Colaboraciones

Por si prefieres escuchar en lugar de leer

24.11.25

CRISIS DE PAREJA II

Cuando se puso en contacto conmigo, la persona me dijo de entrada  que estaba en proceso de divorcio y que deseaba reinventarse.
Al cabo de diez minutos de conversación, me di cuenta de que el divorcio era una solución rápida a una situación tan humanamente insostenible que no quería perpetuarla más. “Me voy corriendo porque duele demasiado. Necesito poner fin a esto.” Sin embargo, a pesar de todo el dolor que me compartía, vi que había aún mucho amor, que no había podido ser expresado por haberse interpuesto muchos obstáculos, casi todos ellos internos.
Creencias, heridas o carencias afectivas anteriores habían estado saboteando su relación de pareja, sin que ninguno de los dos se diera cuenta.
Cuando le pregunté: ¿Qué es lo que ha hecho que aguantases casi veinte años? No me supo contestar. ¿Por qué no levantó la mano la primera, la segunda o la tercera vez que algo no le pareció bien? Es un adulto. Nadie le estaba imponiendo nada. Él fue acatando un modo de vida que llegó a resultarle insoportable porque no estaba alineado con él. Ahora se siente dolido contra su pareja, y eso le impide percibir su enfado consigo mismo.
Mientras hablábamos, comprobé una vez más que perdonar al otro es importante y te da paz, pero todavía lo es más perdonarte a ti por haber permitido lo que sea que haya ocurrido. No es fácil. Es mucho más fácil culpar al otro. Perdonarse a sí mismo no significa exonerar de responsabilidad a la otra persona por lo que haya hecho, ni justificar su comportamiento. Significa, en primer lugar,  explorar qué me llevo a mí a tolerar esos actos o actitudes a veces durante años. Con toda probabilidad, esta indagación me llevará a descubrir patrones de conducta de los que no era consciente. Por poner algún ejemplo de lo que me refiero:
❎una tendencia a adaptarme para no estorbar.
❎conectar más con las necesidades o deseos del otro que con los propios hasta llegar a ignorar los míos y ya no saber ni qué quiero.
❎evitar una conversación para tener la fiesta en paz o, por el contrario, sacar las cosas de quicio para obtener atención.
❎decir SÍ cuando mi corazón está gritando NO, para complacer al otro, por miedo o por falta de respeto por uno mismo.
❎decir lo que el otro quiere oír, o no decir lo que deseas para que no se enfade 
❎callar cuando hablar sería necesario para que se tuviera en cuenta tu opinión, tu deseo, tu propuesta.
Y así, mil formas de sabotear la verdadera conexión, convencidos de que lo hacemos por amor. Suelen ser  patrones aprendidos en nuestra infancia que pueden estar dinamitando las relaciones en nuestra edad adulta.
Todo esto va sucediendo a lo largo del tiempo, muchas veces sin que seamos conscientes de que se está cociendo un conflicto o generando una distancia cada vez mayor.
Absorbidos como estamos en cuestiones logísticas y del día a día, el dolor es lo único que nos hace tomar conciencia de lo que está pasando. Hay que pagar facturas, educar a los hijos, cuidar a los enfermos…. Y lo urgente hace que lo importante se vaya postergando. Cuando la logística más o menos funciona, damos por sentado que la relación está bien y dejamos de alimentarla.
Olvidamos que está constituida por dos personas, cada una con su historia, sus heridas, sus creencias, sus ilusiones y sus frustraciones. Y sus necesidades. Y todo esto que llevamos dentro incide en la pareja y la condiciona.
Si no somos conscientes del impacto de nuestra mochila personal en la relación, nos  encontraremos un día en una situación no deseada sin saber muy bien ni cómo ni por qué hemos llegado a ella. En la mayoría de los casos, no es falta de amor sino de conciencia.
Cuando no hay amor, ni sobretodo voluntad de amar, la reconstrucción no tiene sentido. Pero si existe voluntad de amar y/o  algo más por lo que luchar, hay que empezar por que cada uno sane sus heridas.

Hay tres etapas importantes después de una crisis:
  1. 🔎Reconocer de qué manera ha contribuido cada uno a esa situación es fundamental para reparar o, en su caso, cerrar la relación con honestidad. Aunque sea uno el responsable de la infidelidad, traición, mentira, desatención o alejamiento o de la razón objetiva que haya hecho que se replanteen su compromiso de seguir juntos, y esta persona deba asumir su responsabilidad, la otra tendrá que reconocer qué ha hecho o dejado de hacer para llegar a ese punto. No se trata de repartir culpas, sino de no repetir los mismos errores. Y los errores pueden ser por acción o  por omisión.
  2. 🔎Perdonarte y recibir el perdón del otro. En este momento, no sirve el juicio sino la compasión. Si la tienes contigo mismo, te será más fácil tenerla con tu pareja. Equivocarse es humano. Darte cuenta de que en aquellas circunstancias y  en el nivel de conciencia en el que te hallabas en aquel momento no podías haber actuado diferente, porque ni tenías los recursos, ni eras consciente de lo que de verdad  estaba pasando. Hay que permanecer en el dolor propio y ajeno el tiempo necesario para que nos haga reaccionar y sacar energía de él. Es normal, que queramos huir de él lo más rápidamente posible, digamos que es humano, pero haciendo eso lo malgastamos, no sacamos de él todo lo que nos tiene reservado. No es regodearse en él, no es victimizarse. Es sentirlo profundamente para poder salir de él habiéndolo “aprovechado”. Si salimos corriendo no escuchamos el mensaje que nos trae.
Perdonarse a uno mismo es un baño de humildad, porque implica aceptar tu vulnerabilidad, tu error. Pero es también un acto de amor, porque significa que no te rechazas por ello, sino que incorporas este suceso, como algo que te ha hecho ser quien eres una vez lo has procesado.  Procesarlo es fundamental. Observarlo desde distintos puntos de vista para comprenderlo. No aparcarlo, no ocultarlo, no ignorarlo. Hacer tuyo ese episodio aunque duela y tratarte con amabilidad, precisamente por eso, por lo mucho que te ha hecho sufrir. Tener en cuenta qué condicionantes hubo te hará ser compasivo contigo. La dureza tiende al castigo y el castigo -autocastigo en este caso- nos paraliza y nos llena de miedo y siembra la desconfianza en nosotros. Por el contrario, la comprensión abre la puerta a la reparación y nos hace entrar en la gratitud  y la recuperación de la confianza.
  1. 🔎Decidir  qué patrones de conducta estoy dispuesta a soltar para que no interfieran en mi relación (o en futuras relaciones) y de qué manera quiero y puedo actuar en el futuro para no ser víctima de mis propias carencias o creencias. ¿Cómo puedo hacerlo distinto de ahora en adelante?
Dice theloveexpert en IG que muchas veces no se trata de quedarse o irse de la relación, sino de “estar distinto”, “quedarse de otra manera”, es decir, incorporando los aprendizajes que resultan del dolor.
En cualquier caso, tanto si te quedas, como si acabas marchándote, es fundamental cerrar bien vuestra historia, validar lo que estuvo bien y perdonar lo que hizo daño.

Porque de cómo la cierres y cómo te sientas contigo y con el otro dependerá tu siguiente relación y la que mantengas contigo.
Marita Osés
Noviembre 2025
👇👇👇👇👇👇

A partir del 1 de Enero 2026, dejaré la consulta de Provenza, 214 en Barcelona y haré únicamente coachings -online o presenciales- en mi domicilio de Sant Joan Despí. La razón principal es que deseo dedicar más tiempo a la escritura, cosa que no he podido hacer en estos últimos años. Para ello, ganar las horas que actualmente dedico a los traslados entre mi casa y la oficina será un primer paso. Además, reduciré mi jornada laboral.
Agradezco la confianza que has depositado en mí y espero encontrar la manera de seguir respondiendo a tus necesidades en esta nueva etapa de mi vida profesional.
  🔎Si necesitas información, quieres reprogramar sesiones o simplemente compartir cómo recibes este cambio, puedes escribirme por mensaje privado. Estaré encantada de leerte. Si necesitas información, quieres reprogramar sesiones o simplemente compartir cómo recibes este cambio, puedes escribirme a mos@mentor.es. Estaré encantada de leerte.💗




11.10.25

CRISIS DE PAREJA


En una sesión de coaching de pareja en la que están reconstruyendo la confianza después de que un incidente la dañase, me impactó que el hombre acabara llorando de impotencia al reconocer que no era capaz de satisfacer las expectativas de conexión y de profundidad que su mujer necesitaba. Es un hombre maduro, aparentemente seguro de sí mismo, de quien dirías que tiene una buena autoestima. Suele dominar más la escena, y habla con aplomo, convicción y honestidad.  Se define como hombre de acción, “yo pienso poco y hago mucho; ella piensa dos veces antes de hacer, es mucho más reflexiva. Yo no necesito que las cosas tengan sentido, ella necesita armar más estructura para decidirse a actuar.”

Continua describiendo las diferencias entre ambos y concluye: “Veo su frustración cada vez que no llego. No tengo capacidad. No voy a ser suficiente.”

Había en su llanto frustración, pero también miedo. Frustración porque su mente le hace creer que  él tiene que ser como ella para poder estar a su lado, para poder conectar. Craso error. Él podría abrirse a ella y a esa dimensión de profundidad con curiosidad de hasta dónde puede llegar y con confianza de que de la mano de su pareja puede descubrir en sí aspectos desconocidos. Sin compararse, sin sentirse inferior, solo distinto. En lugar de eso, experimenta miedo a no dar la talla. Y es ese mismo miedo lo que le bloquea para adentrarse en un área que no domina. Al mismo tiempo y paradójicamente, miedo también a su potencial. Miedo a entrar en una dinámica que por sí mismo jamás se habría planteado, miedo a hacer un esfuerzo que lo llevaría a un terreno desconocido. A través de su pareja, la vida le está invitando a hacer una inversión de la que está convencido que no va a sacar ningún beneficio. Él ya está cómodo con su etiqueta de ligero, lúdico, irreflexivo, trivial. Vi cómo le asustaba entrar en su propia profundidad. Su relación de pareja le está brindando algo que, si fuera por él, no habría tenido ningún interés en explorar, tan identificado está con su parte más superficial. No dudo de que si se atreve a dar ese paso y conecta más profundamente con su mujer, le enriquecerá enormemente. Pero se resiste por dos motivos:

➢Está convencido que él no tiene la profundidad que reconoce en su mujer.

Y tiene miedo a perder lo que él cree su esencia, esa ligereza con la que se identifica y con la que se siente a gusto.

Es su forma de ir por la vida y le llena. Su cabeza le lleva a pensar que en la profundidad, en la mayor conciencia,  se sentirá incómodo. Es una jugarreta de la mente, que no quiere salir de su terreno conocido y que le presenta como pérdida lo que puede ser beneficio.

No perdemos nuestra esencia cuando nos abrimos a potenciar aspectos de nuestro ser que hasta ese momento habíamos considerado ajenos.

La parte más lúdica, irreflexiva o trivial de esta persona sigue siendo muy válida, seguirá aportando ligereza, dinamismo y vitalidad a su familia. No es incompatible con la mayor hondura de su pareja. Nuestra existencia tiene muchos aspectos. Es su mente la que en su estructura binaria los hace incompatibles entre sí.

En las relaciones bilaterales no es o “lo tuyo” o “lo mío”. Es “lo tuyo” y “lo mío” sumándose de la mejor manera posible.

Cuando me abro a “lo tuyo” descubro rincones que ignoraba y por eso no los había incorporado a  la idea que tengo de mi persona. Nada más peligroso que la expresión “Yo soy así”, porque te petrifica en una foto fija que te devuelve una imagen obsoleta y por lo tanto falsa de ti mismo. ¿Por qué es obsoleta? Porque estamos en continua evolución. En el aspecto físico es tan evidente que no nos cabe la menor duda de que cambiamos, pero en lo interno, nos cuesta más reconocer que estamos en permanente evolución. Te sientes cómodo con esta foto porque no te exige nada: solo repetirte una y otra vez hasta la saciedad. Eso te da mucha seguridad:  todo está en su sitio, casi nada cambia, controlas, pero no te dejas sorprender por tu propia naturaleza que tantas veces desconoces porque la has reducido a una autoimagen  con la que te has identificado y a la que has sido fiel tanto tiempo que ya no eres capaz de ver nada más.

Sin ánimo generalizar, el hombre, mejor dicho, lo masculino es más rígido y se encasilla más en su concepto de sí mismo, porque su inconsciente interpreta como un signo de debilidad el abrirse a la influencia de lo externo. Si además lo externo es una mujer, las defensas se levantan todavía más altas, sobre todo si tuvieron una madre que los quiso moldear a su manera, sin respetar su esencia. Por el contrario, la mujer –lo femenino- es cíclica, pasa por diversas fases cada mes, lo que la hace más flexible por lo que  tiende a adaptarse tanto a su pareja en aras a la armonía de la relación, que acaba perdiéndose a sí misma.

Muchas crisis matrimoniales se manifiestan así: la mujer se da cuenta de cuánto ha sacrificado, mientras el hombre ha mantenido intacta su individualidad. Y entonces ellas reclaman ese espacio y tiempo  de libertad a los  que ellas mismas, consciente o inconscientemente, habían renunciado. Suelen estar enfadadas con su pareja, pero también consigo mismas, pues han sido víctimas de creencias inoculadas sin que se dieran cuenta. Ambos tienen un trabajo personal que realizar si quieren que su pareja salga de la situación dolorosa en la que se encuentran.

Dice Joe Dispenza en su libro “Deja de ser tú”: “Está en la naturaleza humana evitar cambiar hasta que las cosas se ponen tan feas y nos sentimos tan mal que no podemos seguir como de costumbre. (…) A menudo tiene que darse la peor situación posible para que empecemos a hacer cambios positivos para nuestra salud, relaciones, profesión, familia, futuro. “ Y se pregunta: ¿Por qué esperar a que esto ocurra? Su mensaje es:

Podemos aprender y cambiar en un estado de dolor y sufrimiento o evolucionar en un estado de felicidad e inspiración.

La mayoría hacemos lo primero. Para elegir lo segundo debemos concienciarnos de que el cambio seguramente conllevará una cierta incomodidad, algunos inconvenientes, una alteración en nuestra rutina habitual  y una etapa de desconocimiento. La mayoría de nosotros ya conoce la incómoda sensación de ser novatos en algo. De pequeños pasamos por varias etapas hasta aprender a leer con fluidez.” Y lo mismo si quisimos tocar un instrumento o cualquier otro aprendizaje. Hay que revestirse de humildad, curiosidad y mente de principiante, es decir, armarse alegremente de paciencia.

Las crisis de pareja pueden ser la sacudida que necesitamos para darnos cuenta de que estábamos estancados y que nos conviene resetear no solo nuestra relación, sino algún aspecto de nuestra personalidad que está interfiriendo en la buena marcha de la relación.

De hecho, la pareja es un espejo en el que nos miramos a diario y a menudo el problema es que no nos gusta la imagen que nos devuelve.

Estar dispuestos a cuestionarnos la idea que tenemos de nosotros mismos y del otro es imprescindible para reconocer qué puede estar afectando negativamente a la relación.

Con esto quiero transmitir dos ideas que me parecen importantes:

  • -no asustarse cuando detectamos la crisis. Es imprescindible atreverse a ponerla sobre la mesa. Ignorarla confiando en que ya pasará solo generará resentimiento.
  • -no tener el punto de mira en el otro sino en uno mismo. Es mucho más fácil ver el problema afuera, pero es imprescindible que cada uno mire hacia adentro : qué siento, qué pienso, cómo me afectan ciertas cosas, cómo actúo en determinadas situaciones. Que cada uno hable de sí mismo no de la otra persona. 

Y si no os veis capaces de hacerlo solos, buscad ayuda. Un árbitro que ponga orden, que señale las faltas, que pare el juego cuando sea necesario, pero os permita seguir jugando conscientes de lo que os hace bien y lo que os lastima. 

Las crisis hay que atravesarlas, no queda otra.

Buena travesía a los que estéis en ello.


Marita Osés

Octubre 2025