Hay dos posturas básicas frente a la vida. Las personas que piensan que su bienestar y satisfacción dependen de la realidad que las rodea dedican sus energías a conseguir logros externos. El ego les dice:
“Cuando tengas una pareja, un trabajo que te llene, el coche o la casa de tus sueños, tanto dinero en el banco… serás feliz”.
Así pues, orientan su vida a TENER.
Quienes adoptan la otra postura creen que es nuestro estado interno el que determina todo lo demás. Sin duda se ocupan de los aspectos materiales de su existencia, pero dedican más tiempo, dinero y esfuerzo a conocerse, cultivarse y crecer. A SER. Su ser profundo les dice:
“Cuando tú estés bien CONTIGO, lo demás estará bien, sea cual sea la realidad que te rodee”.
En el primer caso, el bienestar depende de todo lo externo (y eso es lo que damos a entender a nuestros hijos cuando nos obsesionamos con que se ajusten a los parámetros de éxito que impone la sociedad). Eso implica dar el mando a lo que nos sucede y por lo tanto a lo externo.
En el segundo, cada persona
depende únicamente de la relación que tiene consigo misma y eso la prepara no
para que todo lo demás encaje, sino para encajar cualquier situación que
llegue. Experimenta el poder dentro de ella y por ello mismo se halla en
condiciones de decidir qué hace con lo que pasa afuera. La diferencia estriba
pues en hacer caso a una o a otra voz,
es decir, a un tipo de pensamientos o a otros.
Cuando ocurre algo tan fuera de nuestro control como la pandemia de COVID-19, quien adopta la segunda postura tiene como mínimo la oportunidad de plantearse dónde quiere ejercer su poder personal. Dónde, cuándo y cómo.
Los confinamientos y todas las restricciones que están limitando la libertad
de movimientos y los derechos a los que
estábamos acostumbrados, ciertamente reducen mucho las posibilidades de que se
cumplan nuestros planes y
expectativas. Y eso provoca frustración, tristeza, impaciencia, desesperación,
rabia, desánimo. Pero al no poder contar con las condiciones externas más o
menos favorables nos vemos obligados a -o como mínimo podemos- mirar hacia dentro y concentrar ahí la energía
que no podemos dedicar a lo que deseábamos.
La pandemia, pues, me invita -y en algunos casos, me obliga- a prestarme atención.Si elijo culparla de mi situación, no le voy a sacar ningún beneficio. Si voy más allá de los perjuicios evidentes que me está provocando y me centro en qué recursos personales pueden despertarse en mí para hacer frente a esta situación, algo se pone en marcha y conecto con mi fuerza.
¿De qué depende tu
bienestar? ¿De lo que sucede afuera o de cómo estás por dentro? Si creo que
dependo de lo que ocurre fuera de mí, me convierto en víctima, eludo mi
responsabilidad y renuncio a mi poder. Cuando, a pesar de recibir el impacto de lo que ocurre en la realidad, me
doy cuenta de que puedo decidir qué hacer con eso, me convierto en protagonista
de mi vida.
Ahora es un buen momento
para decidir (o simplemente constatar) cuál es tu postura: ¿estás invirtiendo tu
energía en conseguir lo que tu ego te dicta que necesitas para ser feliz? ¿O
estás escuchándote para averiguar lo que realmente quieres, en la confianza de que desde esta posición, serás capaz
de manejar cualquier cosa que suceda en tu vida?
Marita Osés, Abril 2021
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