12.11.13

23 maestros, del corazón, Carlos González. Ed. Desclée de Brouwer

Una bocanada de aire fresco. Un signo de esperanza. Una invitación a salir de nuestros esquemas educativos, más aún, de nuestros esquemas de vida, para entrar en un nuevo paradigma en el que se vive desde el corazón. Un ejemplo de lo que es educar desde la primera a la última línea, no teóricamente, sino desde una experiencia concreta y de la que el libro da testimonio. Educar en el sentido más etimológico de la palabra, es decir, sacar de los alumnos lo mejor de sí, sin imponer lo que el que educa considera mejor para ellos.


Todo esto y mucho más es el libro de Carlos González que se atreve a reivindicar la sabiduría del corazón, frente a la hegemonía que se ha atribuido durante siglos a la razón -qué flaco favor nos hizo Descartes-. Admiro su valentía, encuentro belleza en su osadía en primer lugar porque este personaje audaz es profesor de instituto y sus alumnos son adolescentes. Eso significa que está dispuesto a asumir todos los riesgos o el riesgo máximo que es confiar en ellos incondicionalmente y no temer los fracasos porque no existen. Los errores o equivocaciones son simplemente medios para aprender, lecciones que van ampliando nuestro bagaje, nuestra mochila vital. Lecciones que no pesan. Por el contrario, aligeran nuestra existencia, porque todo el peso se descargó en el momento en que supuestamente fracasamos.

Carlos Gonzalez pone patas arriba el paradigma educativo actual y se lanza a la aventura de descubrir y hacer descubrir con creatividad, espíritu científico y mucho amor. Amor incondicional por los alumnos y por la tarea que le corresponde frente a ellos es el factor decisivo para que su misión se complete con éxito, es decir para que los alumnos comprueben la importancia de conocerse y amarse a sí mismos antes de ponerse a conocer otras cosas.

Con profundo afecto, sentido del humor, paciencia, provocación, el profesor los va sacando de la dualidad, del juicio, del ego y los va invitando a entrar en la unicidad de todos con todo, en el respeto y en la experiencia personal de su ser esencial que va mucho más allá del ego y que los hace sentirse plenos y rebosantes de energía para hacer lo que en otro momento les hubiese parecido inalcanzable.

El libro se desarrolla en una aula, pero los aprendizajes sirven para los padres igualmente. Lo importante no es averiguar lo que le conviene al hijo sino sentirlo y dejarse llevar por ello, dice Gonzalez y añade: ¿Cómo pretendo decir lo que le conviene o no a mi hijo sin haber alcanzado mi propia felicidad? Si nos decidimos a conquistarla, no tendremos necesidad de aconsejarles. Nuestro ejemplo les bastará. Se trata de dar luz al otro para que se encuentre a sí mismo no de deslumbrarlo.

Y pone como ejemplo a Benjamin Zander, director de la Filarmónica de Boston que afirma: "Mi trabajo no es dominar a mis músicos, sino despertar las posibilidades que tienen dentro. El poder de un director depende de su habilidad de hacer poderosas a otras personas."

Todo el libro está cuajado de citas muy reveladoras: "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio" (Einstein) dice Gonzalez refiriéndose a los sistemas de defensa de nuestras creencias, que les permiten subsistir basados en el miedo y en los prejuicios. De ahí que "Imposible es siempre el muro de alguna creencia", concluye con acierto.

Esta frase es para mí la síntesis de todo el libro: "La liberación se alcanza abriendo el corazón: yendo a los lugares de nuestra conciencia que no pueden ser dominados por el miedo" que el autor completa con una cita de Anthony de Mello: "En la cárcel del miedo, el prisionero tiene la llave y no lo sabe."

El gran regalo de Carlos Gonzalez a sus alumnos y a sus lectores es hacerles conscientes de esta liberadora verdad y animarlos a actuar en consecuencia.

Por cortesía de la editorial Desclée de Brouwer, el libro puede descargarse gratuitamente de su web .
Más información  en www.ladanzadelavida12.blogspot.com

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