3.9.25

Reflexiones al final de verano

 

🔖Este verano he tenido el tiempo y el entorno adecuados para leer un libro de 500 páginas que me compré hace meses. Se titula “El mito de la normalidad”, y el autor es Gabor Maté, médico y psiquiatra húngaro afincado en Canadá después de huir de la persecución nazi.


Escribo este post la última semana de agosto rodeada de montañas, con mariposas revoloteando a mi alrededor y bandadas de golondrinas que se posan en el fresno cuya sobra me cobija y luego salen disparadas en todas direcciones como obedeciendo a una llamada misteriosa. A pesar de que el sol es intenso, sopla una brisa fresca que me hace cerrar los ojos agradecida de estar donde estoy,  y de hacer lo que estoy haciendo.

Es el mismo sentimiento que  me brotaba cada vez que reanudaba la lectura del libro: agradecimiento infinito porque nos ofrece una visión muy esperanzadora de lo que el autor  entiende por enfermedad y, en consecuencia, de por dónde puede ir la curación. Y porque lo hace además desde una visión profundamente compasiva. Contempla al ser humano, no como un conjunto de órganos sino como una unidad esencial de mente y cuerpo y concluye que la salud y la enfermedad no son estados arbitrarios de un cuerpo o de una parte de él; son la expresión de cómo vivimos la vida, que , a su vez, no puede entenderse sin tener en cuenta la influencia que ejercen las circunstancias que nos rodean, las relaciones personales, los acontecimientos y las experiencias. Es decir, en nuestro estado físico y mental influye también lo social y lo político. Defiende que tu salud física y mental está íntimamente relacionada con cómo te sientes, con tu percepción de ti mismo y del mundo y con las maneras en las que tu vida satisface o no todas aquellas  necesidades humanas que son innegociables. Cuando una de estas necesidades fundamentales no queda cubierta, se puede generar un trauma que él define como una herida interna, una ruptura o disociación del ser.

Me he tomado un momento para hacerme las preguntas que sugiere: ¿Cómo me siento yo conmigo misma? ¿Cómo me percibo? Y te invito a hacer lo mismo: ¿Qué sentimiento tienes cuando te miras, cuando te escuchas, cuando te percibes? Y tal vez la pregunta anterior sería: ¿Te percibes en algún momento? ¿O estás tan ocupad@ percibiendo, y calibrando a los demás que te olvidas de ti,  a no ser para compararte? ¿Percibes de ti solo aquellos aspectos que quieres cambiar porque no estás content@ con ellos? Puede ser que estés confundiendo una parte con el todo. Que porque hay una parte de ti que te molesta o directamente no te gusta, te rechazas tod@ tú, te censuras y no acabas de darte el aprobado que siempre has necesitado. Eso también influye en tu salud.

Uno de los datos que aporta el libro son los rasgos que comparten ciertas personas que son más propensas a desarrollar enfermedades autoinmunes: Evitan expresar su enfado y frustración, lo que genera estrés interno y siempre están dispuestas a cuidar a los demás olvidando sus propias necesidades, lo cual constituye una nueva fuente de estrés.

Maté aporta muchos ejemplos de cómo abordar los factores emocionales y psicológicos puede ser decisivo para la recuperación.  Casos de  enfermos que mejoraron ostensiblemente cuando abordaron un aspecto psicológico, por lo general un trauma, que nadie había tenido en cuenta con anterioridad. ¿Qué ocurre entonces? El paciente tiene una participación activa en su sanación porque emprende un trabajo de introspección que le ayuda a

1) verse

2) mirarse con comprensión y

3) amarse incondicionalmente.

Esta fue mi experiencia con el cáncer. Cuando me repuse del susto del diagnóstico y  dejé de verlo como un enemigo contra el que luchar o como un golpe inexplicable de mala suerte, me pregunté si podría estar trayéndome algún mensaje “amigo”. Identifiqué en mi los rasgos que acabo de mencionar: hasta aquel momento (y ya tenía 52 años) a la hora de tomar decisiones, cualquier cosa o cualquier persona era más importante que yo, y vivir de acuerdo con esa creencia me hacía feliz ( o eso creía).

El cáncer me ayudó a darme cuenta de que yo soy como mínimo tan importante como cualquier otra persona y que, en determinados momentos,  necesito priorizarme. 

Este giro cambió radicalmente mi relación conmigo misma.  Empecé a tratarme con mucho más cariño y consideración. Tuve la suerte de curarme, pero estoy convencida de que aunque no hubiese superado la enfermedad, ésta me habría ayudado a sanarme. Al verme de otra manera, pude relacionarme conmigo, con los demás y con el mundo de manera distinta. Si me hubiese muerto me habría muerto más feliz por haber tenido la oportunidad de vivirme tal como soy y no condicionada por las creencias que fui elaborando en mi infancia. 

Hay una manera de vivir que genera salud y otras maneras de vivir que generan enfermedad.

Por eso, os transmito la pregunta que Maté nos hace: ¿Vives una vida alineada con tu verdad más profunda –lo que yo llamaría tu esencia- o vives en función de las expectativas de otras personas? ¿Cuánto de lo que has creído  y realizado es realmente tuyo y cuánto ha estado al servicio de la imagen de ti  que creaste para complacer a los adultos de tu infancia?

No puedo concluir este post sin copiaros la dedicatoria del libro que me impactó muchísimo: “A mi queridísima Rae, mi compañera de vida, que me vió antes de que yo fuera capaz de verme a mí mismo, y amó la totalidad de mi ser antes de que yo pudiese siquiera empezar a amarme. Y a nuestros hijos: Daniel, Aaron y Hannah que iluminan nuestro mundo”.

Este es, precisamente, el sentido de estar juntos, ya sea un vínculo de pareja, de amistad o paternofilial : ayudar al otro a ver lo que no ve de sí mismo y aceptarlo en su totalidad y darnos luz los unos a los otros. Esa aceptación es la que permite la transformación que todos necesitamos para alcanzar la plenitud.


La luz del otro es solo un reflejo de la mía propia, que todavía no logro ver.


Feliz final de verano.

Marita Osés, Agosto 2025


25.7.25

Prioridad clara, decisión fácil

Algunas personas acuden al coaching queriendo entender por qué les cuesta tanto tomar decisiones. Buscan herramientas para no dar tantas vueltas a las cosas o a las situaciones y para atreverse a tomar un camino determinado, sin perder tanto tiempo evaluando las consecuencias.


Uno de los obstáculos con los que se encuentran es que analizan en exceso la situación, la miran desde todas las perspectivas posibles y valoran tantos escenarios que se quedan sin energías ni claridad para decidir. Deberían recordar que análisis rima con parálisis. El  análisis se hace desde la cabeza y la energía para dar pasos en la vida viene de otro lugar, como veremos después, viene de desear profundamente algo. Cuando damos vueltas y más vueltas con los pros y los contras, y las implicaciones de tomar una decisión u otra acabamos mareados y entramos en bucle.

Si la persona es además perfeccionista, querrá tomar la mejor decisión, y eso le hará descartar alguna alternativa perfectamente válida que le ayudaría a salir del atolladero, aunque tal vez no fuera la solución óptima. Al final, no hay decisiones perfectas, sino decisiones que nos ayudan a avanzar, que es lo que importa.
Todo resulta mucho más fácil cuando hay una prioridad clara.
Cuando estás embarazada, o superando una enfermedad grave, o cuando quieres aprobar una oposición o una carrera de la que depende tu sustento, cuando necesitas superar un obstáculo con el que no contabas para llevar a cabo tu sueño, es mucho más fácil tomar decisiones. De hecho, no hay que tomarlas en sentido literal, sino que las acciones surgen de manera natural en coherencia con esa prioridad que hay ahora en tu vida. Por eso es importante formular las prioridades.  Cuando hay una prioridad, todo lo demás está sujeto a ella, no hay duda. No hay vacaciones que valgan, ni costumbres arraigadas que no puedan modificarse, ni plazos que no puedan moverse porque existe un motivo claro, una razón de peso que actúa como brújula de todo lo demás. Un reto deportivo, por ejemplo, hace que tus horas de descanso y de entrenamiento sean sagradas, tu alimentación muy cuidada, tu vida social más reducida. 
Muchas cosas que antes te parecían importantes o incluso imprescindibles, se caen. En otras circunstancias, ni te plantearías renunciar a ellas o te costaría muchísimo hacerlo, pero cuando has decidido que aquello es tu prioridad, cualquier argumento  se disuelve hasta desaparecer. Y es porque ha aparecido algo que da sentido a todo y por lo tanto, no tienes que tomar la decisión de renunciar por ejemplo a algo que antes formaba parte de tu cotidianidad, sino que  hay una acción que se desprende de manera natural de una decisión anterior, que es tu prioridad. 

Por eso, sería bueno preguntarnos: En este momento de mi vida, ¿cuál es mi prioridad? ¿Hay en mi realidad actual algo lo suficientemente importante como para vertebrar mi día a día sin tener que tomar decisiones a cada paso pues solo se trataría de ser coherente con esa primera decisión?
Igual ya la sabes pero no te la has tomado en serio, no eres plenamente consciente de ella y por eso no actúas de acuerdo con ella. 
 
¿Qué te importa de verdad ahora mismo? ¿Tu salud, tu relación con tal persona, tu físico, tu carrera, tu familia? 
Tomar conciencia de lo que te importa ayuda a que tus acciones estén alineadas con tus decisiones.
Te ahorra además muchas quejas, porque te da claridad respecto de lo que quieres de verdad. A veces nos lamentamos por tener que hacer cosas que no nos apetecen, sin darnos cuenta o sin querer reconocer que eso es necesario para conseguir lo que queremos. La queja no sirve para nada más que para instalarnos en la pasividad. Las prioridades son lo que quiero de verdad y es el deseo profundo el que nos impulsa a la acción, no la mente que te dice lo que debes hacer. Lo que quieres hacer no es lo mismo que lo que te apetece. Si lo que quieres es ganar esta competición o quedar en buen puesto en la maratón de mañana, está claro lo que harás o no simplemente siendo coherente con ese deseo.  Si lo que quieres es tener un bebe sano ya sabes qué cosas pueden perjudicarte y has de evitar.  Las quieres evitar. Si lo que quieres es una relación armoniosa con tu pareja, y para ello necesitas poner una situación dolorosa sobre la mesa, eso es lo que quieres, por poco que te apetezca.

Por eso, cuando no estés segura de qué decisión tomar, mira primero qué prioridades hay en tu vida en este momento y comprueba si lo que sea que decidas está respetando o no esa prioridad. Si eres coherente con tus prioridades, verás que las decisiones se desprenden de manera natural de ellas.

Marita Osés
Julio 2025


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