Desearíamos que nuestra vida fuera una camino ancho, recto, claro desde el principio, en el que fuéramos integrando cada día más cosas hasta completarlo. Y resulta que el camino se estrecha a veces hasta que nos asfixia y otras se amplía tanto que no sabemos por dónde tirar. Un día nos sentimos afortunados de lo que tenemos y al siguiente experimentamos una pérdida devastadora. Hay épocas en las que nuestra existencia se parece más a una montaña rusa que a un bonito viaje. Nos encontramos con un montón de imprevistos, sorpresas, avances, retrocesos, a menudo sin entender qué sentido tiene todo ello.
Pienso en la semilla enterrada en la oscuridad de la tierra. Me imagino que ignora todo lo que le va a pasar, pero “sabe” que tiene que dirigir su energía en dos direcciones: hacia arriba y hacia abajo. Buscar la luz de la que tomará su energía para crecer y ahondar sus raíces para sostenerse. En nuestros momentos de oscuridad, podríamos seguir su ejemplo. Parecen momentos estériles, pero todo depende de hacia dónde canalicemos nuestras energías. En el silencio descubro cuál es la luz que necesito, dónde quiero arraigar y cómo para mantenerme en pie y poder mirar de frente a mi propia vida. Qué lecturas, relaciones, músicas voy a elegir para alimentarme y en qué entornos quiero arraigar porque son los que más van a favorecer que en mí germine mi verdadero ser. Podemos equivocarnos más de una vez. No importa, nuestra semilla ha venido al mundo con una misión determinada y es obstinada. Lo intentará una y otra vez, hasta que encuentre el terreno y las circunstancias ideales para empezar a transformarse en lo que es. ¿No te ha ocurrido nunca que no te has dado cuenta de que tenías una cualidad determinada hasta que no te has visto en una situación que te ha permitido descubrirla o en unas circunstancias que te han forzado a ponerla en práctica?
Para que la primavera resurja con fuerza, necesita el despojamiento del otoño y el silencio del invierno.
Para que encontremos nuestra fuerza interior, necesitamos soltar el lastre que obstaculiza nuestro avance y un silencio que nos permita descubrirnos desde dentro. Apagar todas las pantallas, cerrar los ojos y los oídos. Entrar en ese lago en calma que hay en el fondo de todos nosotros y abrevarnos en ese “vacío” que en realidad es pura Vida. Luego, podremos abrir nuestros ojos y nuestros oídos de una manera completamente nueva. Podremos ver y escuchar la realidad sin las interferencias que la distorsionan.
Podremos resurgir una y otra vez y reanudar el camino con la misma confianza de la planta que se abre a la vida cuando le toca el rayo de sol.
Marita Osés
21 marzo 2022
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