De repente, este elemento adquiere un significado y una relevancia especiales. En muchos casos, se trata de una pérdida. Algunas no podemos olvidarlas de tan dolorosas que son, pero otras, las enterramos sin darnos cuenta, precisamente para dejar de sentir el dolor que de otro modo nos provocarían.
No somos conscientes de hasta qué punto ciertos sucesos de nuestro pasado han marcado nuestro carácter, nuestras decisiones, nuestra actitud vital. Reconocerlo es el primer paso para comprender el impacto que están teniendo en nuestra vida y recuperar nuestro poder personal.
No tienen por qué ser pérdidas objetivamente dramáticas, sino ser percibidas como tales por la persona que las sufrió. A un niño sensible a quien su padre no solo le negó el deseo de recoger a un gatito abandonado sino que le obligó a ahogarlo, ese hecho puede cargarle de culpa de por vida, o de terror hacia la crueldad de su padre o de los hombres en general, o en positivo, hacerle apostar de manera decisiva por una actitud no violenta. Por otro lado hay sucesos que hieren nuestro núcleo más profundo: la muerte de un ser querido, el divorcio de los padres, la separación de un amigo íntimo por razones de traslado, un despido, una enfermedad grave y repentina…. Todos ellos conllevan pérdidas inesperadas e importantes que se incorporan a nuestro ADN emocional.
Estamos hechos tanto de presencias como de ausencias.
Los que están en nuestro día a día nos influyen, los que no están también, aunque ni siquiera llegáramos a conocerlos. Y si no, que se lo pregunten a quien no ha conocido a su padre o a su madre, o a quien nació después de que muriese un hermanito, o a quien oyó día tras día hablar de un abuelo eminente cuya sombra le ha perseguido toda su vida.
Esas ausencias condicionarán en gran medida las actitudes, decisiones y acciones de los que las sufran, sean conscientes o no de ellas. La experiencia de un amigo que no estuvo a tu lado cuando lo necesitaste puede convencerte de que la amistad no es un valor, ese regalo prometido que nunca llegó puede hacerte desconfiar de cualquier promesa, esa pareja que te abandonó después de soñar futuros contigo puede convertirte en un escéptico frente al amor, ese ser querido fallecido en accidente te enseña cruelmente, y de un día para otro, que la vida es efímera y que somos impotentes frente a muchos sucesos que no controlamos. Ante eso, tu reacción puede ser convertirte al hedonismo, o a ser un planificador compulsivo en un intento de controlar cualquier imprevisto que amenace con hacerte perder la seguridad o la estabilidad, como ocurrió en otro momento de tu vida.
¿Qué utilidad tiene conocer el impacto que han tenido las pérdidas en nuestras vidas?
Darnos cuenta de que muchas veces no estamos actuando en base a la situación presente sino reaccionando a un hecho pasado. Siendo conscientes del rol que han tenido las pérdidas en nuestro recorrido vital, podremos desactivar el sistema defensivo que se desencadena en nosotros cuando conectamos con un dolor que nos remite al que nos produjo esa pérdida.
Si estamos a la defensiva, no decidimos, decide nuestro sistema defensivo por nosotros. Y nos lleva a situaciones que no deseamos. Si tomamos conciencia de lo que interfiere, podemos decidir qué hacemos con ello y recuperar así nuestro poder personal.
Marita Osés, 20 octubre 2021
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