prioridad. Si eres coherente con tus prioridades, verás que las decisiones se desprenden de manera natural de ellas.

Marita Osés
Julio 2025


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