Casi siempre, las diferencias están en esos patrones acumulados, no en nuestras personas.
Por si prefieres escuchar en lugar de leer
20.12.23
¡Es que somos muy diferentes!
28.11.23
¿Aconsejas o proyectas tus miedos?
Cuando alguien nos expone una situación personal en la que percibimos un riesgo, podemos perder la objetividad y aconsejarle condicionados por nuestras propias experiencias…o por la falta de experiencia en ese tema, lo cual incrementa todavía más nuestros temores.
Uno de estos casos se da a menudo en los grupos de amigas. Una de ellas cuenta lo que está viviendo y recibe tantos comentarios basados en el miedo que, en lugar de hacer acopio de coraje y de confianza, que es lo que necesita, acaba encogida y confusa. Hay muy buena voluntad en todas las aportaciones, pero están cargadas de las historias de cada una y de las defensas que pueden haber levantado a consecuencia de sus vivencias negativas.
Lo ideal sería que la que recibe los consejos fuera capaz de discernir “desde dónde” se los están dando.
¿Responden verdaderamente a su situación concreta, o están manifestando los temores de las personas que se los ofrecen? En este último caso, no aplican a su caso concreto, que está determinado por otros factores. Por eso, es muy útil tener en cuenta los condicionamientos de cada persona para “purificar” sus opiniones y ver si siguen siéndome válidas, cuando limpio sus elementos personales. Y por otra parte, una vez escuchadas las voces ajenas, escuchar dentro de una misma y buscar mi verdad.
La verdad de cada un@ está en nuestro interior, y si queremos dar con ella necesitamos tomarnos tiempo para adentrarnos y escucharla y confiar en que nos está indicando el camino correcto. ¿Por qué habríamos de fiarnos? Porque no hay nadie, ni tu más íntima y fiel amiga, ni tu propia madre, que te conozca como tú.
Dar más crédito a lo que dicen los demás que a lo que yo siento profundamente es una falta de respeto por mí misma y nos lleva a transitar caminos no deseados y a abandonar otros que nos estaban esperando.
Otro caso frecuente de creer que estamos aconsejando cuando en realidad estamos proyectando nuestros miedos se da entre padres e hijos. El hij@ plantea un proyecto vital o comparte una decisión y los progenitores reaccionan desde su instinto de protección unas veces, o desde su convicción de que ellos saben más lo que le conviene a su hij@, porque tienen más años. Y los comentarios surgen de esa reacción defensiva o protectora y no de una consideración serena y abierta de lo que el hijo está planteando. En esos momentos, de nuevo es útil pararse un momento a pensar qué parte de nuestra biografía nos está impidiendo ser objetivos, qué parte de nuestro ser está frenando al ser de nuestr@ hij@ porque tuvimos una experiencia negativa o porque otros la tuvieron y tememos que le suceda lo mismo. Es imprescindible no precipitarse, parar y poner contención a ese miedo para ser capaces de escuchar con objetividad y , a continuación, conectar con la confianza en los recursos personales de su hij@ y en lo que hasta ese momento le hemos aportado para que se maneje en la vida. Interferir en sus decisiones desde el miedo es una forma lamentable de minar su confianza. Estos momentos son oportunidades óptimas para revisar nuestros bloqueos y nuestras creencias limitantes.
🤔¿Cómo he llegado a estas conclusiones que ahora me están enfrentando a mi hij@?
🔎¿Puedo revisarlas a la luz de su forma distinta de ver las cosas?
👁¿Soy capaz de seguir convencida de mis creencias o planteamientos, pero respetar que mi hijo es un ser diferente a mí y por lo tanto alcanzará el éxito o la plenitud por vías distintas a las que yo he elegido?
En estas situaciones y otras similares, es bueno plantearse qué es lo que realmente necesita la persona a la que pretendo aconsejar.
Y normalmente, lo que toda persona necesita es confianza. No solo en que es capaz de hacer lo que se propone, sino también en que si no lo logra, vamos a seguir estando a su lado y vamos a comprender que probablemente tenía que pasar por ese error o ese fracaso para aprender lo que fuera que tuviese que aprender. Puedo decirle lo que pienso al respecto sin estar de acuerdo con él o ella, y a la vez manifestarle que estoy a su lado pase lo que pase, y que no voy a “castigarle” con un “te lo advertí”, por no seguir mi consejo.
Por último, por evidente que parezca, vale la pena recordar que un consejo no es un mandato. Tengo todo el derecho a no seguir un consejo que me dan. Y no significa que no agradezca el esfuerzo que ha hecho otra persona por aportar lo que podía, ni que no le respete o valore. Significa simplemente que no se ajusta a lo que yo necesito en ese momento para tomar mi decisión o actuar de una determinada manera. Si lo que necesito es un empujón y los comentarios que recibo me retienen, es evidente que no lo tomaré.
Cuando nos ofendemos porque no nos han hecho caso, es que nos hemos identificado tanto con nuestra opinión que al rechazarla nos sentimos rechazados nosotros. Pero esto ya es tema para otro post. De momento, aprovechemos la ocasión de dar o recibir consejos para revisar nuestros miedos….y hagamos lo posible por disiparlos.
Marita Osés
24 noviembre 2023
Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)
9.11.23
Puntos diminutos, poder infinito
Aprende a recibir con gracia todo lo que se te dé y a utilizarlo con sabiduría para la expansión y mejora de todo el conjunto.
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10.10.23
La intimidad, un espacio necesario
“Una persona no puede sentirse cómoda si no se da ella misma el visto bueno, “ dijo Mark Twain.
La intimidad está peleada con la actividad, necesita inacción.
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29.8.23
La pareja que no has elegido
A estas alturas, defino la soledad no como la falta de compañía, sino como la incapacidad de estar a solas conmigo misma. A solas y a gusto, añadiría. Todas las relaciones –no solo de pareja- se forjan a base de un contacto frecuente. O puntual, pero profundo. O ambas cosas a la vez. Lo mismo ocurre con la relación que tenemos cada uno consigo mismo. Necesitamos contacto frecuente y profundo.
Todas las relaciones que establecemos a lo largo de nuestras vidas dependen de una relación fundamental: la que tiene cada persona consigo misma.
Esta determina cómo te miras o te evitas, cómo te hablas, qué te dices, cómo confías o desconfías de ti, cómo te juzgas, te condenas y te castigas o por el contrario cómo te observas sin juicio, te comprendes y te aceptas. Cómo te tienes en cuenta o cómo te ignoras, cómo te atiendes o cómo te descuidas. ¿Tienes tiempo para ti o nunca te llega el turno?
El patrón de relación contigo condiciona cómo te relacionas con los que te rodean.
El ser humano depende de la mirada del otro para verse. Durante nuestra infancia, es muy importante cómo nos ven los adultos y lo que dicen de nosotr@s. Luego, nuestros herman@s, amig@s, parejas, compañer@s de trabajo o de ocio. Cuando los adultos de tu infancia (padres, profesores, cuidadores) te devuelven una buena imagen de ti, te sientes más segur@, y tienes muchas más probabilidades de tener una buena autoestima. Pero también hay que aprender a mirarse con los propios ojos propios, a mirar hacia dentro.
La práctica del mindfulness y de la meditación ayuda a establecer una relación contigo, o a modificarla.
¿Te imaginas lo que sería que desde pequeñ@ te enseñasen a descubrir dentro de ti alguien con quien siempre puedes contar, que jamás se aparta de tu lado? Alguien que está lleno de luz, en forma de intuición, sabiduría y bondad.
Muchas personas piensan que meditar es poner la mente en blanco, algo prácticamente imposible. Es cierto que la mente que no puede dejar de pensar, gracias al mindfulness se serena (unas veces más, otras menos; unas veces casi de inmediato, otras después de mucho perseverar). Pero lo que sí ocurre es que te vas alejando del ruido interno que genera el parloteo de la mente y en ese silencio te encuentras contigo. Mejor dicho, con partes de ti que desconocías. Una parte de luz y una de sombra. Ese descubrimiento a veces desconcierta, porque todos nos hemos hecho una idea de lo que somos a partir de lo que nos han dicho.
En las sesiones de coaching me encuentro con personas extraordinarias que no son capaces de ver su propia luz. Y creo que es porque aunque la manifestemos no la registramos, la pasamos por alto o la damos por sentada.
Nos preocupa más registrar nuestras reacciones negativas, errores, defectos para luchar contra ellos, disimularlos o en todo caso, para no perder nuestro lugar en el grupo. Mi parte luminosa, mi núcleo sano, aquello que traje el día de mi nacimiento y que he ignorado porque nadie me enseñó a conectar con ello, sigue ahí inexplorado. La espiritualidad no es más que eso: ir hacia adentro y descubrir que la luz está en nosotros. Tal vez tuviste un atisbo en un momento de profunda conexión con la naturaleza, con el arte, con la música o al enamorarte de una persona y querer darle lo mejor de ti. Pero posiblemente no registraras esa parte de ti como algo que YA ERES, sino como algo que te estaba sucediendo.
La espiritualidad tiene que ver con esa parte sagrada, luminosa, buena que forma parte de nuestra esencia, de lo que TODOS somos.
Si no sabemos que existe ¿cómo vamos a cuidarla? Si olvidamos esa parte, solemos exigir a nuestra pareja que compense ese vacío que sentimos. Por el contrario, si cuidamos esa parte, no enfocamos nuestra relación con los demás desde el vacío, sino desde la plenitud que sientes cuando tomas consciencia de que hay un ser dentro de ti con el que puedes contar siempre.
Tú eres la única persona que va a estar contigo todos los segundos de tu vida, desde tu primera bocanada de oxígeno cuando sales del seno materno hasta tu último aliento antes de morir.
Tú vas a ser tu pareja lo quieras o no. Tú eres la pareja que no has elegido.
La pareja que no elegimos nos acompaña desde siempre y para siempre. Y sin embargo, con frecuencia vivimos ignorándola, de espaldas a ella, ajen@s a este ser que habita en nuestro interior. Si no aprendemos su lenguaje, lo interpretaremos mal. Necesita de un cariño, un acompañamiento, una aceptación, una validación que solo nosotros podemos darle. Como muchas veces no la escuchamos, buscamos en parejas externas todas estas cosas y cuando no nos las dan, concluimos: “Me he equivocado de persona”. En consecuencia, continuamos esa búsqueda. En cierto modo, sí que nos hemos equivocado de persona, porque la persona que estás buscando eres tú, y cada vez que te sustituyes por otro, te “equivocas”. No estoy negando la relación de pareja, sino que reivindico una relación de pareja con tu ser interno que es insustituible y a la vez, completamente compatible con una relación sentimental con otra persona. No solo compatible, sino saludable e imprescindible para que cada uno ocupe su lugar en la relación sentimental.
Me pregunto: cuando la búsqueda de pareja se vuelve algo obsesivo ¿no será señal de que tenemos desatendida nuestra pareja interior? Aquella persona que camina a tu lado, te conoce mejor que nadie, y está ahí para darte fuerzas cuando flaqueas, consuelo cuando estás triste y confianza cuando lo necesitas. Si desatendemos la relación con esa parte interna, buscamos la fuerza, el consuelo, la confianza en otros, sin pasar antes por nosotr@s mism@s.
¿A qué estas esperando para elegirte?
Marita Osés
6 Agosto 2023
Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)