De la desnudez nos aterra el desamparo que representa, la desprotección. Del recogimiento nos perturba el encontrarnos con nuestra sombra. Por ello nos agarramos a todo aquello que pueda protegernos o distraernos. Pero algún día hay que atreverse a soltar…
¿Qué necesitamos soltar para poder ser la persona que verdaderamente somos?
Se trataría de entrar en la actitud del otoño de dejar ir, liberarte de lo que ya no tiene función en tu vida.
Las hojas que caen ya no sirven a la vida del árbol. Soltar, no como sacrificio o renuncia, sino como liberación. Liberación para seguir estando VIVOS y dar vida.
Soltar para regenerarnos. Para que entren cosas nuevas, hay que hacerles sitio. Si estamos aferrados a un pasado en virtud de un recuerdo, un rencor, un temor…no dejamos espacio para la novedad que el día a día tiene preparada para nosotros y sucederá delante de nuestras narices sin que la aprovechemos. La savia fresca en nuestra vida puede ser la energía que necesitamos para salir de una situación que nos desborda o nos bloquea o simplemente para seguir avanzando.
Soltar para aligerarnos. Hay días en que estamos cansados antes de empezar la jornada, solo de pensar todo lo que tenemos que hacer. ¿Son reales esas obligaciones? ¿Son ineludibles esos compromisos? ¿Es imprescindible que los cumplas tú? Plantar cara a esa voz dictadora que te repite “tienes que”, o cómo mínimo, cuestionar sus mandatos, hará que podamos sacarnos de encima deberes que no son tales o compromisos que lastran inútilmente nuestra agenda. Peor aún, lastran nuestro ser. Soltarlos nos permite disfrutar de momentos en blanco, sin hacer nada más que sentirte vivo, huecos en la agenda para hacer lo que te venga en gana y conectar con quien eres de verdad, al margen de tus roles. Desactivar ese “tengo que” en la mente y conectar con lo que “quiero” me hace descubrir que mis deseos me definen infinitamente mejor que mis obligaciones, y al ignorarlos acabo ignorándome. La pena por los deseos profundos no cumplidos pesa un montón, nos hace sentir impotentes, y desconocer nuestra fuerza interior. Soltar el exceso de obligaciones nos libera de nuestro dictador interno y nos devuelve la energía vital y la confianza que adquirimos cuando somos fieles a nuestro deseos. Muchas veces creemos tan poco en nosotros mismos que cargamos el equipaje con cosas que nos dan seguridad: acumulamos información, bienes materiales, títulos, contactos, relaciones, experiencias, cursos. No nos damos cuenta de que dentro de nosotros está todo lo que necesitamos para lidiar con lo que la vida nos trae. Es un acto de valor deshacernos de las muletas que hemos ido usando por miedo a fallar…y comprobar que no las necesitábamos. El pájaro que al romperse la rama en la que estaba posado, busca desesperadamente otra rama, es que ha olvidado que tiene alas para volar.
Soltar para elevarnos ¿Hacia dónde? Hacia una perspectiva que no alcanzamos a ver cuando estamos demasiado apegados a lo mental, a nuestros pensamientos, a lo material. Pensamos la vida en lugar de vivirla. El peso de todos estos lastres que no hemos sabido soltar nos mantiene atados a una realidad, si no obsoleta, por lo menos sesgada, una realidad que es cierta solo en nuestra mente. La realidad evoluciona y nosotros seguimos fijos en nuestros pensamientos, empeñados en tener la razón, mientras la vida sigue.
Tener el coraje de soltar todos los pensamientos, de fluir con la vida que tantas veces los contradice, en lugar de querer que la realidad se amolde a ellos, nos da una libertad infinita y abre ante nosotros un horizonte lleno de posibilidades.
Otoño, una invitación a proseguir el viaje, ligeros de equipaje.
Marita Osés, 22 septiembre 2021
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