DEJA DE JUZGARTE, PARA DEJAR DE CASTIGARTE
En muchas sesiones de coaching, las personas describen conductas con las cuales consiguen lo contrario de lo que desean:
⚠️comen desaforadamente cuando lo que quieren es adelgazar,
💥sabotean una relación que les interesa, no formulan sus deseos sabiendo que son perfectamente lícitos,
⚠️dejan de satisfacer necesidades completamente razonables porque se colocan siempre en el último lugar de la lista,
💥se exigen esfuerzos físicos hasta el punto de lesionarse o mentales hasta el punto de llegar al agotamiento y la depresión…
Cuando les pregunto a qué les lleva esa conducta, qué ganan haciendo eso, me responden un poco desconcertadas: NADA. Pero si rascamos un poco más, en ocasiones esas conductas compensan o alivian un sentimiento de culpa. Cuando exploramos de dónde podrían surgir, la persona toma conciencia de que podría estar castigándose.
Carl Jung decía: Mientras no hagas consciente lo inconsciente, este último dirigirá tu vida y tú le llamarás destino.
El primer paso es pues darse cuenta de con qué conductas me estoy castigando. En algunos casos son tan habituales que ya no somos conscientes del daño que nos hacen. El castigo tiene -me encantaría decir tenía, para poder creer que lo hemos erradicado de nuestras estrategias educativas, pero no es así- la finalidad de penalizar una conducta con el propósito de generar otra que se considera correcta. Pero si ni siquiera eres consciente de que te estás castigando, tampoco generarás una conducta más deseable sino todo lo contrario.
¿A quién se castiga? A quien se declara culpable. Y antes de declararle culpable ¿qué ocurre? SE LE JUZGA. EL JUICIO es pues el origen de todo.
SIN JUICIO NO HAY CONDENA. SIN CONDENA NO HAY CASTIGO.
Cuando vemos una película, parece que cuando el malo recibe su merecido nos quedamos más tranquilos. Eso también sucede con nosotros. Hay ciertas conductas que nos castigan y parece que hagan las paces con una parte de nosotros. Pero vamos a ver: ¿qué es lo que nos hace sentir culpables? ¿por qué me siento malo o mala? ¿Qué juicio y qué condena he sentenciado para mí, aunque no haya sido consciente de ello? Para averiguarlo, es bueno revisar tu historia y ver si hay algún hecho cercano o lejano que todavía no te has perdonado. No tiene por qué ser un hecho gravísimo objetivamente, sino que basta con que el niño, la niña o el /la adolescente o joven que fuiste lo percibiese como tal y le hiciese sentir avergonzado, humillado, en ocasiones, sin haber mediado culpa alguna, como sería por ejemplo el caso de los abusos. Habrá otras historias en las que sí serás responsable de algo que te duele. Pero en todo caso es bueno recordar esta máxima: Sé compasiva con tus versiones anteriores, porque no sabían lo que sabes ahora. Sanar nuestro pasado de culpas es una tarea que todos deberíamos emprender, si no queremos que esas historias pasadas lastren nuestras relaciones del presente hipotecando nuestro futuro.
Además de lo que cada uno pueda tener pendiente en su historia personal, hay una serie de exigencias o parámetros que están en el aire y que nos hacen sentir culpables si no las cumplimos: tienes que estar delgada, ser feliz, tener una carrera, conseguir un empleo, formar una familia, ser el mejor en tu campo, gustar al todo el mundo. Cada entorno concreto ,cada familia tiene exigencias diferentes para que una persona se sienta cómoda en él, con derecho a pertenecer a ese grupo. Si no nos ajustamos a esos parámetros nos sentimos culpables y no es simplemente una presión externa, es la autopresión que ejercemos sobre nosotros la que nos hace castigarnos.
¿Tiene sentido dar tanto poder a unas exigencias que se han formulado teniendo en cuenta los intereses de muchas personas ajenas a mí e ignorando mis propios intereses y mi identidad concreta?
Otras veces no es la sociedad o la familia quien nos impone unos requisitos, sino nosotros mismos los que no aceptamos un aspecto de nuestra persona, puesto que lo consideramos negativo o defectuoso y lo rechazamos: puede ser un rasgo físico o de carácter, puede ser mi falta de paciencia o de organización, o mi mal genio, o la forma de mis piernas o la carnosidad o la finura de mis labios….Como decido que eso no está bien -JUICIO-, me castigo.
¿Recordáis vuestros sentimientos cuando os castigaban? Rabia, resentimiento, vergüenza, incomprensión, frustración, injusticia. Y alguna vez alivio, si sentíamos que lo merecíamos. Eso mismo nos provocamos cuando nos castigamos. Aunque, solemos disfrazarlos, esos sentimientos se quedan ahí y salen en el momento más inoportuno y con la persona que menos lo merece.
El autocastigo solo agrega dolor al dolor y nos desempodera. Si un error cometido o un rasgo no aceptado nos hace daño ¿qué sentido tiene añadir más dolor? Nos roba todavía más energía para abordar la situación.
Hemos visto que para que haya un castigo, antes ha de haber un juicio. Pues es muy sencillo: Para evitar el castigo, vamos a evitar el juicio. ¿Cómo puedes evitar el juicio? ¿Cómo establecerte en el no-juicio? Eso requiere un “reset” mental importante, porque desde nuestra infancia nos han juzgado, nos han evaluado y cuando no nos hemos ajustado a unas normas nos han castigado. Se trata de autoobservarse, limitándonos a constatar lo que vemos sin sacar conclusiones. Observar sin juzgar es preguntarse: ¿Qué me está diciendo esto de mi mism@? Esto que pienso, esto que siento, esto que he hecho ¿qué me dice de mí? Y, si no me gusta, en lugar de condenarlo añadir: yo soy más que eso. A continuación, ampliar el foco y ver a mi persona en su totalidad, valorando todo lo que es positivo en ella y que está siendo oculto o minimizado por lo negativo. No se trata de dar la espalda a aquello por lo que supuestamente nos castigamos, sino de no identificarnos con ello y de contextualizarlo en nuestra historia personal hasta que encaje como una pieza más del puzle, que no tiene por qué ser ocultada. Vamos a convivir con nosotros mismos hasta el día que nos muramos.
¿Vamos a tener cuestiones pendientes hasta el último día? O podemos revertir el patrón de juicio - condena - castigo para convertirlo en observación - comprensión - aceptación. Esa es la manera de integrar amorosamente todos los aspectos que me constituyen para poder llevarme bien conmigo misma.
Sea cual sea el momento de tu vida en el que te encuentras, si necesitas un espejo en el que mirarte y mayor confianza para dar un paso más, cuenta conmigo.📧mos@mentor.es 📲+34 661 631 972 🗺️ C/Provenza 214 8º 2ª Barcelona (Presenciales Martes, jueves y viernes)
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