Cuando se habla de relaciones íntimas, pensamos en relaciones de pareja o incluso en relaciones con sexo. Sin embargo, la intimidad tiene un espectro mucho más amplio. Entre la madre y su bebé existe intimidad, por ejemplo.
¿Por qué llamamos amig@ íntim@, a aquel con el que no tienes secretos? ¿Cómo le llamarías a lo que hay en tu relación con cualquier persona con la que has podido ser quien eres y explicarle cualquier cosa sin sentir vergüenza?
El diccionario etimológico, dice que intimidad, viene del latín intus, que significa interior. Y se define por “aquello que la persona reserva para sí o para un grupo muy reducido” o “aquello que se preserva del escrutinio público”.
¿Existe la intimidad con nosotros mismos? ¿Generas intimidad cuando miras hacia dentro de ti? ¿Cómo te relacionas con lo que percibes en tu interior: emociones, pensamientos, sentimientos? ¿Los respetas, los acoges, los juzgas, los condenas, los rechazas? De cómo te relaciones contigo, dependerá cómo te relaciones con esa parte interior de otra persona.
De la intimidad que seas capaz de cultivar en ti, dependerá la que podrás establecer o compartir con tu pareja, tus amigos, tus hermanos. En realidad, con cualquier persona que cumpla las condiciones que tú necesitas para darle acceso a tu interior.
¿Qué sería cultivar tu intimidad?
Escucharte, conocerte, reconocerte, aceptarte.
“Una persona no puede sentirse cómoda si no se da ella misma el visto bueno, “ dijo Mark Twain.
Mirar adentro y no pelearte con nada de lo que encuentras, porque si está ahí es porque forma parte de tu biografía y tiene un sentido. Si eres respetuos@ contigo, te será más fácil serlo con las personas. Si eres deshonest@ contigo y te engañas, engañarás aunque no sea esa tu voluntad ni seas consciente de hacerlo. Simplemente repetirás el patrón que utilizas contigo. A menudo sucede que hasta que no vemos cómo tratamos a nuestra pareja (cómo reaccionamos a sus emociones) , no somos conscientes de que ese es el mismo trato que nos deparamos a nosotros mismos.
Podríamos decir pues que la intimidad es un espacio interno, que puede ser compartido. O no. Es el hecho de compartirlo el que le da una cualidad especial a la persona con la que lo compartes. Y eso determina el tipo de relación que tienes con ella.
En una relación, la intimidad implica dar acceso a lo que siento y pienso, compartir una parte de mi jardín que tal vez no está abierta para nadie más. Cuando lo hago, la otra persona se siente especial y tiene la sensación de que el vínculo es seguro y valioso. Si soy una persona muy reservada, puede resultarme más difícil abrirme, aunque mi interés o mi amor por la otra persona sea genuino.
Esto puede provocar en ella una sensación de soledad o de falta de interés por ella, de no formar parte totalmente de mi vida, aun en los casos en los que compartamos muchas actividades. Si soy una persona muy abierta, puede pasarme todo lo contrario: puesto que comparto casi todo con todos, la pareja (o el amigo o quien sea) puede tener la sensación de que no hay un lugar especial para ella. Por eso, hay que recordar que no siempre la falta de intimidad entre dos personas significa desamor. Muchas veces implica una incapacidad de uno o de ambos que conviene ser reconocida y trabajada por los dos para que no se malinterprete como falta de interés. Porque esta interpretación errónea suele generar mucho sufrimiento y mucha confusión.
Trabajar la intimidad, empieza entrando en uno mismo, como decíamos al principio de este post-podcast. Pero además se beneficia enormemente de otras condiciones. ¿Cuáles son?
La intimidad está peleada con la actividad, necesita inacción.
Por mucha conexión que se establezca entre dos personas cuando comparten una afición o una actividad con la que ambos disfrutan, esa conexión no equivale a intimidad, aunque sea un requisito previo. La intimidad necesita tiempo, ausencia de acción, presencia, es decir, disponibilidad total. En ese momento, solo existes tú y esta persona, todo lo demás desaparece, nada ni nadie más interfiere. El ser del uno frente al ser del otro. No es de extrañar que en esta sociedad hiperactiva y que valora a las personas por las apariencias o por sus resultados, la intimidad tenga poca cabida y por eso aparece con frecuencia como motivo de conflicto en las relaciones interpersonales, sobre todo por su ausencia. Se quejan muchas personas de falta de intimidad. La disponibilidad significa no tener la atención secuestrada por las pantallas, por lo que todos los aparatos electrónicos de nuestro día a día pueden estar amenazando algo tan importante como nuestras relaciones interpersonales. En términos generales, las mujeres tienen más facilidad para intimar y por eso lo necesitan más, porque el principio femenino tiende naturalmente al interior. Y los hombres la necesitan menos porque el principio masculino está más orientado hacia el exterior.
¿Qué nos aporta la intimidad con la otra persona?
📎Comparto lo que soy (no lo que tengo) independientemente de cómo estoy (triste, alegre, entusiasmada o desmotivada). Me permito estar como estoy.
📎Me siento vista por la otra persona. Siento el lugar que ocupo en su vida y le transmito el lugar que ocupa ella en la mía. Hay claridad respecto a eso.
📎Tomo conciencia de aquello que nos une más allá de nuestras diferencias.
📎Siento gratitud por el reconocimiento mutuo y por haber apostado por esta persona y que ella haya apostado por mí.
📎Comprendo su ser (y el mío) por encima de nuestros egos, yendo más allá de los juicios y las reacciones que pueden haberse manifestado en el día a día, que suelen estar más condicionados por nuestros patrones inconscientes.
📎Sin perder mi individualidad, me siento parte de algo más grande que la suma de cada uno de nosotros (no hablo exclusivamente de la pareja, sino también de una amistad o de una relación entre hermanos).
La intimidad ofrece un espacio en el que desaparecen los condicionantes externos porque estamos en otro terreno de juego, entramos en un jardín completamente interior desde el cual la perspectiva es diferente. Ni siquiera es necesario llegar a acuerdos en momentos de intimidad. Pero esos momentos te confirman que llegarás a ellos cuando lo necesites, porque hay una base sólida y una voluntad de unión y de continuidad por las que ambos estáis dispuestos a luchar o a ceder cuando proceda.
Cuando existe intimidad entre dos personas pueden mirarse a los ojos sin sentir incomodidad. Sienten la tranquilidad de ser acogidas y aceptadas por la otra, tal como son y tal como están. Vale la pena –y os invito a- hacer esta prueba, y si no te sientes cómod@, pregúntate qué barrera inconsciente estás levantando para que la otra persona no acceda a ti.
💞Averigua si tienes miedo a que conozca alguna parte tuya que todavía no has aceptado y por lo tanto te hace sentir insegur@ compartirlo.
💞Atrévete a mirarte de otra manera, o déjate mirar por alguien que te quiere de verdad, y dale crédito a la imagen que te devuelve, porque esa mirada te enseñará la aceptación de ti mism@ que necesitas.
¿Para qué es necesaria la intimidad?
Para crecer con la certeza de ser aceptad@. Ojalá que tod@s podáis experimentarlo.
Barcelona, 5 octubre 2023
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Gracias 🙂 Marita me encanta seguirte
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