De pequeños queremos ser como papá o mamá que nos parecen tan grandes y tan listos, o como aquel tío o primo o aquella persona que nos parece admirable porque destaca en el ámbito que sea: deportes, cine, música, literatura…
Suele ser alguien en comparación con el cual nos sentimos poca cosa o mediocres. Pienso en Mowgli, el protagonista de El libro de la selva, que de niño no tuvo a ningún ser humano con el que compararse y se midió en referencia a sí mismo. Aprendió lo básico de los animales que le rodeaban y luego se escuchó, se puso a prueba, se equivocó, probó otras opciones y aprendió a conocerse y a ser el que era. No tuvo a nadie de su especie que le sirviese de ejemplo. Gracias a eso, Se fijó en sí mismo, en sus posibilidades y las exploró, sin angustiarse con comparaciones.
Es natural que de niños aprendamos de nuestros mayores las acciones genéricas como caminar, hablar, lavarnos, vestirnos, cuidarnos. No obstante, hay otros aspectos que son únicos de cada uno, y solo cada cual puede desarrollar. Otras personas pueden ayudarte a descubrir tus talentos, hacerte consciente de ellos, o incluso haber desarrollado cualidades parecidas a las tuyas, pero tú eres el único que puedes llegar a conocer tus límites y a construir tu estilo propio. A veces, estamos tan deslumbrados con los talentos o logros ajenos que no somos capaces de apreciar los nuestros, y nos ponemos a competir sin darnos cuenta de que no hace falta “ser mejor que” o “ser el mejor” para ser uno mismo. Basta concentrase en sacar lo mejor de ti, independientemente de lo que hagan las personas que te rodean.
Me pregunto qué puede haber detrás de este afán por ser “el mejor” o “mejor que”.
me vean porque yo mism@ no me veo?
¿Una escasa valoración de lo que ya soy?
Cuando no valoramos lo que tenemos, deseamos lo del vecino. Cuando no apreciamos lo que somos, deseamos ser como el vecino. Y a menudo no es que no lo tengamos, es que no sabemos verlo. No estoy abogando por el conformismo o la pasividad, sino por una mirada diferente hacia nosotros, que aprecie lo que hay y se inspire en ello para seguir avanzando. Reconocer lo que hay, valorar mis progresos y, sobre todo, DISFRUTARLOS, en lugar de darlos por descontado, es lo algo muy motivador para seguir avanzando. Ese disfrute es precisamente el motor de mi crecimiento. Cuando existe este impulso, no necesito compararme y salir mejor parada de la comparación para sentirme contenta de ser quien soy.
Competir nos separa del otro, porque lo convierte en rival. Colaborar nos une. Contribuir al crecimiento de otra persona no va en detrimento del mío propio, sino todo lo contrario. Y aceptar la colaboración de otra persona en mi crecimiento constituye una gratificante fuente de gratitud. La gratitud es un poderoso cemento que mantiene unidas a las personas sin sensación de estar en deuda.
Por eso, cada mañana sé tu máximo colaborador@ en la tarea de ser tú mism@, sin necesidad de competir con nadie más.
Marita Osés
6 julio 2022
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